Por Cristóbal Vergara
La semana pasada tuve que poner una denuncia en la comisaría de Vallecas. Entré a las 13:30 y llamaban por riguroso turno aproximadamente cada cuarto de hora a cada uno de los que estábamos esperando.
Después de un par de horas de espera, dejaron de llamar y allí seguimos esperando. Tras media hora sin que nadie entrase pregunté por qué no llamaban al siguiente. Me contestaron que habían llegado detenidos y que estos siempre tienen preferencia: hasta que no terminasen con ellos debíamos seguir esperando, repitiéndome numerosas veces lo de “espere, caballero”.
Sí señor, así debe ser. Al delincuente detenido in fraganti se le ‘sanciona’ con una rápida y ventajosa tramitación de su delito, mientras que al que lo ha sufrido y quiere denunciarlo se le reconforta con una espera ‘sine die’. Salí de allí a las 17:20, casi cuatro horas después de entrar.
¿Es esto justo? No, es el mundo al revés.