Por Jorge Sanz García
Llevan más de un mes durmiendo a la intemperie para buscar una solución al drama de los desahucios. Constantine, al que la vida le ha dado la espalda, es quien educadamente informa a los transeúntes, junto a Félix y José, de que puede firmar la solicitud que evite los desahucios. Lidia, Maribel y Malik, que vino a ayudar desde la vecina Francia, se encargan de rellenarlas con buena letra. Nadia alivia el dolor con masajes y Santi abriga al que duerme y se destapa. Luis canta nanas con el cariño de una madre cuando el frio acecha y se hace difícil conciliar el sueño. Y Rafa, que todas las noches se acuesta dentro de una caja de cartón con la sonrisa del que lo hace en una suite de un cinco estrellas, transmite al grupo su alegría y la ilusión de que pronto viviremos en un mundo más digno. Lalo trae el té desde su casa, Mati leche y café, y un camarero anónimo alegra la madrugada con dos bandejas de pinchos. A ellos se suma otros muchos que vienen a hacer compañía o a donar mantas, comida o dinero. Superhéroes todos ellos. De carne y hueso y con la dignidad intacta. Porque la dignidad se tiene o no se tiene. Y no se quebranta con mentiras, ni con arriesgadas inversiones o papeletas en una urna. Tampoco entiende de recortes, burbujas inmobiliarias o primas de riesgo. La dignidad está por encima de las miserias de los corruptos y los especuladores. Quien desee comprobarlo puede pasarse por la plaza de Celenque.