Por Enrique Chicote Serna
Los actuales dirigentes de la Unión Europea han importado del otro lado del Atlántico una novedosa aplicación para mejorar, aún más si cabe, la contabilidad creativa. Después de ver que la economía de la mayor parte de los países miembros no levanta cabeza, han tomado la decisión de que el contrabando, las drogas y la prostitución formen parte del sacrosanto Producto Interior Bruto. Si no crece por las buenas, que lo haga por las malas, han debido decirse tras mucho discurrir.
Y, en efecto, a las malas (en cuanto actividades ilegales) han acudido para inflar el PIB. Vería lógico introducir la nueva directriz en aquellos países que tengan legalizadas estas ocupaciones, pero en los que no, podíamos preguntarnos por qué no incluir también en el cálculo una estimación del fraude fiscal o del trapicheo, actividades generadoras de riqueza tan ilegales como las otras.