Por Mónica Ramírez
Muchos países mantienen a animales cautivos, semimutilados, para que sea posible fotografiarse con ellos.
Hace poco leímos la noticia de que, en Barcelona, grupos de extranjeros pintan de colores y cortan las alas a palomas blancas para que los turistas puedan hacerse selfies. Me pregunto hasta dónde se llegará con este cruel hábito.
Parece que casi no hay límites ya. Hacerse un selfie es más importante que cualquier otra consideración moral. Se dice que la sociedad evoluciona, y yo me pregunto: ¿hacia dónde?