Por Alejandro Barderas
Trabajo como conductor de autobuses de la EMT en Madrid en la línea 138 (Plaza de España – Aluche). [La noche del 11 de enero] me ocurrió algo singular, algo único, os explico. Salía a las 23:30 desde Plaza de España en mi último viaje; todo normal, todo como un día cualquiera. Pero ese día me guardaba una sorpresa inesperada. Cruzando el río Manzanares -me acompañaban entre 15 o 20 viajeros, trabajadores, cansados, de regreso a sus hogares- me dirigía a la parada que se encuentra en la confluencia del Paseo de Extremadura con la calle Saavedra Fajardo; pues bien, al llegar observo, como es natural, a tres jóvenes de 18-20 años que esperan el autobús. Hago mi parada, abro las puertas y… ¡zassss!, los jóvenes me lanzan 6 huevos con gran potencia, en 1 segundo. ¿Y yo qué hago? ¿Esquivo los huevos tipo Matrix y no me impacta ni uno sólo? Eso sí, acabé de huevo hasta las cejas; oigo las risas de los jóvenes y veo cómo salen corriendo cada uno por una calle; me quedé pensando 1 segundo, cerré las puertas y pude acabar mi servicio con normalidad. Porque no se olviden, los conductores de la EMT somos casi ¨héroes¨; y [la experiencia] me enseñó algo muy curioso, cómo se siente una tortilla a la francesa.