Por Jon García Rodríguez
La convivencia en el País Vasco siempre fue y aún sigue siendo difícil. Y Arantza Quiroga -ex presidenta ahora del PP Vasco- lo sabe. Por Irún, su tierra natal, y por otros lares de Euskadi hay quien descorcharía una botella de champán si la ‘kale borroka‘ y su hermano mayor, ETA, reapareciesen.
Arantza no cree, al igual que yo, que esto pueda ser imposible. Dales apoyo y una buena excusa y estos malnacidos vuelven. La iniciativa que Quiroga presentó en el Parlamento Vasco para lograr un acuerdo político por la paz y la convivencia en Euskadi, que incluyese a todos los partidos, inclusive EH Bildu, era del todo coherente. Contaba, además, con el visto bueno de todas las formaciones vascas.
Pero desde Génova no lo han querido ver así, y con su veto lo han echado todo a perder. De haber salido la enmienda adelante hubiera sido seguramente el primer paso hacia el proceso de paz. Que es lo que todos los vascos queremos.
Quiroga ha justificado su dimisión diciendo: «He fracasado a la hora de aunar voluntades para encontrar la paz en el País Vasco y creo que es mi responsabilidad dejar el puesto que tengo». Pues no, Arantza, no. Tú no has fracasado, lo ha hecho el Gobierno.