Por Alejandro Prieto Orviz
Ser parado de larga duración, carecer del título de bachiller o sobrepasar la edad de 45 años, parecen ser perfiles que, fruto de un denominado plan piloto, están destinados a permanecer en los últimos lugares de la listas en determinadas oficinas de empleo de la capital española, es decir, tendrán prioridad para acceder a una oferta de trabajo quienes no reúnan las características mencionadas y, sobre todo, quienes estén cobrando prestaciones.
Excepto el ahorro económico inmediato conseguido con la interrupción del subsidio de desempleo derivado de la incorporación al mercado de trabajo, ¿qué bondades y beneficios sociales se obtienen a medio y largo plazo con la implementación de tales filtros? ¿No se corre el riesgo de incrementar la cronificación de la adversidad y la exclusión?
Si las perspectivas dibujadas para buena parte de la población cada día son más sombrías y descorazonadoras, el proyecto social dista mucho de ser emocionante y atractivo.