Por José Rodríguez Pérez
La España de charanga y pandereta,
en donde la tortura es patrimonio,
impuesto cultural de algún demonio
que al inocente toro espada espeta.
La España en la que mata la escopeta,
la España de laurel de pelargonio,
hoy aporta de nuevo testimonio
de quién debe pagar la pataleta.
Culpable resultó el mejor amigo,
aquel que da la vida por su amo.
Arrancarle esa vida fue el castigo,
un virus de la muerte fue reclamo,
que trasmutó al humano en su enemigo,
de nada valió al can su noble adamo.