Por María Dolores Barrientos
Tengo una cita con el cardiólogo en el centro José Marvá el día 12 de marzo a las 10.15 horas. Salgo del trabajo a las 9.10 h. para llegar con tiempo y sin problemas. Yo llego a la consulta a las 9.40 horas (con más de media hora de antelación), pero la cardióloga no llega hasta las 9.55 h. con el bolso y con ropa de calle, por lo que deduzco que acaba de llegar al trabajo.
El primer paciente no entra hasta las 10.00 horas. La enfermera se comporta un «pelín» borde con los ancianos que le estaban preguntando, en concreto a una le dijo: «¿no les dan cita con hora? Pues esperan a su turno». A las 10.25 h. sale el primer paciente de la consulta y la enfermera empieza a decir los turnos de los pacientes. Delante de mí hay seis personas. Aprovecho la ocasión para decirle que, ya que había hora de cita, la mía era a las 10.15 h. y me dijo que estaban con los de las 9 de la mañana, continuando en su línea borde. «Llegando el médico a las 10, normal», le dije. Y me tuve que ir sin consulta.
Después, esperando el metro entre siete y ocho minutos en estaciones claves de líneas como la 9 y la 8. Llegué a las 11.30 h. al trabajo y sin pasar consulta. ¡Qué suerte tiene el funcionariado, que puede seguir haciendo lo que le da la gana! Aquí parece que solo pueden ir al médico los jubilados y los parados.