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Entradas etiquetadas como ‘egoismo’

Todavía hay personas que ayudan a los demás

Por Enrique Jiménez Martín

Tren de Renfe (Archivo).

Tren de Renfe (Archivo).

Soy un trabajador de Renfe que el pasado 5 de mayo a mediodía tuvo un pequeño/gran incidente en la vía 9 de la estación de Atocha Cercanías, y que sólo sé por referencia de lo que he oído y me han contado que durante más o menos cinco minutos de mi vida me quedé inconsciente.

Estas letras son de agradecimiento a esas personas anónimas que sin temer por su seguridad, bajaron a la vía a rescatarme. Esto demuestra que en estos tiempos de egoísmos, todavía hay personas que ayudan al prójimo sin importar qué tipo de razones.

Así mismo, hago extensiva esta misiva al personal sanitario, vigilantes de Renfe y miembros de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que se volcaron en todo momento por atenderme.

Gracias de todo corazón.

Nuestra indiferencia, pasividad y egoísmo ante los refugiados

Por Paula Radtke Ortiz

Refugiados (EFE).

Refugiados (EFE).

Quisiera creer que no. Quisiera creer que es una broma que estemos vendiendo la dignidad y la seguridad de miles de personas. Es como si Turquía fuese una especie de sicario que se ocupa del trabajo sucio mientras su jefe, la Unión Europea, se lava las manos y se sienta en su despacho, vuelve a casa y duerme tranquilo, con su familia a salvo.

Ni siquiera es la crueldad de los grandes dirigentes lo que más duele. Lo que hiela la sangre es la indiferencia, pasividad y egoísmo que ha surgido entre la gente del montón, la gente como tú y como yo. Esa gente de a pie que habla con odio y asegura que solo deben recibir ayuda los españoles, porque claro, hay españoles en paro y nosotros queriendo ayudar a los de fuera… ¿En serio pensamos que es equiparable estar en paro a huir de la guerra?

Con esto no quiero quitarle importancia a las personas que están pasando un momento difícil, solo quiero que reflexionen un momento y se imaginen en esa situación, viendo cómo matan a sus familias, siendo ultrajados como personas, dejando todo atrás y arriesgando su vida para meterse en un bote a la deriva en busca de algo de seguridad y cuando piensan que por fin ven la luz, que por fin están a salvo, se chocan de frente con el desprecio, nuestro desprecio, nuestro racismo, que les obliga a sufrir represiones en las fronteras. Ahora serán devueltos a Turquía a cambio de un puñado de millones y unos cuantos favores, como si de ganado de tratase, ante nuestros impasibles ojos.

Estamos viendo cómo niños duermen en el barro, cómo mujeres dan a luz sin ningún tipo de cuidados.
Y yo me pregunto, cuando nuestros nietos estudien nuestra historia… ¿se llevarán las manos a la cabeza por los horrores que estamos cometiendo y permitiendo como hicimos nosotros cuando se perpetró el Holocausto Judío?

Quizá en un futuro ellos sean mejores que nosotros. Quizá en un futuro la vida valga mucho más que los intereses económicos.

 

Incivismo: Nunca le ceden el asiento a mi esposa, embarazada, en el transporte público

Por Carlos J. Romera

Interior del vagón de un metro de Madrid (Jorge París).

Interior del vagón de un metro de Madrid (Jorge París).

Todos los días mi esposa, embarazada de seis meses, realiza el trayecto al trabajo en transporte público (autobús y cercanías, linea C2, en la Comunidad de Madrid). Personas de cualquier edad y condición la miran, se dan cuenta de su estado y nadie tiene la decencia y educación de cederle su asiento.

Así es la sociedad en la que vivimos: individualista, egoísta y por desgracia para todos, cada vez más incívica. A esos ciudadanos que se quejan por todo y no predican con su ejemplo les diría que en algún momento de sus vidas conocerán a alguien dependiente, o a esas chicas jóvenes, que se quedarán embarazadas; ese día, cuando sufran el incivismo y la indiferencia del resto, probarán su propia medicina.
¿Todavía no nos hemos dado cuenta de que el respeto a los demás es lo más beneficioso para cada persona y el único camino para vivir en sociedad?

Con este ritmo de nacimientos el sistema es insostenible

Por Antonio Porras Castro

El continuo avance de nuestra sociedad en medios tecnológicos, disponibilidades, comodidades está tan sumamente arraigado en nuestra sociedad actual que estamos olvidando el fin de nuestra existencia. No debemos olvidar que trabajamos para el futuro, que investigamos para mejorar y que el progreso lleva implícito la generosidad. Mejoramos a velocidad de vértigo, viajamos en AVE, nos comunicamos a tiempo real con un innumerable montante de mensajes, fotos, email… Pero dejamos atrás el pasajero al que, de todo esto, sacará partido. Quiero con esta reflexión incurrir en el beneficiario;  no dejar atrás al niño que hoy no nace y que será el benefactor de semejante hazaña y que es el condecorado, el rey.

Las noticias saltan por todos los medios, las alarmas siguen encendidas y agitan sus colores más intensos, pero nosotros seguimos sumergidos en otros mundos. La natalidad sigue sufriendo una debacle injustificada; la tasa de natalidad desciende al ritmo de la de ferBebétilidad y los expertos no dejan de vociferar que estamos en riesgo de desequilibrio demográfico.

A fecha de hoy, el sistema, con este ritmo de nacimientos, es insostenible; los niños no nacen, el apoyo institucional a la familia sigue ausente, con lo que el sistema envejece y, gracias a los avances, los ancianos son más longevos. ¿Quién trabajará en breve? ¿Quién alimentará esta maquinaria que, sin el engrase pertinente, no funciona? ¿Quién contribuirá con su trabajo al sistema de pensiones? ¿Quién acudirá al colegio? Hay que recordar que de la crisis se sale pero los hijos nacen solo en determinadas épocas de nuestro ciclo biológico y que si nosotros no hubiéramos nacido no hubiéramos tenido esta oportunidad que tenemos por delante. Decir también que todos hemos sido hijos y que si nuestros padres hubieran pensado como se piensa hoy, no estaríamos aquí.

Recordar también que si no existieran los abuelos, que son hijos de hijos, quién soportaría  el paro y las separaciones matrimoniales de sus hijos; el drama que atravesamos sería infinitamente más sangriento y  cruel. Los hijos son necesarios y  anteponer su número a actitudes consumistas no deja nada más que entrever un sistema egoísta y ególatra, que inexorablemente conduce a la nada.