Por Jesús Ángel Orea
‘Cuerdas‘, corto animado de Pedro Solís García, ganador del Goya 2014, que aborda la amistad entre una niña y un niño con parálisis cerebral, ha recibido muchos comentarios: emotivo, genial, tierno, muy significativo y conmovedor. Estoy de acuerdo.
Trabajo en un Centro de Educación Especial en el que se encuentran los niños y niñas más frágiles de la sociedad. Son todos aquellos que no tienen cabida en un centro ordinario. Hay niños y niñas que no pueden hablar, pero sí sonreír y mostrar una cara de felicidad cuando se les atiende como merecen. Un niño débil y vulnerable puede ser, y es, una fuente de bien para los que le rodean. Es el misterio del dolor frente a la cruz no aceptada, que lleva a la resignación, a la frustración, hasta el punto de pedir que se legisle a favor de eliminar al no nacido e incluso, en algún país, al nacido con limitaciones.
Recuerdo que hace algún tiempo un inspector de educación me comentaba que, cuando sentía ánimos de grandeza que le hacían verse superior a los demás, acudía al Centro de Educación Especial a convivir una jornada con estos niños, para tener una cura de humildad. Valoremos lo verdaderamente importante.