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Entradas etiquetadas como ‘diferencia’

Guerra y paz: asumir la diferencia

Por Pedro Punzón

La viñeta del dibujante Eneko del día 16, en la que aparecen en la parte superior dos siluetas humanas, una en color blanco y otra en negro, apuntándose con sendas pistolas y con la leyenda “GUERRA”, en la parte inferior, ambas siluetas han intercambiado la mitad de sus colores, con lo que ambas aparecen, mitad blanco y mitad negro, sin pistolas y con la leyenda “PAZ”, se me antoja de una agudeza extraordinaria.

Guerra y paz

Viñeta de Eneko

Refleja que cuando vemos al “otrodiferente -sea esta diferencia, de raza, religión, ideología, condición social, etc.- y además identificamos “el ser diferente” con ser contrario, rival, competidor o, en el peor de los casos y por desgracia frecuente, enemigo, la desconfianza, el recelo y el enfrentamiento están a un paso. Abundan los ejemplos en la historia. Los más cruentos e incoherentes, los causados por las diferencias religiosas que, cuando no han sido la causa principal, sí  aparecen como un ingrediente destacado y “bandera de razón” de alguna de las partes enfrentadas;  también los provocados por ideologías de extremos y  nacionalismos excluyentes, que dibujan al “otro” como la causa de todas las frustraciones y males que les aquejan.

Innecesarios varones

Por Xabier Vila Fernández

En su famosa novela 1984, George Orwell introdujo el concepto de “neolengua”, entendida por él como aquel lenguaje tendenciosamente creado para “solucionar necesidades ideológicas”; es decir, cuya intención es estrictamente política: está orientado a imponer una determinada actitud mental a todo aquel que se vale de sus palabras para expresarse. Lo llamativo es que este autor imaginó semejante tipo de manipulación de la lengua en sociedades totalitarias, por eso debería preocuparnos que, por el contrario, esta esté tan presente en las democracias del siglo XXI.La creación de Adán

El ejemplo que con mayor frecuencia escucho (y leo) en los medios de comunicación y en las aulas universitarias (aunque hay otros muchos), es el empleo deliberado y en exclusividad de la voz varón para aludir a los hombres. Así, se utiliza tanto para referirse a un presunto asesino, como a los muertos en un accidente o a los asistentes a un evento. Y hasta explican los profesores de universidad que “En el siglo XIX los varones trabajaban en las minas, en tanto que las mujeres lo hacían en otras actividades”.

Cualquiera que se moleste en consultar un diccionario de español comprobará que en esta lengua la palabra varón designa a las personas de sexo ―no género― masculino, mientras que su correlativo para mentar al sexo ―no género― femenino es la voz hembra, no la voz mujer. Mujer y hombre son vocablos que denotan no el aspecto biológico de nuestra naturaleza, sino el racional y social. En consecuencia, lo correcto, justo y educado para con quienes nos sentimos hombres además de varones, es que se refieran a nosotros con esa hermosa palabra: hombre, la cual se ajusta más a nuestra identidad y construcción sociales que a nuestra herencia biológica. Lo demás es eso; neolengua.