Por Alejandro Prieto Orviz
Ella siempre ha tenido empleos consistentes en la realización de labores domésticas en casas ajenas de manera discontinua y sin asegurar, actividad que aún desempeña cuatro tardes a la semana. Su marido, siendo adolescente, comenzó a repartir componentes automovilísticos con un ciclomotor, pero en la actualidad, y después de tres décadas desempeñando distintos oficios de manera prácticamente ininterrumpida, forma parte de la lista de desempleados de larga duración, circunstancia que trata de paliar llevando a cabo algunos chollos cuando se presenta la ocasión.
La hija finalizó la carrera universitaria hace dos años e imparte clases particulares a unos cuantos escolares en casa de sus progenitores. Aunque desearía vivir por su cuenta, la realidad laboral y económica hace imposible el tendido del puente hacia la emancipación.
Aunque el retrato de esta familia pudiera estar en un cartel con el encabezamiento de ‘Se busca y ofrece recompensa’, la gente del barrio sabe que sus miembros no tienen cuentas en paraísos fiscales, ni han birlado dinero alguno a sus vecinos, ni son responsables de las despensas y esperanzas vacías.