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Renfe no deja a mi hijo llevar su contrabajo

Por Rosa (Zamora)

Mientras el pequeño de la familia crecía, iba fundiéndose cada vez más delicadamente con su inseparable contrabajo. Un espantoso ruido había ido madurando rumbo a una adecuada melodía que fluía con el aire de la casa y entraba y salía a borbotones. Nos acostumbramos a la música, a los conciertos por aquí y por allá, todo lo adaptamos al gran instrumento, habitación, coche, viajes…Teníamos dos hijos y un contrabajo… amigo. Con el tiempo el pequeño creció y con la ilusión que envuelve a los que tienen la suerte de saber exactamente lo que quieren le enviamos a estudiar, o a reestudiar su contrabajo a 700 kilómetros de nuestra casa, de su casa, que quedó en silencio y con un punto de soledad. Pero las cosas a veces se tornan difíciles y algo con lo que no contábamos llegó a complicar, gratuitamente, nuestras vidas.

A 700 kilómetros íbamos a recoger a nuestro hijo y a su contrabajo o sencillamente esta vez no lo veríamos. Sin ningún remordimiento, en la estación de Renfe, nuestro hijo, un pequeño contrabajista de 17 años y media hora antes de que saliera su supuesto tren, no daba crédito a sus oídos cuando la profesional de turno le negaba el acceso a su contrabajo y, por tanto, a los dos. ¿Dificultad para entenderlo? ¿Ignorancia? ¿Dejadez?

No regresaría a su casa después de varios meses. El mundo se le vino abajo, solo y a tantos kilómetros de distancia. Por suerte, esta vez, el padre de un compañero con las mismas dificultades decidió ir a buscar a su hijo y con ellos pudo venir el nuestro. Desilusionado y deprimido lo abrazamos quitándole importancia a lo acontecido. Pero ¿qué pasaría en un futuro? De entrada tuvimos que llevarlo de regreso y hacer los 1.400 kilómetros que no arreglan nada. El resto de los viajes ¿cómo los hará? ¿Es que no existe un hueco en algún tren? ¿Todos los trenes de nuestro país tienen cubiertos sus espacios?

Cierto es que hay sitio para una guitarra porque dicen que da las medidas, una enorme maleta también mide adecuadamente, un contrabajo, sin embargo, se pasa ¡dicen! ¿Qué medida ha de tener la vida de mi hijo para manejarla por el mundo adelante? ¿Qué medida ha de tener para que no le impidan regresar a casa cuando le apetezca? Una vez solventados todos estos problemas por el propio músico con la ayuda de amigos, familia, etc, no con la ayuda social, sin embargo es ahora cuando la sociedad acude a los conciertos y escucha embrujada la magia de la música que sale de aquel conjunto de personas que han acumulado horas de trabajo, de trasiego, de esfuerzo y a todo esto añadimos las dificultades gratuitas que tienen que soportar los contrabajistas.

Si hay posibilidades, y las hay sobradas a mi entender, de dar una solución válida a este problema ¿por qué no se toman medidas de ningún tipo? ¿Por qué no se facilita la vida de estos trabajadores, estudiantes, luchadores? Una vez más discriminamos a las minorías sin tener ninguna razón para hacerlo. ¿Cómo podemos sentir la música? ¿Cuál es el sentido contradictorio que le damos a la vida organizando grandes conciertos en grandes teatros, palacios y salones a la vez que nos molesta un niño y su contrabajo en el asiento de un tren regresando a su casa?