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Carta al Ayuntamiento de Badalona: «Santificarás las fiestas»

Por Antonio Luis Vicente

Hay gestos en la Historia que han supuesto profundos cambios socioculturales: Moisés rompió las Tablas de la Ley cuando bajó de su retiro en el monte para demostrar que no estaba de acuerdo con lo que Dios había permitido durante su ausencia; Julio César cruzó el Rubicón y su acción fue el principio del fin de la República en Roma; Lutero clavó su tesis en la puerta de una capilla en Wittenberg y los cimientos de la iglesia católica se estremecieron…

José Téllez, tercer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Badalona, rasgó una sentencia judicial prohibiendo abrir el consistorio en un día festivo (lo de menos es que fuera la Fiesta Nacional) y franqueó la entrada al mismo a los ciudadanos.

Fachada del Ayuntamiento de Badalona (Europa Press).

Fachada del Ayuntamiento de Badalona (Europa Press).

Creo José, que no eres plenamente consciente de la caja de pandora que has abierto con tu gesto. Los ayuntamientos españoles, y en general toda la administración pública, tienen una larga tradición de inoperancia, no ya los días festivos, sino los laborables. Ya lo inmortalizó Mariano José de Larra en su artículo Vuelva usted mañana. Y tú, José, te has atrevido a desafiar esa inercia exhortando al trabajo en un día festivo. ¡Ah, qué bien te hubieras llevado con Lutero y con Calvino! Ellos que nos convencieron de que para “salvarse” en vez de santificar las fiestas había que trabajarlas. Y con Max Weber, que en su obra La ética protestante y espíritu del capitalismo nos decía que si el banquero te oye trabajar a las cinco de la mañana se quedará tranquilo, pero si te ve jugando al billar… Y eso que el mismo Dios reconoció que después de currar seis días creando el mundo, necesitaba un día de asueto. Él, que fue capaz de sacrificar a su propio hijo, no quiso cargase un día festivo.

Pero tu inconsciencia ha ido mucho más allá, José. Has atentado contra algo mucho más sagrado que todo lo que hasta ahora te he mencionado. Porque un día festivo, no laborable, es mucho más que ir o no a trabajar. Es despertarse, no porque haya sonado la alarma del móvil, sino porque el vecino se ha puesto a cortar el césped a las ocho de la mañana (casta), o porque el dueño del bar de abajo (gente que se parece a la gente) ha puesto Paquito el chocolatero en el altavoz que da a la terraza. Es cuando al plantearse saltarse los preliminares con tu mujer (casta) o con tu pareja (gente que se parece a la gente) porque a las nueve empiezan “las motos”, ella en un acto de despiadada maldad te dice: “Déjalo, si de todas formas hay que darle un repaso a la casa, que hoy viene tu madre a comer…”.

Yo, José, comprendo tu indignación ante la orden del juez. Y el acto de rasgarla como un “Moisés” justiciero destruyendo el becerro de oro. ¿Chulería? ¡No, indignación José, indignación! Porque yo también he rasgado las cartas de Hacienda, o las multas de tráfico, en aras de la insumisión al Sistema. Claro que después tenía que recoger los pedazos y pegarlos para llevárselos al gestor (casta) o a mi cuñado (gente que se parece a la gente) para que se ocupara del asunto.

En fin José, qué quieres que te diga, valoro tu gesto, de verdad, pero creo que serás un incomprendido. Tal vez en un futuro…y si no los chinos, mira, esos abren todos los días.

Solución: «Tirar la perrita a la basura»

Por Montse Caparrós Braña

El día 31 de enero me encontré a mi perrita Nuca a las 2 de la madrugada fallecida. La tapé con su mantita de siempre y esperé a que anocheciera para poder llamar al Ayuntamiento de Badalona para que me informaran si había algún servicio de recogida de animales en casa. Llamé y me contestó una señorita que me indicó que no, que solo se hacían recogidas en el caso de que el animal fuera atropellado o abandonado, pero en domicilio no. Añadió que lo mejor que podía hacer era meter a mi perrita en una bolsa de basura y tirarla al contenedor. Furiosa le contesté: «¿No cree que esto es poco ético?». Entonces me pasó a una segunda persona y mi sorpresa fue que me contestó lo mismo. Por cosas de la vida, me pasó con una tercera que se comportó fenomental.

Enseguida me dijo que lo sentía. Le comenté mi problema y ella misma se puso en contacto con una clínica veterinaria. A los pocos minutos, el médico nos llamó para preguntarnos qué nos pasaba y al cabo de unas horas la vino a buscar. Para ser sincera, la broma nos costó 90 euros. Mi queja y el motivo de esta carta es que un día que necesito ayuda del Ayuntamiento, me cierran las puertas. Sin embargo, para cobrarme los impuestos sí que son buenos pero por tener un animal 17 años y cuatro meses lo tengo que tirar como si fuera una basura. Señor alcalde Xavier Garcia Albiol, por favor escúcheme y mire qué personas tiene trabajando en su Ayuntamiento. Los animales no son personas, es cierto, pero son más fieles que las personas y ellos nunca nos contestarían como sus dos trabajadoras. Espero que esto sirva para algo y que no quede en la nada.