Por Pilar Palacios
El pasado día 25 de junio salí con mis compañeras para despedirnos antes de empezar las vacaciones de verano. Estuvimos de tapas por el centro de Madrid. A las 2:00 am aproximadamente nos dirigimos a un restaurante de comida rápida situado en la calle Fuencarral. Estábamos debatiendo quién hacía el pedido y qué queríamos cada una cuando me empecé a encontrar indispuesta. Rápidamente entré en el local y le pedí por favor al chico que atendía que me dejara entrar al baño que me encontraba mal y que era urgente. Éste me lo negó en varias ocasiones, a pesar de suplicárselo y pedírselo por favor.
En ese momento no pude aguantarme más y me vi en la situación embarazosa de tener que hacérmelo encima, mientras escuchaba al dependiente recriminarme que no lo hiciera… A continuación, y mientras yo recogía el estropicio, salió la encargada del local, con una bolsa que me alargó para que yo siguiera recogiendo. Al mismo tiempo seguían entrando clientes al local, lo cual me suponía una humillación tremenda, ya que todo el mundo miraba lo que estaba pasando. Cuando recogí como pude lo que había ensuciado, le pedí por favor y llorando a la encargada del local que me dejara ir al baño a limpiarme. Me lo negó sistemáticamente, en numerosas ocasiones.
Finalmente salí del local, manchada y con la dignidad por los suelos. Me pregunto, ¿hasta dónde hemos llegado? ¿Hemos perdido la humanidad? Ya no sabemos ponernos en lugar de la otra persona. Somos máquinas que actuamos sin sentimientos y nos importa muy poco cómo se pueda sentir el prójimo. Tenía confianza en el ser humano, pero comportamientos de este tipo me hacen pensar que algo está fallando.
Madrid, cómo no. Cuna de amargados…
05 julio 2015 | 0:03
Se lo tendrías que haber tirado a la cara del dependiente
09 julio 2015 | 19:33
Yo le dejo ahí todo lo sucio y que se apañen.
10 julio 2015 | 10:10