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Ovillos de lana para hacer grafitis

Crochet en un arbol

Crochet en un arbol

Árboles abrigados, una boca de incendios convertida en E.T, estatuas modificadas, una emblemática cabina de teléfonos forrada contra el frío de Londres…

Hace unos cinco años -no se sabe con exactitud cuándo ni dónde- comenzó a crecer una nueva forma de arte callejero a la que ahora llaman el Yarn Bombing (bombardeo de hilo)  o Guerrilla Knitting (ganchillo de guerrilla).

Muchos ovillos de lana y técnicas trabajosas como el punto o el tricotado servían de protesta a los artistas de las grandes ciudades europeas y estadounidenses, rodeados de deshumanización y frialdad urbanas. Demandaban un poco de calidez y un ambiente un poco más acogedor en los lugares públicos.

Estatua de Rocky en Philadelphia

Estatua de Rocky en Philadelphia

Me agradan la inventiva y la intención traviesa de los bombardeos textiles. Me gusta que  no sean etiquetables como vandalismo y no exista el deterioro, que no haya manera legal de frenarlos. Pero tras ver unos cuantos ejemplos de aparcamientos de bici multicolor y animalitos colgando de verjas la cosa se me antoja ñoña y algo inocua de más.

El ejemplo que traigo a la sección de Artefactos es un paso más en esta espiral de nudos y trenzados. Técnicamente no es lo mismo que las manifestaciones callejeras de lana trabajada, porque no hay agujas de por medio.

Lo que hacen Hot Tea -artistas de Minneapolis (EE.UU)- se aleja del osito en la farola y los calentadores en las pantorrillas de una escultura.

Utilizan el hilo y la lana como lienzo para el espray: «Creamos una superficie alternativa usando la arquitectura que ya existe», dice con un escueto comunicado en su página web.

El vídeo que muestra la creación de Wildlife (su proyecto más reciente), es una prueba de que la paciencia es un valor en auge.

Dos barras metálicas flanquean un callejón abandonado de puertas tapiadas y vegetación en el suelo. Uno de los componentes de Hot Tea une los dos postes con el hilo de varios ovillos de difentes colores. Comienza temprano por la mañana y termina por la noche, con una plantilla que muestra la silueta de un hombre colgado de arriba, a punto de caer en las fauces de un cocodrilo.

Si los grafiteros y plantilleros buscan la pared, ellos necesitan el hueco vacío para construir una. Crean un arte callejero frágil y no destructivo, pero al fin y al cabo aparatoso. Vean y me cuentan.

Helena Celdrán