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El rostro cincelado del hijo «cobarde» de Stalin

Yakov Dzhugashvili

Yákov Dzhugashvili

El prisionero no quiere cruzar la mirada con la cámara del reportero militar nazi. Tiene pómulos cincelados por el hambre y el frío y va vestido de civil aunque es teniente de artillería del Ejército Rojo de la URSS. Acaba de ser hecho prisionero por los invasores alemanes en la batalla de Smolensk. Es el 16 de julio de 1941 y Hitler había ordenada iniciar, un mes antes, la Operación Barbarroja, la «guerra de Europa contra Asia», como gustaba de llamarla el jerarca alemán, siempre dado a disfrazar con símiles tan grandilocuentes como idiotas sus ínfulas imperiales

Yákov Dzhugashvili, entre nazis

Yákov Dzhugashvili, entre nazis

Yákov Dzhugashvili, el prisionero, es el hijo mayor de Iósif Stalin, presidente de la URSS, el otro gran tirano europeo de la época. Tiene 34 años, fue criado por unos tíos y nunca mantuvo relaciones con su padre, el hostil e insensible líder comunista con el segundo y tercer dedo del pie izquierdo unidos por una membrana, lo cual no significa nada especial pero añade al sanguinario personaje un sesgo grotesco y temible.

Las fotografías —existe otra de plano más abierto—, el nombre de cuyo autor no ha pasado a la historia, fueron empleadas por los nazis como elemento de propaganda en aquel momento de euforia en el que todavía no adivinaban la derrota final y el infierno de muerte, gangrena, tifus y derrota de Stalingrado. En las emisiones de radio para minar el ánimo de los soldados rojos y en los pasquines que arrojaban desde aviones decían: «¡Dejad de derramar vuestra sangre por Stalin! ¡Su propio hijo se ha rendido! Si él salva su vida no estáis obligados a entregar la vuestra».

Durante años los historiadores cuentan que Dzhugashvili había sido atrapado por los nazis y se negó a ser utilizado o recibir trato de favor durante la detención. Nunca miró a la cámara ni se dejó nazificar.

Dos años más tarde Stalin recibe una oferta personal de Hitler por mediación de la Cruz Roja. Los nazis estaban dispuestos a un intercambiar prisioneros: el hijo de Stalin por el mariscal de la campaña de Stalingrado, el derrotado Friedrich Paulus. «Un teniente no vale lo mismo que un mariscal», responde el líder soviético como respuesta.

El cadáver del hijo de Stalin

El cadáver del hijo de Stalin

El  14 de abril de 1943 Dzhugashvili muere entre las alambradas electrificadas del campo de concentración de Sachenhausen —donde los nazis asesinaron a unas 30.000 personas y llevaron a término, con la mano de obra de prisioneros selectos, la Operación Bernhard de falsificación masiva de divisas—.

La versión oficial dice que el teniente del Ejército Rojo se lanzó contra la alambrada con intención suicida. Los guardias del campo le dieron cuatro balazo. Existe una foto sumamente borrosa que muestra un cadáver descoyuntado.

En 2013 supimos que casi nada había sido así. Material de archivos oficiales rusos revelo que el hijo de Stalin se entregó voluntariamente a los nazis, que odiaba a los judíos —aunque estaba casado con una— y que tildaba a los líderes soviéticos como «estúpidos e idiotas». En el campo de prisioneros hizo buenas migas con internos ingleses y planeó una vida en Occidente tras la guerra.

La absurda broma de la historia es que Stalin siempre creyó en la rendición voluntaria porque consideraba a su hijo «débil, cobarde y sin voluntad». Hizo detener a Yulia Meltzer, la esposa de Dzhugashvili, a la que torturaron para intentar que confesase la «traición» de su marido. Los rusos nunca supieron que el hijo del líder estaba en manos de los nazis por la censura.

Las circuntancias de las muerte del soldado no están claras: algunos historiadores dicen que fue ejecutado de un tiro en la cabeza por negarse a obedecer órdenes y otros opinan que optó por el suicidio como respuesta a las atrocidades y crímenes masivos ordenados por su padre.

Foto de Dmitri Baltermants del cadáver de Stalin

Foto de Dmitri Baltermants del cadáver de Stalin

Las fotos de esta entrada —imágenes sucias, contaminadas por medias verdades y atrocidad y bendecidas por la inmensa realidad del rostro castigado del hijo del monstruo— necesitan el complemento de la imagen florida del cuerpo muerto de Stalin, fallecido el 5 de marzo de 1953 tras una apoplejía a la que siguió una agonía de varios días en los que abría los ojos furibundos y deseaba la muerte a quienes le rodeaban.

El cuerpo del asesino de masas, culpable de la muerte de entre tres y veinte millones de compatriotas (según quien haga la cuenta) fue embalsamado y colocado al lado del de Lenin. Allí permaneció, saludado como héroe por los marxistas y comunistas del mundo, también los españoles, hasta 1961, cuando lo enterraron en una ubicación cercana, bajo una estatua de mármol blanco. Nadie sabe dónde yace el cadáver de su hijo «cobarde».

Ánxel Grove

Un fotógrafo del cielo y el infierno rusos

© Rafal Milach

© Rafal Milach

Gala: «Me gusta Rusia porque es impredecible. Nunca sabes lo que va a pasar cuando te despiertas cada mañana».

Lena: «Soñé con Putin. La sensación era cálida y brillante».

Mira: «Para los ortodoxos sólo hay cielo e infierno. No hay nada en medio. Rusia es igual».

Vasya: «Ahora nos sentimos más libres. La diferencia es que antes sabías qué decir pero no podías decirlo y ahora puedes decir lo que quieras, pero nadie sabe qué decir«.

Saha y Nastya: «La única forma de morir es morir juntos».

© Rafal Milach

© Rafal Milach

El fotógrafo Rafal Milach (Polonia, 1978) añade testimonios escuetos pero resonantes a algunas de las fotos de la serie 7 Rooms (7 habitaciones), una indagación en el turbio, desolado y ansioso panorama de la vida diaria en Rusia. Esas palabras bastan para que el reportaje adquiera sentido.

El proyecto, al que Milach ha dedicado seis años de trabajo y sobre el cual ha autoeditado un fotolibro, presenta la vida de siete personas que residen en las muy distintas ciudades de Moscú, la caótica capital del país; Ekaterimburgo, la más poblada del distrito de los Urales, y Krasnoyarsk, en el oriente de Siberia.

Fascinado por el caos de los antiguos países de la URSS, vinculado por procedencia y edad a su melancolía orgullosa y fatalista, Milach presenta fotos que permiten visualizar la perturbadora sensación de vacío de un territorio al que, obsesionados con nuestros problemas domésticos, seguimos considerando ajeno y distinto.

© Rafal Milach

© Rafal Milach

Cofundador del colectivo Sputnik Photos, dedicado a ahondar en la exploración fotográfica de Europa del Este, el trabajo de Milach es delicado, poético y está marcado por el amor sin condiciones hacia el tema que retrata de manera sutil: la admiración y la melancolía.

Ánxel Grove

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

La tentación de diez libros peligrosos

"Leo libros prohibidos"

"Leo libros prohibidos"

La chapa de la izquierda debería ser llevada, en la solapa o en el corazón, por la humanidad entera. «Yo leo libros prohibidos». Quizá no haya una escuela pedagógica más fructífera contra los dictados del pensamiento plano. Quizá no haya una actitud política más apropiada contra el amansamiento de las conciencias.

Libros prohibidos. El simple matrimonio del sustantivo y el adjetivo pronuncia una invitación al pecado, que, como sabemos, es también la puerta de entrada en la santidad.

Los poderosos, los que ocultan algo, los que destacan en la carrera de ratas, los cosechadores de ideologías, las personas con agua bendita en el aliento y azufre escondido en el puño, en suma, la mala gente, siempre ha prohibido libros. Nunca necesitaron razones porque les basta el capricho.

Desde el Index librorum prohibitorum et expurgatorum, el catálogo de libros peligrosos de la curia romana, que logró, con su buen tino habitual para recomendar buenos autores mediante la excomunión, congregar a escritores suficientes como para vivir gracias a ellos (Sartre, Voltaire, Montaigne, Descartes, Casanova, Stendhal, Hugo, Dumas, Rabelais, Greene, Unamuno, Milton…), hasta la fatwa contra Los Versos Satánicos, la historia está llena de tantos libros prohibidos que no son necesarios los autorizados (si es que una literatura autorizada —digamos Pérez Reverte o Isabelita Allende— mereciese otra cosa distinta al desprecio). En el dislate de condenar a un libro incluyo también la muy alemana prohibición de editar el Mein Kampf de uno de sus ex jefes de Estado mientras se permite el comercio con las «copias existentes» y se practica el hípernacionalismo parlamentario que, como bien sabemos, incubó al huevo de la serpiente.

En medio de la santa semana es un placer recomendar una decena de libros peligrosos. No todos son obras maestras, pero su condena los convierte en maestras tentaciones.

Edición de "The Meritorious Price of Our Redemption" (1650)

Edición de "The Meritorious Price of Our Redemption" (1650)

1. Los Pynchon, en problemas desde el XVII. El primer libro prohibido en América fue The Meritorious Pride of Our Redemption, una crítica al calvinismo puritano publicada en 1650 y escrita por William Pynchon, próspero granjero ilustrado y fundador de la ciudad de Springfield-Massachusetts (EE UU). Hombre de paz y defensor del entendimiento con los nativos del nuevo mundo, Pynchon desató la pasión lectora entre los pobladores de la zona al reclamar un código moral basado en la bondad y la obediencia frente al castigo y el sufrimiento calvinistas. Acusado de herejía por los tribunales, el autor sufrió vejaciones por negarse a la retractación pública de sus opiniones. Para curarse en salud transfirió sus tierras y propiedades a su primogénito y se embarcó hacia Londres, donde murió en 1662. El caso del primer escritor sometido a la persecución por delito de opinión en América tiene un hermoso giro al considerar que Pynchon es un ancestro directo del novelista contemporáneo, iconoclasta y misterioso, Thomas Pynchon, un autor que padece fobia social y escribe sobre la entropía y la decadencia.

Primera edición en libro de "Madame Bovary" (1857)

Primera edición en libro de "Madame Bovary" (1857)

2. «Poesía del adulterio». Rebeldía, melodrama, violencia y sexo. La peripecia de Emma Bovary (adúltera, trágica, infeliz, irresistible) fue perseguida por la justicia francesa. Aunque hoy resulte incomprensible cualquier tipo de acusación contra una obra que, a nuestros ojos, es light en grado sumo, la justicia francesa persiguió con saña a Madame Bovary, una de las obras maestras del realismo, acusada de osbcena e inmoral por la fiscalía cuando su autor, Gustave Flaubert, que había empezado la redacción en 1851 y trabajado en jornadas diarias de doce horas, la publicó por entregas, entre octubre y diciembre de 1856, en La Revue de Paris y al año siguiente en libro. El juicio, que terminó con la absolución del escritor pero minó su delicada salud —sufría epilepsia—, convirtió la novela en un best seller que se leía por las calles y en los salones. La acusación pública acusó al novelista de propagar la «poesía del adulterio» y describir con demasiado realismo la «mediocridad de la vida doméstica».

Primera edición de "Alice's Adventures in Wonderlan" (1865)

Primera edición de "Alice's Adventures in Wonderland" (1865)

3. «Los animales no deben hablar». La fantasía alocada y, al tiempo, basada en la lógica formal y las matemáticas, de Las aventuras de Alicia en el País de las maravillas también ha afrontado prohibiciones y censuras, aunque, como corresponde a un libro abierto al amplio horizonte de la imaginación, fueron bastante desternillantes. La novela del diácono anglicano Lewis Carroll, publicada por primera vez en 1865 (sólo 2.000 ejemplares que se agotaron casi de inmediato y desataron un fanatismo instantáneo en lectores tan opuestos como el joven Oscar Wilde y la Reina Victoria), fue prohibida en 1900 en el instituto de secundaria Woodsville, en Haverhill-New Hampshire (EE UU), porque contiene, según adujo la dirección del centro, «referencias a la masturbación» y a las «fantasías sexuales» y se burla del ceremonial religioso. Años más tarde, en 1931, el libro, que ha sido traducido a casi cien idiomas, fue censurado de manera unilateral por el gobernador de la provincia china de Hunan, por un motivo todavía más insólito al considerar que «los animales no deberían usar lenguaje humano y es desastroso poner animales y humanos al mismo nivel». En el resto de China la obra podía leerse desde 1922.

Primera edición de "Call of the Wild" (1903)

Primera edición de "Call of the Wild" (1903)

4. Un perro «demasiado radical». La novella La llamada de lo salvaje, publicada en 1903 por Jack London, es una fábula sobre el libre albedrío, la supervivencia, el destino, la bestia primitiva, la manada, la ley del más fuerte y la conquista del poder. Está narrada en tercera persona, pero desde el punto de vista del perro Buck, un cruce entre San Bernardo, Pastor Escocés y lobo, que es sometido por la crueldad de los hombres durante el apogeo de la fiebre del oro de Alaska. Oscura y áspera, no deja de ser una lectura necesaria durante la adolescencia, edad en la que escenas como ésta cobran todo el sentido: «Cuando llegan las largas noches de invierno y los lobos siguen a sus presas en los valles más bajos, se lo puede ver corriendo a la cabeza de la manada bajo la pálida luz de la luna o el leve resplandor de la aurora boreal, destacando con saltos de gigante sobre sus compañeros, con la garganta henchida cuando entona el canto salvaje del mundo primitivo, el canto de la manada». En 1929, La llamada de lo salvaje fue prohibida en Italia por la administración del fascista-salvaje Benito Mussolini, por considerar la obra «demasiado radical» y tratarse London de un escritor «socialista». La vecina Yugoslavia hizo lo mismo unos meses después, pero extendiendo la censura a toda la obra del autor. Los nazis alemanes también consideraban que London era un «degenerado» y quemaron sus libros públicamente en las piras a las que arrojaban papel, quizá entrenándose para arrojar personas.

Primera edición de "Tropic Of Cancer" (1938)

Primera edición de "Tropic Of Cancer" (1934)

5. «Una reunión viscosa». Algunos tribunales de justicia tienen un estilo altamente literario, aunque de calaña adjetivizante y muy publicitaria. El Supremo de Pensilvania (EE UU) escribió en 1961 sobre la novela Trópico de Cáncer la mejor de las reseñas: «No es un libro, se trata de un pozo negro, una cloaca a cielo abierto, un pozo de putrefacción, una reunión viscosa de todo lo que está podrido en los escombros de la depravación humana». Pocos libros han sido más leídos por los jueces estadounidenses que esta novela de Henry Miller, publicada en París en 1934 (con una precisa anotación en la cubierta: «Prohibida la importación al Reino Unido y Estados Unidos»). Hasta casi tres décadas más tarde  el libro no fue editado oficialmente en el país natal del autor, aunque antes circularon de mano en mano abundantes copias pirata impresas en México. La valiente editorial Grove Press y las no menos heroicas librerías que vendían el libro se enfrentaron a una campaña ultraconservadora con cariz de santa cruzada: hubo 60 demandas por obscenidad en 21 estados. Tras las sentencias en primera instancia —entre las que abundaban las absolutorias—, el Tribunal Supremo falló en 1964 dictaminando que el libro —más cándido que cualquier entrega del Gran Hermano televisivo español— no era obsceno y podía ser distribuido libremente. La novela de Miller también estuvo en el objetivo de otros cuerpos represivos: en el Reino Unido Scotland Yard estuvo a punto de secuestrar el libro en 1961 y se echó atrás por la intervención pública en la polémica del influyente T.S. Eliot y en Canadá la Real Policía Montada retiró ejemplares de las librerías en la misma época.

Primera edición de "The Grapes of Warth" (1939)

Primera edición de "The Grapes of Warth" (1939)

6. Los peligros de dudar del sueño americano. La penosa epopeya de la familia Joad, jornaleros okie, es decir, esclavos en la land of plenty de los EE UU, obligados a mendigar durante los años de arena de la Dust Bowl (1932-1939), contada con verbo cincelado por John Steinbeck en la novela Las uvas de la ira (1939) no cayó nada bien entre sus contemporáneos. Aunque fue el libro del año, con 430.000 copias vendidas en pocos meses y ganó los dos premios más prestigiosos del país —el National Book Award y el Pulitzer—, algunos no soportaron la evidencia del espejo y hubo quemas públicas de la novela, considerada «socialista» y acusaciones directas a Steinbeck de promover la subversión, menospreciar a sus conciudadanos y narrar en tono «vulgar, inmoral y bestial». Los granjeros de California, retratados como explotadores sin alma de los emigrantes desfavorecidos, lograron que el libro fuese prohibido en todo el estado por tratarse de «propaganda comunista». Lo cierto es que el escritor, que había realizado un monumental trabajo de campo antes de afrontar la redacción, decidió endulzar las condiciones de trabajo y vida de los jornaleros emigrantes para que el libro no fuese acusado de excesivo dramatismo. La crónica de la «gente en fuga, refugiados del polvo y de la tierra que merma, del rugir de los tractores y de la disminución de sus propiedades, de la lenta invasión del desierto hacia el norte, de las espirales de viento que aúllan avanzando desde Texas, de las inundaciones que no traen riqueza a la tierra y le roban la poca que pueda tener» ha ganado la batalla del tiempo: Steinbeck fue Premio Nobel en 1962 y Las uvas de la ira se estudia hoy en todas las escuelas como un libro nacional sobre la pobreza, la injusticia y la desigualdad. Otro libro previo de Steinbeck de tema complementario, De ratones y hombres (1937), también fue saboteado por muchos libreros contener un «lenguaje ofensivo y vulgar». Desmontar el sueño americano es peligroso.

Primera edición de "Animal Farm" (1945)

Primera edición de "Animal Farm" (1945)

7. La piara de soviets. Rebelión en la granja, la sátira de George Orwell contra el estalinismo y el poder omnímodo del estado sobre las personas, tuvo muchos problemas para ser publicada. Orwell la terminó de escribir en 1944 y el momento no era bueno para presentar a Lenin, Trostky y Stalin en forma de piara de cerdos dominantes, envidiosos y personalistas. En Inglaterra, aliada de la URSS en la guerra contra el nazismo, el Ministerio de Información difundía instrucciones oficiales afirmando que la feroz represión política estalinista era una «invención de Hitler». Cuatro editoriales rechazaron el manuscrito para no poner en peligro el pacto de los aliados con Stalin, una de ellas tras un informe negativo de T.S. Eliot, el defensor de Henry Miller. Descreído del comunismo y sus prácticas manipuladoras desde su paso por los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona durante la Guerra Civil española, Orwell logró la edición en 1945 e incluyó un prólogo sobre la «siniestra censura» en el Reino Unido. Rebelión en la Granja estuvo prohibida en todos los países de Europa del Este hasta 1989, pero circulaba en versiones clandestinas. En 2002 fue prohibida su lectura en todas las escuelas de los Emiratos Árabes Unidos porque en el libro aparecen cerdos antropomórficos que hablan, figura pecaminosa según el Islam.

Primera edición de "The Peaceful Pill Handbook" (2007)

Primera edición de "The Peaceful Pill Handbook" (2007)

8. Eutanasia de do it yourself. The Peacefull Pill Handbook, algo así como El manual de la píldora tranquila, escrito por los médicos australianos Philip Nitschke  y Fiona Stewart, montó un tremendo escándalo cuando fue editado hace casi cinco años. El libro fue prohibido en Nueva Zelanda y Australia (uno de los países con mayores restricciones a las libertades de imprenta y expresión) al ser considerado un manual de hágalo usted mismo para practicar la eutanasia. La obra recomendaba, por ejemplo, la ingesta de pentobarbital, un barbitúrico-sedante, que podía comprarse en México ilegaemente, pero en las farmacias y sin receta, dando antes una mordida a los empleados. Aunque puede adquirirse libremente por Amazon, el libro sigue siendo cuestionado en Australia, donde sólo se puede vender una versión reducida y con pegatinas de advertencia sobre el contenido en la cubierta. Después de una polémica con la familia de una mujer que decidió viajar a México y poner en práctica la opción del pentobarbital, Nitschke presentó un kit de utanasia de fácil acceso y simplísima fabricación.

Primera edición de "Jaeger" (2009)

Primera edición de "Jaeger" (2009)

9. Nunca reveles lo que hiciste durante la mili. El ex soldado de operaciones especiales del Ejército de Dinamarca Thomas Rathsack ha sido acusado formalmente de poner en peligro la seguridad nacional por lo que cuenta en el libro de memorias bélicas de la izquierda, cuyo título traducido sería Cazador: en la guerra con la élite, publicado en entregas por un diario y editado en un tomo en 2009. ¿Presunto delito? Revelar que los soldados daneses en Iraq y Afganistán no respetan los postulados de la Convención de Ginebra: se disfrazan con ropas locales para afrontar misiones de guerra y van armados cuando actúan en traje civil. Los tribunales se han negado a prohibir el libro, pero su autor tiene bastantes probabilidades de acabar en la cárcel. El año pasado, un editor estadounidense tuvo que destruir, por mandato del Pentágono, todos los ejemplares de la primera edición de Operation Dark Heart, las memorias de un agente de los servicios de inteligencia en Afganistán. No conviene poner en peligro la limpieza de los ejércitos occidentales en el exterior.

Primera edición de "Toppamono Sorekara" (2010)

Primera edición de "Toppamono Sorekara" (2010)

10. Policía contra yakuza. El escritor y artista gráfico japonés Manabu Miyzaki, que se autodefine como un «freelance yakuza» demandó en 2010 a la policía del distrito de Fukuoka de presionar a los compradores de la novela gráfica Toppamono Sorekara para que devolviesen la obra a las estanterías antes de pagarla. El libro, una autobiografía manga de Miyzaki, cuenta la historia del hijo de un clan yakuza. La Policía sostiene que está facultada para recomendar a los posibles compradores que no adquieran el libro dentro de la campaña de acoso a las mafias y recuerda, off the record, que el autor fue uno de los sospechosos de dirigir una red de secuestros a mediados de los años ochenta. Miyzaki, una celebridad pública en Japón, dice que ahora es un escritor y artista, que sólo vive de sus libros y que la policía se la tiene jurada.

Ánxel Grove