Un tiranosaurio avanza por el estadio. Lagartos dentados corren sobre el césped. El velociraptor no es buen portero. Quien chupa pelota, muere. Supongo que si juntas tus dos pasiones surge esto: fútbol con dinosaurios.
¿Papá, los dinosaurios jugaban al fútbol? Claro que sí… Dos pases irreconciliables. Pelotas y monstruos. Como la oveja que come cojines o el arco iris con patas peludas. Son cosas místicas de niños. Son conductos al tiempo perdido.
El verdadero deporte sagrado. Loco pero cotidiano.
El ilustrador Alex Chilvers ha juntado a sus dos amores perdidos y ha obtenido como premio un campo de fútbol salvaje. Este deporte golea las escuadras de la lógica y del tiempo. Alquimia infantil. Los niños nos parecen igual de perversos e inocentes que un velociraptor hambriento de mundo. Como quien junta dos cosas imposibles. ¿Pizza y clavos? ¿Vodka y aviación? Como quien sigue siendo niño sin importarle mojar las sábanas de la razón adulta…