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La única mujer con cuadros expuestos en El Prado

Sofonisba Anguisola - "Autorretrato", 1534

Sofonisba Anguisola - "Autorretrato", 1534

Entre los 1.150 cuadros que expone al público el Museo Nacional del Prado sólo tres llevan firma femenina. En todos los casos, la misma: Sofonisba Anguissola (1532-1625), única mujer en un reino de hombres.

La certeza de la misoginia de la colección (también los fondos permanentes de la avasalladora pinacoteca son un erial para las mujeres: de 8.000 cuadros, sólo 45 son de artistas femeninas) no puede achacarse al Prado, al menos en exclusiva, sino a la invisibilidad social y artística que ha padecido el sexo débil desde la noche de los tiempos.

Pionera y excepcional, Anguissola se abrió camino en el Renacimiento, fue una pintora de gran éxito en vida, sus obras recibieron admirativos halagos de sus coetáneos, entre ellos Giorgio Vasari, Miguel Ángel y Van Dyck, y trabajó para la corte real española de Felipe II.

No era fácil vivir dedicándose al arte para una mujer de los siglos XVI y XVII. Las señoritas no eran admitidas en las academias -Miguel Ángel dió clases «informales» a Anguissola porque adivinó sus dones- y no podían, por prejuicios insalvables, estudiar anatomía humana, ni ver o representar cuerpos desnudos, estúpida regla moral establecida por quienes, al mismo tiempo, imponían el cliché de que la vanidad era el único valor de las mujeres.

Sofonisba Anguissola - "Retrato familiar, Minerva, Amilcare y Asdrubale Anguissola", 1557

Sofonisba Anguissola - "Retrato familiar, Minerva, Amilcare y Asdrubale Anguissola", 1557

A la pintora italiana (nació en Cremona, en la Lombardía) la ayudó su cuna: era hija del noble genovés Amilcare Anguissola y de Biance Ponzone, que tampoco se quedaba corta en fortuna. El matrimonio tuvo seis hijas y un hijo, a quienes los padres animaron a seguir el camino de las artes atendiendo a la sensibilidad y no a las normas.

Los consejos filiales no fueron en balde: Elena, Lucía, Europa, Anna María y Sofonisba estudiaron pintura. Elena lo dejó para entrar en un convento, y Anna María y Europa colgaron los pinceles cuando se casaron. Lucía apuntaba maneras, pero murió antes de cumplir 30 años. Minerva y el único hijo, Asdrúbal, se inclinaron por el latín, la práctica literia y la enseñanza.

Sofonisba, que era astuta, inteligente y decidida, se concentró en los autorretratos y los temas familiares para pasar por encima de las convenciones que le impedían pintar los mismos motivos que los hombres.

Algunos de los cuadros de sus años en la capital italiana, como Lucia, Minerva y Europa Anguissola jugando al ajedrez (1555), la muestran como una artista valiente y con ánimo heterodoxo. En los autorretratos no sólo cumple el canon de aparecer con ropas de faena y sosteniendo pinceles, masculinizándose, sino que da la cara de manera frontal y abierta, como en el óleo que abre esta entrada.

Sofonisba Anguissola - "Tres niños con perro" (c. 1570)

Sofonisba Anguissola - "Tres niños con perro" (c. 1570)

A los 27 años la pintora fue llamada a la corte de Felipe II, donde actuó como confidente, dama de compañía y pintora de la tercera esposa del rey, Isabel de Valois, que era pintora aficionada.

Durante la dos décadas de  Anguissola en España, pintó retratos oficiales de la reina Isabel y el rey Felipe, aunque este último óleo fue atribuido durante siglos a otro pintor de la corte, Alonso Sánchez Coello.

No fue la única injusticia de la historia y la ceguera crítica con la pintora. La más grave ocurrió con La dama de armiño, un retrato de la infanta Catalina Micaela de Austria (que no viste en el cuadro una piel de armiño, sino de lince).

Sofonisba Anguissola - "La dama de armiño", 1580 (atribuido durante años a El Greco)

Sofonisba Anguissola - "La dama de armiño", 1580 (atribuido durante años a El Greco)

Pese a los análisis de las historiadoras Carmen Bernis y María Kusche, que demostraron que había sido pintado por Anguissola, el óleo, al que Cézanne atribuyó un papel decisivo en la creación del «arte moderno», se sigue atribuyendo a El Greco (también en la Wikipedia y en la web de la casa-museo Pollock, de Glasgow-Escocia) donde se exhibe), aunque el estilo de la pintura diga a gritos que es un error y la historia lo confirme: El Greco no pudo pintar el retrato porque no estaba en España en la fecha en que está datado.

Tras marcharse a Sicilia, casada con un noble que le impuso Felipe II, la pintora se casó por segunda vez -el primer marido falleció en 1579- con un rico capitán de barco. Ella tenía 50 años y él 25. Vivieron en Génova y ella, pese a las cataratas que empezaron a nublarle la vista, pintó e hizo dibujos hasta su muerte, a los 93.

La escritora Carmen Boullosa, autora de La virgen y el violín (2008), novela sobre la única pintora con obra expuesta en el Prado, opina que la artista fue silenciada por la historia y los intereses, «devorada por artistas más apetecibles», y se pregunta: «¿Cuál fue la huella de Sofonisba Anguissola en otros artistas? ¿Por qué se la borró?».

Queda mucho espacio para el análisis histórico-artístico y todavía más para la ficción que merece un personaje de tanta potencia. Anguissola pintó, que se sepa, medio centenar de cuadros espléndidos, brilló en un tiempo muy macho y de sus palabras ha pervivido poco. Sólo una frase que quizá baste para entenderla: «La vida está llena de sorpresas; intento capturar estos preciosos momentos con los ojos bien abiertos».

Ánxel Grove