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Un taller de ‘ancestros’ de la bicicleta

Biciclo creado en el taller de Josef Mesicek

Biciclo creado en el taller de Josef Mesicek

Los biciclos —caracterizados por una enorme rueda frontal, de hasta 1,60 metros de alto, seguida de otra pequeña en la parte trasera— ganaron popularidad en la segunda mitad del siglo XIX. Tenían un marco más ligero que sus predecesores y eran atractivos para los hombres jóvenes, que aceptaban el reto de mantener el equilibrio en un vehículo claramente inestable. Para los que consideraban que era difícil y peligroso, había varios modelos de triciclos que ahora parecen igualmente prehistóricos, aunque más cómodos.

En la década final del siglo XIX, la bicicleta de seguridad o máquina segura (un modelo con las ruedas más proporcionadas y más cercano a la bicicleta que conocemos) ganó en popularidad al biciclo, que dejó de fabricarse en 1893 fue languideciendo hasta que nadie se acordó más de él.

Hace unos años, el checo Josef Mesicek se encontró por casualidad con una de estas antiguallas, la desmontó y la restauró para un club ciclístico local de la República Checa. Como «una no era suficiente para 64 socios» se empleó en la tarea de crear varias.

El experimento «se convirtió en afición, después en una pasión y más tarde en un negocio». Ahora, él y su hijo Zdenek tienen un taller  en el pequeño pueblo de Čeložnice en el que trabajan con dos personas más. Declaran satisfechos que allí «nada se hace a todo correr», elaboran cada pieza a mano y crean lo que llaman con orgullo la «historia para el futuro».

Los artesanos crean biciclos y otras reliquias, hacen réplicas pero no sólo se limitan a la reproducción fiel. Producen modelos propios que reflejan «los principios del diseño» y rinden homenaje «a los valientes pioneros del ciclismo» y varían mecanismos y materiales a gusto del usuario. El modelo más grande no sobrepasa los 14 kilos y las ruedas de mayor tamaño son de 1,42 metros.

Helena Celdrán

Detalle de la RAL 1003

RAL 4003

Kangaroo - replica

Nickel Platted - Mesicek

Nickel Platted back-Mesicek

 

Jaroslav Kučera, el fotógrafo que se hace amigo de cada persona que retrata

Quienes conocen a Jaroslav Kučera suelen definirlo con una frase que es el mejor de los halagos para un fotógrafo empeñado en mostrar la vida: «Se hace amigo de todas las personas que retrata».

Esta cualidad expansiva, de extrema y admirable complicidad, es resaltada en la gran retrospectiva sobre su carrera que se está celebrando en Praga: Cómo conocí a la gente —en el Castillo Real de la capital checa hasta el 18 de agosto—. El lema de la muestra es también una consigna vital del fotógrafo.

Poco conocido fuera de la República Checa hasta 2001, cuando ganó el Fujifilm Euro Press Photo Awards y sus fotos dejaron boquiabiertos a los fotoperiodistas del mundo, Kučera nació en 1946 en el pequeño pueblo de Ředhošť del norteño y apacible distrito de Litoměřice. Estudió para ser ingeniero civil y se licenció para descubrir que su vocación estaba en otro ámbito: en el registro, cámara en mano, de sus compatriotas. Nunca ejerció la ingeniería y desde 1973 se gana la vida, como reportero por cuenta propia, haciendo amigos.

Las fotos de Kučera están libres de las pretensiones formalistas del documentalismo moderno. Son puras, intuitivas y rebosan vida. Las ordena con la misma naturalidad con que las hace y en las muchas colecciones que atesora en su web pueden encontrarse encabezados que conviene leer como un canto al mundo y sus habitantes: gente que he conocido; encuentros, momentos, soledad; pubs de Praga

También ha añadido a sus incansables búsquedas, porque se trata de una persona enamorada de la sociedad de la que forma parte, a los infortunados, los desempleados, la hostilidad, los bordes de la sociedad y los momentos históricos: la revolución de terciopelo; protestas contra la globalización; el día a día en Nagorno Karabaj

No se equivocan en la presentación de la exposición de Praga cuando hablan de un «don divino» para explicar las fotos expresivas y francas de Kučera, un fotógrafo que convive con las personas a las que retrata y que habita sus propias imágenes, formando parte de ellas porque es lo justo, porque no te puedes quedar fuera de la foto cuando haces la foto.

Ánxel Grove