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Tres cuentos: un ‘serial killer’, el inventor de Kelloggs y Mata Hari

"Diferencias entre los gigantes y los guerreros" (grabado escandinavo de 1555)

«Diferencias entre los gigantes y los guerreros» (grabado escandinavo de 1555)

El subtítulo de esta entrada debería ser: cuando el cuento es una historia y la historia es el cuento.

«Que la historia hubiera copiado a la historia ya era suficientemente pasmoso; que la historia copie a la literatura es inconcebible«, escribió Borges en uno de sus cuentos. Quizá la belleza de la frase oculte su falsedad: la historia es, casi siempre, una fantasía y no un «tinglado invulnerable», como apuntó Pío Baroja con su cantábrica certeza. La historia es una suma de falsedades interpretadas para construir un recuento, término que, no por casualidad, implica una suma o sucesión de cuentos.

Aunque el grito de la historia nace con cada humano y tal vez condiciona el calado o el rumbo de sus pasos, la historia que nos cuentan, que nos dejamos contar, que pervertimos y moldeamos con buenas o discutibles intenciones, es a menudo una cadena de ficciones.

Perry Smith y Dick Hickock, los verdaderos asesinos de "A sangre fría", retratados en 1960 en la cárcel por Richard Avedon

Perry Smith y Dick Hickock, los verdaderos asesinos de ‘A sangre fría’, retratados en 1960 en la cárcel por Richard Avedon

Kipling sostenía que «si la historia fuese contada en forma de cuentos, nadie la olvidaría». Creo ciegamente en esa idea , que veo confirmada en los Episodios Nacionales de Galdós, quizá el mejor reportero de  la historia de España, los libros del gran Balzac y las páginas de estremecedora realidad-no-del-todo-real de  A sangre fría (Truman Capote, 1966), Despachos de guerra (Michael Herr, 1977), La canción del verdugo (Norman Mailer, 1980) y otros libros del género que los departamentos universitarios, con su gusto por el gregarismo terminológico, llaman no ficción y yo prefiero considerar periodismo literario, así como también en muchas novelas de ficción pura a la que nadie puede discutir la condición de históricas —paradigma contemporáneo: Vida y destino, de Vasili Grossman, donde la mucha sangre derramada en Stalingrado ahoga al lector con más fuerza que las cifras estadísticas del horror: entre tres y cuatro millones de muertos—.

Soldados del ejército ruso en la batalla de Stalingrado, 1943

Soldados del ejército ruso en la batalla de Stalingrado, 1943

Pero el cuento puede ser perverso y la historia es a menudo trastornada con excusas ideológicas (propaganda), por motivos económicos (publicidad) o porque le da la gana al narrador o a la sucesión de narradores (adulteración, falsificación). Hace dos días dimos en este blog un ejemplo palmario: la gran mentira de Henry David Thoreau, que redactó como teoría filosófico-social sobre el ascetismo y la vida simple su experiencia en una serie de picnics burgueses y bien abastecidos en una cabaña al alcance de la casa de mamá.

Para comprobar la abundancia de malos cuentos históricos y la manipulación grosera que a menudo hemos terminado creyendo como verdadera o convirtiendo en historia oficial, tomemos a un serial killer, un fabricante de cereales y una espía. Ninguna de sus historias ha sido contada según los hechos, pero todas ellas son un atractivo cuento.

El 'castillo del crimen' de H.H. Holmes en una ilustración del Chicago Tribune de 1895

El ‘Castillo del crimen’ de H.H. Holmes en una ilustración del Chicago Tribune de 1895

1. La prensa inventó a finales del siglo XIX al primer serial killer de los EE UU, H.H. Holmes. En la fabulación del personaje —un tipo claramente perverso pero no del calibre que sugieren las hemerotecas— trabajaron dos pájaros de cuidado: los millonarios editores y enemigos  Joseph Pulitzer, que dejó en su testamento los fondos para un premio dedicado al periodismo de investigación que nunca ejerció en vida, y Randolph Hearst, inventor de la prensa amarilla e inspiración del déspota ególatra Ciudadano Kane del cine.

Para vender más diarios como objetivo único, los dos se la jugaron a la misma carta: intentar convencer a la opinión pública de que Holmes era «el mayor asesino de la era moderna» y «el más perverso de los criminales de la historia»  —los entrecomillados son titulares textuales de sendos periódicos de Pulitzer y  Hearst, respectivamente. Que las pruebas y las investigaciones policiales señalaran en otra dirección no provocó en los editores más que un deseo creciente de seguir redactando una trama sangrienta, loca, paradójica y excesiva. Una gozada literaria pulp entregada al público como si fuese real.

Fotos policiales de H.H. Holmes

Fotos policiales de H.H. Holmes

Holmes era un personaje perfecto: guapo, ojos azules, bien educado, con don de palabra y gentes. Sus apetitos también cuadraban (estafador de viudas, vividor, galante, frecuentador de burdeles…) y el escenario tampoco necesitaba retoques: Chicago durante la Feria Mundial de 1893, visitada por 26 millones de personas extasiadas ante la magia de la novedosa luz eléctrica y otras fantásticas promesas de la inventiva y el progreso humanos —la poderosa poética del recinto ferial sirvió de modelo para la Ciudad Esmeralda del reino mítico de Oz e inspiraría con una nueva idea, los parques temáticos, a un trabajador de la feria llamado Elias Disney, futuro padre de todos sabemos quién—.

La policía logró probar cuatro de los crímenes de Holmes, pero los diarios atribuyeron al Archiasesino, como le llamaban, hasta doscientos. Hearst, que tenía 32 años y una ambición sin freno para derrotar al imperio de Pulitzer, contrató detectives privados, aprobó pagos a cambio de testimonios falsos y montó teorías perfectamente documentadas como la del Castillo del crimen, una pensión realmente regentada por Holmes durante la Feria Mundial y en la que no se encontraron ni siquiera pruebas circunstanciales delictivas, aunque, según los libelos de Hearst, la casa era un laberinto malévolo, con trampas, pasillos escamoteados, lóbregas cámaras de tortura y artilugios capaces de hacer desaparecer cadáveres.

Holmes asesinando a un niño en una ilustración de un diario de la época

Holmes asesinando a un niño en una ilustración de un diario de la época

Cuando Holmes fue ahorcado, en mayo de 1896, el circo mediático había exprimido al personaje y sus múltiples sombras. Dos días antes de la ejecución, el New York Journal de Hearst publicó una «confesión detallada» firmada por el asesino a cambio de 7.500 dólares: incluía desde abortos a tráfico de cadáveres y, desde luego, crímenes sanguinarios de mujeres, niños y ancianas a lo largo de todo el territorio de los EE UU. El documento era falso y fue redactado por un plumilla a las órdenes del magnate.

La historia real sale perdiendo de calle y la novela sobre Holmes del fabricante de best sellers Erik Larson The Devil in the White City —que será protagonizada en la anunciada versión cinematográfica por Leonardo DiCaprio— se basa en el cuento fabricado por los editores sin vergüenza.

John Harvey Kellogg

John Harvey Kellogg

2. La «defecación sin represión» del señor Kellogg. El caso de John Harvey Kellogg (1852-1943) es el de un hombre perturbado y fundametalista que ha pervivido como patriarca de una marca, los cereales Kellogg, asociados a los valores positivos de la nutrición sana.

El fundador de la empresa, médico, vegetariano y devoto seguidor de los dogmas de fe adventista del Séptimo Día, tenía una opinión muy concreta sobre el origen de todos los trastornos físicos (el funcionamiento de los intestinos) y el método para curarlos: cagar bien y cuanto hiciese falta.

«Defecación sin represión», uno de sus lemas, no era el más radical. También predicaba el ayuno sexual («el sexo es la cloaca del cuerpo humano»), llevar una dieta vegetariana estricta («el consumidor de carne se ahoga en un mar de sangre»), abstinencia tabáquica («el hígado es el único obstáculo entre el fumador y la muerte») y evitar las novelas románticas, los colchones de plumas —no me pregunten por qué— y la masturbación («el asesino silencioso de la noche»).

Will Keith Kellog en un anuncio de sus cereales

Will Keith Kellogg en un anuncio de sus cereales

En una campaña de ansia evangelizadora sobre las virtudes de la defecación, el doctor Kellogg se dedicaba a administrar enemas con carácter universal en la clínica Battle Creek Sanitarium, que pagaban las arcas de la iglesia adventista.

Tenía el último grito en maquinarias para lavativas, entre ellos un ingenio alemán que podía inyectar 57 litros de agua en los intestinos de una persona en segundos. Tras el enema, el agotado paciente debía beber un cuarto de litro de yogur y recibir otro tanto por el recto en un segundo enema. Kellogg aseguraba que el tratamiento daba lugar a un intestino “relimpio” y en caso de fallo echaba la culpa a la «masturbación secreta» del paciente.

No está claro si el invento de los Corn Flakes debe atribuirse a John Harvey o a su hermano Will Keith, más diestro con el tratamiento, fabricación y comercialización de alimentos (John Harvey quería llamar a los cereales Sanitas). De lo que no cabe duda es de la ocultación histórica de la obsesiva ideología de los adventistas Kellogg y su coprofilia. Del mensaje sobre la importancia de la puntualidad intestinal sólo quedan esas referencias indirectas y rayanas con la danza contemporánea —la mano que se mueve gentilmente a unos centímetros del vientre— de las muchachas Kellogg que dicen desear estar en forma desde una situación cercana a la delgadez.

¿La empresa de cereales? Como un reloj. El año pasado facturó en ventas más de 1.000 millones de euros.

Mata Hari

Mata Hari

3. La tinta invisible era espermicida. «Mi madre, gloriosa bayadera del templo de Kanda Swany, murió a los catorce años, el día de mi nacimiento. Los sacerdotes me adoptaron y me pusieron Mata Hari, que quiere decir pupila de la aurora«, señalaba en sus declaraciones a los periodistas y el público. Añadía que de la diosa Siva había aprenido los ritos secretos de la danza. Desde luego, mentía.

Mata Hari (1976-1917) era una convulsa fábrica de libelos. Abría la boca para engañar y la madeja de embustes terminó por colocarla ante un pelotón de fusilamiento, convertida, sin prueba alguna, en la espía más famosa de la historia. Tenía 41 años pero parecía veinte más vieja.

Mata Hari

Mata Hari

Había nacido en Holanda, se llamaba Margaretha Geertruida Zelle y se había casado a los 19 con un militar al que conoció a través de los anuncios de contactos de un diario («oficial del Ejército necesita compañía»). Se marchó con él a Java y, bajo el uniforme del que se había enamorado («amo a los militares, prefiero ser la amante de un oficial pobre que de un banquero rico«, declaría más tarde ante el tribunal), descubrió  a un hombre autoritario e irascible.

Regresó a París convertida en Mata-Hari, bailarina exótica de striptease, y sedujó a los franceses con la falsa personalidad de una oriental voluptuosa que perseguía «la perdición de los hombres y de los sabios».

Tras unos años de intentos vanos por labrarse un nombre como actriz —su técnica de baile era muy pobre, no pasaba de unos cuantos pases de manos y giros de pelvis—, empezó a ganarse la vida como cortesana y amante mantenida de oficiales.

Fue apresada por los ingleses bajo la acusación de espiar en favor de los alemanes en los primeros meses de alta paranoia de la I Guerra Mundial. La sometieron a un examen físico humillante —decían que podía esconder documentos en su sexo— e intentaron probar que dos pequeños frascos que llevaba consigo eran de tinta invisible para pasar mensajes al enemigo cuando en realidad se trataba de cremas espermicidas para evitar el embarazo.

Luego decidieron que el lugar donde podría guardar los secretos era en los pechos, porque alguno de sus muchos compañeros de cama declaró que no se quitaba un pequeño corsé para hacer el amor. «Tiene los pechos pequeños y se avergüenza de la palidez de sus pezones«, escribió el encargado de redactar el informe.

Última foto de Mata Hari, poco antes del fusilamiento

Última foto de Mata Hari, poco antes del fusilamiento

En un proceso militar en el que la acusada no tenía derecho a pedir la comparecencia de testigos civiles que declarasen a su favor, fue condenada a muerte pese a que ninguna acusación pudo ser probada. Sólo se comprobó que había sido tanteada por los servicios de espionaje franceses, a los que pasó, en prueba de buena voluntad, algunas informaciones durante una estancia en Madrid. Todo parece indicar que la sentencia fue un aviso a navegantes en un momento complejo en el que el devenir de la contienda era impredecible.

La fusilaron el 15 de octubre de 1917 al amanecer. Se negó a que le vendasen los ojos y atasen las manos. El cadáver, que nadie reclamó, fue entregado a la facultad de Medicina de París para que los estudiantes practicasen cirugía.

Cuarenta años después, el fiscal militar que se encargó de ejercer la acusación en el proceso contra Mata Hari dijo en una entrevista: «No encontramos evidencias de ningún tipo de que aquella mujer fuese una espía».

Ni un gramo de glamour en el mito y demasiada melancolía en la historia real.

Ánxel Grove

Objetos teñidos de blanco demuestran el poder de las marcas

Cuatro de los objetos de 'Brand Spirit'

Cuatro de los objetos de 'Brand Spirit'

Ya lleva 71 objetos de los 100 que va a fotografíar «borrando toda marca visual, reduciendo el objeto a su forma más pura«.

Andrew Miller, un creativo que trabaja en una agencia de publicidad Carbone Smolan de Nueva York, es el autor de Brand Spirit (Espíritu de marca), un proyecto que reflexiona sobre el poder de las señas de identidad de una marca.

Se ha propuesto pintar cada día un objeto de blanco, despojándolo de su identidad corporativa: la maquinilla desechable de afeitar no tiene su característico color, el botellín de cerveza sólo da pistas de su marca por la media rodaja de limón incrustada en la boca, la pila alcalina pierde su credibilidad con solo pasarle una capa de pintura.

Entre los bodegones inmaculados que colecciona en un microblog dedicado a la misión, Miller ha pintado objetos de diseño atemporal como la navaja suiza Victorinox, el mechero Bic o una caja de ceras Crayola de colores. Como normas para la selección, el artículo tiene que ser de su propiedad, haberlo recibido de otra persona o haberlo encontrado. En caso de comprarlo, no puede superar los 10 dólares (unos 7,8 euros).

Brand Spirit da que pensar al espectador cuando en su mente, al ver cada objeto, se dispara un color, un logotipo o la canción de un anuncio. Las imágenes vacías, por otro lado, sugieren un artículo pirateado, poco auténtico. No podemos sacar conclusiones sobre su efectividad o calidad y sin embargo nos atrevemos a sentenciar que aquel pan de molde es de buena calidad o que ese cepillo de dientes es efectivo en cuanto vemos las señas de identidad de la marca, como si ofrecieran garantías.

Helena Celdrán

¿Optará Tumblr por el e-cacareo y no por la imagen?

Captura de pantalla de la web corporativa de Tumblr

Captura de pantalla de la web corporativa de Tumblr

Hablé en este blog y en esta misma sección —Xpo, que cada jueves dedicamos a la fotografía— de la cada vez más escasa rendija que le dejan al arte fotográfico en las confusas redes sociales, galimatías de prácticas entrópicas y deshonestas donde resulta complejo discernir qué es de quién y por qué demonios lo comparte además de por darse un gusto y satisfacer el capricho del momento.

No sé si a ustedes les sucede, pero desde que Facebook introdujo el timeline, mi muro de usuario —y no soy en exceso compulsivo: sólo tengo 380 amigos, el eufemismo de la era Zuckerberg para denominar a los contactos, es decir, a las anotaciones en la agenda— está repleto de fotos, una tras otra, hasta cegar el instinto y anular la mirada. Algunas, las menos, son de fotógrafos; otras, de quienes sin empacho ni vergüenza se dicen fotógrafos porque papá les ha comprado una digital réflex y, las más, de personas que simplemente comparten una imagen sin citar autor, fuente, contexto… Aún no sé si lo hacen para que creamos que la foto la han tomado ellos o por simple deseo de llamar la atención.

He encontrado una alternativa tranquila en Tumblr, la plataforma de microblogs que está reventando las estadísticas: según datos de ayer, 55 millones de blogs y casi 23.000 millones de posts, es decir el equivalente a más de tres entradas por cada habitante humano del planeta Tierra.

Captura de pantalla del archivo de my Tumblr

Captura de pantalla del archivo de my Tumblr

Hace unos días recibí un correo de Tumblr. Me comunicaba que habían borrado una de las entradas de mi blog de fotografía en porque alguien se había dirigido a la empresa para comunicar que la obra tenía dueño. Añadían que estaba en mi derecho de pelear la decisión si consideraba que el copyright era mío —no lo era, se trataba de una foto de Herb Ritts— y me advertían que la violación continuada de los derechos de propiedad intelectual constituía motivo de cierre de un blog.

Abrí el blog en Tumblr —no viene al caso dar el nombre, no busco promoción— hace menos de tres años, tengo más de 8.000 seguidores y he posteado más de 20.700 imágenes. Sólo un porcentaje mínimo son mías. El resto es de fotógrafos que me gustan y a los que he encontrado el placer de coleccionar en esta ágil herramienta en la que puedes soñar con ser el curator de tu propia galería. Siempre cito autoría y casi siempre procedencia o fuente de orígen de la imagen. Hay excepciones: he escaneado algunos de mis libros de fotografía para colgar fotos y en esos casos menciono el título del libro y enlazo con alguna web donde pueda encontrarse referencia editorial.

Captura de pantalla del Storyboard de Tumblr

Captura de pantalla del Storyboard de Tumblr

Tumblr —una empresa que acabó 2011 con un valor estimado de 800 millones de dólares— acaba de anunciar que introducirá publicidad en la plataforma. Hace menos de dos años, el CEO de la compañía, el niño prodigio David Karp, prometió que la publicidad no llegaría porque diluiría la esencia de Tumblr.

Casi al mismo tiempo, la empresa ha estrenado un blog oficial, Storyboard, en el que se adivina un intento de sondear la posibilidad de crear red entre los usuarios.

Cuarta novedad: una productora de pornografía, Perfect 10, ha demandado a Tumblr por uso de material sujeto a legislación sobre derechos de autor. La misma empresa había denunciado antes a Google y el caso fue archivado, pero esta vez, dada la disparidad de criterios que abunda entre los jueces en esta materia, la denuncia podría ser admitida a trámite y, siempre en el terreno de las hipótesis, Tumblr tendría la posibilidad de hacer valer su contrato de servicio, que señala a los usuarios como responsables finales de cualquier demanda judicial. Es decir, estaría facultada para llevar al banquillo a los titulares de los blogs.

Por ahora temo bastante más la llegada de la publicidad y la posible mutación de Tumblr en neo red social, aspiración que también parece perseguir Flickr. De ser así, sentiría que otra vez mandan a la basura a la fotografía —o la pintura, o las bibliotecas, vean este maravilloso Tumblr— en beneficio del e-cacareo.

Ánxel Grove

Diez utopías perversas

George Orwell y la primera edición de '1984'

George Orwell y la primera edición de '1984'

«Estarás hueco. Te vaciaremos y te rellenaremos de… nosotros». Quizá en la frase de 1984, la novela de George Orwell (1903-1950), esté resumido el pavor primario de la distopía, la utopía perversa, uno de los subgéneros literarios que mejor se amolda al angustioso siglo XX y al vacío (por exceso) XXI.

Traducida a casi cien lenguas, del libro emana buena parte de la nomenclatura del pánico que padecemos: la vigilancia que nunca cesa, el doblepensar (creer con determinación en ambos polos de una contradicción: por ejemplo, la guerra como vía hacia la paz), la neolengua de revelación y ocultación de los líderes, la Policía del Pensamiento, la Habitación 101(donde habita el peor de los horrores de cada uno), la reescritura de la historia y, claro, el Big Brother (Gran Hermano), líder, dios pagano y juez supremo.

Jack London y 'Talón de hierro'

Jack London y 'Talón de hierro'

Aunque su pegada ha sido la más intensa, la obra de Orwell, editada en 1932, no fue la primera ficción distópica. El socialista ortodoxo -y algo simplón- Jack London (1876-1916) había narrado en El talón de hierro, publicada 24 años antes, la tiranía sobre los EE UU de un cónclave oligárquico.

En 1921, el ruso Yevgeni Zamyatin (1884-1937) publicó -en inglés, en su país no pasó la censura- Nosotros, novela que anticipa 1984, a la que algunos han llegado a considerar una copia cercana al plagio de la primera: un estado totalitario regido por el Benefactor controla la vida entera de sus ciudadanos -que no tienen nombre, sino unas siglas- y les transmite instrucciones de comportamiento mediante La Mesa, un antecedente claro de las telepantallas del Gran Hermano de Orwell.

La literatura distópica tiene centenares de buenas pesadillas para perderse y temblar. Hoy seleccionamos diez de ellas. No hay ánimo comparativo ni pretensión de establecer un ranking: son solamente una decena de novelas que sueñan futuros peores que nuestro presente, lo cual, tal como están las cosas, tiene bastante mérito.

Alfred Jarry y 'Ubú Rey'

Alfred Jarry y 'Ubú Rey'

1. El proto Berlusconi. No se trata de una distopía al uso, sino de una chanza profética, casí obscena en su acertada predicción de la realidad del porvenir. El patafísico francés -podría ser de Júpiter- Alfred Jarry (1873-1907) publicó en 1986 Ubú Rey, una obra de teatro sobre un tirano  déspota, vulgar, glotón, deshonesto y cobarde. El retrato es hiperrealista dando una pirueta en el tiempo: Silvio Berlusconi es el Ubú soñado por Jarry.

El autor fue tan acerado con su pluma como radical contra su cuerpo: bebía absenta («mi diosa») con prodigalidad. Murió a los 34 años de una meningitis tuberculosa. Los amigos que le cuidaban reclamaron que formulara un último deseo. «Un mondadientes», pidió desde el lecho de muerte.

Aldous Huxley y 'Un mundo feliz'

Aldous Huxley y 'Un mundo feliz'

2. Un Estado Mundial sin dolor (pero sin amor). El uso perverso de la sicología y las tecnologías de reproducción asistida («cultivos humanos») son avanzados por el inteligente Aldoux Huxley (1894-1963) en Un mundo feliz, una novela de 1932 que dibuja una sociedad sin dolor, injusticia ni guerra, pero también sin amor, lazos afectivos y curiosidad intelectual -los conocimientos son inducidos por hipnopedia-. El Estado Mundial del libro no anda muy lejos de la globalización económica y cultural

Huxley falleció en 1963. En su lecho de muerte, incapaz de hablar (tenía un tumor cancerígeno en la lengua), escribió una nota a su esposa con un último deseo: «LSD, 100 miligramos, intramuscular».

Karel Čapek y 'La guerra de las salamandras'

Karel Čapek y 'La guerra de las salamandras'

3. Hitler era un animal anfibio. El escritor checoslovaco Karel Capek (1890-1938) profetiza las guerras étnicas y aventura el avance de los fanatismos, el nazismo y el ultranacionalismo en la fantástica sátira distópica La guerra de las salamandras (1936).

Sólo los últimos cuatro capítulos de los 26 del libro describen la guerra planetaria entre los humanos y las salamandras. El resto está dedicado al descubrimiento de las salamandras, su explotación  como mano de obra y la rebelión de los animales, una vez han adquirido inteligencia y logran organizarse.

Capek fue un antinazi beligerante y la Gestapo le consideró el «enemigo públigo número dos» de Checoslovaquia. Una neumonía ahorró al escritor, el día de Navidad de 1938, el dolor de ver a su país anexionado a la Alemania de Hitler. La fecha es recordada cada año por los seguidores de Capek colocando en su tumba en Praga pequeños robots (el autor fue el inventor de la palabra).

Ray Bradbury y 'Farenheit 451'

Ray Bradbury y 'Farenheit 451'

4. Bradbury quemaría los e-book. La dictadura del hedonismo -una realidad palpable a día de hoy en Occidente-, la represión de la tristeza y la persecución de la duda, anticipadas por Ray Bradbury (1920) en Fahrenheit 451 (1953) a través del viaje de iniciación del bombero quema-libros Guy Montag y su rebelión progresiva contra una sociedad alienada por las paredes parlantes de la televisión y donde está castigado preguntar por qué.

A Bradbury nos lo entregó a los lectores el Ejército de los EE UU, donde estaba dispuesto a alistarse en la II Guerra Mundial pero fue rechazado por miopía severa.

Se ha mostrado contrario a que sus libros sean publicados en e-book («huelen como gasolina ardiendo»), pero no ha logrado detener a los editores.

Pese a que las novelas de Bradbury están repletas de proféticos anuncios tecnológicos, está seguro de que Internet reduce la capacidad de conversación de las personas. «Tenemos demasiados teléfonos móviles. Tenemos demasiado Internet. Tenemos demasiadas máquinas».

Frederik Pohl y 'Mercaderes del espacio'

Frederik Pohl y 'Mercaderes del espacio'

 5. Un mundo corporativo. En un planeta superpoblado, son las megacorporaciones las que dictan la ley, sustituyen al poder político y estratifican la sociedad en productores, ejecutivos y consumidores, cuentan Frederik Pohl (1919) y Cyril M. Kornbluth (1923-1958) en Mercaderes del espacio, una distopía de 1953 que esquematiza el enorme poder de la publicidad y la tiranía económica que padecemos hoy.

El protagonista es un copy de una agencia encargado de diseñar una campaña para atraer nuevos pobladores a las colonias de Venus.

La novela está llena de palabras nuevas que han devenido en estándares léxicos: soyaburger (hamburguesa de soja), tri-di (tridimensional), R and D (research and development, investigación y desarrollo), muzak (musiquilla ambiental)…

Uno de los mejores y más prolíficos escritores de ciencia ficción del siglo XX, Pohl es también un pensador profundo y un analista con ojo fino sobre la sociedad y sus usos. Dos de sus pensamientos: «Nadie está nunca preparado para nada», «nada es suficientemente bueno como para que exista alguien que no lo odie».

Richard Matheson y 'Soy leyenda'

Richard Matheson y 'Soy leyenda'

6. La caza del distinto. Las pandemias virales y la persecución del enfermo y el diferente son los temas centrales de la imprescindible Soy leyenda (1954), de Richard Matheson.

El protagonista, aparentemente el último ser humano normal, vive aislado en una casa-fortaleza de Los Ángeles que de noche es asediada por el resto de los habitantes de la ciudad, que se han convertido en vampiros a consecuencia de una infección.

No se trata sólo del primer libro moderno sobre chupasangres, sino de una reflexión profunda en torno a la soledad humana y la desesperación del distinto en una sociedad basada en las reglas de la caza del hombre y que no está dispuesta a escuchar ningún argumento.

Matheson, hijo de inmigrantes noruegos en los EE UU, es un escritor bregado en los guiones de la serie de televisión The Twilight Zone. Es también el autor de El increible hombre menguante (1957).

Anthony Burgess y 'La naranja mecánica'

Anthony Burgess y 'La naranja mecánica'

7. Rehabilitación postcorrectiva del carácter. El escritor inglés Anthony Burgess (1917-1993) avisa sobre la rehabilitación de los violentos mediante técnicas invasivas de remodelación del carácter en La naranja mecánica (1962).

Aunque la novela no es, ni por asomo, la mejor del prolífico Burgess, la obra fue muy polémica por la descripción explícita de la ultraviolencia de una pandilla de jóvenes drugos, activados por el consumo de leche plus, un combinado con drogas psicoactivas.

Las técnicas postcorrectivas a las que es sometido el protagonista anticipan el uso perverso de las terapias conductistas del comportamiento.

El libro está inspirado en un suceso real ocurrido en 1944, cuando la esposa de Burgess fue atacada y violada en Londres por cuatro soldados estadounidenses. Estaba embarazada y abortó tras el suceso.

Philip K. Dick y '¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?'

Philip K. Dick y '¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?'

8. Cuando los andy empiezan a sentir. ¿Qué distingue a los humanos de las máquinas?, se pregunta Philip K. Dick (1928-1982) en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), la novela en la que está basada la película Blade Runner (1982).

Tras la guerra nuclear Terminus, el mundo es un erial y las Naciones Unidas invitan a los supervivientes a establecerse en colonias en otros planetas con el incentivo de dar a cada viajero un andy, un androide. La rebelión de los más avanzados tecnológicamente, hasta el punto de sentir, es la trama del libro.

La novela, mucho más compleja que la famosísima película, es una indagación en la identidad personal, lo equívoco del concepto de realidad y la fuerza del inconsciente colectivo en las decisiones de los humanos.

Dick, un escritor que vivió al límite y tuvo experiencias extrasensoriales, construyó una de las obras literarias más complejas y extraordinarias del siglo XX. Otra de sus distopías, El hombre en el castillo (1962), juega con la idea de que los nazis ganaron la II Guerra Mundial.

JG Ballard y 'Rascacielos'

JG Ballard y 'Rascacielos'

9. Los pequeños Hitler de las sociedades tecnificadas. El gran JG Ballard (1930-2009), quizá el más distópico de los escritores, habla en Rascacielos (1975) de un edificio inteligente, diseñado y habitado por la élite acaudalada, que termina por condicionar la forma de pensar y actuar de sus vecinos.

La comunidad de esnobs y yuppies se enfrenta por defender sus derechos al uso de las piscinas o el gimnasio. La consiguiente estratificación en clases divide al rascacielos en repúblicas de pisos malos y pisos buenos.

Como en otras novelas de su extensa producción, Ballard concluye que la sociedad tecnificada convierte a sus siervos en personas de comportamiento hitleriano.

El escritor fue el más prolífico (y certero) diseñador de utopías negras: en Vermilion Sands (1971) habla sobre la vida articial en los resorts de lujo, en Crash (1973) desarrolla el tema del fetichismo sexual provocado por los automóviles, en Millenium People (2003) avanza el clima de violencia implosiva de las sociedades occidentales…

William Gibson y 'Neuromante'

William Gibson y 'Neuromante'

10. Las puertas de la nueva percepción. La novela Neuromante (1984), de William Gibson (1948), proclama la virtualización de la vida, el sexo y los sentimientos.

Antesala del cyberpunk, la obra predice la anulación de las tendencias incómodas mediante la administración de drogas y está protagonizada por un hacker.

El libro, que popularizó, entre otro glosario, los términos ciberespacio y matrix, convirtió a Gibson en un personaje de enorme influencia en el arte y el pensamiento presentes.

No es una gran novela, pero abrió las puertas de la percepción del siglo XXI.

Ánxel Grove

Salvador Dalí: discografía completa

"Lonesome Echo" - Jackie Gleason, 1955

"Lonesome Echo" - Jackie Gleason, 1955

Es el disco que utilizaría como condena para mi peor enemigo.

Jackie Gleason (1916-1987) fue inolvidable sólo una vez: cuando interpretó al Gordo de Minnesota en El buscavidas (Robert Rossen, 1961).

Entre sus muchas deficiencias estaba la mood music, ese estilo de mandolinas espaciales que esperas escuchar en una pizzería vacía en la que entras, te sientas y pides algo pese a la seguridad de que te estás condenando a una digestión pesada. No exagero: escuchen (si son capaces).

Lonesome Echo (1955), el atentado, me sirve de coartada para traer a  Top Secret una de las facetas menos aireadas de Salvador Dalí (1904-1989), que hizo de todo, especialmente si reportaba beneficios. También productos musicales.

El diseño para la cubierta del disco de Gleason, por ejemplo.

"Lonesome Echo" - Jackie Gleason, 1955 (reverso)

"Lonesome Echo" - Jackie Gleason, 1955 (reverso)

En la contraportada, el «eminente artista contemporáneo», como es definido en negritas,  se atreve a escribir unas líneas a modo de statement. Son de la misma calaña que las mandolinas:

«El primer efecto es la angustia del espacio y la soledad. El segundo, la fragilidad de las alas de una mariposa, proyectando largas sombras en el atardecer, que reverberan en el paisaje como un eco. El elemento femenino, distante y aislado, forma un triangulo perfecto con el instrumento musical, que es otro eco, la concha».

Dalí no aprendió demasiada literatura de su exnovio García Lorca. «Largas sombras en el atardecer, que reverberan en el paisaje como un eco» es peor que la peor de las pizzas.

El flirteo como (pésimo) diseñador de portadas y (peor) redactor de statements fue sólo el inicio del artista con el negocio del disco.

Diez años después de su colaboración con Gleason editó un flexidisco publicitario pagado por el banco Crédit Commercial de France, una «divina diarrea» muy daliniana que pretendía ser un panegírico a los banqueros, al dólar (jactándose del anagrama Avida Dollars con que André Bretón quiso atacarle al expulsarlo oficialmente del surrealismo) y a la capacidad alquímica del catalán para, según afirmaba, «convertir la mierda en oro».

"Être Dieu" - Salvador Dalí, Igor Wakhévitch y Manuel Vázquez Montalbán

"Être Dieu" - Salvador Dalí, Igor Wakhévitch y Manuel Vázquez Montalbán

En 1974 Dalí, el compositor de vanguardia Igor Wakhévitch (música) y el escritor Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003, libreto) acabaron el desarrollo de la ópera Être Dieu (Ser Dios), un delirio-poema en el que Brigitte Bardot es una alcachofa; Marilyn Monroe, una stripper y Dalí -sí, lo han adivinado-, Dios.

Se llegó a editar en disco en una tirada limitada en 1985, pero hoy resulta inencontrable en el mercado, aunque es fácil de localizar y sufrir gracias a los servidores de descarga directa y otros servicios P2P de Internet.

Para marcar la culminación de la ópera, una suerte de cosmogonía, Dalí dibujó, en 1972, uno de sus últimos autorretratos, un collage en el que puso la cabeza de Marilyn en el cuerpo de Mao. El cuadro fue incautado en 1993 por el servicio de Aduanas de los EE UU porque un cartel de narcotraficantes colombianos lo intentó utilizar para blanquear dinero del tráfico de cocaína. No consta que Dalí o sus herederos hayan cobrado comisión, aunque no resulta improbable.

Être Dieu no fue el último proyecto de grabación fonográfica de Dalí. Faltaba la Palabra.

"Je Suis Fou De Dalí" (1975)

"Je Suis Fou De Dalí" (1975)

En 1975, el incansable artista editó Je Suis Fou de Dalí! (¡Estoy loco, de Dalí!), una recopilación de declaraciones recopiladas de varias entrevistas donde el intento de ser chocante parece simple y llana senilidad.

¿Temario? Se lo pueden imaginar: el «método paranoico-crítico» con el que castigó al mundo desde 1950; el «catolicismo»; loas al pedómano franco-catalán Josep Pujol; la «inmortalidad» (de Dalí, por supuesto y antes que nadie, y de su amigo Walt Disney); el Tour de Francia y otras mandolinas…

El disco puede ser escuchado en la sección dedicada a Dalí de la imprescindible página Ubuweb, que también alberga los spots de televisión que el siempre atento a facturar pintor hizo para Alka Seltzer o el brandy Veterano.

Dalí y su musa Amanda Lear - Foto: Yul Brynner

Dalí y su musa Amanda Lear - Foto: Yul Brynner

No se puede dejar sin mencionar la relación de Dalí con Amanda Lear, una ex-cabaretera, quizá transexual, a la que había convertido en su musa y protegida a mediados de los años sesenta.

Ella sacó réditos a la relación ejerciendo de modelo -por ejemplo, es la mujer con la pantera en la portada del disco For Your Pleasure (1973), de Roxy Music- y cantante de medio pelo.

Amanda terminó siendo una protegida de un capo (Silvio Berlusconi) y apareciendo en la crónica rosa por salir de farra y photo call con parias de los realities.

Creo que Dalí hubiese tenido un destino similar si su predicción de inmortalidad llega a cumplirse.

Ánxel Grove

Cuando los Rolling Stones vendían Rice Krispies

Los Rolling Stones retratados por Philip Towsend, 1963

Los Rolling Stones retratados por Philip Towsend, 1963

Eran todavía unos novatos en 1963. Sólo habían grabado tres singles, tres versiones, y perdían en todas las comparativas: la torpe y fofa Come On (comparen con la original y viciosa de Chuck Berry); el quiero y no puedo I Wanna Be Your Man (a la que ganaba de calle la que cantaba Ringo Starr) y una tercera de Not Fade Away (¿a quién se le ocurre enfrentarse a la voz halitósica y quebrada de Buddy Holly?).

Estaban dando palos de ciego pero eran muy guapos, sabían posar y tenían un agente (más joven que ellos) que había trabajado para los Beatles y creía sabérselas todas en el negocio del packaging pop, Andrew Loog Oldham.

Por orden del manager se uniformaron con trajes tan ridículos como los de los Beatles; modificaron el nombre de la banda (quitaron el apóstrofe de slang negro de The Rollin’ Stones y lo escribieron con todas las letras, The Rolling Stones); expulsaron de la alineación titular del grupo al pianista fundador Ian Stewart, que no cumplía el molde de delgado y greñudo, y empezaron a poner cara de malotes en las fotos.

Andrew Loog Oldham y su 'producto'

Andrew Loog Oldham y su 'producto'

Obsesionado con presentar al quinteto como alternativa a los Beatles -obsesión que asumía implícitamente la condición de segundones-, Oldham difundió eslóganes que pretendían vender a su grupo como una pandilla de canallas incorrectos: «¿Dejaría que su hija se casase con un Rolling Stone?», «El grupo que no hace música, hace sexo»…

La historia es bien conocida: tardaron (hasta 1965 no grabaron un buen disco, Out of Our Heads), pero lo consiguieron; creyeron tanto en su imagen de marca que mutaron en proyección de un ideal -ficticio: eran niños pijos de escuelas de arte, pero pasaban por ser más curritos que los Beatles, verdaderos proletarios del pop británico-; se codearon con la izquierda exquisita, el satanismo y los círculos arty; grabaron obras anárquicas y excelentes, entre ellos las piezas cumbre del rock sucio, Sticky Fingers (1971) y Exile on Main St. (1972); inauguraron el rock-estadio; se convirtieron en tópicos sólo por estar vivos y (según parece) seguir haciendo rock…

Poco hay de oculto en la carrera de los Rolling Stones. ¿Por qué los traigo a Top Secret, la sección del blog dedicada a páginas poco conocidas de la historia cultural?

Lean esta letra:

Te levantas por la mañana y hay un chasquido en el lugar
Te levantas por la mañana y hay un crepitar en tu cara
Te levantas por la mañana y hay un estallido que dice:
«Rice Krispies para ti y para ti y para ti»

Echa la leche y oye el chasquido que dice: «Es bueno»
Echa la leche y oye el crepitar de ese arroz
Levántate y oye el estalldo que dice: «Es arroz»
Oye como crujen. ¡Rice Krispies!

Finales de 1963, el grupo más perverso y sensual del Reino Unido compone -en concreto el querubín turbio Brian Jones- graba, y cobra de la compañía Kellogg, un jingle publicitario para Rice Krispies, el arroz inflado que hace snap, crackle and pop.

Ánxel Grove