Se llaman Ken-chan y Go-chan. Una pareja. Un gato negro y otro anaranjado, y son célebres en las redes sociales por poner en aprietos al guardia de seguridad del museo de arte Onomichi en Japón. Dos gatos raros, pues parecen tener gustos artísticos, ansias de conocimiento. Un olfato propio de un curador unido a la actitud sibilina de un ninja a sueldo del emperador. Gatos que llevan dos años intentado entrar (por ahora sin éxito) en ese museo, utilizando casi todos los días las mismas técnicas.
Dentro vídeo…
Lo curioso del caso es que Ken-chan, el gato negro, fue el primero en intentar penetrar en el museo en el año 2016, justo cuando se presentó una exposición fotográfica cuya temática se centraba precisamente en los gatos. Demasiadas fotografías juntas de sus congéneres. Algunos tan negros como él. Puede que allí surgiera la vena artística, la pulsión atractiva, puede que creyera entonces que su espacio estaba dentro y no fuera.
Más tarde apareció en escena el pelirrojo, su compinche. Mejor dos que uno. Mirada entre perdida y desafiante. Maestro felino en hacerse la estatua de porcelana. Cara de inmigrante español en la cola de un selecto club nocturno berlinés. El museo ha sabido encontrar el filón de esta relación inusual. Publican vídeos y fotografías de las andanzas de los dos visitantes frustrados, sus intentos por superar la infranqueable muralla del guardián bonachón.
Ellos seguirán intentándolo, duermen en un parque cercano. Al guardián parece gustarle el encuentro matutino. Mientras tanto en Internet crecen las voces para que un día les dejen por fin entrar en el museo.