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Un libro ‘escrito’ por insectos

En toda inspiración hay un momento que arde, la mecha que prende, un golpe que es explosión, una luz que ilumina el crespúsculo y barre el horizonte de ideas. Para el artista chino Zhu Yingchun fue el observar una cigarra cruzando por azar su libreta de bocetos, dejando a su paso las marcas en tinta de sus patitas sobre el papel. Así surgió la idea de crear el libro El lenguaje de los insectos (ACC Publishing).

Pensó en poner trampas a los bichos de su jardín, pequeños estanques de tinta extraída de colorantes vegetales para después recoger los rastros que dejaban sus movimientos sobre un lienzo. Ordenó estos jeroglíficos. Cual arqueólogo se preguntó si existía un mensaje en ellos. Creó una aproximación a un idioma de insectos, la piedra de Rosetta invertebrada, la escritura que muestra su danza, el ajedrez que practican con su balanceo y el aparente devenir errático sobre una tabla.

Cada especie tenía su propia firma, el garabato único.

Todo lo unió en ese libro que no contiene lenguaje humano, solo runas de alas, poemas de orugas, trazos que parecen personajes retorcidos y que han sido creados por estas moscas amanuenses, escribas avispas, mantis artistas, escarabajos escritores, y cuyo resultado recuerda a la caligrafía china, a un idioma simbólico y arcano, un misterio cuneiforme que parece contener el enigma de un significado perdido.

El Lenguaje de los insectos. © Zhu Yingchun. ACC Art Books

El Lenguaje de los insectos. © Zhu Yingchun. ACC Art Books

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La crudeza de la cadena trófica ilustrada en fotografías

'Caterpillar Eating a Tomato' - Catherine Chalmers

La oruga se introduce en el tomate, se reproduce dentro de él y la familia termina por destruir la fruta. Una de las orugas es víctima de una mantis religiosa, que la despedaza y se nutre del contenido jugoso y rojizo del cuerpo. La imprudente mantis se sube a la cabeza de una rana hasta que el anfibio abre la boca todo lo que puede para comerse al insecto.

El escenario de la historia no es un bosque, sino el estudio de fotografía de Catherine Chalmers. Aunque sin entrenamiento como científica, la autora documenta en imágenes la vida de las mal llamadas «formas de vida inferiores», el modo en que viven, se relacionan, se alimentan, se reproducen, mueren… Ha seguido la rutina de la hormiga cortadora de hojas, a la mosca durante el apareamiento, la reproducción e incluso la vejez… Incluso se ha permitido construir escenas caseras con cucarachas americanas.

Chalmers relaciona a las especies del reino animal aparentemente más ajenas a nosotros con comportamientos muy parecidos a los humanos. Su serie Food Chain (Cadena alimenticia) muestra la crudeza necesaria para sobrevivir en el mundo natural y nos recuerda que la naturaleza tiene muchos matices que a menudo olvidamos para poder refugiarnos en la idea del paraíso idílico.

Food Chain - Catherine Chalmers

En la elección del fondo blanco como sustituto del habitual, la fotógrafa declara en una entrevista que buscaba neutralidad para ver claramente lo que cada animal hacía. «Elimina toda distracción y también disuelve las fronteras que existen entre humanos y animales en el medio ambiente natural».

La del tomate, la oruga, la mantis y la rana es sólo una de las tres series que ha realizado. En las otras dos, una mantis se aparea con un macho al que luego se come (a pesar de la creencia popular, no es algo que suceda siempre) y un ratón da a luz a montones de crías, algunas devoradas por serpientes y ranas.

Con gran cuidado y dedicación, Chalmers crió ella misma a los ejemplares en su estudio de Nueva York, tardando meses en que la situación fuera la óptima para que uno cayera víctima del siguiente. Al principio sintió sensación de culpa por «gobernar la vida de esa manera», decidiéndo cómo y cuándo morirían sus modelos, pero consideró que era importante explorar lo central que era la cadena trófica para los ecosistemas y también reflexionar sobre nuestra reacción ante esa realidad. «La sociedad occidental se ha divorciado del acto de matar los animales que come», sentencia.

Helena Celdrán