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David Lynch recupera los pezones ardientes

Los pezones ardientes

Los pezones ardientes

Pezones ardientes desaparecidos. Solamente David Lynch, el boy scout turbio, el poso de café amargo, el perro costroso, podía originar una frase de tal calaña.

Ahí están, a la izquierda. Un par de pezones ardiendo.

«¡Quiero encontrar mis pezones ardientes!», solía reclamar Lynch de vez en cuando. Los había perdido durante el montaje de la mejor de sus películas, Blue Velvet (1986).

Desobediente como siempre, Lynch hizo una primera versión de casi cuatro horas. Al borde del síncope, los productores le obligaron a dejarla en dos, una duración más convencional. El director metió tijera y cortó los pezones en llamas.

Charol rojo

Charol rojo

Junto con otras escenas mutiladas -la de los zapatitos de charol rojo de la izquierda, por ejemplo-, aquel metraje se quedó en el suelo del estudio y el equipo, agotado tras el proceso de grabación y edición, lo olvidó por completo.

Durante 25 años todos dieron por perdido el material. Lynch, que suele olvidarse de sus hijos tras el parto, simplemente decía de vez en cuando: «¡Quiero encontrar mis pezones ardientes!».

Un técnico de la productora MGM, David Gross, le tomó la palabra y, con maneras de inspector de homicidios, rastreó los inventarios de la empresa para intentar localizar la película cortada de la que nadie sabía nada. Estaba a punto de abandonar, convencido de que el material había acabado en la basura, cuando en septiembre localizó 50 minutos de película sobrante de Blue Velvet en un almacén de Seattle.

"Mira hacia abajo"

"Mira hacia abajo"

Ya está a la venta una edición en blue-ray que conmemora el cuarto de siglo de la película. Como contenido extra incluye los 50 minutos desechados, mínimamente editados bajo supervisión de Lynch, que no ha contemplado abordar una edición ampliada, un director’s cut, de Blue Velvet, como vienen reclamando desde hace años las muchas cofradías de fanáticos del film.

Hasta ahora sólo se conocían fotos fijas de las escenas cortadas: las habían añadido a la edición especial de 2002 y circulaban por Internet en montajes de vídeo bastante logrados.

La ocasión motiva este pertinente Cotilleando a… (sin caer en el spoiler: si no la han visto, que deberían, pueden seguir leyendo) sobre una película donde bailan una danza macabra salida de una caja de música infantil un gusano con cuerpo de hombre, un joven voyeur, una mujer enferma (le gusta que le peguen) por estar demasiado cerca del mal, bombonas de popper, rémoras sociales, el club La Costa de los Bárbaros, balas que son cartas de amor, cadáveres que permanecen de pie, viciosos hurones-humanos, una prostituta ajada moviéndose en el techo de un coche con una canción de Roy Orbison…

En fin, una bastardía entre el vernaculismo de la ilustraciones de Norman Rockwell sobre el happy american way of life y El Jardín de las Delicias de Jerónimo Bosch, la gangrena que sufre una pequeña ciudad hermosa sólo en apariencia…

Y, claro una oreja cortada… «Hazlo por Van Gogh», diría el gusano.

La oreja

La oreja

 1. La oreja que el jovencillo Jeffrey Beaumont (Kyle MacLachlan) encuentra al comienzo de la película entre la hierba de un descampado está expuesta al público en el museo de la tienda Movie Madness, en Portland-Oregon (EE UU).

2. El papel de Jeffrey -un alter ego de Lynch, que parece, como el personaje, un detective a medias curioso y a medias pervertido- fue ofrecido al redneck Val Kilmer. Gracias al cielo, no aceptó porque el guión le parecía «pornográfico». Cuando la película se estrenó y fue consciente del patinazo se jactó en entrevistas de que había estado a punto de ser el actor principal, pero no había podido hacerlo por «motivos de agenda». Lynch también pensó en su amigo, el cantante y actor Chris Isaak, pero le parecía «demasiado guapo». A cambio utilizó dos de sus canciones: Gone Ridin’ y Livin’ For Your Lover. Unos años después le dirigiría en el vídeoclip de Wicked Game (1990).

Kyle MacLachlan e Isabella Rosellini

Kyle MacLachlan e Isabella Rossellini

3. La torturada (con motivos) Dorothy Vallens -cuyo nombre de pila es un homenaje a la Dorothy de El Mago de Oz, una de las películas favoritas de Lynch- iba a ser interpretada por Hanna Schygulla, que rechazó el papel. Lynch tenía en mente ofrecérselo a Helen Mirren, pero antes de hacerlo conoció por casualidad a Isabella Rossellini, hija de  la actriz Ingrid Bergman y el director neorrealista italiano Roberto Rossellini, en un restaurante de Nueva York. Según ha contado un testigo, Lynch dijo a Rossellini: «Eres tan guapa que podrías ser la hija de Ingrid Bergman». Conociendo al carácter venusino del director, es probable que no se tratase de un ardid para caerle bien a la actriz. Tras el rodaje de Blue Velvet, Lynch, que se acaba de divorciar de su primera esposa, y Rosellini, que había estado casada hasta 1982 con Martin Scorsese («él se casó conmigo y con mi padre, al que adoraba como director»), empezaron a vivir juntos. Rompieron en 1991. «David fue el amor de mi vida, pero él no pensaba lo mismo sobre mí. Todos mis instintos me decían que éramos una pareja feliz. Estaba equivocada», declaró Rossellini, que tuvo que recibir terapia sicológica para superar el trauma de la ruptura.

Dennis Hopper e Isabella Rossellini

Dennis Hopper e Isabella Rossellini

4. Nadie quería ser Frank Booth, el personaje sociópata, sadomasoquista, adicto al sexo seco (sin penetración), poliorgásmico iracundo, gangster e inhalador de vasodilatadores. Varios actores fueron tanteados. La primera opción era Steven Berkoff, que se excusó diciendo que «en el papel no hay nada excepto destrucción». Robert Loggia adujo que Booth era «demasiado repulsivo». Cuando Lynch envió el guión a Dennis Hopper, el actor le llamó a las pocas horas: «Tengo que interpretar a Frank porque ¡yo soy Frank!». El personaje, el mejor de la carrera de Hopper, es inolvidable. Nadie puede dormir tranquilo tras considerar que en el mundo puede haber alguien que se parezca a Frank Booth.

5. «Esa palabra». En cada frase que pronuncia Booth durante la trama aparece la palabra fuck (en inglés, joder) o alguno de sus derivados (fucker, fucking…). Sólo otro personaje la pronuncia una vez y es a instancias de Booth. En una de las escenas más intensas, el parlamento del personaje, dirigiéndose a Jeffrey, es: «No sigas siendo buen vecino con ella o te enviaré una carta de amor, ¡desde mi corazón, jodido! ¿Sabes lo que es una carta de amor? Es una bala de una jodida pistola, jodido. Si recibes una de mis cartas de amor estás jodido para siempre. ¿Entiendes, jodido? ¡Te enviaré derecho al infierno, jodido». Durante el rodaje, Lynch nunca dijo en voz alta fuck. Cuando ensayaba con Hopper le señalaba el término en el guión y le decía: «Di esa palabra».

6. «El bebé quiere follar». Es el grito de reclamo de Booth en la escena de la violación ritual -así la llama Lynch- de Dorothy. Antes del rodaje el director pidió a Isabella Rossellini que no llevara ropa interior bajo la bata de terciopelo azul, pero que no le dijese nada a Dennis Hopper, que se enteró de la ausencia de bragas cuando le abrió las piernas a la actriz. Era la primera escena que rodaban juntos. Mientras transcurría, según ha recordado Rossellinni, Lynch no dejaba de reírse.

Frank Booth y su máscara de placer

Frank Booth y su máscara de placer

 7. El gas. Lynch había escrito en el guión que Booth era un adicto a la inhalación de helio, pero Hopper adujo que quizá fuese ridículo que el personaje tuviese la voz acelerada y propuso como sustituto el popper, la droga euforizante y vasodilatadora que aumenta el placer sexual.

8. Lumberton. La acción transcurre en un pueblo ficticio, Lumberton, un lugar que parece un organismo con vida propia, donde las rosas de los parterres tienen un brillo sospechoso y el cielo actúa como una membrana pegajosa. El lugar donde se rodó la película se llama en realidad Wilmington, un pueblo tranquilo de Carolina del Norte. Al principio del rodaje en exteriores muchos vecinos iban de picnic a la grabación, pero pronto empezaron a escandalizarse. La Policía de la ciudad prohibió al equipo rodar de día.

8. In Dreams. «En los sueños, camino contigo. En los sueños, te hablo. En los sueños, eres mía. Siempre. Para siempre», dice la canción de Roy Orbison que aparece en una de las secuencias más fascinantes y turbadoras de Blue Velvet. Big O no dió permiso para que la usaran, pero Lynch encontró una triquiñuela legal para hacerse con los derechos. Cuando vió la película en un cine, a Orbison no le gustó nada que asociasen su música con un tema tan turbio y quiso demandar al director. Lynch le pidió una cita y le hizo entender que In Dreams es una puerta hacia otra realidad. Orbison quedó tan convencido que grabó un clip con imágenes de Blue Velvet.

David Lynch e Isabela Rosselini (Helmut Newton, 1992)

David Lynch e Isabela Rosselini (Helmut Newton)

9. Lágrimas de un niño. Según Lynch -poco amigo de explicarse- Blue Velvet es la única de sus películas en la que es capaz de verse a sí mismo. Nació de un recuerdo de su infancia: volvía a casa del colegio con su hermano y vieron cómo una mujer desnuda y en estado de shock caminaba a trompicones por la calle. Lynch se puso a llorar. Quiso mezclar aquella impresión con el espíritu satinado -aunque algo grotesco- de la canción Blue Velvet, interpretada por Bobby Vinton, que abre la película.

10. País «inocente y horroroso». La película, que costó muy poco dinero (unos 6 millones de dólares) para la media de la época, despertó pasiones: algunos críticos la compararon a una moderna adaptación de Kafka («si alguien es mi hermano, es él», dice Lynch) y aplaudieron el uso del simbolismo y las metáforas. Otros la acusaron de ser una película enferma y un canto a la misoginia. Meryl Streep, la Reina Madre, dijo que no le había gustado nada y señaló a Isabella Rossellini como una libidinosa que había dictado su papel. Lynch, que sólo volvió a firmar una obra maestra  (Twin Peaks), se puso sociológico y explicó su idea de los dos mundos en convivencia (el soleado de la superficie y el podrido de los subterráneos): «Así son los EE UU para mí. La vida es naíf e inocente, pero horrorosa y enferma al mismo tiempo».

Ánxel Grove