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Los secuestradores exigen un rescate: mi animal de poder

Indios y niños. Los no contactados y los que no superan los cinco años. Solo ellos pueden ser felices. El resto perdimos a nuestro animal de poder.

Imagina que tu cabeza fuera una selva. Que las fuerzas psíquicas que te componen, conscientes e inconscientes, son animales o personas. Los pensamientos, ideas, pulsiones, cobran vida independiente. Braman. Rugen. Zumban. Aúllan en tu mente.

Así ocurre durante un brote psicótico. No te asustes. Puedes imaginarlo sin perder el control. Estás en la selva

A veces yo también personalizo mis pensamientos, o las fuerzas psíquicas que azuzan, como abejitas borrachas de azúcar, mi conciencia. Es una psicosis controlada que uso para entenderme mejor.

A determinados patrones, capacidades, o líneas de pensamiento, las relaciono con un animal de poder. Mi curiosidad creativa, por ejemplo, sería una urraca que grazna palíndromos.

Urraca. Benutzer123. Wikimedia Commons.

Urraca. Benutzer123. Wikimedia Commons.

A veces recibo el mensaje de la parte opuesta, las fuerzas oscuras que me gobiernan. Los llamo «Los secuestradores».

Tenemos secuestrado a tu ser íntimo. Entréganos a tu animal poder.

El animal es la forma de pago que exigen a cambio de mi presunta libertad. Una transacción con mi parte oscura. No es buen negocio.

Mata a tu urraca y serás un hombre de éxito.

Los secuestradores son unos tipos siniestros que viven en la mente profunda, disfrazados de cultura, ley y razón. Son colonizadores que llegaron tiempo atrás a mi selva, que entonces era un vergel, y yo tendría dos o tres años.

El que más me acojona se llama «Duda». Tiene pinta de escolar, de buen tipo, contable, quizás; contrasta con la imagen de sus compinches, «Negación» y «Furia», que van llenos de cicatrices y pueden jurar en ruso. «EL-MIEDO-QUE-TRANSMITEN-LOS-PADRES» es el más siniestro de todos. Lee el resto de la entrada »