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La caja registradora post mórtem de los Beatles sigue funcionando: «Magical Mistery Tour»

"Magical Mistery Tourt" Collectors Box

«Magical Mistery Tourt» Collectors Box

Aunque la caja registradora no deja de sonar en el negocio post mórtem de ganancias más abultadas de toda la historia, los propietarios de la marca The BeatlesPaul McCartney, ese tipo vegetariano y magnánimo que sólo cobró 1,6 euros por vender ideología consoladora y patriotera en la apertura de los Juegos Olímpicos;  Ringo Starr y las viudísimas Yoko Ono Lennon y Olivia Harrison— no están dispuestos a que los ingresos dejen de fluir.

Apple Corps Ltd, el holding que administra el legado del mejor grupo de música pop de todos los tiempos, tiene un equipo legal que no deja escapar ninguna oportunidad de engordar la cuenta de resultados, sea demandando a Nike por usar una canción en un spot o a la otra Apple, el monopolio tecnológico, por apropiación de nombre y logotipo.

En el segundo caso, los milmillonarios se entendieron y ambas empresas, la de los Beatles y la del también difunto con posibles Steve Jobs, se aliaron a finales de 2010 para sacar tajada juntos a través de la tienda online iTunes. La santa alianza entre el par de manzanas ha sido uno de los grandes pelotazos financieros del siglo XXI: dos meses después de que el catálogo beatle saliera al mercado, Apple —la de Jobs— había despachado cinco millones de canciones y un milón de álbumes.

Los cuatro 'beatles' en 1967

Los cuatro ‘beatles’ en 1967

Así las cosas y pese a que los exbeatles o sus herederos sólo reciben, según los países de los que se trate, entre un 33 y un 50% de las regalías generadas por sus canciones —el resto se lo lleva la empresa montada por la multinacional Sony y Michael Jackson, que en 1985 compró parte de los derechos de 250 temas del catálogo de Lennon y McCartney por 36,5 millones de euros—, John Lennon (es decir, su avatar Yoko Ono) es uno de los muertos que más dinero gana desde el más allá: en 2009 ingresó 15 millones de dólares según Forbes (dos años antes fueron 44 millones). George Harrison, cuya contribución como compositor era muy pobre, más o menos una canción por álbum, tarifó 22 millones de 2007 por el pleito contra la discográfica EMI por regalías imapagadas.

Con unos mil millones de discos vendidos en todo el mundo, los Beatles son, empatados con Elvis Presley, los artistas más comerciales de la historia. La explotación de su exiguo catálogo —sólo existieron como grupo diez años, de 1960 a 1970— ha sido intensiva y despiadada desde finales del siglo XX: un aprovechamiento cruel del cariño con que los viejos y nuevos fans recuerdan la inigualable carrera de los Fab Four.

The Beatles Stereo Box Set (2009)

The Beatles Stereo Box Set (2009)

Si el proyecto Anthology (1 | 2 | 3), editado entre 1995 y 1996, jugaba con el factor arqueológico y permitía descubrir, pagando una buena pasta (ahora anda por 85 euros), la manera altamente creativa en que trabajaba el grupo en el estudio (aunque también cometía el pecado de la necrología publicitaria al manipular una maqueta de Lennon y resucitarlo tocando con los beatles vivos), la edición remasterizada de todos los discos del grupo en 2009 (140 euros, en principio costaba casi lo doble), que publican en vinilo el 12 de noviembre, con t-shirt incluida (230 euros), era una engañifa para exprimir a los hijos y nietos del público incondicional de la banda. Clientes que, por cierto, sólo debían buscar en la discoteca familiar para encontrar los mismos discos y con mejor sonido.

Aún peor fue el pobrísimo proyecto Love (2006), un mix montado para un espectáculo en Las Vegas del Cirque du Soleil que permitió a Sir George Martin —productor del grupo— conseguir un buen trabajo para su hijo Giles.

Cubierta original del doble EP "Magical Mistery Tour", 1967

Cubierta original del doble EP «Magical Mistery Tour», 1967

La última operación de ordeño de la agotada vaca llega ahora con la publicación y lanzamiento con fanfarria de Magical Mistery Tour, que en su edición de lujo para coleccionistas cuesta 53 euros (gran gancho: ¡un clip de 2:30 minutos titulado Ringo the actor, donde el batería reflexiona sobre su pasión por la actuación!). La película ya se ha estrenado en algunos cines de los EE UU. En España no hay fecha.

Aprovechando la jugada de McCartney, Ono, Harrison y Starr, que escamotean la avidez dineraria tras la presunta celebración del 45º aniversario del estreno de la película y el disco, hablemos de uno de los proyectos más descabellados de la factoría de sueños beatle: Magical Mistery Tour, una película desastrosa que produce vergüenza ajena y una casi perfecta colección de canciones.

Para empezar un trailer promocional. No es necesario creer lo que ofrece: se trata de publicidad.

La película que reeditan, de una hora de duración, fue estrenada el 26 de diciembre de 1967 —el boxing day de los británicos— por la BBC. Aunque los créditos atribuyen la dirección a los cuatro beatles, el film fue una idea de McCartney, que llevó la voz cantante y se encargó del guión (que había escrito, en abril del mismo año, durante un vuelo transoceánico entre los EE UU e Inglaterra), la puesta en escena y la realización.

Con muy poca maña cinematográfica, Magical Mistery Tour cuenta el atribulado y surreal viaje en un autobús Bedford —por supuesto, made in England— de un grupo de personas entre las que están los Beatles y algunos de sus colaboradores. No hay mucho más que contar. La historia es una deshilvanada sucesión de disparates y el resultado final deja al espectador una muy certera sensación de que acaba de ver el capricho de unos millonarios que se aburren y creen, dada su genialidad musical, que también pueden hacer cine.

Foto fija del 'clip' de "I am the walrus" en "Magical Mistery Tour"

Foto fija del ‘clip’ de «I am the walrus» en «Magical Mistery Tour»

La mayor parte del rodaje —que se les fue de las manos: 11 semanas de duración y diez horas de metraje— tuvo lugar en una base aérea abandonada de Kent en un momento de transición para el grupo: su descubridor y agente, Brian Epstein, había muerto en agosto de 1967 por una ingesta de barbirtúricos que oficialmente fue determinada como accidental;  acababan de conocer al falso santón Maharishi Mahesh Yogui, a cuya disciplina sectaria se apuntaron con entusiasmo inicial para descubrir bien pronto que el gurú sólo quería dinero y sexo —a Harrison le importó poco y siguió siendo fiel hasta la muerte al embacuador—, y el tremendo esfuerzo de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (junio de 1967), que les había dejado en una encrucijada creativa.

El estreno de la película en televisión fue recibido con unas merecidas muy malas críticas. Incluso la prensa británica aquejada de beatlemanía se preguntó qué pretendía el grupo con aquel ejercicio absurdo y pedante.

Interior del doble EP de "Magical Mistery Tour"

Interior del doble EP de «Magical Mistery Tour»

La música es otra cosa. El doble extended play inicial con la banda sonora de Magical Mistery Tour, primorosamente editado con un libreto-cómic (y un primerizo y torpe logotipo de la manzana de Apple), contiene seis canciones entre las que sólo sobra la babosa Your Mother Should Know, una baladita de McCartney en uno de sus momentos-sacarosa.

Los demás es oro puro, sobre todo I Am the Walrus, un viaje astral e inspiradísimo que está entre las mejores canciones compuestas por Lennon.

¿Consejo? Vean los vídeos de la película en Internet (los colocó tras el post), compren las canciones en ediciones baratas —el doble EP fue lanzado más tarde como álbum, con el añadido de algunos temas sueltos para completar el producto: se puede encontrar a precio decente (unos 8 euros)— y no contribuyan a que los hombres y viudas de negocios sigan viviendo con los réditos de lo que una vez fueron y nunca volverán a ser (McCartney) o sacando partido a las falsas lágrimas de luto eterno (Ono).

Ánxel Grove






El cartel de circo sobre el que Lennon escribió una canción

Cartel del circo de Pablo Fanque

Cartel del circo de Pablo Fanque

El cartel es de 1843. Más de un siglo más tarde, en enero de 1967, John Lennon encontró una copia original en una tienda de antigüedades de la pequeña villa de Westerham durante un descanso en la filmación de las películas promocionales de Stawberry Fields Forever y Penny Lane, que los Beatles estaban grabando en la cercana y lujosa mansión de Knole.

Era un tiempo en que los Fab Four cultivaban el amor por la cámara lenta, las estrechas e inútiles gafas de sol rectangulares, los mozos de cuadra con trajes afrancesados y las charreteras militares. Consumidores de LSD, todavía no contaminados por el budismo sectario del Maharishi y deseosos de hacer música más sinfónica y de vodevil que roquera, buscaban en los códigos british más vernáculos —té con pastas, caza del zorro, jardines otoñales…— elementos para construir un nuevo glosario musical. A Lennon le pareció que el póster de circo de la época victoriana estaba lleno de posibilidades literarias.

Utilizando los textos del cartel casi textualmente escribió la letra de Being for the Benefit of Mr. Kite, poblada de camas elásticas, aros de fuego, caballos que bailan vals y saltos mortales. El 17 de febrero empezó a grabarla en los estudios Abbey Road.

Dijo a George Martin, arquitecto del sonido beatle, que quería una «atmósfera de carnaval» y «oler el serrín del suelo». Fue complicado (es una de las canciones más complejas del álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band —en el que cerraba la cara A— y una de las más sobrecargadas de efectos), pero más o menos lo consiguieron.

Al principio Lennon estaba contento, dijo que el tema era «una acuarela» y le hizo gracia que la BBC lo censurase por entender que en el nombre Henry the Horse, citado en la letra, se escondían dos maneras de mencionar en clave a la heroína entre los consumidores. Con el paso del tiempo, el beatle más dotado se desentendió de aquel entusiasmo y declaró que no se sentía «especialmente orgulloso» de Mr. Kite y su fantasioso mareo de carrusel.

Pablo Fanque (izquierda) y Lennon con su copia del cártel

Pablo Fanque (izquierda) y Lennon con su copia del cártel

El cartel del que nació la pieza acaba de ser recreado en una edición de lujo —todo lo beatle parece ser en estos tiempos opción exclusiva para el 1%— que se vende a más de 300 euros.

Los artistas implicados, Peter Dean y Andy English, han lanzado un vídeo para anunciar el producto pero no pueden usar la música de Lennon —la vieja dama Ono y el soy-vegetariano-pero-desalmado-con-mis-semejantes McCartney exigen plusvalía—.

En todo lo relacionado con Being for the Benefit of Mr. Kite no se otorga ningún crédito a la que persona que debería ser considerada coautora de la letra, Pablo Fanque. Empresario de circo, caballista, equilibrista, promotor y hombre para todo, era hijo de africanos, masón, ferviente católico y una figura bien conocida en la Inglaterra del siglo XIX. Cuando murió de bronquitis en 1871, un caballo negro sin jinete participó en el cortejo mientras la banda de música tocaba una marcha fúnebre. A Lennon le hubiera gustado.

Ánxel Grove

Reeditan la dicografía del ‘bluesman’ incombustible Taj Mahal

Taj Mahal

Taj Mahal

Cumplió 70 años hace unos meses, tiene una discografía difícil de abarcar —cincuenta discos como solista— y se mantiene fiel a un lema saludable: «No caeré en la autocomplacencia».

De no ser tan estricto en el cumplimiento de esa norma, podría vivir en el tranquilo y dorado limbo de las superestrellas del blues que se nutren de caricaturizarse (por ejemplo, B.B. King, indigno desde hace tres décadas pero millonario).

A Taj Mahal no le van los falsos honores ni los homenajes. Su compromiso con el blues tiene el carácter de un juramento íntimo.

Para celebrar los setenta años sobre el mundo de este músico sin ataduras acaban de editar Hidden Treasures of Taj Mahal 1969-1973, un doble disco a buen precio y con material inédito o muy poco conocido.

"Hidden Treasures of Taj Mahal 1969-1973"

«Hidden Treasures of Taj Mahal 1969-1973»

El primer cedé es de canciones en estudio que van del blues acústico a la caliente sopa cajun de Nueva Orleans. El segundo es una grabación en directo de Taj Mahal en Londres en 1970.

Toque de atención y valor añadido: en algunas canciones del primer CD y en casi todas las del segundo la fogosa guitarra solista es de Jesse Ed Davids, uno de los héroes escondidos de los años setenta (acompañó a John Lennon, John Lee Hooker, Eric Clapton…), muerto de sobredosis de heroína y en el olvido en 1988.

Hidden Treasures of Taj Mahal 1969-1973 es solamente la punta de un iceberg. La discografía completa de este héroe, una especie de viejo amigo que nunca defrauda cuando vas a su reencuentro, va a ser reeditada por Legacy Recordings, una de las divisiones de Sony Music, en cuyo catálogo están disponibles la recopilación de tres discos In Progress & In Motion: 1965-1998 y el doble Essential Taj Mahal para quienes necesiten o deseen un acercamiento.

Ánxel Grove

Cincuenta años sin el único ‘quinto beatle’, Stuart Sutcliffe

Stuart Sutcliffe - "Autorretrato"

Stuart Sutcliffe – «Autorretrato»

El quinto beatle. Un título casi nobiliario que ha sido pretendido por unos pocos —el agente Brian Epstein, que diseñó la marca y la puso en el mercado; el arreglista y productor George Martin, sin el cual no sería posible el sonido intrincado y valiente de las mejores obras del grupo— y adjudicado con demasiada alegría a bastantes más —al pianista Billy Preston, al avispado jefe de prensa Derek Taylor, al asistente-secretario-road manager y nefasto contable Neil Aspinal e incluso al díscolo y mágico futbolista George Best—.

Si no damos al título carácter metafórico, si lo reducimos a la textualidad y expulsamos de la competición al nulo Pete Best, el pésimo baterista de los primeros años que fue despedido por Epstein, sólo un persona ejerció realmente como quinto beatle con todas las de la ley: el muchacho abstraído que se autorretrató con pinceladas expresionistas en el óleo de la izquierda, Stuart Sutcliffe, de cuya muerte a los 21 años se cumple ahora medio siglo.

Amigos y compañeros de escuela de arte, Sutcliffe y John Lennon eran confidentes. El segundo, inseguro de sus méritos, envidiaba al primero, brillante, guapo, con maderas de futuro gran pintor y muchas inquietudes culturales. Paul McCartney los envidiaba a ambos —y ya sabemos el tamaño del ego de este tipo: como el estuario del Támesis— porque tenía la sensación de que aquella relación le estaba condenando al «asiento de atrás» (el entrecomillado es de Macca) del grupo musical con el que jugueteaban.

Tres 'beatles', 1960. Desde la izquierda: George Harrison, Stuart Sutcliffe y John Lennon

Tres ‘beatles’, 1960. Desde la izquierda: George Harrison, Stuart Sutcliffe y John Lennon

Desde enero de 1960, Sutcliffe tocaba el bajo (un Hofner President que compró con el dinero de la venta de un cuadro) en la banda, que se había llamado Johnny and the Moondogs, luego The Beatals, Silver Beetles, The Silver Beatles y, finalmente, en agosto del mismo año, adquirió la marca que se tatuaría a fuego en la piel de cada ser humano durante la próxima década, The Beatles.

Tras emigrar para ganarse la vida a los antros de Sankt Pauli, en la zona roja de Hamburgo (Alemania), los cinco beatles (Lennon, McCartney, George Harrison, Sutcliffe y Best) bregaron durante casi dos años con público bronco, empresarios sin piedad y noches de tal longitud que sólo podían surcarlas con ayuda de anfetaminas.

Preferían tocar versiones de Elvis, Chuck Berry y Little Richard, pero eran capaces de cualquier cosa (fueron la banda de acompañamiento de la stripper Janice) para cobrar las 15 libras semanales por cabeza que les pagaban.

Foto de Hugo Haase de los Beatles en Hamburgo, Sutcliffe es

Foto de Hugo Haase de los Beatles en Hamburgo. Desde la izquierda: Best, Harrison, Lennon, McCartney y Sutcliffe

Sutcliffe tocaba bastante mal —a veces daba la espalda al público para tratar de disimular su escasa pericia—, pero tenía más actitud que los demás: fue el primero en adoptar pose de rockabilly, con flamante tupé, pantalones de pitillo y gafas Rayban. En las sesiones en directo llamaba la atención y a las chicas les gustaba cuando cantaba a media voz Love Me Tender, el único tema que Lennon y McCartney le cedían.

En el club Kaiserkeller, Sutcliffe conoció a Astrid Kirchherr, una chica nacida en 1938 que estudiaba diseño gráfico y textil, era buena fotógrafa y estaba relacionada con un grupo de jóvenes artistas de Hamburgo seguidores del naciente existencialismo («exis«, les llamaba Lennon con la reveladora sorna que utilizaba para designar todo aquello que no era capaz de entender). Uno de ellos, el novio de Kirchherr, era Klaus Voorman, otro de los que entrarían en la pugna por ser el quinto beatle —dibujó la cubierta de Revolver (1966)—.

Autorretrato de Astrid Kirchherr

Autorretrato de Astrid Kirchherr

Vestida de riguroso y elegante negro (Lennon le dedicaría la canción Baby’s In Black), la muchacha no se parecía a las amistades de los Beatles, bastante garrulos y de educación limitada. En pocas semanas Kirchherr y Sutcliffe comenzaron a salir juntos y al cabo de unos meses estaban enamorados y anunciaron que deseaban casarse. Fue ella quien le sugirió a él que cambiase de imagen y dejase de intentar imitar a Elvis.

Sutcliffe fue el primer beatle en renunciar a la brillantina, el tupé y la cazadora de cuero y cortarse el pelo a la taza. Estaba tan deslumbrado por el mundo al que Kirchherr  le había dado acceso —la búsqueda de un sentido vital a través del arte y la filosofía— que se distanció de los demás beatles y, en julio de 1961, dejó el grupo, obtuvo una beca para hacer un doctorado en una escuela de arte de Hamburgo, volvió a pintar, esta vez lienzos abstractos, y era feliz viviendo con su novia una especie de «cuento de hadas», como ella afirmaría años más tarde, en el que ambos se intercambiaban ropa como si fuesen la misma persona.

También estaba aliviado por haber roto con los Beatles. La separación fue amistosa y Sutcliffe le regaló el bajo Hofner a McCartney, que a partir de entonces dejó la guitarra y estaba satisfecho de no tener interferencias en su relación con Lennon.

Stuart Sutcliffe

Stuart Sutcliffe

Tras una caída accidental en las escaleras de casa, Sutcliffe empezó a sufrir severos dolores de cabeza a partir de enero de 1962. Fue al médico, que no encontró anomalías visibles pero le recomendó hacerse radiografías. Como la situación había mejorado, faltó a la cita con el radiólogo. El 10 de abril sufrió un colapso y perdió el conocimiento. Kirchherr lo trasladó en ambulancia a un hospital de Hamburgo pero ingresó cadáver. La rotura de un aneurisma había causado una hemorragia interna mortal en el cerebro.

Lennon no fue al funeral y ni siquiera envió flores, pero estaba destrozado. Pasó varios días en casa de Kirchherr, llorando como un crío. Más tarde declararía que Sutcliffe era su «álter ego, un guía, una luz».

Unos meses después, los Beatles entraron en el estudio para grabar Love Me Do, su primer single y el inicio de una leyenda.

El único «quinto beatle» posible volvió al lado de sus compañeros en 1967. Su foto aparece en la superpoblada portada de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Es el primero por la izquierda en la tercera fila empezando por abajo.

Ánxel Grove

El aburrido verano de John Lennon en Almería

John Lennon en Carboneras (Almería)

John Lennon en Carboneras (Almería)

Septiembre de 1966, en una de las playas del municipio almeriense de Carboneras. El hombre sentado en la arena es el beatle John Lennon, que en unos años se convertiría en adalid del pacifismo. Es justo sospechar —para los Beatles sólo existía un mundo y empezaba y terminaba en el Reino Unido— que Lennon no tenía idea de que unos meses antes, el 17 de enero, dos bombas atómicas de 1,5 megatones cada una  (la Little Boy de Hiroshima tenía una potencia mil veces menor) habían caído al mar a menos de 40 kilómetros del lugar de la plácida fotografía, en el también almeriense término de Palomares.

Con el ánimo de un turista cansado y sin crema solar en las maletas —algunas fotos le muestran con el habitual matiz de cangrejo de río de los ingleses en vacaciones—, es necesario disculpar a Lennon de vivir en otro universo y no enterarse de casi nada (aunque no olvidó que le trajeran a Almería un Rolls Royce de pop star millonario con chófer): estaba en la costa mediterránea española disfrutando de un merecido break para jugar a hacer cine y le importaba un bledo todo lo demás.

Ticket de entrada del último concierto de los Beatles

Ticket de entrada del último concierto de los Beatles

Menos de un mes antes, el 29 de agosto, los Beatles se habían despedido de los conciertos comerciales tras comprobar que no eran capaces de reproducir en directo los cada vez más complejos sonidos y juegos de voces del estudio —escuchen la desafinadísima versión estilo Factor X de Paperback Writer con la que castigaron a la audiencia en el último show—. También estaban muy quemados: su agente, Brian Epstein, les había embarcado en una demencial y desordenada carrera de ratas de 1.400 actuaciones en los últimos cuatro años. Nada importaba con tal de facturar, sostenía el menesteroso Epstein, un tipo tan aparentemente cordial como ambicioso al que sólo le quedaban unos meses de vida.

Cartel original de "Como gané la guerra"

Cartel original de «Como gané la guerra»

Antes de empezar a grabar el nuevo álbum del grupo, que sería Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club, los cuatro beatles decidieron perderse de vista por unos meses, romper la pesada convivencia diaria, salir de la espiral gira-disco-gira e intentar reencontrar el dinamismo. Paul McCartney se dedicó a hacer vida social e interesarse por la música electrónica, George Harrison pasó unas semanas en la India recibiendo clases de sitar de Ravi Shankar, Ringo Starr se dedicó «a engordar», como él mismo admitió, y Lennon se vino al mini Hollywood de Almería a participar como actor en la película Cómo gané la guerra [en este YouTube puede verse completa].

El film, una sátira de las películas bélicas, es tan malo como las dotes como actor de Lennon [este vídeo es un montaje de todas las escenas en las que interviene, unos ocho minutos en total], a quien convenció para que aceptase el papel el director Richard Lester, el efectivo artesano que había trabajado con los Beatles en las operetas promocionales ¡Qué noche la de aquel día! (1964) y ¡Socorro! (1966) —pese a las admiraciones, ni siquiera admisibles para comer palomitas— y que ahora veía en el nada autocrítico Lennon, una de esas personas convencidas de que, hiciese una canción o un garabato, el arte estaba en sus genes, un buen gancho para un taquillazo. No fue el caso.

Lennon declaró más tarde que se aburrió mucho en la costa de Almería. Para celebrar su 26º cumpleaños (9 de octubre) hizo traer de Londres a su mujer, Cynthia, y a Ringo. Cuarenta años más tarde, invitada de nuevo a la ciudad, ella fue sincera al reconocer su provincianismo («era completamente distinto de lo que conocíamos. Jamás había visto a una mujer vestida toda de negro«) y cierta tendencia a la histeria o intolerancia a la marihuana: «Allí ocurrían cosas extrañas (…) Las cosas se movían, las luces se apagaban y encendían (…) Una vez se fue la luz durante más de media hora».

Cortijo de Santa Isabel

Cortijo Romero

Para alojar a los invitados Lennon alquiló el Cortijo Romero. Tras tres décadas de abandono, el caserón palaciego, con grandes jardines, huertos con frutales y piscina, ha sido restaurado y alberga ahora la Casa del Cine del Ayuntamiento de Almería para recordar el efímero pasado de la zona como lugar de rodajes baratos.

Lennon y sus invitados dejaron la casa el 6 de noviembre tras una trifulca con los propietarios, se fueron a Madrid en tren y de allí a Londres en avión. Mientras tanto, McCartney hacía el camino Londres-España en coche para darle una sorpresa a su colega, pero se desvió hacia Málaga y, al enterarse de que Lennon ya estaba de vuelta en el Reino Unido, regresó él también.

En suma, las seis semanas del beatle en la costa almeriense dejaron una pésima película, un bronceado mal llevado, la primera vez que Lennon usó los espejuelos de la Seguridad Social británica (una exigencia del guión) que se convertirían en imagen de marca, bastante aburrimiento y —el oro entre tanto carbón— una canción compuesta en soledad en la playa de San Miguel y grabada en un magnetofón portátil en uno de los cuartos del Cortijo Romero: Stawberry Fields Forever. La esplendorosa demo de Almería es la primera que se escucha en este vídeo.

Cartel de la exposición de Yoko Ono

Cartel de la exposición de Yoko Ono en la que conoció a Lennon

El 9 de noviembre, dos días después de llegar a Londres, Lennon fue a visitar la exposición que tenía en cartel la Indica Gallery, entre cuyos fundadores estaba McCartney. Exhibía cuadros «no terminados» de una tal Yoko Ono.

No soy el primero en hacerme estas preguntas: ¿y si McCartney hubiese pasado de Málaga y llegado a tiempo para encontrarse con Lennon en el cortijo? , ¿y si los dos músicos decidiesen quedarse unos días más en aquellos arenales donde casi nadie les molestaba?, ¿y si grabasen más canciones en el magnetofón?, ¿y si el destino hubiese dejado plantada a la mujer que arruinó los campos de fresas para siempre?.

Ánxel Grove

Beatles 17 – Rolling Stones 10

Arriba, The Beatles (1968). Abajo, The Rolling Stones (1967)

Arriba, The Beatles (1968). Abajo, The Rolling Stones (1967)

Nueve ingleses con más importancia cultural que Dickens y la Encyclopaedia Britannica. Nueve músicos que reinterpretaron el legado doliente del blues, la embestida sexual del rock and roll y el brillo inmediato del pop para construir algo que, de tan nuevo y bravo, estallaba en las manos de los mayores y hacía diabluras bajo las sábanas de los adolescentes. Los Beatles y los Rolling Stones.

Este año se cumple medio siglo de dos sucesos bautismales: la edición del single de debut los Beatles (5 de octubre de 1962) y la primera actuación de los Rolling Stones (12 de julio de 1962) —que se hacían llamar The Rollin’ Stones, con apóstrofe—.

La efeméride en estéreo viene bien para revivir una de las batallas incruentas más reiteradas: Liverpool contra Londres, scouse contra cockney, provincia contra capital, Mersey contra Támesis…

En la certeza de que la guerra es absurda porque ambos grupos son fascinantes, pero admitiendo que la rivalidad existió y existe —¿quién no ha intervenido en un fructífero combate de café sobre el asunto?—, voy a desplegar una decena de campos de debate a la luz de los cuales desarrollaré otra vez el enfrentamiento. Como demanda el clima del momento futbolístico, en cada asunto otorgaré tres puntos al ganador y ninguno al perdedor. En caso de empate, uno para cada uno.

Todo listo para el clásico infinito: Beatles contra Rolling Stones.

Primeros 'singles' de los Beatles (1962) y los Rolling Stones (1963)

Primeros ‘singles’ de los Beatles (1962) y los Rolling Stones (1963)

1. Ventas. Primero, sobre todo para sacarnos de encima el pegajoso tacto del maldito papel moneda, vamos con el dinero.  Según los datos disponibles, que no siempre son exactos —hay mucha caja negra en esta historia—, los Beatles ganan de calle a los Rolling Stones (y a todos los demás), con 250 millones de discos vendidos y certificados, cantidad a todas luces recortada: una aproximación más objetiva estaría entre los 600 millones y el billón los 1.000 millones de unidades. Los Rolling Stones están bastante más abajo: 89,5 millones certificados y 200 millones reales. Beatles: 3 puntos.

John Lennon y Mick Jagger, 1968

John Lennon y Mick Jagger, 1968

2. Conciencia. Asunto peliagudo que abordo con la necesaria retranca —hablamos de personas multimillonarias, es decir, contaminadas por la necedad de la sobreabundancia— y siguiendo la definición marxista de la conciencia de clase (tener claro que las relaciones sociales se mueven por antagonismos, sean económicos, políticos, culturales…). Me tocó vivir —apunte defensivo: conjugo el verbo vivir con derecho, desde 1964 escuché a ambos grupos en tiempo presente, no soy un recién llegado en estos altares— la sensación de que los Beatles eran los chicos buenos y los Rolling Stones los pillastres. A medida que me saqué de encima la propaganda de la mercadotecnia entendí que la ecuación estaba contaminada: los primeros eran los verdaderos parias —clase baja, infancias complejas, hogares disfuncionales, necesidad de ganarse la vida desde bien pronto, emigración a Hamburgo para tocar en sesiones eternas en burdeles…—, mientras que los Rolling Stones procedían de familias con ingresos estables, estudiaban Artes y no necesitaban sudar para comprar los discos de blues estadounidense que veneraban. Ninguno de ambos grupos fue un ejemplo de coherencia con la comunidad: los Beatles criticaron en una canción (Taxman, escrita por George Harrison) el modelo progresivo de gravar a los ricos con impuestos para pagar las necesidades sociales y los Rolling Stones emigraron en los años setenta a la Costa Azul francesa para huir de las cargas fiscales. Ambos grupos actuaron en países gobernados por dictadores (los Beatles, en la España de Franco y las Filipinas de Marcos, y los Rolling Stones en la Polonia del estalinista Gierek y en el Israel del sionismo belicoso y excluyente por la vía de las balas)… Empate. Un punto para cada uno.

Richards, Jagger, Lennon y McCartney

Richards, Jagger, Lennon y McCartney

3. Personajes / Personas. Los Beatles eran material químico de extrema efectividad, elementos complementarios: la rabia primaria de John Lennon perdía las aristas de la jactancia gracias a la inteligencia musical de Paul McCartney —el más músico de los cuatro beatles se mire por donde se mire— y la blandenguería emocional de éste era tamizada por la ironía casi cínica del primero. En los Rolling Stones el equilibro era más inestable y dependía en exceso de Mick Jagger, un tipo cerebral, muy inteligente, competitivo y codicioso. Su socio de confianza, Keith Richards, es un animal de extraordinaria vitalidad y gran cultura musical, pero incapaz, como ha demostrado en solitario, de dar forma sin la ayuda de Jagger a un proyecto coherente. A Brian Jones, lo sacó de enmedio la intemperancia cuando empezaba a despuntar como voz disonante ante el gobierno de Jagger & Richards. Los actores secundarios beatles (Harrison, Ringo Star) y stones (Bill Wyman, Charlie Watts, Mick Taylor y Ronnie Wood) son de parecido carácter: prescindibles y ensombrecidos. Quizá merezca una cierta consideración Harrison, pero su aportación a los Beatles fue tan discreta —una canción por disco, aunque a menudo muy buena— y tan mediocre su obra en solitario que no cuenta a la hora de medir efectos globales. Dadas las derivas de todos los actores principales —McCartney y Jagger convertidos en nobles domesticados y hombres de negocios de maletín y corbata; Lennon, en un cadáver venerado con ciego fanatismo, y Richards, en una caricatura para películas de piratas—, empate. Un punto para cada uno.

"Let It Be" (The Beatles, mayo de 1970), "Let It Bleed" (The Rolling Stones, diciembre de 1969)

«Let It Be» (The Beatles, mayo de 1970), «Let It Bleed» (The Rolling Stones, diciembre de 1969)

4. Música. En cantidad ganan los Rolling Stones por una tosca cuestión temporal: llevan cinco décadas tocando y han editado como grupo 26 álbumes de estudio. La carrera de los Beatles fue muy corta en duración (1962-1970) y concisa en resultados: 12 álbumes. También en lo musical hay demasiado cliché y lugar común en la liza. Ni los Beatles fueron los apóstoles de la psicodelia, ni los Rolling Stones el coro de la revuelta callejera por el camino del rock and roll, entre otras cosas, según creo, porque los Beatles tocaban mejor rock and roll (por ejemplo, Yer Blues) que los Rolling Stones y éstos, por muy bien que se manejasen como twisters lascivos (Can’t You Hear Me Knockin’), jamás fueron capaces de elaborar viajes sonoros que compendiaban una época (Tomorrow Never Knows). Los stones sabían que eran inferiores musicalmente y, después de mucho emular a los Beatles, sólo fueron capaces de desarrollar su mejor versión cuando éstos se separaron. Beatles: 3 puntos.

"The Beatles" (The Beatles, noviembre de 1968) - "Beggar's Banquet" (The Rolling Stones, diciembre de 1968)

«The Beatles» (The Beatles, noviembre de 1968) – «Beggar’s Banquet» (The Rolling Stones, diciembre de 1968)

5. Letras. No estamos aquí en un territorio en el que hayan brillado ninguno de los dos contendientes. Las letras de los Beatles son malas de solemnidad (ñoñas, tontorronas, dignas de intérpretes de canción ligera…) y no soportan una lectura ni siquiera benevolente hasta Rubber Soul (1965). Incluso después, McCartney siguió adelante con su estilo de letrista de barraca de atracciones (paradigma: Obladi Oblada) o apostolado mariano (Let It Be…) y Lennon con los ejercicios escolares de libre asociación bajo los que subyacía un deseo muy pueril de ser considerado Artista (Hapiness Is a Warm Gun). Jagger y Richards empezaron casi peor, con clonaciones fallidas de lamentos negros (Heart of Stone) o aullidos de macho dominante (Under My Thumb), pero mejoraron con el tiempo y, entre 1968 y 1974, escribieron excelentes letras de canciones con economía de medios y ninguna petulancia: poesía apocalíptica (Sympathy for the Devil), volcánica (Gimme Shelter) y saturnal (Sister Morphine). Rolling Stones: 3 puntos.

Desde la izquierda, Eric Clapton, John Lennon, Mitch Mitchell y Keith Richards (1968)

Desde la izquierda, Eric Clapton, John Lennon, Mitch Mitchell y Keith Richards (1968)

6. Influencia. En ambos casos, enorme y difícil de evaluar. Entiendo que en el caso de los Rolling Stones la sombra que proyectan hacia el futuro es menos musical que relacionada con eso que llaman actitud, es decir, pasarela —con peripatéticas reencarnaciones como las de Pereza o algunos otros grupitos de barrio—, mientras que el sonido beatle ha estado muy presente en las últimas décadas. Por otra parte, como ha escrito el periodista Robert Greenfield (libre de sopechas de favoritsmo: es estoniano de pies a cabeza y autor del libro Viajando con los Rolling Stones), los Beatles pertenecen al género de artistas «únicos y revolucionarios» que no aparecen como «constreñidos por su tiempo». La huella que dejaron en la sociedad del siglo XX es incomparablemente mayor que la de los Rolling Stones, que con el paso de los años ha terminado por ser un canto a la buena vejez derivada de la gimnasia (Jagger) o de la heroína y los médicos privados (Richards). Beatles: 3 puntos.

"Revolver" (The Beatles, 1966) y "Exile on Main St." (The Rolling Stones, 1972)

«Revolver» (The Beatles, 1966) y «Exile on Main St.» (The Rolling Stones, 1972)

7. Mejores discos. Para mi gusto los vértices más elevados de las carreras de los grupos enemigos son Revolver (1966) y Exile on Main St. (1972). En el primero los Beatles rompieron con el pop-rock de cuatro compases de la beatlemanía y se abrieron a la experimentación y las canciones circulares, sin principio ni final definidos. El álbum doble de los Rolling Stones, grabado en un ambiente de disoluta corrupción en un antiguo cuartel de las SS en el sur de Francia, es el disco de rock más sucio de la historia: el ambiente y sus errores son tangibles en el resultado y convierten el álbum en un documento vivo, alejado de toda pose. Por el riesgo y el atrevimiento, se llevan el triunfo. Rolling Stones: 3 puntos.

"Please Please Me" (The Beatles, 1963) y "Bridges to Babylon" (The Rolling Stones, 1997)

«Please Please Me» (The Beatles, 1963) y «Bridges to Babylon» (The Rolling Stones, 1997)

8. Peores discos. El debut de los Beatles, Please Please Me (1963), y el último disco de los Rolling Stones durante la década de los noventa, Bridges to Babylon (1997), son piezas a destruir o, como poco, a evitar. Los de Liverpool, producidos como si de una rondalla se tratase, suenan débiles y culminan aproximaciones vergonzantes a canciones tocadas antes por The Shirelles, The Cookies y los Top Notes, grupos que les derrotaban en alma y sentimiento —aunque, al parecer, el público blanco no lo sabía, acaso porque falta de costumbre o interés en escuchar a grupos negros—. El de los Rolling Stones es una estafa cuya venta y difusión pública debería tener cabida en el Código Penal. La jugada de contratar a productores modernos (The Dust Brothers) le salió mal a Jagger & Richards —por otro lado, distanciados y sólo amarrados por el ansia de dólares derivada de la marca registrada— y las canciones son amaneradas y merecedoras de pedradas contra los ejecutantes. Empate: un punto para cada uno.

"Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band" (The Beatles, junio de 1967) y "Their Satanic Majesties Request" (The Rolling Stones, diciembre de 1967)

«Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band» (The Beatles, junio de 1967) y «Their Satanic Majesties Request» (The Rolling Stones, diciembre de 1967)

9. Virtudes y pecados. Entre las primeras, la más trascendente: hacernos felices y poner música a los mejores años posibles (ahora lo sabemos: sólo nos aguarda el abismo). Los Beatles eran un referente y cada disco, un chispazo anímico. Ellos ponían la iluminación y los Rolling Stones se encargaban del ruido. Los pecados no son menos abundantes. En el casillero de los Rolling Stones: la tétrica pasividad con que Jagger se enfrentó al asesinato de un asistente al concierto de Altamont de 1969, acuchillado por un ángel del infierno contratado como gorila; el intento de robo a cara descubierta del blues You Gotta Move, grabado por el grupo sin mencionar a su autor, Mississippi Fred McDowell; la perversa poética con la que afrontaron la desgraciada muerte de Brian Jones, al que habían expulsado del grupo por, entre otras cuestiones, celos profesionales; su descarado copismo de los Beatles… Éstos pecaron de prepotentes con sus ambiciones cinematográficas y de mecenazgo; cayeron en las redes del falso gurú Maharishi Mahesh Yogui, al que Harrison apoyó de por vida; Lennon se dejó embaucar por la pseudo artista Yoko Ono, una vividora de la subvención, y practicó un izquierdismo muy de boutique pero descerebrado —donaciones dinerarias al IRA incluidas—; manipularon sus biografías oficiales para entrar dentro de la corrección Cirque du Soleil para niños y adultos que venden los herederos —las aficiones de Lennon por la heroína y el maltrato físico a su primera mujer fueron borrados de las cronologías—; las operaciones de mejora estética de McCartney y su sofocante omnipresencia… Empate: un punto para cada uno.

Respetables Señores Iconos

Respetables Señores Iconos

10. Cincuenta años después. La cubierta del mensual Uncut es algo más que una portada de revista: es también la manifestación de una tragedia y el acta de una derrota entreguista. Ninguno de esos dos cantamañanas —que deberían regalar al mundo, ya que no dejaron bellos cadáveres, el alivio de una inmediata jubilación— hubiera aparecido bajo el titular «100 iconos del rock y el cine en la música y las películas que cambiaron nuestro mundo» si les restase algo de respeto por lo que fueron y significaron los Beatles y los Rolling Stones. No reniego de los caminos que me mostraron, pero ¿queda algo del recorrido de aquellas sendas de liberación o han sido inutilizadas? Creo que no me toca responder, pero en el enfrentamiento del futuro sigo apostando por los Beatles, menos cómodos, más rebeldes —pese al cordero Sir McCartney— que los orgullosos pijos Rolling Stones. Beatles: 3 puntos.

Resultado final: Beatles, 17 – Rolling Stones, 10

Ánxel Grove

El injusto olvido de Prince

Prince

Prince

Con sólo 153 centímetros de altura pero la furia de un gigante, ha alcanzado la categoría de mito viviente, casi una leyenda: productor, compositor; músico capaz de tocar cualquier instrumento excepto los de viento —la guitarra, como casi nadie en la actualidad [vean el sobrecogedor solo de este vídeo, una versión de Radiohead, a partir del mínuto 6:50; o de este otro, una de los Beatles, a partir del 3:24]—; renovador del género de la música de baile, que no fue la misma desde su llegada; inventor de técnicas de estudio y tratamiento del sonido de las que todos estaban pendientes para copiarlas; referencia incontestable durante los años ochenta y autor de una veintena de discos de estudio y muchos más proyectos que no cristalizaron o editó bajo seudónimos…, es casi imposible reducirle a un texto introductorio como pretende ser esta entrada.

Acaso en estos tiempos amnésicos hayamos olvidado los discos sorprendentes y narcóticos que Prince n0s regaló entre 1981 y 1988. Tal vez nos hayamos quedado con las peloteras contractuales que le llevaron a adoptar un extraño símbolo como nombre, a actuar con la palabra «esclavo» pintada en la cara y a las risas que provoca la mención de sus seudónimos-disfraz: El Artista antes Conocido como Prince (las siglas en inglés parecen pensadas para que no duerman los niños: TAFKAP) o El Artista…

No es justo.

La semana que viene, el día 7 de junio, Prince cumple 54 años. Sin más pretensión que el homenaje, hemos reunido una serie de circunstancias, apuntes  y referencias sobre el personaje y la obra, ambas candentes, imposibles de evitar, necesarias.

Prince Rogers Trio (el padre de Prince, al piano)

Prince Rogers Trio (el padre de Prince, al piano)

1. Hijo de príncipe. Prince Roger Nelson, nacido en Mineápolis (EE UU), fue bautizado en honor al grupo de jazz Prince Rogers Trio, en el que tocaba el piano su padre, John L. Nelson, un músico vocacional obligado (siete hijos) a trabajar como empleado en una empresa de accesorios industriales y olvidarse de la música. En el piano del padre el crío aprendió a tocar.

2. Funk precoz. A los siete años, Prince compuso una pieza con título premonitorio, Funk Machine.

3. Primer apodo, Skipper (jefe, capitán).

Prince, alias 'Gazoo'

Prince, alias 'Gazoo'

4. Segundo, en el instituto: Gazoo, como el aliénigena cabezón de Los Picapiedra. ¿Motivo? Juzguen ustedes viendo la foto de la izquierda.

5. I’m lovin’ it. La familia no nadaba en la abundancia. Prince iba a veces a un McDonalds para consolarse oliendo el fast food.

6. ¿Epiléptico? En sus escasas entrevistas Prince ha declarado que nació epiléptico, pero que se curó de la enfermedad. No hay constancia de que la información sea cierta.

7. Burlas. En el instituto lo pasó mal. Era objeto de burlas por su baja estatura y la ropa llamativa que vestía. Prince se defendía: no eludía los enfrentamientos físicos.

8. Grand Central. La primera banda, a los 13 años, con compañeros de instituto. Versiones de Sly & the Family Stone y los Jackson 5.

9. Soul y rock. Nunca fue un músico racial exclusivista. Le gustaban Parliament, Funkadelic, James Brown y Miles Davis, pero también Carlos Santana, Jimi Hendrix, los Beatles, Led Zeppelin, Joni Mitchel y Todd Rundgren.

10. En 1975 montó el primer grupo con pretensiones profesionales, 94 East. Grabaron un single y algunas demos que fueron reeditadas años más tarde.

"For You" (Prince, 1976)

"For You" (Prince, 1978)

11. 27 instrumentos. El debut de Prince fue For You, editado en abril de 1978. En las notas interiores, el artista alardeaba que él mismo tocaba los 27 instrumentos que suenan en la grabación. No mentía.

12. «No me vendas como negro». Fue su petición artística a Wea, la primera discográfica con la que tuvo contrato.

13. Grupo de jovencitos. Descontento con el sonido del primer disco, busca un grupo estable, se muda a una casita en las afueras de Mineápolis, consigue una grabadora de cuatro pistas y empieza a experimentar. El guitarrista Dez Dickerson, el teclista Dr. Fink y el batería Bobby Z se convierten en sus aliados de confianza. Ninguno tiene más de 23 años.

"Dirty Mind" (Prince, 1980)

"Dirty Mind" (Prince, 1980)

14. Lascivia y provocación. Tras un disco de transición (Prince, 1979), lanzan Dirty Mind (1980), uno de los discos más importantes de su época —pese a la portada—: la música disco toma aliento de la ruptura propuesta por el punk y la new wave, el funk se cruza con el rock and roll. Temáticamente, una sola emoción: lascivia. Una de la canciones, Head, remite a una felación; otra, Sister, a un incesto; otra, Do It All Night, a placer descontrolado…

15. Cerca del Dakota. Prince estaba a pocas manzanas del edificio Dakota de Nueva York cuando John Lennon fue asesinado, en diciembre de 1980.

16. La megaestrella. La década de los años ochenta es de fertilidad y grandes discos: Controversy (1981), con una oda a la masturbación; el doble álbum 1999 (1982), con piezas contra las armas nucleares y el sadomasoquismo; Purple Rain (1984); los sicodélicos Around the World in a Day (1985) y Parade (1986); la obra cumbre Sign ‘O’ the Times (1987) y Lovesexy (1988). Durante esta etapa no había nadie capaz de hacerle sombra a Prince, cuyos shows en directo, además, eran lo más salvaje y eléctrico de la música pop, un maridaje del sudoroso ritmo de James Brown con la amplitud astral de Jimi Hendrix.

17. Dieta. Durante estos años locos se alimentaba de espaguetis y zumo de naranja.

Prince

Prince

18. Peligroso. La letra sexualmente explícita —menciona la frase «me estaba masturbando con una revista»— del tema Darling Nikki de Prince llevó a Tipper Gore, entonces esposa del vicepresidente de los EE UU Al Gore, a fundar el Parents Music Resource Center (Centro de Recursos Musicales de Padres), que publicó en 1985 su lista de las Filthy Fifteen (Quince Asquerosas), canciones que, en opinión de la organización, debían ser censuradas.

19. Amoríos. Prince ha estado liado con Kim BasingerCarmen Electra, Madonna, Vanity, Sheila E., Susanna Hoffs, Anna Fantastic, Sherilyn Fenn, Susan Moonsie y Apollonia 6.

Prince y Mayte García

Prince y Mayte García

23. Baile del vientre. Se ha casado y divorciado dos veces. Con su primera mujer, Mayte García, nacida en Puerto Rico, estuvo casado entre 1996 y 2001. Se conocieron en España, durante una gira de él, que quedó seducido por la forma en que ella bailaba la danza del vientre —había ganado un concurso de televisión en los EE UU como la especialista más joven, ¡con 8 años!. La colocó en el cuerpo de baile de sus actuaciones —tapándola bastante— y tuvieron un hijo, Boy Gregory, que nació con una enfermedad grave, el síndrome de Pfeiffer, que le impedía respirar y le causó la muerte pocos días después del parto.

24. Por la Biblia. Con su segunda mujer, Manuela Testolini, estuvo casado entre 2001 y 2006. Se conocieron en un grupo de estudios bíblicos.

25. Protegida. Su última pareja es su protegida Bria Valente (nacida Brenda Fuentes), a quien le ha compuesto canciones.

26. Testigo. Desde 2001 Prince es Testigo de Jehová.

27. Sin cirugía. Por respeto a los dogmas de su religión —que prohiben las transfusiones de sangre—, Prince se ha negado a ser operado de la cadera, donde necesita una prótesis. Tiene los huesos muy desgastados por la violencia de sus bailes en directo, le anunciaron los médicos hace varios años.

Prince en directo, 2010

Prince en directo, 2010

28. Sin himnos. Por la misma razón (mandato de fe), Prince ya no canta en directo ninguno de sus himnos sexuales, entre ellos el Darling Nikki que tan poco gustaba a la señora Gore.

29. Prince es vegetariano. En 2006 le votaron como «el vegetariano más sexy».

30. Cuestión de nombres. Antes de autobautizarse como O ( + > —caracteres ASCCI para representar el símbolo que adoptó como nombre en 1993— había utilizado un gran cantidad de heterónimos para alejarse de la tiranía de los contratos: Jamie Starr, The Kid, Christopher Tracy, Alexander Nevermind, Joey Coco, Tora Tora, Camille, St. Paul, Eric Brazil, Purple Yoda…

Foto de promoción del último disco de Prince "20Ten" (2010)

Foto de promoción del último disco de Prince "20Ten" (2010)

31. Estajanovista. Dicen que es incansable. Cuando se mete en el estudio no sale hasta que no da por terminado lo que tiene en la cabeza. Durante la edición de la película Purple Rain, el director le dijo que le vendrían bien un par de canciones más de este y aquel tono. A la mañana siguiente Prince llegó con el par de temas, grabados, arreglados y producidos en una noche.

32. E-Policía. En los últimos años se ha convertido en un celoso perseguidor de la difusión libre de sus trabajos. Paga millones de dólares a la compañía inglesa Web Sheriff para que obligue a servicios de vídeo como YouTube a retirar cualquier obra que le pertenezca. Es dificilísimo encontrar canciones de Prince e incluso quien difunda fotos del artista corre el peligro de ser demandado.

33. Sin web. Prince es quizá el único músico de primera fila sin web oficial. En 2010 cerró la última, LotusFlow3r.com, y declaró: «Internet se ha acabado. No veo por qué debo ofrecer mi música a iTunes o a cualquier otro. No me pagan un adelanto y, encima, se cabrean porque me niego… Sea como sea, todas estas computadoras y gadgets digitales no son buenos. Llenan tu cabeza de números y eso no puede ser bueno para nadie».

Prince en directo en Australia, el 11 de mayo de este año

Prince en directo en Australia, el 11 de mayo de este año

34. Disco gratis con el diario. Es personal e innovador en sus decisiones sobre distribución: ha firmado contratos de venta exclusivos con la cadena de híperalmacenes Target para ofrecer alguno de sus nuevas grabaciones a precio de ganga —el álbum triple LotusFlow3r (2009) a 4,99 dólares—. Unos años antes, en 2007 distribuyó el disco Planet Earth gratis con el periódico inglés The Mail on Sunday. El diario vendió 2,3 millones de ejemplares y tuvo que imprimir una edición extra de 600.000. No trascendió cuanto le pagó al artista.

35. Mejor que Miles (según Miles). Prince, que ha vendido 80 millones de discos en todo el mundo, fue considerado por la revista Time una de las cien personas más influyentes del mundo en 2010; los oyentes de la BBC le votaron como el octavo mejor guitarrista de los últimos 30 años; el festival de Jazz de Montreux le invitó a ser cabeza de cartel en la edición de 2009… Un último detalle que debería bastar: Miles Davis, el músico que cambió cuatro veces el rumbo de la música pop, el jazz y el rock durante el siglo XX y cuyo ego sólo era superado por su genio, consideraba que Prince era el único artista contemporáneo que le ganaba en creatividad.

Ánxel Grove

50 años de los Beach Boys: el loco sigue siendo el objetivo

Cartel promocional de la gira mundial de los Beach Boys

Cartel promocional de la gira mundial de los Beach Boys

Elocuente. Existe la posibilidad de comprar una entrada VIP. No se trata de una final de fútbol, sino de un concierto de los Beach Boys, en teoría una banda de rock. El súper tique da derecho a un asiento de primera fila, una charleta  y fotos con los artistas, una camiseta de tirada limitada y otra parafernalia nada útil. Cuesta 750 dólares (unos 590 euros). No hay crisis si vives en la dorada California de la mente.

La gira que celebra el medio siglo de los Beach Boys —casi cincuenta actuaciones en EE UU, Europa (dos fechas en España: 21 de de julio en Gredos, en el festival Músicos en la Naturaleza, y el 23 en Barcelona) y Japón— es una nueva temporada del más añejo y obsceno reality show del pop. Se titula Brian Is Back (Brian está de vuelta), comenzó a emitirse en 1976 y mantiene un par de objetivos inmutables: la recaudación de dividendos nostálgicos y la explotación de una persona que no puede valerse por sí misma y no es dueña de sus actos, Brian Wilson, sin el cual los demás protagonistas del sainete no son más que peleles. El loco es el objetivo financiero.

Desde la izquierda, en el sentido del reloj: Al Jardine, Mike Love, Brian Wilson, Carl Wilson y Dennis Wilson

Desde la izquierda, en el sentido del reloj: Al Jardine, Mike Love, Brian Wilson, Carl Wilson y Dennis Wilson

No es discutible que Wilson es uno de los tres grandes genios musicales del pop rock  del siglo XX —es opinable, por supuesto, pero los otros dos serían, creo, Bob Dylan y la pareja simbiótica Lennon-McCartney—. Tampoco hay duda sobre su condición de ángel quebrado, creador enfermo y saturnal, quemado e inocente, socialmente afásico, habitante de un mundo fuera de foco, incapaz de sostenerse y, por tanto, fácil de manejar…

Para celebrar esta supuesta reunión del grupo original —hay tres miembros fundadores y dos arribistas— y su nuevo disco, That’s Why God Made the Radio, con Brian en la producción y en el tutelaje de la caja registradora su perverso primo Mike Love (ayudado por la no menos avispada esposa de Brian desde 1995, Melinda Ledbetter, una antigua vendedeora de coches Cadillac), dedicamos este Cotilleando a… al grupo más blanco con la historia más negra, los Beach Boys.

Murry Wilson

Murry Wilson

1. Papi negro. Padre de los hermanos Wilson (Brian, Dennis y Carl), Murry Wilson (1917-1973) se presentaba fanfarronamente como el «inventor y manager» de los Beach Boys. Era un tipo amargado y con complejo de inferioridad que se dedicaba a vender electrodomésticos antes de encontrar el filón de explotar las dotes de los críos.

2. Rey desnudo. Murry, que tenía un ojo de cristal a causa de un accidente, pegaba y humillaba a sus hijos y su mujer. En los momentos de subidón se encaramaba desnudo en la mesa de la cocina y proclamaba: «¡Soy el rey de esta familia!».

3. Un sólo oído. A causa de una paliza de Murry, Brian  perdió casi por completo la audición en el oído derecho.

4. Mami vodka. La madre, Audree Korthof (1917-1998), se desentendía de la pesadilla tragando vodka. A veces tocaba el piano. Nunca discutió una orden de su marido.

5. Suburbiales. El escenario del sueño fue el suburbio, fenómenso social y urbanístico de la bonanza económica de los EE UU durante la Guerra Fría. La patria natal de los Beach Boys fue la ciudad de Hawthorne, cuyo lema era «barrio de buenos vecinos».

6. City of Light (and cars). La familia Wilson vivía en una casa de planta baja de dos dormitorios, salón, cocina y cuarto de baño, en el número 3.701 de la calle 119 Oeste. La ciudad fue engullida por el enorme área metropolitana de Los Ángeles. El automóvil, sobre el que tantas veces cantarían los Beach Boys, era un miembro más de la familia, imprescindible en un territorio desproporcionado de casitas residenciales idénticas.

Brian (segundo por la izquierda) instruye a Mike, Carl, Dennis y David Marks (1962)

Brian (segundo por la izquierda) instruye a Mike, Carl, Dennis y David Marks (1962)

7. Brian Douglas Wilson (20 de junio de 1942), el primogénito, nunca estudió música según los cánones académicos. Sin embargo, fue el compositor más prolífico de los años sesenta, produjo sus discos cuando ningún artista lo hacía y fue capaz de dictar los arreglos para una orquesta de cuerda musitando a cada maestro su línea melódica. A los cuatro años tarareaba Rhapsody In Blue, la obra en la que George Gershwin cruzó el jazz con la música clásica para expresar el mood de una ciudad.

8. Dennis Carl Wilson (4 de diciembre de 1944-28 de diciembre de 1983), el hermano mediano, era apodado Dennis the Menace (Daniel el Travieso) cuando era un crío. Fue el primero que fumó marihuana, que hizo el amor con una chica y que se atrevió a devolverle una agresión a Murry. También era el único beach boy que sabía hacer surf.

9. Carl Dean Wilson (21 de diciembre de 1946-6 de febrero de 1998), el benjamín, era tímido, estaba acomplejado por que tenía tendencía a engordar y llegó a ser un decente guitarrista y, sobre todo, un gran cantante.

Brian tocando el bajo. Detrás, David Marks (1962)

Brian tocando el bajo. Detrás, David Marks (1962)

10. Michael Mike Edward Love (15 de marzo de 1941) era primo de los Wilson por parte de madre. Su familia era mucho más rica, vivía en una mansión y organizaba veladas musicales. En 1959 las cosas se torcieron y la empresa de su padre, dedicada a la construcción metálica, quebró. Mike se resintió del golpe y no cesaba de insistir ante Brian para montar un grupo y «hacernos millonarios».

11. Al Jardine (3 de septiembre de 1942), vecino de los Wilson y compañero de instituto de Brian. Estuvo en el grupo desde el primer momento, pero no veía futuro en la música y lo dejó para estudiar Odontología. En 1964 regresó pese a la oposición de Murry, que había considerado una «traición» su deserción.

12. David Lee Marks (22 de agosto de 1948). Otro vecino. Tocó en los primeros cuatro discos como sustituto de urgencia de Jardine. Era malísimo y los demás le despreciaban, pero ahora le presentan como «miembro fundador» del grupo.

13. Bruce Arthur Johnston (27 de junio de 1942). Mercenario de lujo y con experiencia, fue llamado para reemplazar a Brian en directo cuando éste dejó las actuaciones en 1965. Nunca ha sido miembro de pleno derecho del grupo, sino un músico asalariado, pero gusta de aparecer como propietario de las esencias. Entre 1972 y 1978 fue expulsado por enfrentarse a Mike Love. Johnston, que figura entre los músicos más ricos de los EE UU, es un activo militante del ala más conservadora del Partido Republicano. Hace unos días calificó a Obama de «tonto del culo» y dijo que Reagan fue un gran presidente.

14. Me llamo como mi camisa. Antes de llamarse The Beach Boys —nombre que les pusieron, un poco de rebote, durante su primera grabación como aficionados— preferían The Pendletones, una referencia a la marca de camisas de franela Pendleton, fabricadas en Oregon y usadas por los surfistas para protegerse del viento del Pacífico..

El primer 'single' (Candix Records, noviembre, 1961)

El primer 'single' (Candix Records, noviembre, 1961)

15. Disco en papel de estraza. El 15 de septiembre de 1961 el grupo grabó —con instrumentos alquilados— su primer single, con Surfin’ en la cara A. Dennis, que había aportado la idea para la letra («hay un deporte que practican todos en las playas: el surf») fue expulsado de la sesión porque tocaba muy mal la batería. El disco lo editó, envuelto en una bolsa de papel de estraza, la humilde discográfica Candix y vendió 50.000 copias.

16. Uniforme conservador. Murry quería que el grupo fuera «jodidamente famoso» (y que grabara sus propias composiciones, que consideraba mejores que las de Brian). Primer movimiento: llevar a los chicos a la misma sastrería que vestía a Cary Grant para encargar uniformes: pantalones blancos, camisas y pullovers a rayas. Estilo limpio.

17. Rechazados. Segunda estrategia: intentar negociar un contrato con una compañía potente. El grupo fue rechazado por Liberty, Dot y Decca.

18. «Basura blanca». En Capitol, la última baza de Murry, el rock no gustaba y la primera audición terminó con un dictamen: «estos chicos son pura basura blanca». En un segundo intento la maqueta que llevaba Brian (con Surfin’ Safari y 409) conquistó al promotor Nick Venet, que recomendó la contratación del grupo. El acuerdo era leonino en lo económico y agotador en el ritmo de producción.

Seis singlesy EP's de los Beach Boys

Seis singlesy EP's de los Beach Boys

19. Brian, la máquina. Entre diciembre de 1961 y octubre de 1966, cuando tenía entre 19 y 24 años, Brian Wilson dirigió, compuso, arregló, cantó, tocó y produjo 41 discos sencillos y 12 elepés para Los Beach Boys. Casi todos fueron grandes éxitos en ventas y consolidaron un sonido inequívoco basado en el ideal de California.

20. Cándida Arcadia. El primer número uno nacional de Brian no fue con los Beach Boys, sino con  sus colegas Jan and Dean, para quienes compuso y produjo Surf City (1963). El eslogan con el que se abre la canción se convirtió en un lema de la cándida arcadia californiana que vendía Brian: «Dos chicas para cada chico».

21. Plagiando a Chuck. Habitante de un terreno inocente, Brian quiso ofrecer un homenaje al rock and roll esencial de Chuck Berry tomando la música de Sweet Little Sixteen para componer el himno surfista Surfin’ USA. Berry, para quien el rock siempre se redujo a una palabra, «dólar», litigó ante los tribunales y ganó el pleito: las regalías de la pieza de los Beach Boys han aportado más dinero a Berry que cualquiera de sus temas.

Brian Wilson sostiene a su grupo

Brian Wilson sostiene a su grupo

22. Artísticamente libres. Los Beach Boys fueron el primer grupo en imponer condiciones artísticas a una discográfica, decidir qué temas grabar y con qué músicos y en qué estudios hacerlo. Ni siquiera los Beatles llegaron a pelear por tanta libertad creativa en esa época (1963).

23. «Brian, eres un mariquita». Desde finales de 1963 Brian escuchaba voces dentro de su cabeza, sufría ataques de angustia y somatizaba el estrés con insomnio, palpitaciones y erráticos cambios de humor. Aparentaba seguridad («me siento como una versión de Cassius Clay en clave de rock and roll, invencible») y no dejaba de superarse como productor, compositor y arreglista —The Warmth of the Sun, I Get Around y Don’t Worry Baby son perfectas, inmejorables—, pero se rompía. Intentó detener la ansiedad fumando marihuana, pero los efectos fueron los contrarios. No soportaba la presión, tenía migrañas constantes. Insinuó al resto del grupo que necesitaba un descanso y Mike Love dijo: «Brian, eres un mariquita. Tienes miedo al público». El 23 de diciembre de 1964 sufrió un ataque de pánico a bordo de un avión. Sus compañeros de grupo aceptaron el consejo de los médicos y le permitieron dejar las actuaciones en directo. Se dedicaría a componer, grabar y producir.

24. Paranoia. Con la estructura sentimental interna de un adolescente, Brian había iniciado una enfermiza carrera contra quienes consideraba sus enemigos y, al tiempo, más admiraba: los Beatles, el peligro inglés que podía acabar con su reinado, y Phil Spector, el productor al que veneraba y que había rechazado una de sus canciones. Con el tiempo, la competencia derivo en paranoia y llegó a creer que Spector le espiaba.

"The Beach Boys Today!" (1965)

"The Beach Boys Today!" (1965)

25. Primer ácido. Brian consumió LSD por primera vez en 1965. Sufre un mal viaje («me voló la mente, vi a Dios») y promete que no repetirá, pero repitió. Y mucho.

26. Canciones-sinfonía. The Beach Boys Today! (marzo, 1965) es la primera obra maestra. Brian se desprende de sus compañeros de grupo como instrumentistas y sólo los utiliza como cantantes. Para tocar contrata a los mejores músicos de sesión de Los Ángeles. Empieza a componer cada canción como si se tratase de una sinfonía: Please let me wonder, She knows me too well

27. Canción-LSD. California Girls (1965), es la primera canción compuesta por Brian en ácido.

28. Moralinas Johnston. También fue la primera canción de los Beach Boys en la que participó Bruce Johnston, que utiliza el ejemplo de Brian Wilson para explicar a sus hijos “las consecuencias perniciosas del consumo de drogas”, según ha declarado públicamente, quizá unos minutos antes de cantar California Girls.

29. «Flores y días espléndidos». Comentario de Murry a  Brian durante una sesión de estudio: «¿Otra canción sobre válvulas y pistones, muchachos? ¿Sobre chicas en bikini y surf? Estoy cansado de esa basura. ¿Por qué no escribís sobre temas atemporales? Esas canciones son las que permanecerán: canciones sobre el amor, las flores o los días espléndidos».

30. Murry en la solapa. Iniciativa promocional de Murry:  fabricar cinco mil pins con el lema: “Yo conozco al padre de Los Beach Boys».

Brian Wilson dirige una sesión vocal durante la grabación de "Pet Sounds"

Brian Wilson dirige una sesión vocal durante la grabación de "Pet Sounds"

31. El mejor disco de la historia. Una fecha histórica: 16 de mayo de 1966. Aparece Pet Sounds, según muchos rankings el mejor disco de pop rock de todos los tiempos. No hay ni una sola nota tocada por los Beach Boys, que sólo ponen las voces. Las canciones son sinfónicas, minimalistas, arriesgadas

32. Adiós al surf. Los temas de las canciones son el amor y la pérdida. Para las letras Brian, que no se sentía capaz de afrontar el trabajo, contrató a un redactor de una agencia de publicidad al que apenas conocía, Tony Asher.

33. Los Beatles tienen miedo. Tras escuchar Pet Sounds, los Beatles decidieron posponer la edición del álbum sicodélico en el que trabajan, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. El disco de Brian les atemorizaba.

34. «¿Nada surf?». Cuando les puso el disco, los directivos de Capitol dijeron a Brian: «Es bueno, pero, ¿no tendrás alguna canción sobre surf?».

35. «Oídos de perro». Opinión de Mike Love: «Esto es música ególatra, Brian. ¿Quién va a escuchar esto?, ¿alguien con oídos de perro?».

36. Mejores que los Beatles para los ingleses. A finales de 1966 los lectores del semanario británico New Musical Express eligen a los Beach Boys como el mejor grupo del mundo, por delante de los Beatles. El resultado fue muy ajustado, 5.373 contra 5.272 votos, pero era la primera vez que los Cuatro Fabulosos eran derrotados desde 1963.

Muñeco de Brian Wilson

Muñeco de Brian Wilson

37. La Disneylandia de Brian. Brian compra una mansión en la calle Laurel Way, en Beverly Hills, barrio chic de Hollywood. La convierte en una disneylandia particular: una tienda para fumar marihuana en medio del salón, una plataforma con arena del Pacífico para instalar el piano de cola y componer descalzo —terminó siendo el lugar favorito de los perros para hacer sus necesidades—, habitaciones pintadas de violeta y negro, una colección de muñecas Barbie dentro de cápsulas plásticas insertadas en las paredes, una máquina de discos cargada solamente con singles de los Beach Boys y Phil Spector…

38. Excesivo. Para Good Vibrations, su «sinfonía de bolsillo», Brian grabó 90 horas de música.

36. Anfetaminas. El siguiente proyecto, Smile, quedó sin terminar, enloqueció definitivamente a su creador —que no paró de consumir anfetaminas durante las sesiones—. Iba a ser el disco de una época.

Brian Wilson en su tienda 'Rábano Radiante'

Brian Wilson en su tienda 'Rábano Radiante'

37. Cantante con chivato. Desde entonces la vida de Brian ha sido un calvario: diagnosticado como bipolar y con cierto grado de esquizofrenia, internado en hospitales siquiátricos, al menos dos intentos de suicidio, bulimia (llegó a pesar casi 200 kilos), enclaustramiento (vivió durante dos años en su cama), alejamiento de la realidad, pérdida de memoria (desde su último regreso canta con un telepronter que reproduce las letras de las canciones)…

38. Sacando provecho del drogadicto. El grupo-familia, los Beach Boys, se dedicó a vivir de los réditos. Poblaron sus siguientes discos, en los que Brian no participó o lo hizo sólo a nivel nominal, con sobrantes de Smile, el disco al que Mike Love consideraba «música para drogadictos».

39. Entra Manson. Dennis Wilson estuvo involucrado con la familia de Charles Manson antes de los asesinatos de Sharon Tate y otras personas. Dos de las mansonitas se liaron con Dennis y éste alojó a la familia en su mansión durante meses.

40. Tendero. Brian intentó convertirse en empresario abriendo una tienda de vitaminas y dietética llamada Radiant Radish (Rábano Radiante).

"The Many Moods of Murray Wilson"

"The Many Moods of Murray Wilson"

41. «Son unos perdedores». En 1967 Murry editó un disco como solista, The Many Moods of Murry Wilson. Declaró: «Quiero demostrar que mis hijos son unos perdedores». Lo mejor que se puede decir del álbum es que hace reir. Murry murió de un ataque al corazón en 1973. Está enterrado en una tumba sin lápida.

42. Falso chamán. Brian cayó en las manos del falso sicólogo Eugene Landy —no tenía licencia—, que intentó curarlo, con el beneplácito de los demás beach boys, con técnicas conductistas y verborrea new age. También quiso robarle los derechos de las canciones.

43. Con el Maharishi. Mike Love es adepto de primera oleada de la Meditación Trascendental, la secta del seudo gurú Maharishi Mahesh Yogui —el mismo que cameló temporalmente a John Lennon y por toda la vida a George Harrison—. Love convenció al resto del grupo (excepto a Brian, que estaba suficientemente volado como para no creer en profetas) de montar una gira en la que el Maharishi abría los shows con una prédica. La suspendieron tras el primer concierto, al que asistieron dos mil personas.

Los Beach Boys y el Maharishi en 1968. La foto es de Linda McCartney.

Los Beach Boys y el Maharishi en 1968. La foto es de Linda McCartney.

44. Entra Julio. La carrera de los Beach Boys desde los años ochenta es grotesca. Si quieren sufrir (o mondarse, que también) vean este vídeo: Julio Iglesias, Latoya Jackson y los Beach Boys.

45. Entran los Reagan. Si desean prolongar la sensación (esta vez definitivamente cercana a la naúsea), vean este otro: los Beach Boys rindiendo pleitesía a Ronald Reagan y señora. La hija díscola del matrimonio presidencial, Patti, no asistió al acto. Había sido una de las muchas compañeras de cama de Dennis Wilson, que se paseaba por Hollywood en un Corvette con un lema inequívoco estampado en los laterales: Golden Penetrator (Penetrador Dorado).

Dennis Wilson

Dennis Wilson

46. El final de un surfista. Dennis Wilson murió mientras buceaba a pelo y borracho el Día de los Inocentes de 1983 en un puerto deportivo. Intentaba recuperar fotos de su pasado que había arrojado por la borda de su yate en un ataque previo de furia. Estaba arruinado, mendigaba tragos en los antros («soy el batería de los Beach Boys», decía) y se había enganchado a la cocaína. Son celebres las cocaine sessions, grabaciones pirata en las que Dennis invitaba a rayas y hamburguesas a Brian a cambio de que éste compusiese una canción.

47. Carl Wilson, el beach boy bueno, murió en 1998 de cáncer de cerebro y pulmones.

48. Campeones en demandas. Ningún otro grupo ha litigado más en los tribunales que los Beach Boys. Se han denunciado unos a otros tantas veces que ya nadie lleva la cuenta: Mike Love demandó a Brian por retirarle de los créditos de las canciones, Murry demandó al grupo por ningunear su contribución, Al Jardine y Mike Love litigaron hasta hace muy poco para quedarse con la explotación comercial del nombre del grupo…

49. Good Vibrations. En el ejemplar de este mes de la prestigiosa revista musical Mojo celebran el medio siglo de los Beach Boys con una relación de las cincuenta mejores canciones del grupo. Ésta es la número dos:

50. Surf’s Up. Y ésta es la número 1:

Ánxel Grove

Todd Rundgren, el músico que puso nervioso a John Lennon

Todd Rundgren

Todd Rundgren

La discográfica Edsel sabe aprovechar los huecos temporales que deja la política del o-es-nuevo-o-no-es bueno que campa a sus anchas desde hace décadas en el negocio del rock. Desde hace unos meses la compañía está rellenando un escandaloso vacío, reeditando, a precio bajo y en cajas de dos tres álbumes con material inédito adicional, la discografía de Todd Rundgren (1948), un músico que reúne dos características en pocas ocasiones coincidentes: inteligencia y criterio.

Prolífico y técnicamente superdotado (en 1972 editó el pasmoso doble elepé dónde compone, produce, canta y toca todos los instrumentos, Something/Anything, uno de los discos más bellos de su tiempo), Rundgren ha circunvalado el terreno del pop, se adelantó a la electrónica, se puso al servicio de otros como productor -por ejemplo, New York Dolls, Patti Smith, XTC y Badfinger– y demostró ser valiente y tener voz más allá de la masa al atraverse a decir en público, en 1973, lo que muchos pensábamos pero pocos enunciaban por su carácter incorreccto: que John Lennon era un arribista ridículo intentado sacar partido a la revolución en su etapa de millonario-pero-guevarista (al exbeatle le dolió la certera crítica: su respuesta, en forma de carta abierta, estaba llena de pullas personales contra Rundgren).

"Hermint of Mink Hollow" / "Healing" / "The Ever Popular Tortured Artist Effect"

"Hermint of Mink Hollow" / "Healing" / "The Ever Popular Tortured Artist Effect"

Las siete entregas de las cuidadas reediciones de la obra de Rundgren publicadas hasta ahora (Edsel anuncia que seguirá con el proyecto para completar la discografía) se agrupan así: Runt (1970) y The Ballad of Todd Rundgren (1971); Something / Anything (1972); A Wizard, A True Star (1973) y Todd (1974); Utopia (1974) y Another Live (1975); Initiation (1975) y Faithful (1976); Hermint of Mink Hollow (1978), Healing (1981) y The  Ever Popular Tortured Artist Effect (1983), y A Cappella (1985), Nearly Human (1989) y Second Wind (1991).

Hacerse con la obra íntegra de Rundgren es excesivo e innecesario: algunos discos adolecen de la impaciencia del músico y otros, como los de su banda de rock sinfónico-progesivo, Utopía, son bastante estomagantes, pero al menos un par de las ediciones merecen estar en cualquier discoteca. Hermint of Mink Hollow (1978), Healing (1981) y The  Ever Popular Tortured Artist Effect (1983), los cantos de soledad que grabó Rundgren tras su ruptura con la explaymate Bebe Buell -futura madre de la actriz Liv Tyler-, están llenos de baladas de carnoso sonido de soul de ojos azules.

"Something / Anything"

"Something / Anything"

Si la opción es elegir una pieza única, no hay discusión. Something / Anything no es sólo el pináculo de la carrera de Rundgren, sino uno de los mejores discos de la historia.

Grabado, según el músico, bajo los efectos de la ingesta de Ritalín, la cocaína química, el disco marca la fundación del power pop, con canciones tan inspiradas y fuera del tiempo, es decir, gloriosas, como I Saw the Light, It Wouldn’t Have Made Any Difference o Hello It’s Me.

Ánxel Grove

Los Kinks llegaron a la India antes que los Beatles

The Kinks - "See My Friends" (Julio, 1965)

The Kinks - "See My Friends" (Julio, 1965)

El punto de encuentro entre el rock y los raga de la India suele situarse en una canción de los Beatles, Norwegian Wood, grabada en octubre de 1965 y editada dos meses más tarde, en el sexto álbum del grupo, Rubber Soul.

Los Beatles, más allá de todos sus dones -que fueron muchos-, tienen la capacidad de subvertir la historia. Como a algunos próceres laicos, se les atribuyen milagros que nunca practicaron.

Flashback. Fecha: julio de 1965, meses antes de que los Cuatro Fabulosos grabasen Norwegian Wood.  Lugar: Londres. Paul McCartney, John Lennon y George Harrison escuchan un single que acaba de traer el primero. Es el mismo que figura en la ilustración de la izquierda.

Al acabar la canción, Lennon dice: «Esa guitarra suena como un sitar. Debemos hacer algo parecido».

La escena la cuenta un testigo presencial al que no se puede acusar de parcialidad, Barry Fantoni, músico, locutor de la BBC y amigo íntimo de los Beatles.

La canción que abrió los oídos de los ingleses al hipnotismo de la escala carnática fue See My Friends. La interpretaban The Kinks.

Es el primer crossover entre el rock occidental y la música de la India. Luego llegarían muchos otros: los años setenta estuvieron plagados de intérpretes blancos que intentaron, con bastante poca fortuna, insertar el modelo de melodías sinuosas y abiertas del subcontinente en la psicodelia musical hippie y post-hippie.

La canción de los Kinks, compuesta (letra y música), por Ray Davies, proyección en clave de pop de Charles Dickens, fue una extraña disonancia que descompusó la sensibilidad del momento y apuntó en la dirección contraria (este) a la que todos miraban (oeste – EE UU).

The Kinks, 1965

The Kinks, 1965. Ray Davies, a la derecha.

La inspiración para la melodía ondulante de See My Friends le llegó a Davies en Bombay, durante la gira asiática del grupo en 1965, cuando escuchó la canción de trabajo de unos pescadores que recogían las redes.

La letra (Ella se ha ido / Se ha ido para siempre / Y sólo me quedan / Mis amigos jugando en el río) es el rescoldo de una tragedia. Está dedicada a Rene, la hermana mayor del compositor, que acababa de morir mientras bailaba en un club nocturno. Padecía de una enfermedad cardíaca, diagnosticada tarde y mal. Ella había regalado la primera guitarra a Davies en su 13º cumpleaños.

Eran tiempos duros para el torturado compositor –el más literario, quizá el único que merezca el calificativo, de todos los músicos de la british invasion-.

La primera gira del grupo por los EE UU había sido un calvario: actuaciones mal programadas (una de ellas, organizada por el futuro asesino en serie de adolescentes John Wayne Gacy, que se prendó de Davies), ruptura con su agente, un veto del sindicato de músicos porque los Kinks se negaron a pagar la cuota por tocar en televisión y el desengaño de no lograr conquistar al mercado yanqui.

Davies sufrió un colapso nervioso y debió retirarse de las actuaciones durante unos meses. El padecimiento dió frutos relucientes. El siguiente disco del grupo, Face to Face (1966) es todavía uno de los mejores de su carrera: íntimo, maduro y con inolvidables canciones reflexivas.

Ánxel Grove