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Los tatuajes que protegen a las mujeres

Hay regiones donde las mujeres aún se tatúan la cara, la barbilla, la frente, lo pómulos, las manos, las piernas, el pubis; hacen de la sangre y la tinta un ritual íntimo. Talismanes que emiten avisos. Líneas que envían al forastero un mensaje, pero también al ser querido: si vienes a joderme, mi espíritu guardián te hará picadillo.

Primera regla:

Nunca subestimes a una chica del desierto, y menos a su espíritu protector.

Si viajas al Norte de Marruecos, en el olvidado Rif, o te pierdes por las cabilas argelinas, podrás ver a estas mujeres. Muchas de ellas ancianas ya, pero aún fuertes, risueñas. Sentirás la mirada que te ensarta bajo sombreros de mimbre y pañuelos. Aparecerán como una manada en las cercanías de las casas bajas de un solo piso, armadas por esas líneas matriarcales que adornan sus rostros.

Son geometrías indescifrables para el neófito, y puede que para el resto de los hombres.

El origen de estos tatuajes se perdió en los tiempos en que adorábamos el fuego celeste, antes de que los humanos convirtiéramos a dios en una neurosis.

Fíjate por ejemplo en la siguiente fotografía. En la belleza y poder de esta mujer joven nacida en el Atlas Sahariano.

 

Mujer amazigh tatuada en Argelia. 1905. Autor: Lehnert Landrock. Ouled Naïl Girl. Wikimedia Commons.

Mujer amazigh tatuada en Argelia. 1905. Autor: Lehnert Landrock. Ouled Naïl Girl. Wikimedia Commons.

Su mirada ha cruzado un siglo y aún es capaz de retarte. Ojos desafiantes, ensalzados por esas marcas que recuerdan a la cruz bereber, vestigio de un culto solar extinto que ha llegado hasta nuestros días. Parecen las cicatrices de una batalla espiritual.

Si te fijas un poco más verás que las señas puntúan un triángulo o pirámide en el rostro ovalado de esta mujer hinchada de fuego.

Ella es la esfinge.

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