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‘Ciudades portátiles’ construidas en maletas

'Portable Cities' - Yin Xiuzhen

La visión del equipaje deslizándose sobre las cintas transportadoras del aeropuerto activó la inspiración de la artista. El contenido de una maleta es el hogar de cada uno y cada vez llevamos ese hogar de un lugar a otro con mayor facilidad, las distancias físicas se reducen.

Considerada una figura destacada en el arte contemporáneo chino, Yin Xiuzhen (Beijing, 1963) incluye a menudo en sus trabajos objetos usados y explora en sus creaciones temas relacionados con la globalización y la homogeneización del mundo. Procedente de la capital de China —que en estos últimos años ha arrasado sin piedad con barrios y edificios históricos para hacer sitio a construcciones modernas— es especialmente sensible al modo en que se están desarrollando las ciudades en el presente.

En Portable Cities (Ciudades portátiles), Xiuzhen fabrica urbes con prendas de segunda mano y retales que proceden de los habitantes anónimos de la misma ciudad que representa. Como terreno para los edificios blandos usa maletas usadas abiertas: cofres que atesoran las pertenencias, los recuerdos y los objetos cotidianos y necesarios para quienes viajan. En un momento en que somos capaces de cambiar radicalmente de emplazamiento en unas pocas horas, la artista interpreta la maleta como un ancla a nuestra identidad.

'Portable cities' - Yin Xiuzhen

A lo largo de los años ha creado modelos correspondientes a París, Groningen, Berlín, Düsseldorf, Nueva York, Seattle, Vancouver, Melbourne, varias ciudades chinas (Beijing, el Paso Jiayu, Shénzhen)… Para completar la instalación, la artista pone altavoces dentro creando bandas sonoras para cada lugar y deja una pequeña abertura similar a una mirilla para que el espectador observe, en el fondo de la maleta, un mapa de la ciudad.

Helena Celdrán

'Portable Cities' -Sydney

Yin Xiuzhen - 'Portable Cities' - New York

'Portable cities' - Yin Xiuzhen

'Portable Cities' - Yin Xiuzhen

‘In Orbit’, 10 días viviendo en una rueda

'In Orbit'

En la superficie interior y exterior de la rueda hay una silla, un escritorio, un mueble-cuarto de baño, una lámpara, una pequeña cajonera y una cama. Los creadores de In Orbit (En órbita) definen la instalación como «arquitectura performance« y ahora exponen su obra en The Boiler, una sala de exposiciones propiedad de la galería Pierogi de Brooklyn (Nueva York). La particularidad reside en que además los autores pasan las 24 horas en la estructura.

Boceto del proyecto 'In Orbit'

Boceto del proyecto ‘In Orbit’

La acción artística se inauguró el día 28 de febrero y durará hasta el 9 de marzo. En la rueda de madera y acero de más de 7,5 metros de alto creada por ellos, los artistas Ward Shelley y Alex Schweder habitan por separado el interior y el exterior de la circunferencia con lo mínimo para realizar actividades básicas diarias. Para dormir, sentarse ante el escritorio o lavarse las manos deben ponerse de acuerdo para rotar la vivienda y lo ideal es que realicen la misma actividad al mismo tiempo. Cuando abandonen el hogar circular el 9 de marzo la estructura permanecerá en la galería hasta el 5 de abril para que la visiten los curiosos también tras el experimento.

Ambos artistas tratan en su obra la relación entre los espacios y las personas. Schweder ve esa conexión como «permeable», la persona «percibe» el ambiente y se moldea a él, pero además altera ese ambiente para que «corresponda a su fantasía». Conoció a Shelley en 2005 y desde entonces han realizado varias instalaciones en torno a los «efectos sociales de la arquitectura».

Para Stability (Estabilidad)—una performance realizada en Seattle (EE UU) en 2009— ocuparon durante una semana una estructura de madera hecha por ellos en la que debían orquestar sus actividades para mantener el equilibrio de la pequeña vivienda. En Counterweight Roommate (Compañero de piso contrapeso)—realizada en Basilea (Suiza) en 2011— habitaron durante cinco días, atados con arneses, una construcción vertical en la que uno dependía por completo del movimiento opuesto del otro. «Cuando uno desea ir arriba a la cocina el otro debe bajar al baño», especifica Shelley en su descripción del proyecto.

En In Orbit vuelven a necesitar la ayuda del compañero de piso, pero no parecen estresados: en el vídeo se aprecia cómo se coordinan con cautela, casi con aburrimiento, acostumbrados a convivir de la manera más incómoda posible.

Helena Celdrán

In Orbit - Ward Shelley and Alex Schweder

Los espejos mecánicos de Daniel Rozin

'Angles Mirror' - Daniel Rozin

«Los espejos nos permiten observarnos a nosotros mismos de la misma manera en que observamos a otros. (…) A pesar de su sencillez, un espejo es un objeto profundamente complejo, tiene la capacidad de mostrar a una multitud de espectadores un reflejo único y no hay dos personas que vean la misma imagen aunque la estén viendo juntas», dice Daniel Rozin (Jerusalén-Israel, 1961) en una entrevista.

El artista residente en Nueva York  hace «espejos mecánicos», conjuntos de objetos que en origen no provocan reflejos y que de un modo u otro reproducen la imagen y los movimientos de quien permanece frente a ellos. Las «instalaciones interactivas» interpretan la presencia humana invitando al espectador a jugar con la obra y amplían el concepto del lo que debe ser un espejo.

Desde finales de los años noventa utiliza sus creaciones para examinar el modo en que construimos una imagen, el instante en que reconocemos mediante ilusiones ópticas y combinaciones una figura reconocible. El Espejo de madera, uno de sus primeros proyectos, reflejaba las imágenes con un mosaico de tonos marrones; Rozin sigue con la tónica en sus últimas dos instalaciones, protagonizadas por abanicos y simples piezas alargadas de plástico que recuerdan a las manillas de un reloj.

Fan Mirror (Espejo abanico) se compone de 153 abanicos de Corea, China, Taiwán, Japón y España montados sobre una estructura que a su vez forma un gran abanico de más de cuatro metros de largo. Cada ejemplar tiene un pequeño motor controlado por ordenador y conectado a una cámara para que reaccione al movimiento cuando el espectador se aproxima. Angles Mirror (Espejo de ángulos) proporciona siluetas más precisas con 465 pequeñas tiras de plástico que giran según los impulsos de una cámara.

El artista se nutre de las sensaciones que nos causa la visión de nuestra imagen, y aprovecha la base «intuitiva y emocional» del rito de mirarnos. Declara que ese punto de partida le sirve para sorprender al espectador cuando la superficie —denominada como espejo— promete reflejar el aspecto propio y sin embargo «se comporta de manera diferente a la que estamos acostumbrados a esperar».

Helena Celdrán

Un proyecto artístico demuestra el potencial de zanahorias, rábanos, remolachas…

'Final Bloom' - Eugene Soler

‘Final Bloom’ – Eugene Soler

La capacidad de crecimiento de algunas verduras no termina en el momento en que desechamos las hojas inservibles para consumirlas. El arquitecto y diseñador australiano Eugene Soler ilustra en un experimento entre artístico, poético y científico cómo la vida se abre paso en los restos de zanahorias, rábanos, nabos, remolachas y otras verduras de raíz.

La instalación artística Final Bloom (Florecimiento final) se presentó este mes en el Instituto Británico de Diseño de Interiores (BIID), en Londres, como interpretación visual de un ciclo de conferencias sobre cómo la unión de arte y ciencia influye cada vez más en las soluciones creativas de los diseñadores de interiores.

Inspirado en las ilustraciones científicas del pasado y en los bocetos de carácter divulgativo, fruto del deseo de los artistas por saber y descubrir, Soler llama con el proyecto al «sentido de la curiosidad y del asombro producido por el mundo natural».

Consiguió las sobras de restaurantes locales, de la cocina de un servicio de cátering y de casas particulares de amigos. También pidió la colaboración de los visitantes, que podían llevar los restos de hortalizas de casa para aportarlas a la iniciativa.

Bocetos para 'Final Bloom'

Bocetos para ‘Final Bloom’

En construcciones con varias bandejas que se rellenaban de agua con un sencillo sistema, se podía comprobar cómo seguían creciendo y saliéndo nuevas hojas que alcanzaban un tamaño considerable empujadas por el ansia por sobrevivir. «Hay algo poético en estos brotes, después de cortarlos siguen creciendo, incluso cuando ya se han convertido en desechos. Quería crear un hábitat para ellos, una incubadora para que florecieran una vez más«, cuenta el autor en unas declaraciones a una publicación online especializada en diseño y arquitectura.

Final Bloom provoca además la reflexión sobre nuestra idea equívoca de lo que consideramos desechable. Las hojas de la zanahoria son comestibles, ricas en nutrientes y se pueden agregar a ensaladas y sopas. Las hojas de nabo tienen más beneficios para la salud que la raíz que consumimos, las de la remolacha pueden cocinarse como si fueran espinacas. Soler quiere con el proyecto «que seamos más conscientes de nuestra tendencia a tirar cosas que tienen más potencial y belleza en ellos» de lo que nosotros pensamos.

Helena Celdrán

La ‘cocina rotatoria’, un escenario para el caos

'Rotating Kitchen' - Zeger Reyers

‘Rotating Kitchen’ – Zeger Reyers

En una cocina pequeña, pero bien equipada, limpia y ordenada, donde una mujer hace gazpacho dando sorbos de vez en cuando a una copa de vino. Ajena al movimiento de los visitantes de la Kunsthalle de Düsseldorf (Alemania), la cocinera termina y abandona el cubo en el que la estancia está construida. Inesperadamente la habitación empieza a ladearse. El estruendo de las botellas, los botes y los utensilios son sólo el comienzo de la decandencia del escenario, que pronto se transforma en un recipiente sucio y de objetos rotos.

Rotating Kitchen (Cocina rotatoria) puede verse como una extravagancia sin sentido, un experimento de ciencias de nivel básico o —como lo ve su creador, el artista afincado en Holanda Zeger Reyers (1966)— una instalación artística que reflexiona sobre el desperdicio de comida en nuesta sociedad y sobre el micromundo que genera el propio destrozo de la obra. El gran cubo estuvo girando con lentitud durante tres meses, hasta que apenas se distinguía nada de la estancia original.

Reyers explora en sus trabajos cómo la naturaleza y las reacciones físicas más elementales afectan al mundo artificial creado por el ser humano. Según el artista necesitamos «crear diferentes ambientes para cualquier situación» y por eso tenemos la urgencia de inventar «coches, neveras, calefacción central» y otros objetos que nos ayuden a «manipular» nuestro entorno. «En este modelo hecho por el hombre (…) no hay ni una sola célula, ni siquiera una molécula» que siga su curso natural», dice en su página web. La cocina de Rotating Kitchen es rebelde e incontrolable, un espacio para el caos en nuestro orden inventado que sólo necesita de la ley de la gravedad para escapar de nuestro dominio.

Helena Celdrán

El petróleo que vuelve a la lata, una reflexión artística sobre los vertidos

Son nueve latas de gasolina, con etiquetas de aspecto anticuado y colocadas en un expositor. Una de ellas —la del centro— presenta una fuga de la que parecen caer las gotas amarillentas que forman el charco de la superficie que aguanta el expositor.  Pero la trayectoria del petróleo no es clara: si el espectador se acerca se dará cuenta de que el combustible parece volver a la lata aunque el vertido no se haga más pequeño.

'Supermajor' - Matt Kenyon

‘Supermajor’ – Matt Kenyon

El estadounidense Matt Kenyon, autor de la instalación a la que ha llamado Supermajor, forma parte del colectivo de artistas SWAMP, que con obras de arte de carácter crítico abordan temas relacionados con las corporaciones globales, los medios de comunicación, la industria, el ejército…

En sus intervenciones utilizan la electrónica, el software, la mecánica e incluso organismos vivos. Tres tentetiesos hinchables (con la forma de tres mascotas de tres cadenas de hamburgueserías) crecen hasta explotar. Un robot programado para localizar charcos de Coca-cola a su alrededor y tirarse el líquido por encima, se autodestruye cuando el refresco corroe sus materiales.

Supermajor es una reflexión sobre la mancha de fuel que recientemente se ha avistado en el Golfo de México. El suceso está ligado al catastrófico vertido de la compañía petrolera BP en el 2010, con 4,5 millones de barriles vertidos en el océano. Los investigadores alertan de que después de dos años hay varios miles de barriles de petróleo más atrapados entre los restos del naufragio, con fugas que seguirán contaminando el agua durante un periodo indefinido de tiempo. La mancha es sólo una de las muchas que asolarán la zona en los próximos años.

El truco visual parece sencillo, recuerda a la típica jarra de cerveza (frecuente en las tiendas de regalos de dudosa utilidad) que nunca se vacía, pero Kenyon no revela la técnica. Las gotas, en un bucle infinito, se meten en la lata agujereada sin que el charco se reduzca nunca, la analogía con la realidad es dolorosa.

Helena Celdrán

El día en que los peatones le roban espacio al coche

Park(ing) Day en Flint (Michigan-EE UU), Bogotá (Colombia), Vancouver (Canadá), Dallas (Texas, EE UU), San Francisco (California, EE UU) y Múnich (Alemania)

Park(ing) Day en Flint (Michigan-EE UU), Bogotá (Colombia), Vancouver (Canadá), Dallas (Texas, EE UU), San Francisco (California, EE UU) y Múnich (Alemania)

Por un día, los peatones le roban espacio al coche convirtiendo una plaza de aparcamiento en un lugar para estar, construir y compartir.

Hoy se celebra en todo el mundo el Park(ing) Day, una iniciativa artística que oscila entre la crítica y el juego, en la que participan también ciudadanos y activistas y que lleva a reflexionar sobre el espacio exagerado que ocupan los vehículos en las ciudades, siempre en detrimento de sus habitantes.

El nombre del proyecto modifica la palabra aparcamiento, que con sólo tres letras menos se convierte en parque. Park(ing) Day, ahora internacional, nació en 2005 en San Francisco (EE UU). El estudio de diseño Rebar ideó una intervención artística sencilla: pagar dos horas de parquímetro (el máximo de tiempo permitido) en el centro de la ciudad y crear un «espacio público temporal». El proyecto fue creado para «explorar el abanico de actividades posibles en un alquiler a corto plazo, provocar una examen crítico de los valores que generan los espacios público urbanos».

Las posibilidades creativas son una excusa para aportar algo al barrio. Hay quien pone césped artificial para disfrutar de una improvisada zona verde, otros organizan talleres de manualidades para niños, ponen una gran mesa con termos de café y té, hacen una ilustración colectiva en el suelo con tiza, juegan una partida de ajedrez, exhiben un huerto en grandes macetas, montan una minibiblioteca

Por si surgen las dudas sobre los procedimientos de seguridad, pormenores e ideas, Rebar aloja en pdf un manual listo para descargar. En la página web de la iniciativa, un mapa señala las plazas de aparcamiento ocupadas, para poder visitarlas ese día y participar en el fenómeno: en España, reseñadas, sólo hay cuatro. Para la próxima edición deberíamos animarnos a reclamar lo que puede ser nuestro, el espacio que los ciudadanos nos merecemos para disfrutar de la vía pública.

Helena Celdrán

Paisajes de chucherías para explorar la felicidad momentánea

'Bing Bong, Bing Bang' - Pip & Pop

‘Bing Bong, Bing Bang’ – Pip & Pop

Colinas de azúcar rosa pobladas de personajes que podrían decorar tartas, montículos de bolitas de colores, llanuras de motivos florales con colores que despiertan el deseo de comer dulce…

Nicole Andrijevic y Tanya Schultz son Pip & Pop, un dúo de artistas de Perth (Australia) que trabaja con golosinas. Sus miniaturas y paisajes combinan los colores pastel de las chucherías con técnicas inspiradas en los mandalas tibetanos y el kawaii, la cultura japonesa de lo «bonito», que invade en Japón los objetos y mensajes cotidianos de caras sonrientes, tiernas mascotas y tonos alegres.

En las instalaciones  que realizan desde el año 2007, siempre se han decantado por materiales efímeros —caramelos, gominolas, creaciones de papiroflexia, objetos de usar y tirar— que en conjunto exploran la sensación de felicidad momentánea, el paraíso artificial del consumo y el entusiasmo instantáneo asociado con la infancia.

Cada creación aparece como desparramada en el suelo de la sala de exposiciones, produce visiones que recuerdan a planetas lejanos o vistas aéreas. Los niños acuden encantados.

Helena Celdrán

'Sweet Sweet Galaxy'

‘Sweet Sweet Galaxy’

Elaboración de 'I can hold the sun'

Elaboración de ‘I can hold the sun’

Detalle de 'I can hold the sun'

Detalle de ‘I can hold the sun’

'Three minutes happiness'

‘Three minutes happiness’

'Bing Bong, Bing Bang'

‘Bing Bong, Bing Bang’

 

Una casa de muñecas a tamaño natural

'The Dollhouse' - Heather Benning

‘The Dollhouse’ – Heather Benning

Las paredes están pintadas con tonos suaves y los muebles son de una sencillez campestre pero atractiva. La casa de dos habitaciones, cocina y salón perteneció a una familia de granjeros que la abandonó en 1968, tal vez con la falsa ilusión de que la gran ciudad era el futuro. 35 años después, la vivienda de madera era una ruina olvidada en la que se fijó la artista canadiense Heather Benning.

The Dollhouse  fue una instalación artística y ahora es un proyecto fotográfico que presenta la transformación de una granja abandonada en una casa de muñecas a tamaño natural.

La granja casa abandonada

La granja casa abandonada

La construcción de madera estaba en Manitoba (una provincia de la parte central de Canadá), a 30 kilómetros de Redvers (Saskatchewan), donde Benning pasaba en 2008 un año como artista residente. Durante más de un año, limpió escombros, rellenó con yeso las grietas de las paredes, pintó las habitaciones  y se hizo con muebles y decoración que correspondieran a lo que habitualmente se encontraba en una vivienda de los años sesenta, la última década en que la casa fue habitada.

Sustituyó una de las paredes con metacrilato para poder ver desde fuera el interior de cada habitación. El aspecto final era el de una casa recuperada, pero estéril, con objetos excesivamente bien colocados, pocos detalles personales y sobre todo, sin presencia humana. Celebró una exposición para mostrar el edificio a quien quisiera visitarlo y con el proyecto tuvo la sensación de unir dos líneas de tiempo: «Pude enseñar el aspecto que tenía la casa antes de ser abandonada y al mismo tiempo el aspecto que tiene 35 años después».

Detalle del interior de la casa

Detalle del interior de la casa

La artista (que ha realizado otros trabajos relacionados con la conexión que establecemos con los lugares que habitamos) tiene la certeza de que los lugares moldean nuestras ideas y sentimientos «y al mismo tiempo, nuestras ideas y sentimientos animan los lugares«.

Con la conversión de una casa real en una de muñecas, deja clara la sensación a la que se refiere. En las fotografías, las estancias tienen un aspecto adorable, pero carecen del carácter que se le imprime a diario a cada objeto que contiene un hogar.

Helena Celdrán

Algas para convencernos de que podemos cambiar el mundo

Las algas han crecido en forma de mapamundi y permanecen sobre una superficie transparente y protegida que las preserva de la fragilidad exterior.

El canadiense residente en Nueva York Byron Rich es diseñador industrial y autor de Protista imperialis, una bioinstalación interactiva creada para concienciar al ser humano de la manera más gráfica posible sobre el deterioro del planeta Tierra, el cuerpo celeste que contiene la vida, tan frágil como el organismo verde.

'Protista Imperialis' - Byron Rich

‘Protista Imperialis’ – Byron Rich

El alga es capaz de mantenerse o destruirse, regulada por un mecanismo que depende de la actitud de la persona que lo contempla. «Si se aproxima a la obra y mantiene un compromiso activo, el espectador es capaz de preservar la vida de la bioescultura. Una vez se desentiende de la pieza, el aparato cambia a un estado en que la escultura decae», explica en su página web.

Rich logra la extraña circunstancia con sensores de movimiento que emiten una señal que se traduce en un tono de alta frencuencia. Los estímulos de esa señal se apagan con la quietud del espectador en los alrededores de la obra. La reacción molecular en el alga es la falta de crecimiento.

Con la metáfora, el diseñador ilustra la capacidad de cada persona para contribuir a la sostenibilidad del planeta y alerta sobre la apatía que causa el pensamiento de que todo esfuerzo individual es innecesario o de poca utilidad.

Helena Celdrán