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Un alfabeto antiesclavista para niños estadounidenses

Letras A y B del 'Alfabeto antiesclavista' (1946)

Letras A y B del ‘Alfabeto antiesclavista’ (1946)

Escuchad, pequeños niños
Escuchad a nuestra serio llamamiento:
Sois muy jóvenes, eso es cierto,
Pero podéis hacer mucho.
Incluso podéis suplicarle a los hombres
Que no vuelvan a comprar esclavos,
Y que a esos que ya tienen
Con rapidez los liberen.
Puede que escuchen lo que vosotros decís
Aunque con nosotros aparten la mirada.
A veces, cuando volváis del colegio,
Podéis hablar con vuestros compañeros,
Hablarles del destino de los niños esclavos
Sin madre y desolados.

Así comienza el texto introductorio del Anti-Slavery Alphabet (Alfabeto antiesclavista), un sencillo libro infantil editado en 1846 por la Sociedad Antiesclavista Femenina de Filadelfia (EE UU), fundada en 1833 por 18 mujeres y afiliada a la Sociedad Antiesclavista Estadounidense. El tomo fue publicado para «inspirar a una nueva generación de abolicionistas» y se vendió en diciembre de 1846 en una feria organizada por la asociación.

Las autoras del libro, Hannah y Mary Townsend, eran dos hermanas de Filadelfia de la comunidad religiosa de los cuáqueros: cristianos, sin credo establecido, y convencidos de que es necesario vivir rigurosamente en la honradez y en la paz para estar cerca de Dios. Llamados también Sociedad Religiosa de los amigos, estaban (y siguen estando) especialmente presentes en este estado.

A diferencia de muchas de las organizaciones abolicionistas de mujeres, los historiadores destacan que la de Filadelfia —a la que pertenecían las Townsend— fue una de las pocas activas antes de la Guerra Civil, el conflicto que asoló el país entre 1861 y 1865 y que había enfrentando (aunque no como motivo principal) a los estados del Norte (en contra de la esclavitud) con los del Sur (a favor).

Estructurada en un abecedario, en 16 láminas y cosida a mano, la obra repasa con cada letra (pintada también a mano) aspectos de la esclavitud, con personajes y objetos que desgajan los detalles de la situación.

A es un Abolicionista.
Un hombre que quiere liberar
Al desdichado esclavo y dar a todos
La misma libertad.

B es el Hermano con una piel
Con un tono más oscuro
Pero a los ojos del Señor
Tan estimado como tú.

H es el Perro de caza entrenado por su amo,
Que olfatea el rastro
Del infeliz fugitivo
Y lo devuelve tembloroso a su lugar.

I es el Infante
Arrancado de los brazos de su cariñosa madre,
Y, en una subasta pública, vendido
Con caballos, vacas y maíz.

W es la Columna de castigo
Al que atan al esclavo
Mientras en su espalda desnuda, el látigo
Provoca heridas sangrantes.

Z es el hombre entusiasta, sinceroFiel, justo y verdadero;
Un serio defensor de los derechos de los esclavos
¿Lo serás tú también?

A propósito de la celebración este año de los 150 años de la emancipación en los EE UU, el Mississippi Department of Archives and History ha escaneado la obra al completo y la pone a disposición del público en imágenes de gran tamaño.

Helena Celdrán

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anti-slavery alphabet - C y D

anti-slavery alphabet-Letters U y V

anti-slavery alphabet - Y y Z

Las ilustraciones más extravagantes de los manuscritos medievales y renacentistas

Ilustración de 'Livre de la Vigne nostre Seigneur'. Manuscrito francés fechado entre 1450 y 1470

Ilustración de ‘Livre de la Vigne nostre Seigneur’, manuscrito francés fechado entre 1450 y 1470.

Exhiben su minuciosa belleza en códices y pliegos de pergamino y papel. Permanecer encerrados en monasterios y palacios ha permitido a buena parte de los manuscritos iluminados de la Edad Media y del Renacimiento conservar en un asombroso estado los colores y las escenas al completo. Comenzaron siendo obra exclusiva de los monjes, pero con el tiempo la creciente demanda de las ilustraciones convirtió los manuscritos en negocio y grupos enteros de artesanos se encargaron de las cuidadas ediciones no sólo de textos religiosos, sino de crónicas y obras literarias seculares.

Tendemos a pensar en el arte de los manuscritos como obras limitadas a representar escenas bíblicas o de caballeros andantes, con personajes algo inexpresivos y de un lenguaje corporal artificial, pero la larga tradición artística y la diversa procedencia de las ilustraciones (todos los países de Europa las utilizaron como medio de comunicación visual al igual que las esculturas y los relieves de las catedrales) convierten el género en una manifestación visual rica y con inesperadas ramificaciones.

Discarded image|discarding images (Imagen desechada|desechando imágenes) es una sorpresa que barre las ideas preconcebidas sobre el manuscrito medieval y renacentista como aburrido, hierático y pobre en comparación con el arte posterior. El microblog de la plataforma Tumblr reúne desde febrero de 2012 inusuales detalles extraidos de ilustraciones que acompañan a textos de los siglos IX al XVI como el excelso Roman d’Alexandre (1338-1344) belga o el Gorleston Psalter inglés, célebre por los motivos de animales realizados en los márgenes.

A veces no son más que mínimas aportaciones a la compleja ornamentación de una página. El autor (anónimo) explota el carácter cómico, terorrífico y extraordinario de los motivos. Además de las comunes representaciones de la muerte o de las criaturas demoniacas que acechan al fiel, hay parejas desnudas en la cama, descuartizamientos, ollas infernales llenas de cléricos y nobles, una rata llevando un pájaro atado con un cordel y cabalgando sobre un gato, castillos construidos sobre elefantes, un ser humano ataviado con una capa roja e incubando un montón de huevos, un grupo de cuatro monos bebiendo vino…

Helena Celdrán

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Ilustración del manuscrito suizo 'De interioribus hominis Aurora consurgens', St. Gallen. Siglo XV.

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La ‘rueda de libros’, el e-book del renacimiento

La 'rueda de libros' de Agostino Ramelli

La ‘rueda de libros’ de Agostino Ramelli

A veces los inventos del pasado se presentan como precursores mágicos de lo que ahora todos damos por hecho. Que el lector pudiera tener a su disposición varios libros a la vez, abiertos por una página en particular y ordenados de un modo eficiente para su rápida localización era un privilegio que propiciaba el estudio conjunto y la relación de varias disciplinas . La creación facilitaba el proceso de investigación de los humanistas, que —al contrario de lo que nos sucede en el presente— no veían fronteras entre la ciencia, la filosofía y el arte: todo era conocimiento.

En el siglo XVI el ingeniero italiano Agostino Ramelli (1531-1608?) —reconocido en su época como uno de los más brillantes inventores que estuvieron al servicio del ejército— publicó el libro Le Diverse et artificiose machine (1588), ahora una pieza esencial de la historia de la ingeniería. El tomo, ilustrado con 194 grabados, detalla cómo construir todos los proyectos que propone el autor y constituye uno de los primeros testimonios impresos detallados de la técnica del renacimiento.

La rueda de libros es una de las joyas ocultas en el brillante volumen. El ingenio es una especie de noria mecánica con capacidad para almacenar una docena de libros abiertos a conveniencia del usuario. Lo que puede parecer a simple vista una idea naíf, en realidad es un antecesor del hipertexto, una innovadora manera de unir fuentes y relacionar escritos que es tendador comparar con Internet o el libro electrónico.

La rueda 'mejorada' de Nicolas Grollier de Servière

La rueda ‘mejorada’ de Nicolas Grollier de Servière

Ramelli planeaba construir la rueda con un engranaje planetario (compuesto por varios engranajes externos que rotan sobre uno central, ahora muy común en la transmisión de los coches). El sistema, entonces utilizado en los relojes astronómicos, garantizaba que los estantes permanecerían en el mismo ángulo en cualquier posición en la que estuviera la noria.

A pesar del detalle en la descripción de la rueda de libros, parece ser que el italiano nunca la construyó, pero la idea siguió seduciendo a bibliófilos, artistas e ingenieros. El diseño fue copiado en 1611 por el alemán Heinrich Zeising en su manual Theatrum Machinarium (que ahondaba en la relación de las máquinas con los libros) y el inventor francés Nicolas Grollier de Servière (1596-1689) criticó la complejidad de la máquina y la simplificó en una nueva versión.

400 años después de su primera aparición, el arquitecto Daniel Libeskind construyó en 1986 una máquina de leer para la Bienal de Arquitectura de Venecia. En 2012, la artista francesa Léa Lagasse recuperó la creación renacentista en The Awaken Dreamer, una instalación en la que el participante debía seleccionar pasajes de entre las novelas de Vladimir Nabokov almacenadas en la rueda.

Helena Celdrán

El tigre autómata del sultán Tipu, una obra de arte macabra

'El tigre de Tipu' del Museo Victoria and Albert de Londres

‘El tigre de Tipu’, en el Museo Victoria and Albert de Londres

El tigre devora a su víctima, un hombre joven de atuendo europeo que intenta en vano defenderse con el brazo izquierdo a pesar de saber que su muerte es ya inevitable. Las fauces de la fiera están clavadas en el cuello y no hay posibilidad de sobrevivir.

Algunas de las rayas que componen el estampado del animal están huecas. La figura es en realidad una caja de resonancia para un órgano de teclas básicas y sonido aflautado. Los fuelles, controlados con una manivela que regula el aire, simulan con confusos sonidos los rugidos del tigre y los lamentos del humano. El mecanismo también activa el brazo del hombre, que sube y baja sin lograr que el depredador se inmute.

Detalle del 'Tigre de Tipu'

Detalle del ‘Tigre de Tipu’

Tipu’s Tiger (El tigre de Tipu), una de las piezas más curiosas del museo Victoria & Albert de Londres es un autómata de finales del siglo XVIII, casi a tamaño real y de madera que llama la atención por el dramatismo de la situación que recrea.

La elaborada pieza fue un encargo de Fateh Ali Tipu (1750-1799), sultán de la ciudad de Mysore y del sur de la India de 1782 a su muerte. Era enemigo acérrimo de la Compañía Británica de las Indias Orientales, una sociedad de inversores que tenía el monopolio del comercio en la zona y extendía así el dominio británico por el país. Tipu armó a su ejército contra el imperialismo y pronto fue conocido en Europa por su anglofobia y por su obsesión por los tigres, que adornaban la mayoría de sus posesiones y se habían convertido en el símbolo real del sultán.

Tipu Saib

Tipu Saib

Durante las varias guerras que lo enfrentaron al ejército de la Compañía Británica de las Indias Orientales, parece ser que Tipu tuvo noticia de un macabro suceso en 1793, ampliamente difundido en la India y en el Reino Unido. Un hombre joven de nacionalidad inglesa que cazaba cerca de Calcuta había sido atacado por un enorme tigre que, según las crónicas, medía «1,37 metros de alto y 2,74 de largo» que le provocó la muerte. La víctima era el único hijo del general Hector Munro, rival de Tipu en una de las guerras contra los británicos en  Mysore. Hechizado por la historia, el dirigente mandó construir el autómata.

Tipu, apodado el Tigre de Mysore, comenzó ganando en la ciudad de Haidar y luchaba con fiereza por derrotar a los ingleses en Seringapatam (capital de su reino), donde ordenó pintar en las casas escenas de tigres atacando a europeos, guardaba a los animales vivos preparados para el asedio e incluso se dice que tenía pozos llenos de tigres hambrientos que despedazaban a los prisioneros. Para la batalla, el sultán vestía una armadura con figuras de la fiera y equipaba a sus soldados con trabucos, cañones, armaduras y sables que mostraban al felino en actitud poderosa y agresiva.

Murió en Seringapatam en 1799, en la última de las cuatro batallas que libró contra los británicos, que destruyeron la fortaleza que protegía la ciudadela de la capital. El autómata terminó en Londres y una bomba alemana en la II Guerra Mundial causó un gran daño al mecanismo de fuelles, que ya no reproduce los rugidos ni los lamentos de los protagonistas de la escena.

Helena Celdrán

Arquitectura invisible: edificios demolidos, incompletos y utópicos

La 'Globe Tower' que se iba a construir en Nueva York

La ‘Globe Tower’ diseñada para  Nueva York en 1906

Una ciudad amurallada (en Hong Kong, demolida en 1992), que en la década de los ochenta fue uno de los puntos más densamente poblados del planeta; una especie de torre Eiffel con cúpula, que en 1906 se proyectó en Nueva York para Coney Island; la Torre de Babel, que según la Biblia provocó el enfado de Dios y condenó a la humanidad a hablar diferentes idiomas…

The Unbuilt (Lo no-construido) es una colección  —modesta y aparentemente abandonada, pero exquisita— de reseñas de edificios que no existen, obras que quedaron condenadas al proyecto y a la utopía, fueron demolidas, destruidas o nunca completadas. Su autor, interesado en la historia de estos testimonios arquitectónicos invisibles, es anónimo, algo frecuente en los microblogs de la plataforma Tumblr, parcos en palabras y generosos en imágenes. Aunque la página ya no se actualiza, merece la pena una visita para descubrir las joyas que ofrece.

'Cénotaphe à Newton'

‘Cénotaphe à Newton’

Entre las pequeñas historias rodeadas de romanticismo que recopila la página hay fiascos económicos, arquitectos idealistas, monumentos megalómanos y situaciones insostenibles. El Cenotafio de Newton, un monumento funerario a la memoria de Isaac Newton, uno de los científicos más notables de la historia, es de momento la última entrada de la selección de construcciones malogradas de The Unbuilt.

Proyectada en 1.748 por el arquitecto neoclásico francés Étienne-Louis Boullée, la construcción allanaba ya en el siglo XVIII el camino hacia la arquitectura moderna que desarrolló Le Corbusier. Boullée creía en las formas geométricas limpias sin adornos superfluos, en la sencillez de una arquitectura expresiva, clara en su propósito. Sus detractores, riéndose de la poesía la llamaban «arquitectura parlante».

El monumento iba a contar con una esfera de 150 metros de diámetro, que descansaría sobre una base circular rodeada de cipreses, y crearía con luces y sombras el efecto del día y la noche. La luz del sol entraría por unos diminutos agujeros a la bóveda simulando las estrellas y por la noche un foco simularía la iluminación diurna. La simetría, el orden y la armonía de las formas eran el espíritu de la inspiración newtoniana, que iluminaba con una luz eterna el conocimiento de los científicos.

A pesar de que nunca se realizó, en su día circuló en forma de grabados entre los círculos de profesionales y aún ahora se considera un diseño visionario. El cenotafio es, irónicamente, uno de los proyectos más famosos del arquitecto francés. Habría que preguntarse si Isaac Newton hubiera preferido la esfera como sepulcro en lugar de la Abadía de Westminster de Londres, donde descansa junto a otros notables británicos.

Helena Celdrán

Hotel Attraction - Antonio Gaudi

El ‘Hotel Attraction’ , un proyecto de hotel-rascacielos que Antoni Gaudí diseñó por encargo para ser construido en Nueva York

El Palacio de los Sóviets, una construcción megalómana diseñada en los años treinta para Moscú y que representaría los ideales del régimen soviético

‘El Palacio de los Sóviets’, una construcción megalómana apenas empezada, diseñada en los años treinta para Moscú, que iba a representar los ideales del régimen soviético

 

La ciudad amurallada de Kowloon, en Hong-Kong, en la que vivían 33.000 personas en 4 kilómetros cuadrados

La ciudad amurallada de Kowloon, en Hong-Kong, en la que vivían 33.000 personas en 4 kilómetros cuadrados

Huevos fritos con sangre y otros excesos del punk

Punks en las calles de Londres

Punks en las calles de Londres

Refrescante maldición y última exhalación con forma de ladrido que emergió del cadáver del rock, el punk rebosa suculentas gotas de sangre, vómitos existenciales —y gástricos—, mutilaciones, muerte y maldición.

Tres décadas y media después de God Save the Queen, la gran jugada comercial y sólida descarga sonora de los Sex Pistols, que no inventaron el punk —fecundado en los EE UU unos años antes— pero sí vendieron la marca al resto del mundo, revisar el género más orgullosamente paleto de la historia (con perdón del heavy) puede parecer un ejercicio idiota y fuera de lugar, pero si nadie discute el derecho a reivindicar la desmesura del Marqués de Sade, predicar la violencia necesaria de Jean Genet o añorar el arte de la vida como crónica de excesos de Hunter S. Thompson, también podemos trazar el decorado de vicio hedonista, peligro consumado y ansias suicidas del punk, la última escuela basada en la necesidad de asesinar a los maestros y, de paso, asesinar al maestro que reside en cada ego.

Lo que sigue es un conjunto de excesos y absurdos, un ramo de flores podridas por voluntaria desatención, una enumeración  —tomada en buena parte del libro no traducido al español The Official Punk Rock Book of Lists, una colección de eructos que pueden leerse como versículos de un poema diabólico— que quizá parezca remota pero que otorga un sentido de proclama tosca y coherente a un movimiento que nació para morir de prisa y ejercer, en tanto durase la vida, la zafiedad más cafre. Bienvenidos al mundo bárbaro del punk rock y sus momentos más cerriles, es decir, más lúcidos.

Sid Vicious, 1978 (Foto: Bob Gruen)

Sid Vicious, 1978 (Foto: Bob Gruen)

Huevos fritos con sangre

El fotógrafo Bob Gruen —el mismo que había firmado la foto-póster de John Lennon con la camiseta de New York City dos tallas más pequeña de lo que demandaba el buen gusto— estaba presente y lo ha contado.

Noche en un bar de carretera de las malas tierras del Midwest. El autobús de los Sex Pistols, que están de gira por los EE UU, se detiene para que los músicos y su cohorte coman algo. Sid Vicious pide un bistec y un par de huevos fritos. Un cliente redneck —gorra de marca de tractores, camisa vaquera— se acerca:

— Eres Vicious, ¿verdad? Vas de duro, veamos si eres capaz de hacer esto, dice antes de apagar contra la palma de la mano un cigarrillo encendido.

El bajista no parece impresionado.

— ¿Hacerme daño? ¡Claro!, dice.

Con el cuchillo de carne, el músico se da un tremendo tajo en la palma de la mano y sigue comiendo. La sangre gotea sobre los huevos fritos.

Sid no deja una miga en el plato. Moja pan en la mezcla.

Wendy O. Williams

Wendy O. Williams

 Un disparo de escopeta ante las ardillas

Wendy O. Williams, que se lubricaba el cuerpo para salir a escena casi desnuda al frente de su grupo, The Plasmatics, tenía una imagen feroz y fue detenida varias veces por obscenidad.

Cuando decidió morir, en 1998, unas semanas antes de cumplir 49 años, eligió darse un tiro de escopeta en la cabeza.

Fue un suicidio meditado —dejó cartas, regalos, una declaración para ser ayudada a morir en caso de que fallase en el intento y resultase herida y un mapa para que encontrasen el cuerpo— y anunciado: lo había intentado dos veces antes con barbitúricos.

En la nota final escribió: «El acto de quitarme la vida no es algo que haga sin meditarlo mucho. No creo que la gente deba matarse sin una reflexión profunda y durante un período considerable de tiempo. Creo firmemente, sin embargo, que el derecho de hacerlo es uno de los fundamentales que cualquier persona en una sociedad libre debería tener. Para mí la mayor parte del mundo no tiene sentido, pero mis sentimientos sobre lo que estoy haciendo suenan alto y claro en mi oído interno, en un lugar donde no hay ego, sólo calma. Siempre con amor, Wendy».

Vegetariana, entregada al cuidado de los animales y retirada desde 1991 en una casa en los bosques de Connecticut, la radical plasmática (que se definía como anarquista violenta), fue al encuentro de la muerte con una bolsa de nueces para, como hacía todos los días, dar de comer a las ardillas. Luego apretó el gatillo.

Carpeta de un single pirata de los Sex Pistols con "Belsen Was a Gas"

Carpeta de un single pirata de los Sex Pistols con «Belsen Was a Gas»

Galería de ofensas

Ni el sexo que emanaba de las caderas de Elvis Presley, ni las letras para asustar a mamá de los Rolling Stones. Ningún género de música pop ha sido tan incorrecto y ofensivo como el punk. Los trolls del ultraje y los meapilas de moral delicada sin un ápice de sentido del humor tienen en el punk un vastísimo campo de lapidación. Unas cuantas ofensas:

Beat on the Brat – Ramones. Joey Ramone compuso la canción (Golpea al mocoso / Con un bate de beísbol) cuando un crío con berrinches y mamitis le estropeó la placidez de una tarde de playa. Fue la primera de una larga serie de viñetas paródicas del inolvidable cuarteto-caterpillar: en Blitzkrieg Bop convierten en ritmo las guerras relámpago nazis, en Now I Wanna Sniff Some Glue proponen combatir el aburrimiento de la clase media esnifando pegamento y en Carbona Not Glue recomiendan sustituir el pegamento por los productos abrasivos de una conocida marca de artículos de limpieza.

Belsen Was a Gas – Sex Pistols. [El campo de concentración] de Belsen era guay / Lo escuché el otro día / En las tumbas abiertas / Donde estaban los judíos. Los Sex Pistols juegan con el holocausto, calificando al campo de la muerte de Bergen-Belsen como un gas (de gasear, pero también de lugar divertido).

Little Bit of Whore – Johnny Thunders. Lo peor es que el zopenco Thunders, que tenía bastante mal amueblada la sesera pese a su instinto asesino como guitarrista, creía lo que decía en este vil retrato de las mujeres (hay un poco de puta / en cada chica). Tuvieron que llegar las formas más groseras del rap para decirlo peor.

Darby Crash

Darby Crash

En busca de la anestesia

Darby Crash, cantante del grupo de hardcore punk The Germs, había anunciado tantas veces que se suicidaría que nadie le tomaba en serio. Cosas del loco Darby, pensaban.

Hijo de una familia disfuncional —padre ausente, madre abusadora y hermano muerto con la jeringa clavada en la vena—, Crash tenía un coeficiente intelectual muy alto y había estado matriculado en una universidad relacionada con la Iglesia de la Cienciología.

Entró en la élite del punk californiano cuando las bravas actuaciones de su grupo aparecieron en el documental The Decline of Western Civilization (Penelope Spheeris, 1981), donde se le puede ver declarando que necesitaba drogarse en el escenario para anestesiarse contra el dolor de los impactos de los objetos —botellas, latas y lo que estuviese a mano— que lanzaban sus fans.

En un viaje al Reino Unido probó la heroína y se dejó llevar por la aterida pasividad del más potente de los anestésicos.

El 7 de diciembre de 1980, en una pensión de mala muerte, ejecutó su promesa y se inyectó una dosis que sabía de antemano que le conduciría a la muerte. Tenía 22 años.

En los últimos instantes de vida logró garabatear una nota en la que dejaba su cazadora de cuero al bajista de la banda.

En 2007 hicieron un biopic horrible sobre su vida, What We Do Is Secret.

GG Allin

GG Allin

Con los calzoncillos puestos

Es discutible que GG Allin pueda ser considerado algo más que un palurdo exhibicionista, pero tiene derecho a figurar en el panteón del punk con grado de almirante: desde su nombre bautismal, Jesus Christ Allin —el padre juraba que Dios le había visitado para anunciarle que el niño sería un nuevo mesías—, hasta la estupidez extrema que ejerció con pasión le convierten en una referencia obligada.

Violento —estuvo en la cárcel por intento de homicidio—, patán, fascistoide y de gustos singulares —se peleaba a trompadas sangrientas con sus fans, defecaba en los conciertos y se untaba con sus deposiciones, que también entregaba en comunión al público—, Allin fue llamado payaso, imbécil y también «el mayor degenerado de la historia del rock».

No dejó nada reseñable musicalmente, sus canciones eran meras ceremonias de griterío y pavoneo grotesco, pero fue el más punk de todos en arrebatos y cochinadas.

Durante años anunció que se suicidaría en directo durante un concierto en la noche de Halloween, pero nunca tuvo las agallas para hacerlo. El 27 de julio de 1993, tras una actuación en un garito de Manhattan en el que apenas cantó un par de canciones y compartió varias docenas de guantazos con el público antes de que se fuera la luz y llegara la policía, se largo de farra vestido con un taparrabos y cubierto de mierda —hay vídeos de su paseo por las calles neoyorquinas con una tropa de fans—.

Allin acabó en un apartamento donde esnifó mucha heroína y se quedó frito. Los asistentes a la fiesta se chotearon de la escasa resistencia del más killer de los punks y se hicieron fotos al lado del cuerpo inerte. Varias horas después, cuando se hizo de día, alguien no demasiado colocado se dió cuenta de que el cantante era un cadáver. Murió con los calzoncillos (sucios) puestos.

Joey Ramone

Joey Ramone

Ángeles en el lecho de muerte

Un contrapunto de ternura para endulzar el agrio spleen del punk, el género musical donde la señal más apasionada de respeto por parte del público era escupir al ídolo.

Algunos de los intérpretes más ariscos se transmutaban en ángeles cuando el final era inminente.

Kurt Cobain —uno de los hijos putativos con más renombre del punk— eligió como banda sonora para su escenografía suicida un disco de REM, Automatic for the People, que puso en el reproductor mientras preparaba la escopeta.

El cantante de bubblegum-punk más adorable de la historia, Joey Ramone, intentó combatir los dolores finales causados por el linfoma con una pastoral de U2, In a Little While.

Ánxel Grove

Winston Churchill retratado en su peor momento

'Winston Churchill' - William Orpen - Lent by the Churchill Chattels Trust -  Image © National Portrait Gallery, LondonLent by the Churchill Chattels Trust -  Image © National Portrait Gallery, London

‘Winston Churchill’ – William Orpen – Lent by the Churchill Chattels Trust – Image © National Portrait Gallery, London

Winston Churchill (1874-1965) es en la memoria colectiva el gran orador, el valeroso estratega, el líder nato, el extraordinario político que además tenía cultura (fue Premio Nobel de Literatura en 1953). En los momentos más oscuros de la amenaza nazi sobre Inglaterra, sus discursos en el Parlamento ayudaban a tomar impulso a los desolados londinenses que aguantaban la pesadilla de los bombardeos diarios: «Defenderemos nuestra isla, sea cual sea el coste. Lucharemos en las playas, lucharemos en los terrenos de desembarque, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas: nunca nos rendiremos«.

Con la imagen imborrable del fumador de puros de mirada desafiante, el aspecto del estadista e intelectual resulta sorprendente en el retrato que acaba de ser cedido a la National Portrait Gallery de Londres. Realizado por el pintor irlandés William Orpen en 1916 cuando Hitler no era todavía más que un soldado raso, el cuadro muestra a Churchill, entonces Ministro de Marina británico (Primer Lord de Almirantazgo, el puesto más alto de la Marina Real Británica), en su peor momento político.

Tenía 42 años y sentía el peso insoportable las muertes de la Batalla de Galípoli. Eran los años de la I Guerra Mundial: en 1915 los aliados franceses y británicos decidieron conquistar Constantinopla (la actual Estambul) para aislar a las potencias centrales del mar. El estrecho de los Dardanelos (en Turquía), centro de la Guerra de Troya y punto estratégico en el siglo XIV cuando los otomanos atacaron al Imperio bizantino, fue el escenario de la masacre.

Churchill en los años de la II Guerra Mundial

Churchill como Primer Ministro durante la II Guerra Mundial

Churchill apostaba por un desembarco masivo, que pillara desprevenido al Imperio otomano, pero el efecto sorpresa no fue tal: una serie de indecisiones de los altos mandos relentizaron la acción y los turcos estaban listos para el ataque en las playas. Murieron 50.000 británicos (entre los que abundaban neozelandeses y australianos), 5.000 franceses y 60.000 turcos. Lo que iba a ser una operación limpia y rápida se convirtió en una agonía sangrienta de francotiradores e historias de supervivencia en cuevas.

El ministro no dudó en dimitir y su reputación sólo fue restituida en parte cuando en la Comisión de los Dardanelos (1916-1917) se demostró que él no era personalmente responsable del fracaso de la operación.

El cuadro muestra a un hombre asediado por el miedo y debilidad, que encorva ligeramente la espalda como buscando cobijo en sí mismo. Tiene el cuello de la camisa mal doblado y la pajarita aflojada; el poco pelo que le queda en la cabeza se rebela, los mechones se alzan puntiagudos. La mirada es de un sufrimiento contenido por el ceño de seriedad. Al ver la obra terminada, Churchill confesó a Orpen que era el mejor retrato que le habían hecho. «No es la representación de un hombre. Es la representación del alma de un hombre».

Desde el 1 de noviembre y por un tiempo indeterminado, el cuadro se puede ver en la National Portrait Gallery. Pertenecía a Winston S. Churchill (nieto del político y fallecido en 2010) y los herederos cumplen su última voluntad mostrándolo al público en el museo.

Helena Celdrán

El pato mecánico que hacía la digestión

Una hipótesis sobre el interior del pato de Vaucanson

Una hipótesis sobre el interior del pato de Vaucanson

Era capaz de comer de la mano, tragar los granos de maíz, digerirlos y expulsarlos convertidos en heces. El Canard Digérateur (El pato que digiere) era obra del francés Jacques de Vaucanson (1709-1782), ingeniero especializado en autómatas, al que se le atribuyen inventos revolucionarios, como el primer telar automático.

Fabricado en cobre recubierto de oro, con más de 400 piezas móviles y del tamaño de un pato de verdad, el ave mecánica parpaba, flexionaba sus patas y se tragaba la comida de modo realista, moviendo el cuello para que se deslizara mejor. Pero lo más importante, lo que lo elevó al invento del momento, era su capacidad de producir excrementos.

El pato se había convertido en una estrella. Su mecanismo a la vista permitía al público deleitarse con el proceso digestivo. Vaucanson (que incluso había dotado al animal con un tubo de goma por el que viajaba el alimento) explicaba que en el interior había «un pequeño laboratorio químico» que recreaba la descomposición de la comida con jugos gástricos artificiales, pero lo cierto es que el milagro no era verdadero: un compartimento secreto contenía una papilla verde que simulaba el alimento digerido y la comida se depositaba en otro depósito, algo que no se supo hasta mucho después.

Autodidacta y aficionado desde niño a los mecanismos, en una época en la que los autómatas fascinaban a las cortes europeas de la Ilustración, representaba el espíritu de la intelectualidad de la época: sus autómatas reflejaban un interés enciclopédico por la técnica, la anatomía y el arte. Entre sus admiradores estaba Voltaire, que veía en el ingeniero «un prometeo moderno».

Su primera creación famosa, en el año 1738, fue la figura de un flautista, del tamaño de un hombre, capaz de tocar 12 melodías. No se trataba de un truco barato, el autómata reproducía el sonido con la mecánica de sus músculos artificiales. El inventor recreó el funcionamiento de una tráquea y la complejidad de la lengua con sistemas de fuelles y tubos. Los dedos del flautista eran de madera recubierta de una tela que imitaba la textura de la piel, indispensable para obtener la sensibilidad necesaria al tacto con el instrumento.

Pero el pato era su carta de presentación. Tras haber ganado mucho dinero, cansado de dedicarse al entretenimiento y viendo que corría el riesgo de encasillarse, decidió mandar de gira a sus autómatas y aprovechar el entusiasmo del rey Luis XV (fascinado por el ave), que poco después nombró a Vaucanson inspector de manufacturas de seda, confiándole las mejoras técnicas de la importante industria, amenazada por los avances de Inglaterra.

El audaz ingeniero vendió sus juguetes y poco más se supo de ellos. Parece ser que el pato apareció en el sótano de una casa de empeños de Alemania unas décadas después. Johann Wolfgang von Goethe tuvo la oportunidad de ver en 1805 al ave artificial ya maltrecha, en poder de un coleccionista. «Todavía devoraba copos de avena con brío, pero había perdido sus poderes digestivos», escribió Goethe en su diario.

Helena Celdrán

El jardinero italiano que elaboraba retratos de pájaros utilizando plumas

Un loro y un zarapito, una especie exótica y otra local ilustradas por Minaggio

Un loro y un zarapito ilustrados por Dionisio Minaggio

El gran cormorán, la garcilla cangrejera, la serreta chica… Los collages de aves tienen un afán naturalista, con detalles en el pico, las patas y el plumaje que distinguen a cada ejemplar con esmero científico.

Hay dos circunstancias que hacen del Libro de las Plumas una pieza excepcional: que la materia prima que se empleara para representar a cada ave fueran (casi en su totalidad) plumas y que fuera creado a principios del siglo XVII.

El autor no fue un célebre ornitólogo ni un famoso artista. Dionisio Minaggio trabajaba en el año 1618 como jardinero jefe del entonces Ducado de Milán. Eleanor MacLean (estudiosa de la singular obra) apunta a que el libro pudo ser un encargo de Don Pedro de Toledo Osorio, Marqués de Villafranca y gobernador de Milán. El noble había sido almirante y viajado en expediciones que lo llevaron a aficionarse a los pájaros exóticos, pero no hay nada que confirme la hipótesis.

Otros sugieren la posibilidad de que Minaggio fuera una mente inquieta que simplemente quería aprovechar las plumas de las aves que se preparaban en las cocinas y veía en la práctica artesanal un modo de mantener entretenido al personal de los jardines en las frías tardes de invierno.

Un charrán y un pájaro carpintero

Un charrán y un pájaro carpintero

Seguramente ayudado por sus asistentes, tardó años en completar el tomo de 157 collages. El compendio de retratos incluye especies propias de la región de Milán alternadas con otras exóticas (como loros) que pudieron ser regalos de los exploradores a miembros de la corte. Incluso hay un intento de retratar a un dodo (o a una especie cercana y también extinta) para el que Minaggio debió fijarse en dibujos y testimonios.

Todas las láminas del libro están elaboradas con plumas sin tratar ni teñir, con lo que se ha convertido también en un ejemplar de interés por la antigüedad de las muestras de tejidos animales que contienen los collages.

Minaggio también rompió los moldes en el modo de presentar a las aves al ser uno de los primeros en ilustrar aspectos del comportamiento del ave en lugar de simplemente mostrarla: ilustró a un pájaro carpintero cazando con la lengua a los insectos que habitan en el tronco de un árbol o a un charrán sobrevolando una ciudad, con una técnica torpe, pero en un momento en que nadie representaba un pájaro en pleno vuelo.

Portada del 'Libro de las plumas'

Portada del ‘Libro de las plumas’

El tomo está ahora en la biblioteca de la Universidad McGill de Montreal (Canadá), que lo exhibe digitalizado al completo, en alta resolución, para que cualquiera pueda disfrutar los detalles de cada página. Tras la colección de especies, el Libro de las plumas vuelve a sorprender con escenas detalladas de caza, mercaderes, músicos y figuras arquetípicas de la Comedia del Arte, también elaboradas con plumas y que descubren las destrezas narrativas y técnicas del misterioso jardinero.

La figura de Minaggio permanece en la oscuridad. Algunos estudiosos apuntan a que podría haber sido un arquitecto paisajista y no un jardinero. Tenía un buen conocimiento de las aves, pero tampoco era un experto. Por el poco texto de la obra, se sabe que había recibido educación, pero algunos errores en la ortografía (tanto en latín como en italiano) hacen suponer que su nivel tampoco era alto, aunque parecía querer poner remedio a eso.

Helena Celdrán

Palomas pioneras de la fotografía aérea

Palomas fotógrafas

Palomas fotógrafas

Julius Neubronner (1852-1932), un farmacéutico alemán de un pueblo no lejos de Frankfurt, solía usar palomas mensajeras para recibir recetas de un sanatorio cercano. Las aves no solo iban a buscar las prescripciones: Neubronner las volvía a enviar con hasta 75 gramos de medicación para los pacientes.

Aunque era el método más rápido en 1903 para que la pequeña mercancía llegara con urgencia, a veces la profesionalidad de las palomas dejaba que desear. Se despistaban por la niebla y perdían la orientación, en algunas ocasiones desaparecían y llegaban cuatro semanas más tarde sospechosamente bien alimentadas…

El farmacéutico, aficionado desde la adolescencia a la fotografía, decidió crear un método para investigar en qué se entretenían sus mensajeras: adjuntarles una pequeña cámara que ilustrara sus recorridos.

Julius Neubronner en 1914

Julius Neubronner en 1914

Neubronner se convirtió en 1907, por casualidad, en un pionero de la fotografía aérea. En un arnés reforzado con aluminio, la paloma llevaba una cámara mínima, hecha de madera, que pesaba de 30 a 75 gramos y que contaba con un sistema neumático para que el disparador se activara solo. La máquina tenía dos lentes que captaban sendas imágenes de modo simultáneo.

El animal, al principio reticente y deseoso de llegar a su destino para despojarse de la carga, aprendía con rapidez a transportarla sin problema. Un año después, el farmacéutico patentó el invento y ganó reconocimiento internacional  exhibiendo en las exposiciones internacionales de Dresde, Frankfurt y París las imágenes que tomaban sus aves, vendiéndolas como postales y mostrando a las palomas, aterrizando tras dar una vuelta, armadas con sus cámaras caseras.

Cuando Alemania se armaba hasta los dientes pocos años antes de la I Guerra Mundial, el ejército se interesó por el sistema de Neubronner como posible técnica de espionaje, pero por suerte, el rápido desarrollo de la aviación hizo que la idea no pasara de la fase experimental y las palomas pudieron seguir dedicándose al arte por el arte.

Helena Celdrán

Fotos aéreas tomadas por las palomas

Fotos aéreas tomadas por las palomas