Entradas etiquetadas como ‘heroína’

Boogie, fotógrafo del Belgrado en todas partes

Belgrado (Boogie, 2008)

Belgrado (Boogie, 2008)

Vladimir Milivojevich nació en 1969 en Belgrado, que entonces era parte de Yugoslavia y ahora es la capital de Serbia. El lugar convulso y el tiempo transcurrido desde entonces hacen innecesarios los detalles: el desmenbramiento de la antigua república, las guerras étnicas, las matanzas, la extrema pobreza, la heroína como único Prozac…

En los años noventa Belgrado era un infierno poblado por desquiciados e inocentes también desquiciados y Vladimir Milivojevich empezó a hacer fotos para mantener la cordura. Con una vieja cámara que le regaló su padre, un pintor de iconos ortodoxos, atravesaba la ciudad en raids frenéticos. Los amigos empezaron a llamarle Boogie por el aterrador Bogeyman de tantos cuentos y cómics de pesadillas.

Muchacho gitano posando con pesas de cemento en Belgrado (Boogie, 1996)

Muchacho gitano posando con pesas de cemento en Belgrado (Boogie, 1996)

Boogie, que surcó las venas abiertas de Belgrado sin perder la razón, es ahora uno de los fotógrafos más cotizados del mundo en ese género que llaman urbano y que en realidad debería llamarse espejo. Vive en Nueva York, es un habitual de las campañas publicitarias de Nike y ya no necesita las fotos para evitar la locura. Cultiva tomates en el huerto, tiene una hija, se permite elegir los trabajos que desea y no desea hacer y por primera vez ha comenzado a usar el color.

Llegó a la capital del imperio por una lotería. Textualmente: en 1997 él y varios amigos presentaron solicitudes para el sorteo de visados que organizan de cuando en vez los EE UU para demostrar que al paraíso también puedes acceder como si estuvieses ante una tragaperras de Las Vegas.

Salvador de Bahía, Brasil (Boogie, 2004)

Salvador de Bahía, Brasil (Boogie, 2004)

Boggie ganó la visa y se largó de Serbia, pero Serbia no dejó que se fuera su alma. El fotógrafo sigue viviendo en un Belgrado mental y, allá donde vaya, lleva encima los espectros de la ciudad infernal, protonazi y abandonada por Occidente de los años noventa.

Incluso desde su condición de residente legal (por gracia de la lotería) en el territorio del sueño americano, Boogie ha reencontrado las pesadillas de Serbia. En una entrevista de hace un año las enumeraba: la desigualdad, la creencia de que las soluciones meramente económicas son válidas todavía, el ahogo de la clase media, la sensación de que un «nuevo feudalismo» llama a la puerta

Las fotos de Boogie son prolongaciones de una angustia universal, huelen a la carne quemada que abunda como plato único.

Un pandillero y su hermana pequeña. Brooklyn (Boogie, 2003)

Un pandillero y su hermana pequeña. Brooklyn (Boogie, 2003)

En los últimos años, con una furia rayana con lo obsesivo, ha retratado callejones peligrosos, pandilleros armados, perros de presa entrenados para matar, jeringuillas y cruces gamadas clavadas en la piel, mujeres que venden sexo, jóvenes de México, Brasil, Brooklyn o Estambul con un futuro que se limita a la próxima hora…

Pese a la contradicción de que el fotógrafo aplique la misma mirada turbia en sus fotos millonarias para Nike —¿quien está libre de pecado en la lucha por subsistir a la que nos condenan?—, conviene visitar el Belgrado global de Boogie. Es la ciudad que nos espera en la lotería.

Ánxel Grove

Anciana cortando carne en el parque. Belgrado (Boogie, 1993)

Anciana cortando carne en el parque. Belgrado (Boogie, 1993)

Una pareja juega al dominó en La Habana durante un corte de luz (Boogie, 2003)

Una pareja juega al dominó en La Habana durante un corte de luz (Boogie, 2003)

Williamsburg, Brooklyn (Boogie, 2005)

Williamsburg, Brooklyn (Boogie, 2005)

Sonia esperando al camello de crack. Brooklyn (Boogie, 2005)

Sonia esperando al camello de crack. Brooklyn (Boogie, 2005)

Skinhead (Boogie)

Skinhead (Boogie)

Tokyo (Boogie)

Tokyo (Boogie)

Una señal de aviso para los soplones colocada por los Latin Kings en Brooklyn (Boogie, 2005)

Una señal de aviso para los soplones colocada por los Latin Kings en Brooklyn (Boogie, 2005)

Gitano, Belgrado (Boogie, 1997)

Gitano, Belgrado (Boogie, 1997)

El músico que ensayaba en un puente

"The Bridge" (Sonny Rollins, 1962)

«The Bridge» (Sonny Rollins, 1962)

Treinta y dos años, perilla, 100% hip —la acepción original de hip: valentía, bohemia, propensión al viaje cósmico, más cool que el cool—… Sonny Rollins regresa en 1962 con The Bridge. Desde 1959 se había mantenido en un sabático silencio, retirado de discos y actuaciones, sin ganas de merodear por las iluminadas sendas de la gloria, temeroso de que los halagos («el coloso del saxo», «el renovador del jazz»…) se le subiesen a la cabeza.

The Bridge, contenido y menos arriesgado de lo que esperaban sus admiradores, no tenía el fuego de Saxophone Colossus (1956), el disco que contenía Blue 7, la más hermosa canción de Rollins. Pero The Bridge atesoraba una historia hermosa.

Durante el retiro de casi cuatro años, Rollins, que vivía en Nueva York, no quería dejar de tocar, buscándose y buscando, pero tenía un problema grave: no podía pagar un local de ensayo y el apartamento en el que vivía con su mujer en el Lower East Side era pequeño y pertenecía a un edificio con demasiados vecinos, a los que el saxo de Rollins podía molestar.

Sonny Rollins posa en el puente

Sonny Rollins posa en el puente

En uno de sus paseos por el barrio, el músico terminó en la pasarela peatonal del puente de Williamsburg, sobre el río East: barcos por debajo, coches y vagones de metro a ambos lados. «¡Había encontrado mi local de ensayo! Un lugar privado en medio de la ciudad donde podía soplar el saxo tan fuerte como me diera la gana», dijo más tarde.

A diario y durante años, en el calor sofocante y húmedo del verano y el frío cortante del invierno, Rollins —a menudo acompañado por otros músicos— ensayó en el puente. Se sentía tan cómodo añadiendo banda sonora al cisco urbano que el tiempo se suspendía: alguna de las sesiones alcanzó las quince horas de duración. El disco de retorno, The Bridge (El puente), era un homenaje al local de ensayo.

Quince años más tarde, la empresa de sonido Pioneer contrató a Rollins para un anuncio sobre sus equipos de alta fidelidad. Eligieron los ensayos en el puente como motivo central, pero decidieron, en un giro esteticista, sustituir la fea estructura de Williamsburg por la mucho más icónica y lucida del puente de Brooklyn.

Rollins, que en septiembre cumplirá 82 años, es ahora un músico patrimonial y venerable que no molesta a los vecinos. En 2010 el presidente Obama le entregó en persona la Medalla Nacional de las Artes. Pocos recuerdan su pasado de asaltante a mano armada y heroinómano —fue uno de los primeros presos (1952) en someterse voluntariamente en los EE UU al tratamiento sustitutivo de la metadona—.

Yo prefiero imaginarlo solo, entre barcazas, automóviles y trenes, tocando el saxo tenor en el puente más feo de Nueva York.

Ánxel Grove

El primer disco de Clapton tras salir de la heroína

"461 Ocean Boulevard" - Eric Clapton, 1974

"461 Ocean Boulevard" - Eric Clapton, 1974

Adolescente prodigio del blues entendido como idioma británico —primero con los Yardbirds y luego con John Mayall & The Bluesbreakers—, dios del vuelo astral y sólido con Cream, integrante del primer supergrupo, autor de la canción de amor más arrebatada del rock, hilador de desgracias, venerado y respetadísimo guitarrista para todos los públicos

La carrera de Eric Clapton, que en 2013 cumple medio siglo sobre los escenarios, tiene demasido matiz como para ser abarcable con una sola mirada. El carácter frágil del personaje, la mala sombra que parecía abocarle a la desdicha, algunos movimientos musicales erráticos y la acomodación reciente en el estatus de playboy, artista de masas y habitante de las revistas de papel couché tampoco contribuyen a que sea posible separar el agua del aceite, las grandes obras de las medianías.

De la tortuosa discografía del guitarrista de Surrey —demasiado desordenada, como si Clapton buscase en el zig zag un refugio contra sus demonios interiores—, rescato hoy una pieza menor: 461 Ocean Boulevard, un disco editado en julio de 1974 al que pocas veces se resalta bajo la compleja sombra de una obra marcada por la incotinencia.

Eric Clapton, 1974

Eric Clapton, 1974

El disco es humilde y apocado: no hay estremecedores solos de guitarra, la producción es de bajo nivel y los músicos parecen tocar sentados, sin necesidad de desmelenarse.

Algo de eso hay: Clapton acaba de salir de una radical rehabilitación para desengancharse del consumo esnifado de heroína —en su biografía jura que nunca se la metió por vía endovenosa—, que le llevó a gastar unos 20.000 euros semanales y no abandonar un encierro de tres años. Todos le daban por acabado tras la edición de Layla and Other Assorted Love Songs (1970), una obra inolvidable que pareció maldecir a sus intérpretes. Con 461 Ocean Boulevard  logró confiar en sí mismo otra vez.

Aunque la historia se quedó con I Shoot the Sheriff, versión de una canción de Bob Marley que se convirtió en el primer número uno de las listas de ventas que conseguía Clapton, 461 Ocean Boulevard contenía mejores canciones. Mi favorita es Get Ready, un sorprendete lamento soul, que Clapton compuso a medias con Yvonne Elliman.

Pese al tono de alivio del álbum —al que contribuyó que se gestase en la blanca mansión de las afueras de Miami que aparece en la cubierta—, el peligro seguía poniendo zancadillas a Clapton y sus colaboradores. La heroína fue sustituida por el mucho más lento pero no menos letal alcohol. Carl Radle, bajista y mano derecha de Clapton, bebía incansablemente —murió seis años más tarde de cirrosis hepática—. Clapton también le dió duro a la botella y tuvieron que pasar más de quince años para que abandonase la dependencia.

Ánxel Grove

La desolación de Billie Holiday

Billie Holiday a los 18 años

Billie Holiday a los 18 años

El desamor, la fatiga, la desolación, la soledad, la mala fortuna de caer siempre en la casilla equivocada del juego. Billie Holiday (1915-1959) cantaba con el único estilo personal que podía emanar de su pecho. Cada canción que escogía era un himno a ella misma.

Víctima de una madre que no sabía tener a una hija a su cuidado, violada por un vecino a los 11 años, prostituta a los 13 (junto a su madre) hasta que la policía cerró el burdel… Holiday inició su carrera artística en los bares del Harlem neoyorquino. En 1931, descubierta por el productor y cazatalentos John Hammond, su fama comenzó a crecer y no la abandonó hasta la muerte. Cantaba como lo haría un instrumento de jazz con cuerdas vocales: Improvisaba en cada actuación. Hacia cambios constantes en las canciones, que nunca interpretaba igual dos veces.

Esta semana el Cotilleando a… es para Billie Holiday, la trágica dama del blues que nunca supo a quién o a qué entregarse para no sufrir.

Eleanora

Billie -Eleanora Fagan- con dos años

1. Hija no deseada. Sarah Julia Harris (Sadie) tuvo a Eleanora Fagan con 20 años. Se había quedado embarazada y su familia la rechazó. Se puso a trabajar en un hospital de Filadelfia como limpiadora a cambio de que la atendieran en el parto. En la partida de nacimiento de la niña figuraba el nombre de Frank De Veazy (que la madre escribió mal en los papeles, poniendo DeViese). Sin embargo, sostuvo de por vida que el padre de Eleanora era Clarence Holiday, un hombre que nunca se casó con Sarah, pero que visitó con frecuencia a ella y a la niña. La madre desorientada buscó refugio en casa de su hermana mayor. Eleanora se crió olvidada por su madre, que la dejaba largas temporadas con Martha Miller, la madre del marido de la hermana: era una niña-carambola, olvidada en una esquina. Billie Holiday supo desde bien pronto lo que significaba no sentirse querida. Tanto era el dolor que el abandono le causaba, que más tarde cubrió el relato de su infancia con datos confusos y falsos.

2. El personaje. Cambió su nombre artístico por Billy en homenaje a Billie Dove (1903-1997), una actriz estadounidense de los años veinte a la que admiraba. El apellido es el de Clarence Holiday, su supuesto padre, también músico. John Hammond, el productor que la descubrió recuerda el día en que escuchó la voz de Billie en el Covan’s, un club de Nueva York: «La manera en que cantaba alrededor de una melodía, su asombroso sentido armónico y el sentido que daba a las letras eran difíciles de creer en una chica de 17 años». Él tenía tan solo cinco años más, pero fue el responsable de su debut como artista, acompañada de la orquesta de Benny Goodman, cantó Your Mother’s Son-In-Law y Riffin’ the Scotch. Esta última está lejos de ser sólo una colección de fraseos que homenajean a la música escocesa: habla de un desengaño amoroso. El compositor Johnny Mercer hizo la letra a medida de la intérprete, que empezó a desarrollar el personaje de la mujer traicionada casi de manera espontánea, como si intuyera las malas experiencias que llegarían más tarde. La voz era danzarina y joven, diferente al espesor de tristeza que le añadiría con el tiempo.

Con Louis MacKay, su último marido

Con Louis MacKay, su último marido

4. Hombres nocivos. My Man no fue solo una de sus canciones más representativas, sino una realidad. Su relación con el saxofonista Ben Webster fue el principio de su fascinación por los hombres que la perjudicaban. Webster era guapo y talentoso, pero tenía estallidos de violencia cuando bebía. Ella se sentía atraída por la oscuridad de esos momentos e incluso lo provocaba cuando iba borracho. Unos años después James Monroe -buscavidas, traficante de drogas, playboy… – que veía en Billy una  solución económica, se casaría con la cantante. Necesitaba ser dominada por el hombre al que amaba y esa dependencia malsana se acentuó con la muerte de su madre en 1945: el miedo a la soledad disparó sus inseguridades. El trompetista Joe Guy -el siguiente en la lista de desastres- se aprovechó de esa situación. Al final de la vida de la artista fue el turno de Louis MacKay, marido y mánager, el único que hizo todo lo posible por sacarla de las drogas, pero manipulador y mafioso.

En 1958, un año antes de morir, en una sesión de fotos con Ray Ellis, líder de la Ellis Orchestra

En 1958, un año antes de morir, en una sesión de fotos con Ray Ellis, líder de la Ellis Orchestra

5. Autodestrucción. Antes de saltar a la fama, con 17 años, consumía marihuana y alcohol rodeada de instrumentistas de los que aprendía lecciones vitales y musicales. El ambiente festivo y emocionante de esos comienzos se mezclaron con la falta de cariño y la incertidumbre, que Billy había combatido con alcohol desde los comienzos de su carrera. La heroína fue otro de los parches para el dolor: una droga directamente relacionada con los músicos de be-bop y jazz, que comenzó a consumir de manera discreta y ocasional en 1944. Un año después todos sabían ya de la adicción, que comenzaba a perjudicar sus actuaciones: le costaba seguir el ritmo en los devaneos entre relajantes y eufóricos de cada viaje. Joe Guy le proporcionaba la droga que necesitaba y controlaba el dinero de Holiday, mientras ella se dejaba llevar por los supuestos cuidados del amante, con el que se casaría. Ambos fueron detenidos por posesión de drogas, pero ella se declaró culpable para exculpar a su marido. La condenaron a un año y un día en un reformatorio de mujeres, aunque salió libre tras unos meses por buena conducta.

En 1949

En 1949

6. Racismo. A pesar del limitado repertorio que ella se imponía, basado en el blues de la mujer devastada, Holiday quedó cautivada en 1939, en el ascenso de su fama, por una canción con letra del simpatizante marxista Abel Meeropol (que firmaba como Lewis Allan) sobre los linchamientos de negros en el sur de Estados Unidos. Strange Fruit, hablaba de los ahorcamientos, de los cuerpos suspendidos de los árboles como «frutas extrañas«. Cuando le propuso a Columbia grabar el tema, recibió una negativa. La compañía tenía miedo de las reacciones en los estados del sur y de algunos sectores de su propia empresa, pero sí permitió a la artista liberarse del contrato de exclusividad por un día. Commodore records, una discográfica pequeña especializada en jazz, grabó la canción. En directo, ella interpretaba el tema con preparación previa. Los camareros de los locales pedían a todos los clientes que guardaran silencio y el escenario se oscurecía, dejando sólo una luz sobre la cara de la artista. Los blancos de clase media que formaban el grueso de su público se enfrentaban así al horror de los linchamientos: Escena pastoral del galante sur / Los ojos abultados y la boca torcida / Aroma de magnolias, dulce y fresco /Y  de pronto el repentino olor de la carne quemada.

En 1939

En 1939

7. Deterioro. Con tan solo 40 años se había autodestruído. Consumía heroína y alcohol, pero irónicamente era el tabaco lo que estaba limitando su capacidad para sostener los tonos. Ella lo solucionaba dejando que su voz vibrara y la textura rota daba un semblante todavía más profundo a sus canciones. Su registro seguía limitándose, pero Holiday se zafaba de los daños refugiándose en los registros graves. All or Nothing at All (1958) y I’m a Fool To Want You, del mismo año, son ejemplos del error convertido en virtud.

8. El final. Un año antes de morir actuó en el popular festival de jazz de Monterrey (que celebraba su primera edición)  ante un público de 6.000 personas. Apenas se sostenía en pie. En la gira europea en la que se embarcó después fue abucheada. El alcohol había sido un asesino silencioso que pasó desapercibido, al contrario que los escándalos por drogas. Estaba ida, se balanceaba en el escenario, los amigos se iban alejando de ella, ya no le quedaba ni un dólar en el banco… Cuando la ingresaron en el hospital Metropolitan de Nueva York fue arrestada por posesión de drogas y dos policías vigilaban su habitación como si fuera a escapar. Murió allí, desahuciada en cuerpo y espíritu, a causa de una cirrosis.

Helena Celdrán

¿Pueden los guitarristas blancos tocar blues de negros?

Mike Bloomfield (1943-1981)

Mike Bloomfield (1943-1981)

Michael Bernard Mike Bloomfield nació en 1943 en la mejor ciudad del mundo si quieres ser un guitarrista de blues: Chicago, tierra prometida de los bluesmen de los humedales del Mississippi que emigraron hacia el norte industrial de los EE UU antes y durante los tiempos del gran crack económico de 1929.

Había unos cuantos problemas para que el muchacho, empeñado una y otra vez en imitar las progresiones dolientes de los guitarristas de blues, fuera admitido en el club: Bloomfield era blanco, hijo de judíos y su familia tenía mucho dinero. «¿Cómo puede sentir el blues alguien con tanta miel sobre la tostada y todos los dientes en la boca?», se preguntaban los negros de los clubes de Chicago al ver al chico.

Una años más tarde, Bloomfield respondió a su manera a la paradoja que le echaron en cara tantas veces: «En este país los negros sufren por fuera. Los judíos sufrimos por dentro. El sufrimiento es el puntal del blues».

Aunque la teoría conduce a terrenos raciales incómodos (¿pretendía privar a los negros de la capacidad intelectual del sufrimiento y reservarla para los judíos, dejando a los primeros la mera posibilidad de responder al maltrato físico?), Bloomfield dedicó sus años sobre la tierra, que fueron pocos -murió en 1981, a los 37- a demostrar al mundo que un blanco también puede sentir la profunda llaga del blues.

Arriba, Mick Taylor (izq.) y Eric Clapton. Abajo, Jeff Beck (izq.) y Peter Green.

Arriba, Mick Taylor (izq.) y Eric Clapton. Abajo, Jeff Beck (izq.) y Peter Green.

¿Guitarristas de blues de piel blanca?

Las primeras respuestas de una hipotética votación citarían, me parece, a los británicos, que en Europa nos caen bastante mejor que los gringos por una pura cuestión de cercanía y mejor prensa, sin pararnos a pensar si tocan mejor o con más sentimiento.

Me atrevo a opinar que Eric Clapton obtendría la mayoría absoluta, siempre se la ha querido bien pese a su decadencia creativa, a punto de cumplir cuatro décadas, seguido por Jeff Beck y quizá Mick Taylor, Jimmy Page o Alvin Lee. Mi voto iría para Peter Green.

Arriba, Johnny Winter (izq.) y Lowell George. Abajo, Ry Cooder (izq.) y Duane Allman

Arriba, Johnny Winter (izq.) y Lowell George. Abajo, Ry Cooder (izq.) y Duane Allman

Si damos el salto atlántico, la nómina es mucho más rica en dinámica y tono. Pese a esta evidencia incontestable, pocos de ellos son reconocidos en Europa en su justa valía.

Los guitarristas de blues de piel blanca de los EE UU nunca pretendieron, como a veces parece suceder con sus colegas europeos, tocar como Robert Johnson -tarea imposible: todavía nadie ha logrado superar su complejidad armónica-, sino llevar hacia el blues la sensibilidad de otras tradiciones.

El albino Johnny Winter inyectó modales de hard rock en la música tradicional negra; los prematuramente fallecidos Lowell George y Duane Allman mezclaron el blues con el rock sureño, nacido a la sombra de aquel y mezclado con la psicodelia de la Costa Oeste, y el gran Ry Cooder empapó la toalla con los múltiples aromas de la frontera.

Mike Bloomfield era grande antes de que el mundo se enterase de la grandeza. Los viejos negros que vivían en Chicago y llenaban de bencina las noches de los clubes (Sleepy John Estes, Yank Rachell, Little Brother Montgomery, Muddy Waters…) le hicieron hueco sin mirar el color de la piel. Pasmaban con aquel chico judío que era capaz de emanar tristeza de cada yema de los dedos de las manos.

Bob Dylan le fue a ver a uno de aquellos antros en 1963 y le llamó dos años después para un par de movimientos que romperían la historia del rock. El primero, la actuación en el Newport Folk Festival de 1965, en un pase de cuatro canciones que, pese a lo escueto, merece una entrada en las enciclopedias como la controvertida electrificación de Bob Dylan.

La circunstancia es bien conocida. El domingo 24 de julio de 1965 fue el día del juicio final. Las sesiones sumarísimas se celebraron en el parque Freebody de Newport (Rhode Island – EE UU) y las más o menos 15.000 personas que formaban parte del jurado decidieron, por aplastante mayoría, condenar a muerte a quien, hasta antes de la actuación, era el Dios del folk de protesta. ¿Delito? Enchufarse y vestir una americana de cuero.

La guitarra solista la tocaba Bloomfield.  Unas semanas antes también había secundado a Dylan en la grabación de la que quizá sea la canción superlativa del siglo XX, Like a Rolling Stone, y de las demás del álbum Highway 61 Revisited.

No es raro que Bloomfield haya sido avistado por Dylan, adorador del blues, a la hora de romper cánones. Este músico semiolvidado que hoy asomo a la sección Top Secret es el mejor ejemplo de la adaptación casi simbiótica de un pálido a una música racial. Su gloria es que nunca se cerró a ampliar horizontes y romper academicismos.

Mike Bloomfield

Mike Bloomfield

Durante los años sesenta Bloomfield fue uno de los redentores que devolvieron la atención hacia el blues de la audiencia hippie, hasta entonces refractaria al género. Lo hizo primero con el The Paul Butterfield Blues Band, grupo de mayoría blanca con inclinaciones bluesy pero sin problemas para lanzarse por los vericuetos de las ragas de la India; luego con The Electric Flag, una banda ambiciosa que quiso fundar un género («música americana», pretendían, sin demasiada imaginación, bautizarlo) basado en la fusión de blues, soul, country, rock y folk, y finalmente con colaboraciones bajo la formula del súpergrupo, primero con Al Kooper, otro habitual del primer Dylan eléctrico, y Stephen Stills y más tarde con Dr. John

El carisma de Bloomfield fue decayendo a medida que los años y los gustos cambiaban. Grabó casi una veintena de discos como solista entre 1970 y 1981. Fueron editados por discográficas modestas, se vendieron mal pero recibieron muy buenas críticas.El estilo pristino del guitarrista, enemigo de distorsiones y feedback, seguía estando lo más cerca del blues a lo que podía llegar un blanco.

Mike Bloomfield

Mike Bloomfield

La ilusión se le apagaba e intentó iluminarla con la luz blanca de la heroína. «Cuando me pincho me siento vacío y la música me deja de importar», confesó en una de las entrevistas finales.

No se merecía el tipo de muerte que le esperaba. El 15 de febrero de 1981 su cuerpo apareció en el asiento delantero de un coche en una calle de San Francisco. El forense dictaminó que una sobredosis de heroína había causado el fallecimiento. La Policía, tras una somera investigación, descubrió que Bloomfield había muerto en una fiesta y que dos de sus amigos, asustados por el problema, le metieron en un coche que condujeron a varias manzanas de distancia y abandonaron.

Alguien debería componer un blues partiendo de la imagen: un Chevy con el cadáver de un guitarrista dentro.

Ánxel Grove

El hombre que tocaba la música «que no está»

"La mano de Miles Davis" - Irving Penn

"La mano de Miles Davis" - Irving Penn

La mano izquierda del Mago Oscuro, el Príncipe del Silencio, el reventador, el gran enigma.

La mano izquierda de Miles Davis, el músico más devastador del siglo XX, inventor de varios estilos que luego despedazó. Debes romper lo nuevo antes de que lo entiendan.

Dentro de unas semanas, el 28 de septiembre, se cumplen veinte años de su muerte. Cualquier excusa es razonable para volver a Miles. Esta veintena, por ejemplo.

1. Podía leer cualquier partitura, pero no estaba interesado en notaciones, dogmas y formulismos. Algunos de los consejos a los músicos con los que deseaba volar parecen normas dictadas por un roshi zen: «No temas a los errores, no existen»; «tío, no hace falta que hagas eso»; «aquí haz lo que quieras»; «esto es cuadrado»; «toca en el color de la canción»; «no toques lo que está, toca lo que no está»; «no toques lo que sabes, toca lo que no sabes».

2. Tal como había detonado el bebop con The Birth of the Cool (1950) y el cool con Kind of Blue (1959), volvió a desmembrarlo todo en In a Silent Way (1969), donde maridó el funk con el rock y el jazz. En Agharta (1975) hizo algo tan nuevo que todavía no tiene nombre.

3. Algunos le consideran el personaje más influyente del siglo XX. Por encima de Lenin y Hitler. Al primero se parecía en el pragmatismo como líder y al segundo en el carácter fanático.

4. Sexy. Se las llevaba de calle y le gustaban blancas y, siempre que fuese posible, francesas («sacan la lengua al hablar, son deliciosas»). Estuvo liado con Juliette Gréco y Jeanne Moreau cuando trabajó en París en la banda sonora de Ascensor para el cadalso (Louis Malle, 1958). La música es mucho mejor que el film.

La Policía se pasa con Miles (25 de agosto de 1959)

La Policía se pasa con Miles (25 de agosto de 1959)

5. Un agente de policía (blanco) le partió la cabeza a porrazos una noche de agosto de 1959 frente al mítico club Birdland, en Nueva York. El agente se mosqueó porque Miles, que ayudaba a una chica (blanca) a subir a un taxi, no hizo caso a sus órdenes de salir de la calzada. «Soy Miles Davis. Trabajo aquí», dijo. Tras apalearlo, lo detuvieron y llevaron a comisaría. Él demandó a la Policía por malos tratos y ellos le retiraron el carnet sindical. Estuvo varios años sin poder tocar en Nueva York. «No voy a aguantar la mierda de nadie porque sea mierda blanca», declaró el músico.

6. La pregunta no es quién tocó con Miles, sino quién no ha tocado con Miles. Entre sus colaboradores: Gerry Mulligan, John Coltrane, Cannonball Adderley, George Coleman, Wayne Shorter, Dave Liebman, Branford Marsalis, Kenny Garrett, J. J. Johnson, Horace Silver, Red Garland, Wynton Kelly, Bill Evans, Herbie Hancock, Joe Zawinul, Chick Corea, Keith Jarrett, John McLaughlin, Pete Cosey, John Scofield, Paul Chambers, Ron Carter, Dave Holland, Marcus Miller, Darryl Jones, Elvin Jones, Philly Joe Jones, Jimmy Cobb, Tony Williams, Billy Cobham, Jack DeJohnette… Sería posible escuchar una canción al día de Miles y su tribu durante dos décadas sin repetir ninguna pieza.

8. Durante muchos años tocó de espaldas al público. Cuando le preguntaron por qué, dijo: «Nadie se molesta por ver la espalda del director de una orquesta sinfónica».

Miles, 1970

Miles, 1970

9. Fue el primer músico de jazz en tocar en conciertos de rock. En 1970 apareció en el Festival de la Isla de Wight, donde le colocaron de día, como a un segundón. Interpretó una salvaje improvisación de casi una hora que dejó a la altura del jardín de infancia al resto del cartel (Jimi Hendrix, The Doors, The Who, Jethro Tull, Joni Mitchell…). Alguien le preguntó a Miles el título de la pieza. Respondió: «Llámala cualquier cosa«.

10. Se dice (y él nunca lo negó) que entre 1951 y 1952 fue proxeneta de tres prostitutas.

11. Consumió heroína, cocaína y píldoras para dormir durante muchos años. Fumaba unas cuatro cajetillas de cigarrillos al día. También le daba duro al alcohol. Su bebida favorita era el brandy. «Lo peor de todo son los cigarrillos. Me costó menos dejar la coca que el tabaco», dijo.

12. En 1972, de camino a visitar al dealer, se estrelló al volante de su Lamborghini. Fracturas en ambos tobillos.

13. Padeció de úlceras sangrantes de estómago (Agartha está grabado en plena crisis), insomnio, pólipos en las cuerdas vocales, diabetes, artitris (tuvieron que reemplazarle parte de una cadera), bursitis, anemia y depresión.

14. A los 17 años fue fichado por Charlie Parker para formar parte de su quinteto. Era la estrella juvenil del bop.

Miles Davis, 8 años

Miles Davis, 8 años

15. Su padre, un dentista de Alton, Illinois, quería que el crío, cuyo nombre de nacimiento fue Miles Dewey Davis III, aprendiese piano. Miles se empeñó en la trompeta.

16. Su relación más duradera de pareja fue con la actriz Cycely Tyson. Se casaron en 1981 y se divorciaron siete años después. Había estado casado antes con la bailarina Frances Taylor y la cantante Betty Mabry. Fue un marido en extremo celoso y apenas se relacionó con sus cuatro hijos.

17. En 1982, durante una convalecencia -había sufrido un ataque que le dejó paralizada una mano-, empezó a pintar en papeles y servilletas. Se le daba bien y la afición desembocó en una carrera paralela como pintor, con exposiciones y un gran reconocimiento público.

18. En julio de 1991, en París, Miles hizo lo que había prometido no hacer nunca: volver atrás y ejercer la nostalgia. Tocó con algunos de sus ex protegidos (Hancock, Corea, Zawinul, McLaughlin…) una recreación sinfónica de Sketches of Spain, que había grabado en 1960.

19. Actuó por última vez en agosto en Los Ángeles. Fue internado con vómitos de sangre en un hospital privado de Santa Mónica. Pesaba sólo 37 kilos. Tuvo un ataque cardíaco del que despertó para decir: «No quiero morir». Se intentó arrancar los respiradores mecánicos y entró en un coma del que no salió. El parte de defunción señaló como causas de la muerte: neumonía y fallos cardíaco y respiratorio.

 

20. Las anteriores 19 entradas son innecesarias. Olvídenlas y limítense a esta grabación, realizada en abril de 1959. Los cinco ángeles con traje y corbata son John Coltrane (saxo tenor), Wynton Kelly (piano), Paul Chambers (contrabajo), Jimmy Cobb (batería) y Miles Davis (trompeta). Lo que interpretan cambió el rumbo de la música para siempre. Los especialistas dicen que inauguró el jazz modal, algo así como la libertad melódica y sin estructuras flamenca o turca llevada a la América africana. El estilo convirtió al improvisador en el verdadero compositor e hizo del jazz algo flotante y elástico, de discreta y apasionada elegancia. Díganlo despacio, recen las cinco letras (M-I-L-E-S). Prolonguen la ese final en un siseo. Eso es el paraíso. No acepten otro.

Ánxel Grove

William S. Burroughs, San Virus

Ésta es la oración de cada una de mis noches:

Gracias por el pavo salvaje y las palomas pasajeras, destinadas a convertirse en mierda en las sanas tripas americanas. Gracias por un continente para saquear y envenenar. Gracias por los indios, que proporcionaron un módico peligro y desafío. Gracias por las vastas manadas de bisontes para matar y desollar y dejar pudrir. Gracias por las recompensas por lobos y coyotes. Gracias por un sueño americano para poder vulgarizar y falsificar hasta que la mentira desnuda brille al trasluz. Gracias por el Ku-Klux-Klan y los sheriffs que hacen una muesca en sus armas por cada negro muerto. Por las decentes y devotas señoras, con sus rostros mezquinos, tensos, amargos, malvados. Gracias por las pegatinas de ‘Mate un marica en nombre de Cristo’. Gracias por el sida de laboratorio. Gracias por la Ley Seca y la guerra contra las drogas. Gracias por un país donde a nadie lo dejan vivir su propia vida. Gracias por una nación de camellos. Sí, gracias por todos los recuerdos. ¡Está bien, presenten armas! Siempre fueron ustedes un dolor de cabeza y siempre fueron aburridos. Gracias por la última y mayor traición del último y más grande de los sueños humanos.

William S. Burroughs (1914-1997), politoxicómano, bisexual, libertario, defensor de las armas de fuego, conjugador impenitente del verbo encular, escritor de fuste, inventor de máquinas de sueños, profeta de la interzona, plegador de papeles, pintor, inventor del punk y abuelo de los punkis, trajinador de hipodérmicas, cantante de rap, cineasta, cazador de efebos, reinventor de la piratería…

William Burroughs por Annie Leibovitz

William Burroughs por Annie Leibovitz

San William Burroughs, el virus. Deberían ustedes rezar conmigo. Aunque sea en forma de Cotilleando a…

1. El tío de W.S.B. fue Ivy Lee, el inventor de las relaciones públicas modernas. Fue el encargado de relaciones externas de la familia Rockefeller.

2. La madre de W.S.B., Laura Lee Burroughs, procedía de una familia sureña de abolengo, entre cuyos ancestros estaba el general sudista Robert E. Lee.

3. La fortuna familiar procede de la máquina sumadora Burroughs Adding Machine.

4. Disparó por primera vez con un arma a los ocho años.

5. A la misma edad escribió su primer relato, The Autobiography of a Wolf (La autobiografía de un lobo).

6. Fue iniciado en el el opio por invitación del mayordomo de la familia.

7. Cita: «La democracia es cancerígena y su cáncer es la burocracia».

8. Fue a Viena a estudiar Medicina. Se casó por conveniencia con una mujer judía, Ilse Klapper, para que ella obtuviese una visa de entrada en los Estados Unidos y escapase de los nazis. Se divorciaron pero siguieron siendo amigos durante varias décadas.

Mano auto mutilada de W.S.B.

Mano auto mutilada de W.S.B.

9. A los 25 años se mutiló la mano, cortándose dos falanges del pulgar izquierdo. Dijo que lo hacía como parte de «una ceremonia de iniciación de la tribu piel roja de los Crow».

10. En 1942 se estableció en Chicago y trabajó como exterminador de plagas.

11. En 1944 fue arrestado, junto a su amigo, el escritor Jack Kerouac, como posibles testigos de un crimen pasional entre homosexuales.

12. In 1946 fue arrestado otra vez: por falsificar recetas de narcóticos.

13. Cita: «Toda legislación que castiga maneras de vivir es propia de un estado policial».

14. Se casó con Joan Vollmer, una joven estudiante de periodismo que le había presentado Kerouac. La pareja se fue a vivir a Texas. Cultivaban marihuana. Consumían bencedrina inhalada. Tuvieron un hijo en 1947, William Burroughs III, Bill Jr. La familia se fue a México DF en 1949. Burroughs se matriculó en Antropología.

New York Daily News, 8 de septiembre de 1951

New York Daily News, 8 de septiembre de 1951

15. Dos años después, en 1951, W.S.B. mató a Joan de un disparo en la cabeza mientras jugaban a Guillermo Tell. Usaron una bola de cristal en vez de una manzana. Antes del disparo, ella dijo: «Voy a cerrar los ojos. No soporto la sangre». Estaban muy colocados. A W.S.B. le condenaron a un año de cárcel por imprudencia criminal, pero no cumplió más que trece días de arresto. Dijo más tarde que de no haber matado a Joan nunca se hubiera dedicado a escribir.

16. Cita: «Me niego a vivir en una sociedad en la cual las únicas personas a las que se les permite la posesión de armas sean la policía y los militares».

17. Su primer libro, Queer (Marica), lo escribió entre 1951 y 1953, pero no fue publicado hasta 1985. En 1953 editó bajo el seudónimo de William Lee la novela Junkie, Confessions of an Unredeemed Drug Addict (Yonqui, confesiones de un drogadicto irredento). La frase tras la palabra junkie fue añadida por la editorial.

18. Cita (de Yonqui): «Colocarse es ver las cosas desde un ángulo especial. Es la liberación momentánea de las exigencias de la carne temerosa, asustada, envejecida, picajosa«.

19. Otra cita (de Yonqui). «No acepto la teoría de que la droga impregna el organismo de forma permanente -se supone que se acumula sobre todo en la médula espinal- y está siempre al acecho, ni me satisface ninguna de las respuestas psicológicas. Creo que el uso de la droga causa una alteración celular permanente. Una vez yonqui, siempre yonqui. Puedes dejar de consumir droga, pero nunca te desenganchas del todo».

20. Muchos años después, en 1993, W.S.B. -que se metió heroína toda su vida- escribió el guión del corto The Junky’s Christmas (La Navidad del yonqui), que produjo Francis Ford Coppola. W.S.B. también actúa y pone la locución a la desaforada historia.

21. W.S.B. aparece en la portada del disco de los Beatles Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967). Está al lado de Marilyn Monroe.

22. Adoraba a las serpientes y a los gatos.

23. Uno de sus mejores libros, quizá el mejor, Naked Lunch (El almuerzo desnudo, 1959) fue rechazado por obscenidad por la editorial hippie City Lights. El editor de la revista liberal Chicago Review fue despedido por publicar un adelanto. W.S.B. logró colocarlo en una editorial francesa.

Autorretrato de W.S.B.

Autorretrato de W.S.B.

24. Cita (de la introducción de El almuerzo desnudo): «Si los países civilizados quieren volver a los ritos druídicos de la horca en el Bosque Sagrado, a beber sangre con los aztecas o a alimentar a sus dioses con sangre de sacrificios humanos, que vean lo que de verdad comen y beben. Que vean lo que hay en la gran cuchara de las noticias«.

25. El libro se enfrentó a cargos judiciales por obscenidad que sólo fueron sobreseidos en 1966. Fue el proceso criminal más largo de la historia de los EE UU contra una obra literaria y su autor.

26. En Turquía, tras una denuncia de oficio de la fiscalía hace dos meses, pueden condenar a al editor de W.S.B. a nueve  años de cárcel. Dicen que la novela The Soft Machine (La máquina blanda, 1961) desarrolla “actitudes permisivas hacia el crimen, concentradas en los atributos banales, vulgares y débiles de la humanidad”.

27. Cita (de La máquina blanda): «Corta las líneas del mundo – Corta las líneas de la música – Aplasta las imágenes del control – Aplasta la máquina de control – Quema los libros – Mata al sacerdote – ¡Mata, mata, mata!».

28. W.S.B. siempre iba armado, incluso cuando estaba en la cama.

Con una amiga

Con una amiga

29. Cita: «Un paranoico es alguien que sabe de qué va la cosa».

30. W.S.B. vivió 24 años (1954-1974) fuera de los EE UU. Pasó por muy malos momentos económicos. En Londres vendió la máquina de escribir para comprar heroína.

31. Cita (carta de 1977): «He leído en People que Keith Richards tiene una mansión en el norte de Nueva York, un piso en París, elegantes casas en Londres y Jamaica y un castillo en Chichester. Y aquí estoy yo, comprando la ropa en el Ejército de Salvación”.

32. En 1977 fue uno de los primeros estadounidenses en recibir un transplante de hígado.

33. Su único hijo [ver punto 14] murió a los 33 años. Estaba intentando desengancharse de la heroína con un tratamiento de metadona. Había publicado dos (malas) novelas e intentado vivir a la manera de su padre.

34. Cita: «El rostro de la maldad es el rostro de la absoluta necesidad».

35. A los 77 años le hicieron un triple by-pass. Dejó de fumar, pero no de chutarse.

36. Cita: «Has de estar en el Infierno para ver el Cielo».

37. Antes de suicidarse, Kurt Cobain visitó a W.S.B. Tocó la guitarra en el disco de spoken-word del escritor, The “Priest” They Called Him.

38. Pintó cuadros disparando bolas de pintura con un rifle. Tuvo un gran éxito comercial cuando los expuso.

39. Cita: «Chulos del mundo, hay una sola marca a la que no podéis derrotar, la marca interior».

40. Participó en docenas de discos. La impagable página Ubuweb los tiene alojados aquí. Sus experimentos cinematográficos pueden verse aquí.

41. Cita: «Emitir no puede ser nunca más que un medio para emitir más, como la Droga. Trate usted de utilizar la droga como medio para otra cosa (…) Al emisor no le gusta la charla. El emisor no es un ser humano (…) Es el Virus Humano«.

William S. Burroughs with Glasses, Kansas - Herb Ritts, 1990

William S. Burroughs with Glasses, Kansas – Herb Ritts, 1990

42. Protagonizó una campaña publicitaria de Nike.

43. Cita: «No somos responsables. Robad todo lo que esté a vuestro alcance».

44. Escribió 16 novelas, otros tantos ensayos y centenares de relatos cortos.

45. Más allá de la escandalera de los primeros libros, algunas de sus novelas tardías, como Cities of the Red Night (Ciudades de la noche roja, 1981) y The Place of Dead Roads (El lugar de los caminos muertos, 1983), están entre los mejores del siglo XX.

46. Casi toda su obra está traducida al castellano, aunque algunos títulos están fuera de circulación.

47. Cita: «1. Nunca entregues nada a cambio de nada. 2. Nunca entregues más de lo que tienes (espera a que el comprador esté hambriento y hazlo esperar). 3. Recupera todo lo que puedas».

Zapatos favoritos de W.S.B. (foto: Peter Ross)

Zapatos favoritos de W.S.B. (foto: Peter Ross)

48. Murió en Lawrence (Kansas), a los 83 años. Ataque al corazón.

49. Cita (de El lugar de los caminos muertos): «Ansiaba drogas y placeres desconocidos y una distante estrella llamada HOGAR«.

50. Última entrada en su diario: «¿El amor? ¿Qué es? El más natural de los analgésicos».

Ánxel Grove

Un disco y una película del único ‘beach boy’ que sabía hacer surf

"Pacific Ocean Blue" - Dennis Wilson, 1977

"Pacific Ocean Blue" - Dennis Wilson, 1977

Compré mi primer Pacif Ocean Blue en 1977.

El disco acababa de ser publicado y era una incongruencia. ¿Qué pintaba tanta densidad, tanto gospel, por muy pagano que fuese, tanto fluir hacia el vientre azul del océano en el año de la -usaré la palabra de moda antes de que no signifique nada- indignación de Pretty Vacant (no nos pidáis que vayamos, no estamos aquí); la guerrila urbana de So Bored With the USA (el lenguaje del dolar que hablan los dictadores del mundo); la desesperación killer de Frankie Teardrop, el padre de famila que mata a su mujer, a su hijo y se suicida (todos somos Frankie / todos vivimos en el Infierno); la zozobra de Elevation (nuestros labios están sellados, nuestro aliento arde)?

Compré mi primer Pacific Ocean Blue por fidelidad. A veces compras los discos por un compromiso, una relación tan vieja como tú mismo, una simbiosis imposible con quien pudiste ser.

Perdí aquel ejemplar del vinilo: lo presté a algún mal amigo (cuando alguien me pierde un disco lo eliminó de los listados), lo olvidé tras una juerga, lo entregué como dádiva… No recuerdo. Así descubres que te haces viejo.

Luego compré otro Pacific Ocean Blue. El disco estaba descatalogado, era un tesoro oculto (por eso lo traigo hoy a la sección Top Secret de este blog) y las redes de peer-to-peer aún no habían llegado para curar a nuestros corazones de la nostalgia y a nuestros bolsillos de la ruina financiera. Tuve que pedirlo por correo postal a un tipo de Austin-Texas. Metí en el sobre un billete de veinte dólares y, a las tres semanas, recibí el disco. Aunque peligrosos, sobre todo para nosotros mismos, éramos gente de fiar en los tratos con narcóticos por medio.

Tenía varias razones para desear hasta ese punto irracional Pacific Ocean Blue, incluso desoyendo la sensación temporal-racional (por tanto, bellaca) de que no era música adecuada para aquellos tiempos. Pensar con un reloj en vez de pensar con el corazón también es una bellaquería.

"Wendy / Little Honda / Don't Back Down / Hushabye" - The Beach Boys, 1963

"Wendy / Little Honda / Don't Back Down / Hushabye" - The Beach Boys, 1963

Enumero algunos de los motivos que justifican, quizá con pobreza, pero hagan el favor de consentir que me enganche a lo que desee, mi dependencia personal:

1. Cuando era niño, es decir, cuando era realmente yo mismo y la Caterpillar del tiempo no me había mordido a dentelladas el espíritu, el primer disco que compré con mi dinero, el que reunía de las dádivas familiares, fue un extended play de los Beach Boys, el grupo en el que tocaba la batería (muy mal) Dennis Wilson, el hermoso tipo maduro de camiseta azul y mirada triste que firmó años después Pacific Ocean Blue.

2. Dennis Wilson era el único de los Beach Boys que sabía hacer surf. No era una mago de las olas, pero entendía el idioma de las mareas.

3. Dennis Wilson había sido coleguita de Charles Manson. Sí, ése Manson, el gurú de la sangre, el señor de las moscas del sueño hippie. Antes de la carnicería, Charlie y algunas de sus mansonitas habían sido huéspedes en la mansión de Wilson, le habían regalado sexo y gonorrea, destrozado un Cadillac y compartido LSD. En 1969, cuando los crímenes del clan se convirtieron en la primera ceremonia mediática de horror y cuchillos de la edad moderna, yo tenía 14 años. Leí cada línea con el ansia inmensa con que prende el horror en el pecho de un adolescente.

4. Dennis Wilson actuaba en una de las películas de mi vida. Deseaba hacer del eslogan del trailer, «Comenzaban a vivir a 140 millas por hora», la divisa de mi improbable escudo de armas.

Two-lane blacktop. Un filme sobre el mejor y más hermoso automóvil nunca fabricado: el Chevy 1955.

Motor Hardtop de ocho cilindros en uve, pistones de aluminio ligero y 180 caballos de potencia.

El Chevy era un helado sundae pidiendo un bocado y roncaba como un anciano, pero visto de frente sonreía, se alegraba del camino, y también nosotros sonreíamos, contagiados de nafta, purificados por la promesa de las llantas ribeteadas de blanco, alados por el cromo de la figura estilizada que coronaba el capó, unida a la carrocería por una fusión de apenas un milímetro, expelida, indomable, hacia el vacío.

Dennis Wilson en el Chevy de "Two-lane Blacktop"

Dennis Wilson en el Chevy de "Two-lane Blacktop"

Two-lane blacktop fue titulada en España Carretera asfaltada en dos direcciones. La estrenaron, sin pena ni gloria, en 1971: una road movie melancólica, una alegoría sobre la derrota final de los ideales hippies dirigida por Monte Hellman, un legendario y valiente francotirador. La película, aunque bienquerida por la crítica, es otro Top Secret.

Dos jóvenes viajan en un viejo Chevy de 1955 por el suroeste de Estados Unidos, ganándose la vida en carreras ilegales con otros coches con apuestas por medio.

Las figuras principales son arquetipos sin nombre: el Conductor, interpretado por el cantautor James Taylor y el Mecánico, Dennis Wilson, que, ya lo anoté, tocaba la batería en los Beach Boys y era tan bello como el Chevy.

Recogen por el camino a la Chica, una hippie (Laurie Bird) que deambula haciendo autoestop, acaso, escapando de, no queda claro, algo o alguien.

Sólo hablan lo necesario, sobre todo de mécanica.

Cuentan que el rodaje fue una juerga cabal, que James Taylor, que acababa de grabar Sweet baby James, se afeitaba con la luz del amanecer, cantando a los Beatles, el grupo que, según estableció la sentencia judicial contra Manson y sus mansonitas, inspiró los crímenes de 1969:

He sleeps in the park
Shaves in the dark
Trying to save lightbulbs

Unos años después, en 1979, sintiéndose hinchada de viento, Laurie Bird se suicidó con una sobredosis de somníferos en el lujoso ático de Manhattan que compartía con su novio Art Garfunkel, el de Simon and Garfunkel.

En 1983, Dennis Wilson, que era una piltrafa de párpados lejanos, se ahogó en el Pacífico y James Taylor mezcló su sangre con el marfil de la heroína.

Ni ellos ni yo sabemos dónde ha ido a parar, a qué osario, a qué escarcha, nuestro Chevy, el mejor coche del mundo. Lo fabricaban en 1955, año de mi nacimiento.

Mi tercer Pacific Ocean Blue (la edición de lujo publicada en 2008) lo descargué de una red peer-to-peer. A 140 millas por hora. Es la única velocidad frenética que me permito a estas alturas.

Ánxel Grove

La ruta pintoresca de los tóxicos

"A perturbed young woman fast asleep" - J.P. Simon, 1810

"A perturbed young woman fast asleep" - J.P. Simon, 1810

Las drogas son un camino a ninguna parte, pero al menos son la ruta pintoresca.

Todos, en algún momento, necesitamos un diablo sobre nuestro pecho perturbado.

No somos tan infinitos como Bill Clinton («probé la marihuana una vez, pero no tragué el humo«). Nos hace falta la pastilla, la copa, la dosis, la calada, el tiro…

¿Para qué? Para no partirle la cara al vecino, para no morder el polvo de la vulgaridad, para no testificar la diaria derrota, para no aburrirnos de nosotros mismos.

A veces nos recetan, a veces nos recetamos, pero siempre pagamos. El importe puede salir de una cuenta corriente, hurtarse a la familia o los amigos o ser subvencionado por la Seguridad Social. A la droga le da igual. Es inmutable a los mercados.

Esta semana dedicamos nuestro Cotilleando a… a esos amigos complacientes, a los edredones naturales o químicos que nos protegen del frío espiritual, a los venenos que endulzan la cicuta de la vida, a los tóxicos que nos contaminan porque se lo pedimos.

Contemos algunas públicas virtudes y pecados privados sobre drogas y dependencias.

1. El primer speedball letal de la historia. Se lo inyectó el médico y sicólogo austriaco Ernest von Fleischl en octubre de 1891. Había sido morfinómano y heroinómano durante años para calmar los dolores que le quedaron como secuela de una amputación de un dedo. Su admirado Sigmund Freud (sí, ese Freud) le recomendó que se pasase a la cocaína. Al coleguita le fue fatal y, en un intento de calmar la tortura del dolor, inventó el speedball (cocaína + heroína). Calculó mal las proporciones y se le paró el corazón. Tenía 45 años.

Maria Callas (1923-1977)

Maria Callas (1923-1977)

2. Tenias y Quaaludes. La diva triste María Callas no tuvo reparos en asociarse con un pasajero intestinal para perder los kilos que le sobraban (llegó a pesar cien en su juventud) y le afectaban la voz. La tenia hizo bien su trabajo y la cantante adelgazó, pero el blues, el gran parásito, creció al mismo ritmo que el gusano. Para combatir la negra sombra de la pena, la Callas se empachaba en la decadente soledad de su mansión parisina de metacuaolona, un hipnótico que te hace sentir como la corriente del Danubio. Comercializado como Quaaludes, Ludex, Mandrax o -a veces los vendedores son poetas- Sopor, también era muy apreciado por los hippies desencantados por las flores muertas. María Callas expiró en 1977, a los 55. Los forenses fueron benévolos con el mito y escribieron «causas desconocidas» en el certificado de defunción. Había una nota cerca del cadáver, una cita de la ópera La Gioconda: «En estos momentos de orgullo».

3. La luz de la cerveza (y el hedor). Era mal escritor, pero al menos sabía vivir (no como otros, que brincan de conferencia en conferencia, de gran almacén en gran almacén, de caseta en caseta). Charles Bukowski reducía su hábitat al territorio anal. Se definió en un poema: «un admirador de los calientes y jóvenes y no usados ya más afligidos culos de las mexicanas». Se explayó en una entrevista: «No hay nada tan glorioso como una buena cagada de cerveza. Me refiero a la de haber bedido veinte o venticinco cervezas la noche anterior. El aroma de una cagada de cerveza así se extiende y permanece durante una buena hora y media. Te hace sentir realmente vivo». Pese a las predicciones de todos sus amigotes, Hank murió a los 67 74. No de cirrosis, sino de leucemia. Su lápida dice: «No lo intentes».

4. Gula VIII de Inglaterra. Jonathan Rhys-Meyers es a Enrique VIII lo que Mariano Rajoy a Jimi Hendrix. El monarca elevado a sex symbol por la serie de televisión Los Tudor era un glotón impenitente de obesidad casi mórbida. Aunque no hay constancia de cuánto llegó a pesar, sus trajes y armaduras permiten calcular que andaba por los 120 kilos cuando la palmó (1547) a los 55 años. Teniendo en cuenta que medía 1,60 ya se pueden hacer una idea: Su Majestad Bolita. Su droga favorita no era el sexo, que practicaba con regia promiscuidad para garantizarse descendientes, sino la manduca. Las cenas de palacio tenían 16 platos y 10 postres (entre 10 y 20.000 calorías). Duraban no menos de tres horas y los invitados estaban obligados a la estricta observancia de dos reglas de protocolo: acabar toda la comida y carcajearse a mandibula grasienta con los chistes soeces de Enrique.

Amadeo Modigliani (1884-1920)

Amedeo Modigliani (1884-1920)

5. Éter, absenta, hachís y burdeles. No toleró un sólo minuto de su escueta vida adulta sin estar colocado. El pintor Amedeo Modigliani comenzó a darle duro al hachís y el alcohol en los burdeles de Venecia, que frecuentaba en la tardo adolescencia buscando sexo y modelos para sus cuadros. Andrajoso y genial, llevó una vida que los moralistas juzgarían como desastrosa. Pintó ardientes cuadros de desordenada perspectiva, expuso sólo una vez, esculpió con piedras que los amigos recogían en las calles y cultivó el desorden con ordenada eficacia. Se enganchó al éter y, sobre todo, a la verde disciplina de la absenta. Murió de una meningitis tuberculosa. Horas después del hallazgo del cadáver, su mujer y modelo, Jeanne Hébuterne, embarazada de nueve meses del segundo hijo de la pareja, se tiró de un quinto piso. La familia de ella tardó diez años en permitir que la enterrasen al lado del pintor. Uno de los cuadros de Modigliani se subastó hace pocos meses por casi 49 millones de euros. La cantidad daría para mucha absenta.

6. La tiniebla más profunda. Una ley turca del siglo XVI establecía que una mujer puede divorciarse de su esposo si éste no llegaba a proporcionarle una dosis diaria de café. Más o menos en la misma época, los asesores del Papa Clemente VIII le aconsejaron prohibir el café, recién llegado a Europa, porque representaba una amenaza de los infieles. Después de haberlo probado, el pontífice bautizó la nueva bebida, declarando que sería una lástima dejar sólo a sus infieles el placer del café. Se estima que aproximadamente 501 billones de tazas de café se consumen anualmente el mundo. Tantos fans no podemos estar equivocados: viertan en el desagüe el agua manchada con té y entréguense a la honda tiniebla del café. Honoré de Balzac escribió sus cien novelas empujado por el café. Sólo establecía dos condiciones para coger la pluma: un cuarto y una cafetera. Con esos compañeros era capaz de alargar la vigilia hasta 48 horas. Sigan su ejemplo. Un tipo que escribió que «detrás de cada gran fortuna hay un delito» no podía estar equivocado.

William Faulkner (1867-1962)

William Faulkner (1867-1962)

7. De un trago. «Soy una mala persona. Voy a irme al infierno y no me importa. Prefiero estar en el infierno antes que estar donde estás tú». William Faulkner sabía en qué lado de la vía de tren prefería situarse. Bebió todo el bourbon que pudo y, aunque luchó para dejar la dependencia (se sometió a electrochoques), nunca lo consiguió. Al infierno que deseaba no lo llevó la botella, sino la caída de un caballo y las complicaciones derivadas del accidente. A su tumba acuden bastantes peregrinos con una botella de bourbon. La ceremonia establece que la mitad debe arrojarse sobre la tierra donde yace el escritor y la otra mitad debe ser ingerida por el visitante. De un solo trago.

8. Un tripi para pasar al otro lado. En su lecho de muerte, sometido al padecimiento de un cáncer de laringe que le impedía hablar, Aldous Huxley le pasó una nota a su mujer:  «LSD, 100 µg, intramuscular». A los pocos minutos el escritor (que lo probó todo para percibir mejor y más) murió en un viaje de ácido. Tenía 69 años y su fallecimiento pasó desapercibido porque pocas horas antes habían asesinado a John F. Kennedy.

9. «Llega una gran oscuridad». Unos días antes de morir, Emily Dickinson pronunció esta frase antes de desvanecerse en la cocina de la casa en la que vivió en casi absoluta reclusión voluntaria durante 56 años. Su vida, trastornada por la compulsión y la agorafobia, fue tratada por los médicos con la torpeza habitual: le administraron laxantes y diuréticos de forma masiva. La verdadera droga de Emily estaba bajo su cama: más de 700 poemas. Era una workaholic: si no escribía, nada tenía sentido. Su hermana descubrió 40 volúmenes de poesía encuadernados a mano cuando recogía el cuarto de la muerta. Dos versos bastan para comprender su grandeza: sería más fácil fallecer con la tierra a la vista, / que conquistar mi azul península.

Béla Lugosi (1882-1956)

Béla Lugosi (1882-1956)

10. Drácula en la feria del pueblo. El actor Béla Lugosi terminó haciendo el payaso en barracas de ferias ambulantes. Aparecía vestido de vampiro, enseñaba los colmillos de plástico y asustaba a algunos niños que aún no habían nacido cuando se estrenó Drácula (1931). Rechazado por Hollywood porque era incapaz de memorizar los guiones, el mejor intérprete del mito necesitaba sangre blanca: morfina, metadona y analgésicos. Le enterraron con la capa puesta.

Ánxel Grove

Luis Pereiro: «Sin buscar nunca solución para un amor atroz»

Lois Pereiro. Madrid, 1979 (Foto: Piedad Cabo)

Luis Pereiro. Madrid, 1979 (Foto: Piedad Cabo)

La foto de la izquierda muestra al joven Lois Pereiro en la terraza de un piso del Paseo de Extremadura de Madrid. La hizo su novia, Piedad Cabo.

Tiempos limpios: finales de los setenta. El ogro estaba enterrado y el futuro olía a jardín.

Piedad hizo al menos dos fotos más de su novio. En éstas, de plano más cerrado, no se aprecia la novela de Ross Macdonald que él estaba leyendo.

Una de las fotos de la serie ha sido utilizada y distribuida por la Real Academia Galega (RAG) para la invitación a la sesión plenaria de carácter extraordinario que la institución celebra mañana en Monforte de Lemos (Lugo).

Alojo aquí la invitación para los interesados.

Tres notas sobre el mensaje off-topic encubierto bajo el diseño de la cédula de acceso emitida por la RAG:

1. La foto elegida hurta el libro que descansa sobre el sofá. Ross Macdonald -autor de hard boiled, yanqui hasta la cepa- no es políticamente correcto y causaría alguna dispepsia en un pleno organizado por un comisariado que no sólo custodia las normas ortográficas, dialectales y fónicas da fala, sino que, cito sus objetivos estatutarios, se encarga de «velar por los derechos del idioma gallego». La vieja historia de la histeria moral nacionalista: la lengua entendida como trinchera y guillotina fronteriza; los derechos, como salvoconducto para la inquisición.

2. Al optar por el primer plano, no tenemos acceso a los brazos del poeta a quien la RAG ha dedicado el Día das Letras Galegas de este año, que se celebra mañana, jornada festiva autonómica. Lois Pereiro (1958-1996) empleó casi todos sus derechos de autor en comprar heroína para chutarse en las venas de esos brazos que la academia no desea mostrar. Las regalías que el poeta pudo disfrutar fueron escasas, porque en vida le trataron como un apestado buena parte de las personas que han recibido con orgulloso agrado la invitación y estarán presentes, circunspectos, en el acto de Monforte, ciudad natal y territorio salvaje (es decir, familiar) de Pereiro. No sé si la RAG oculta los brazos-venas del poeta con o sin intención. Jung otorgaría el mismo significado, en términos de mito, a ambas opciones.

3. La invitación de la RAG contiene esta leyenda: «Fotografía de Piedad Cabo. Cortesía dos heredeiros do escritor». No acierto a saber si se trata de un desatino o una nueva interpretación, entre Creative Commons por la cara y vulgar descaro, de la legislación sobre autorías. Si la foto es de Piedad Cabo, que no es heredera legal, ¿cómo pueden cederla, por muy educamente que procedan, los herederos, es decir, la familia del poeta muerto?

Piedad Cabo y Luis Pereiro. Muro de Berlín, 1983

Piedad Cabo y Luis Pereiro. Muro de Berlín, 1983

Piedad Cabo es la única novia que tuvo Luis Pereiro -a partir de ahora le llamaré así, Luis, como le llamábamos todos quienes le conocimos-, la mujer a la que amó más allá de toda norma.

También es la persona que tuvo que correr desde cien kilómetros para ingresarle en el hospital en 1994, cuando empezó la cuenta atrás hacia la muerte. Sólo a ella hacía caso el enfermo. Quedó ingresado. Piedad, ingresada a su modo, fumó la máquina entera de tabaco de la noche más larga. La familia del enfermo (madre, hermano, hermana, cuñada), los herederos, se fueron a casa a dormir.

Piedad es la destinataria de la última obra del poeta, la esplendorosa Conversa ultramarina (Conversación ultramarina), publicada en su versión verdadera (la que reproduce el original epistolar de Luis) por Edicións Positivas, la única editorial que le dió cuartel en vida al escritor, un raro que nunca interesó a las ultra conservardoras empresas gallegas dedicadas al negocio del libro-bandera-nacional, esa otra guillotina.

Piedad Cabo no ha sido invitada al acto de mañana en honor a Luis.

El editor de Positivas, Paco Macías, sí ha sido invitado, pero no creo que se presente. Como Luis, es un  anarquista fidedigno, sin patria, sin academias, distante de las guillotinas.

Me parece (opino por mi cuenta, soy culpable de no seguir el discurso único) que Luis tampoco asistirá en forma espíritual (el Día das Letras Galegas se dedica a personas muertas).

Creo que, ante cualquier homenaje de este calibre, firmaría un grafito con la sentencia de Buenaventura Durruti: «La unica iglesia que ilumina es la que arde». El fuego es un destino justo para cualquier dogma, sea un documento de identidad, una arenga nacional o una distinción académica.

Qué vieja es la vieja y miserable historia de la explotación post mortuoria: las extrañas derivas de Maria Kodama, la celadora de Jorge Luis Borges; la peripatética actividad de Clara Aparicio, viuda de Juan Rulfo y soldadera belicosa contra todo lo que enturbie sus planes; la desobediencia de Max Brod a las instrucciones de Franz Kafka para que destruyese sus manuscritos; Isabel Burton, la mujer del orientalista Richard Francis Burton, quemando los papeles sexualmente incómodos de su marido; Elisabeth, la hermana de Friedrich Niezsche, distorsionando a su gusto los manuscritos inéditos del trastornado y por tanto cuerdo filósofo…

Luis Pereiro en una bolsa de supermercado

Luis Pereiro en una bolsa de supermercado

A Luis Pereiro le han intentado disfrazar en los últimos meses. Le han colgado todos los atrezos, le han colocado en todas las plataformas virtuales de egosurfing.

Hay un Twitter @loispereiro, un grupo de Facebook, un blog oficial, una exposición itinerante que le presenta como el punk que no fue, un espectáculo audiovisual montado por empresarios del apparatchik nacionalista, una muestra que le imagina  como aleph de la movida gallega, varios documentales, materiales didácticos que escamotean los venenos a los que era adicto (y el sida que le llevó la tumba), una edición especial de bolsas de supermercado con su foto y uno de sus poemas…

Algunas iniciativas son ejercicios perversos de imaginación manipulativa, en otras se elude la forma de vida del poeta, demasido fijada a la obra, demasiado comprometida a la certidumbre de la muerte, una incómoda circunstancia en tiempos de poesía firmada por empresarios o portavoces gremiales.

En casi todas, no lo pongo en duda, hay cierto porcentaje de admirado cariño, aunque no sé dónde está la admiración cuando leo a uno de los muchos biógrafos-paracaidistas, un autoproclamado escritor, llamando a Lois «poeta popular» y citando a David Bowie, Lou Reed y Allen Ginsberg. Intuyo que tachó a los Rolling Stones en el ajuste final para encajar el texto en la maqueta.

Buena parte de las acciones do Ano Pereiro -terminología propagandística- han sido financiadas con dinero público. El Día das Letras Galegas es un trampolín al que deben subirse todos aquellos corderos que deseen optar a pesebre. La Xunta de Galicia reparte subvenciones con bastante holgura desde la noche de los tiempos. En marzo dió 1,5 millones de euros a los medios de comunicación establecidos en la región [página 19 de este Diario Oficial de Galicia]. Mañana todos los diarios llevarán la primera página escrita en gallego. Al día siguiente volverán al castellano como idioma vehicular.

Ya he dado mi visión del ceremonial Pereiro en un artículo en la revista Calle 20. Lo que hoy quiero traer a la sección Top secret de este blog es más doméstico, agenda oculta, agua sucia… Tiene que ver con el inicio de la entrada y la invitación selectiva de la RAG.

"Así le rezo yo a San Francisco". Carta de Luis Pereiro a Piedad Cabo. Marzo, 1995.

«Así le rezo yo a San Francisco». Carta de Luis Pereiro a Piedad Cabo. Marzo, 1995.

Tengo antes mis ojos una carta manuscrita de Luis Pereiro. Está firmada el 8 de marzo de 1995 y dirigida a Piedad Cabo, que entonces vivía en San Francisco.

Aunque la alojo aquí en pdf y la letrita de Luis es transparante, deseo transcribirla.

Así le rezo yo a San Francisco

My Dear P.:

This is not a new and simple declaración of my love. Sería absurdo, aburriría a Cristo, después de tantas otras en todos los idiomas, de otros y otras en todos los lugares del mundo, pronunciadas por muertos y por vivos.

Esto es muy diferente.

No puede ser ya una declaración manchada por el tiempo o el espacio. Hemos sobrepasado la barrera de esa «duración» de que habla Handke, porque en el fango de todas las nostalgias, visiones, contaminación mutua, imágenes creadas y compartidas, sin ruido y sin furia en que estamos metidos hasta el cuello, eso que otros llaman amor no es suficiente: como una sentencia cumplida hace ya tiempo. Todo lo que alguna vez fue nuestro no puede existir más que en nuestra sangre que sigue su camino guiada por las venas de cada uno entremezcladas sólo en el cerebro. No somos siameses, pero tú tienes mi alma y yo la tuya, sin que sepamos nosotros cómo y cuándo. Y el mundo vive ahí fuera con sus turbulencias sin afectar seriamente a las nuestras. Cruzadas las barreras, superados los límites, olvidados los años, desde playas desiertas de Bretaña, desde hoteles ambiguos, desde el silencio que no necesita de más palabras que las que casi nunca se pronuncian, de miradas que nunca significan algo distinto a la luz que las baña, en imnumerables sueños cruzados, en el contacto leve que a veces queremos permitirnos, el mundo sigue girando indignado con nuestra indiferencia.

Tu ausencia o tu presencia sólo altera mi vida o mis deseos pero no podría interrumpir ni un sólo instante una conversación continua que invade mi cerebro y forma mi memoria, aunque esa ausencia llegase a ser eterna.

 

Luis Pereiro

Lo que fuimos o lo que somos va camino de ser intenso y duro, indefinible pero sin duda eterno, que es lo que dura la vida de un hombre que no se resigna aunque la muerte lo espere.

La verdadera duración del Tiempo es algo que un simple amor no puede concebir entre sus márgenes, no es capaz de acoger en sus entrañas tanta imagen vivida, tan pocas palabras para decir tanto, ritos y gritos sin alzar la voz como los que tú y yo llegamos a crear, juntos o separados, da lo mismo.

 

Este será el poema prometido en el lecho de mi resurrección o pacto con el diablo, ¿quién lo sabe? Pero no sería el último aunque las manos se me volviesen ramas secas o el cerebro una ciénaga. No habrá final hasta que el mundo se disperse y con sus restos nuestros comunes restos del naufragio, de un espacio cósmico que ya será siempre nuestra común y ardiente pesadilla.

«Aniquilar el dolor aniquilando el deseo», dijo Buda.

Un buen consejo que llega un poco tarde
porque soy ya un experto en ambas cosas
y prefiero sufrir, callar y hundirme
los dedos en la herida antes de olvidar el más mínimo
instante de mi deseo por ti.

Ya ves, nunca seré budista. Demasiado tiempo entre dos vidas y no quiero perderte entre transmigraciones y, entre ellas, mi dolor y mi fracaso.

Podría también ser yo el que representase tu papel, o tú el mío, o el mismo en una película distinta, o uno secundario en un viejo ‘thriller’ en blanco y negro.

 

Luis Pereiro y Piedad Cabo

Pero encontraría siempre la manera de no salir de tu alma, de entrar en ti a oscuras del modo más sutil o violento, y también de apartarme elegantemente, ya lo sabes ¿Cómo no vas a saberlo precisamente tú, que me diste el aliento y fuimos uno sin buscar nunca en los peores momentos la solución para evadirnos de un amor atroz y destructivo? Y también sabes hasta donde podía llegar mi desesperación al creerte perdida, y nunca necesitarás preguntarme en serio si te amo. Sólo podemos recrear diálogos, decirme: «Miénteme, dime que me amas», porque a ti ya no podría mentirte ni lo haría ya si tuviese que hacerlo.

Te vi una vez y te sigo mirando cuando no me ves, y creo que si algo me hizo amarte fue tu capacidad para saber siempre dónde poner los ojos, y sigo enamorado de tu infinita gama de miradas.

«Do you love me?», said the man. And she looked at him, but her eyes were fixed on the wall beyond her lover, looking the wide and open map of the world behind his head.

Esa eres tú, y así sigo adorándote.

A Coruña, 8-3-95
Para P. de Lois
Lois Pereiro

Nota: Propiedad de Piedad R. Cabo. Impublicable e irreproducible, a menos que el beneficio que ello le reporte le sirva para comer un sadndwich en Chinatown.

La carta, sobrecogedora en su transparente palidez, acompañaba al envío postal a Piedad Cabo de la primera parte de Conversa ultramarina. La nota final la declara, por voluntad expresa de Luis, la única dueña de la obra. Cualquier tribunal lo tendrá clarito en el futuro.

No la RAG, que ha excluido del magno acto a la musa inspiradora del escritor homenajeado, ni tampoco los herederos del poeta, que la prefieren con la boca cerrada e intentan silenciar las voces de la linea de sombra que reivindican al Luis tímido, libertario y coherente con su atroz padecimiento.

Parecerá de mal gusto formular hoy ciertas dudas en vísperas del gran día de fiesta. Pero, como no creo en las abstracciones ni en las lenguas atadas por propósitos cuando menos falaces, ahí dejo la cuestión: ¿Por qué se intenta ocultar que Luis murió de complicaciones derivadas del sida y se insiste en que fue por el envenenamiento del aceite de colza desnaturalizado?

Otra historia es la literaria. La poesía de Luis no permite la duda, nunca la ha permitido. Aunque algunos se han percatado dos décadas más tarde y al toque de rebato de la RAG de esa grandeza (como también parecen haberse enterado ahora de que existe algo llamado rock and roll), la obra ya estaba allí. Los libros del poeta los publicó en vida (Poemas 1981/1991 es de 1992 y Poesía última de amor e enfermidade, de 1995). No sólo son los mejores, sino también los únicos.

Lo que ha llegado este año es mediocre. El esbozo de Naúfragos do Paradiso (que los herederos han llegado a presentar como novela inédita, cuando había sido publicada en 1997) nunca habría sido entregado a las imprentas por Luis, un escritor exigente, radical y económico en el uso de la palabra, enemigo de la glosa vacía tan en boga.

Sólo se salva Conversa ultramarina (verdadero y único tercer libro del poeta), un dietario con el rigor centroeuropeo de Thomas Bernhard, de quien Luis admiraba la negra precisión («lo que pensamos ha sido ya pensado, lo que sentimos es caótico, lo que somos es oscuro«), aunque por desgracia, el gallego no imitó al austriaco en su desprecio final y murió sin dejar un testamento drástico que ahuyentase a los chacales.

Uno de los libros que Luis adoraba es La visita de la Vieja Dama, de Friedrich Dürrenmatt, una tragicomedia sobre la perversión canibal de la tierra natal contra sus hijos incómodos: la exclusión, el rechazo, el estigma, el desprecio, el cotilleo de cacatúas de la calle del Cardenal… Quienen refieren ahora la edénica relación entre Luis y Monforte deberían leer a Dürrematt. Es profético: «El mundo me convirtió en una puta y ahora yo lo convertiré en un burdel».

Al final de la francachela de mañana en el Monforte de Luis, un grupo de gaitas tocará el Himno Gallego. Luis hubiera preferido algo más venenoso. Nunca le gustaron las gaitas. Pero, sobre todo, hubiera condicionado su presencia a una sola reivindicación: estar al lado de Piedad Cabo, la vieja dama ausente.

Ánxel Grove