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Los espejos mecánicos de Daniel Rozin

'Angles Mirror' - Daniel Rozin

«Los espejos nos permiten observarnos a nosotros mismos de la misma manera en que observamos a otros. (…) A pesar de su sencillez, un espejo es un objeto profundamente complejo, tiene la capacidad de mostrar a una multitud de espectadores un reflejo único y no hay dos personas que vean la misma imagen aunque la estén viendo juntas», dice Daniel Rozin (Jerusalén-Israel, 1961) en una entrevista.

El artista residente en Nueva York  hace «espejos mecánicos», conjuntos de objetos que en origen no provocan reflejos y que de un modo u otro reproducen la imagen y los movimientos de quien permanece frente a ellos. Las «instalaciones interactivas» interpretan la presencia humana invitando al espectador a jugar con la obra y amplían el concepto del lo que debe ser un espejo.

Desde finales de los años noventa utiliza sus creaciones para examinar el modo en que construimos una imagen, el instante en que reconocemos mediante ilusiones ópticas y combinaciones una figura reconocible. El Espejo de madera, uno de sus primeros proyectos, reflejaba las imágenes con un mosaico de tonos marrones; Rozin sigue con la tónica en sus últimas dos instalaciones, protagonizadas por abanicos y simples piezas alargadas de plástico que recuerdan a las manillas de un reloj.

Fan Mirror (Espejo abanico) se compone de 153 abanicos de Corea, China, Taiwán, Japón y España montados sobre una estructura que a su vez forma un gran abanico de más de cuatro metros de largo. Cada ejemplar tiene un pequeño motor controlado por ordenador y conectado a una cámara para que reaccione al movimiento cuando el espectador se aproxima. Angles Mirror (Espejo de ángulos) proporciona siluetas más precisas con 465 pequeñas tiras de plástico que giran según los impulsos de una cámara.

El artista se nutre de las sensaciones que nos causa la visión de nuestra imagen, y aprovecha la base «intuitiva y emocional» del rito de mirarnos. Declara que ese punto de partida le sirve para sorprender al espectador cuando la superficie —denominada como espejo— promete reflejar el aspecto propio y sin embargo «se comporta de manera diferente a la que estamos acostumbrados a esperar».

Helena Celdrán