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La cabaña para tomar el té con el protohippie Thoreau

"Walden; or, Life in the Woods", primera edición, 1854

«Walden; or, Life in the Woods», primera edición, 1854

«Fui a los bosques porque deseaba vivir en la meditación, afrontar únicamente los hechos esenciales, y no sucediera que estando próximo a morir, descubriese que no había vivido. No quería vivir lo que no fuera vida; ¡la vida es tan cara!, ni tampoco deseaba practicar la resignación, a menos que fuese enteramente necesaria. Quería vivir profundamente y extraer todo lo maduro como para infligir una derrota a todo lo que no fuese vida; guadañar un ancho espacio a ras del suelo».

¿Cómo no rendirse? La entrega está garantizada cuando el autor, en las primeras páginas y con inteligencia, nos vende lo que viene: la crónica, según promete, de dos años de vida en una mínima cabaña en los bosques, sin otra ayuda que la de sus manos, sin otro alimento que el extraído de la tierra, con sencillez extrema, sin compañía ni civilización como consuelo para llenar el tiempo.

Henry David Thoreau (1817-1862), el autor de Walden (editado en origen como Walden o la vida en los bosques) es venerado como protohippie, anarquista, adorable emancipador, ambientalista, precursor de la desobediencia civil un siglo antes de Gandhi…

Es un intocable, uno de los primeros indignados, un trascendentalista vigoroso, un vernacular padre de cada neoizquierdista, cultivador de tomates o perseguidor de la autarquía de la huerta y el veganismo, acaso el último clavo ardiendo al que nos amarramos para soñar con una utopía mística que nos libere de la tristeza cotidiana con decorado Ikea y  televisión pay-per-view como único ventanal.

Henry David Thoreau (Photo by Hulton Archive/Getty Images)

Henry David Thoreau (Photo by Hulton Archive/Getty Images)

«La riqueza de un hombre se mide por la cantidad de cosas de las que puede privarse», escribió.

¿Cómo no adorarle?

Todavía queda dentro de mí, y de millones como yo —cada día veo varias referencias a Walden en Facebook y Twitter, esas cabañas que nos convierten en ermitaños trabajando gratis para los magnates del 2.0—, los rescoldos de la brusquedad ardiente de las primeras líneas del libro:

«Cuando escribí las páginas que siguen, o más bien la mayoría de ellas, vivía solo en los bosques, a una milla de distancia de cualquier vecino, en una casa que yo mismo había construido, a orillas de la laguna de Walden en Concord (Massachusetts), y me ganaba la vida únicamente con el trabajo de mis manos. En ella viví dos años y dos meses. Ahora soy de nuevo un morador en la vida civilizada».

Así comienza Walden. La imagen inmediata que el lector se hace de Thoreau es la de un hombre que se ha atrevido a quemar las naves, romper los puentes y vivir entre pájaros y árboles, un San Francisco de Asís moderno…

Si a alguien le interesa conocer al cantante (Thoreau) una vez conocida la canción (Walden), que eche un vistazo a la mejor biografía sobre el personaje:  The Days of Henry Thoreau, del académico —y gran admirador del personaje— Walter Harding. La instantánea que resulta poco tiene que ver con la de un delicioso ermitaño progresista, desprendido y autosuficiente.

Réplica de la cabaña de Thoreau en la ubicación original y estatua del escritor

Réplica de la cabaña de Thoreau en la ubicación original y estatua del escritor

1. La pequeña cabaña no fue construida por Thoreau, que no tenía idea de carpintería y era muy torpe para los trabajos manuales. Era una vieja construcción de un siglo de antigüedad que había reformado como refugio el también escritor y amigo de Thoreau Ralph Waldo Emerson.

2. La cabaña «en los bosques» estaba situada cerca del lago Walden, al borde de la carretera entre las ciudades de Concord y Lincoln, en una zona que ya entonces estaba bastante poblada y muy bien comunicada.

3. Thoreau iba casi todos los días a Concord, a 2,4 kilómetros de la cabaña. Se abastecía de alimentos, bebía alguna cerveza en el bar, compraba prensa y libros y visitaba a su madre y tías, que vivían en el pueblo y siempre le tenían preparada alguna delicatessen para que se llevase a la jungla.

4. Cada sábado la familia y amigos celebraban una reunión masiva en la cabaña. Cestas de viandas y bebidas llegaban al bosque para solaz de los asistentes.

Esquema para construir una cabaña como la de Thoreau

Esquema para construir una cabaña como la de Thoreau

5. Amigo de la propaganda, el escritor empezó a dar conferencias en Concord tras un año de residencia en Walden y avisó a su círculo de amistades del experimento de vida salvaje que llevaba a cabo. Muchos notables acudieron de visita a la cabaña. Emerson y Nathaniel Hawthorne se quedaron a cenar y a pasar la noche más de una vez. El vino y el brandy no escaseaban.

6. La proeza de Thoreau fue muy bien recibida por las sociedades burguesas progresistas de la zona, que comenzaron a organizar excursiones turísticas.

7. Una sociedad de damas contra la esclavitud celebró su junta anual en la cabaña en agosto de 1846. Sirvieron un té con pastas.

8. No hay constancia de que Thoreau haya plantado o cultivado ni siquiera perejil durante sus dos años de «vida primitiva».

9. Tampoco parece que se haya desprendido nunca de la levita y el alzacuellos.

10. «No era un lugar solitario. No había ni un día en que Thoreau dejase de recibir visitas (…) En una ocasión se reunieron en el lugar 25 personas«, dice la biografía.

Un par de carteles con mensajes basados en los libros de Thoreau

Un par de carteles con mensajes basados en los libros de Thoreau

Cuando conoces al cantante, la canción deja de acaricirte el alma. Sucede con frecuencia y es doloroso. Quiza debiera tomar precauciones y dejar de leer biografías.

«La mayor parte de los lujos, o las llamadas comodidades de la vida, no son solamente innecesarios, sino también impedimentos para la elevación de la humanidad. En lo que se refiere a los lujos y comodidades de la vida, diré que los más sabios siempre han vivido vidas más simples y pobres que las vidas de los mismos pobres«.

A partir de ahora no te creo, Thoreau. Sé que escribías el canto al ascetismo de Walden con la pluma en una mano y un muslo de pavo asado por mamá en la otra. Eras uno de esos que se indignan los fines de semana pensando en el lunes.

Ánxel Grove