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El museo de los sonidos en peligro de extinción

Cuatro de las reliquias del Museo de sonidos en peligro de extinción

Una tele de tubo, un vídeo, un móvil de los años noventa y un reproductor de CD

¿Alguien se acuerda del ruido que hacía el pretérito módem de 56k al conectarse a la línea telefónica? Tras escuchar las teclas de los números de teléfono, se sucedían una serie de pitidos aderezados con un ruido entre extraterrestre y básico.

A finales de los años noventa, el sonido era parte del ritual previo a conectarse a Internet, para después armarse de paciencia y esperar a que cada página cargara. Tras sólo 15 años, escucharlo provoca una sensación similar a ver el esqueleto de un mamut en un museo.

El estadounidense Brendan Chilcutt es un amante de las viejas tecnologías y se ha propuesto evitar que los sonidos que nos han acompañado en la vida cotidiana caigan en el olvido. En enero de este año inauguró el Museum of Endangered Sounds (Museo de los sonidos en peligro de extinción), una colección virtual que reune entre sus piezas el tono de un indestructible Nokia de finales de los años noventa, el ronroneo de un disquete y el ruido blanco de una televisión analógica.

«Imagina un mundo en el que nunca más volviéramos a escuchar la sinfónica música de comienzo del Windows 95. Imagina generaciones de niños ajenos al parloteo de los ángeles alojados en una vieja televisión de rayos catódicos», escribe en su página web defendiendo su misión nostálgica.

Un teléfono de rueda, un casette, una disquetera y un tamagotchi

Un teléfono de rueda, un casette, una disquetera y un tamagotchi

Chilcutt continuará ampliando el repertorio y confía en terminar la base de datos en el año 2015. Después planea pasar siete años reinterpretando los sonidos, convirtiéndolos en composiciones binarias, para que las grabaciones que él ha realizado no sean la única documentación existente de cada uno.

Pero aún con el esfuerzo, tal vez lo que Chilcutt no ha tenido en cuenta es que la pervivencia de un sonido pasa por haberlo escuchado previamente. La memoria colectiva lo mantiene vivo mientras existen recuerdos unidos a él. Como ocurre con los idiomas, cuando el último usuario de un vídeo VHS haya muerto, nadie sabrá interpretar los matices de una cinta dentro de un reproductor.

El Museo de los sonidos en peligro de extinción me ha recordado un ejemplo curioso que tiene que ver con uno de los archivos que Chilcutt tiene en su web. Korobeiniki (en ruso, Los buhoneros) es una canción popular de la Rusia prerrevolucionaria, de ritmo pegadizo y bailable, basada en un poema de Nikolái Nekrásov (1821-1878) que cuenta el amor entre un vendedor ambulante y una joven. El lenguaje ambiguo del regateo, el precio a pagar y lo pesado de la mercancía hacen que la composición se antoje algo cómica para el lector actual.

En 1989, el japonés Hirokazu Tanaka adaptó la composición a los sonidos electrónicos de la Game Boy de Nintendo y la convirtió en la archiconocida canción del Tetris. Todos sus significados anteriores quedaron sepultados bajo la imagen de las piezas encajando sobre un fondo verdoso. No hay partitura ni grabación que valga. Pero el tiempo pasa para todos y dentro de unas cuantas décadas nadie recordará tampoco la versión metálica de la canción, ni la consola. Tal vez sólo perviva el juego en sus numerosas versiones. El tiempo, por más que nos empeñemos, siempre gana la partida.

Helena Celdrán

Palomas pioneras de la fotografía aérea

Palomas fotógrafas

Palomas fotógrafas

Julius Neubronner (1852-1932), un farmacéutico alemán de un pueblo no lejos de Frankfurt, solía usar palomas mensajeras para recibir recetas de un sanatorio cercano. Las aves no solo iban a buscar las prescripciones: Neubronner las volvía a enviar con hasta 75 gramos de medicación para los pacientes.

Aunque era el método más rápido en 1903 para que la pequeña mercancía llegara con urgencia, a veces la profesionalidad de las palomas dejaba que desear. Se despistaban por la niebla y perdían la orientación, en algunas ocasiones desaparecían y llegaban cuatro semanas más tarde sospechosamente bien alimentadas…

El farmacéutico, aficionado desde la adolescencia a la fotografía, decidió crear un método para investigar en qué se entretenían sus mensajeras: adjuntarles una pequeña cámara que ilustrara sus recorridos.

Julius Neubronner en 1914

Julius Neubronner en 1914

Neubronner se convirtió en 1907, por casualidad, en un pionero de la fotografía aérea. En un arnés reforzado con aluminio, la paloma llevaba una cámara mínima, hecha de madera, que pesaba de 30 a 75 gramos y que contaba con un sistema neumático para que el disparador se activara solo. La máquina tenía dos lentes que captaban sendas imágenes de modo simultáneo.

El animal, al principio reticente y deseoso de llegar a su destino para despojarse de la carga, aprendía con rapidez a transportarla sin problema. Un año después, el farmacéutico patentó el invento y ganó reconocimiento internacional  exhibiendo en las exposiciones internacionales de Dresde, Frankfurt y París las imágenes que tomaban sus aves, vendiéndolas como postales y mostrando a las palomas, aterrizando tras dar una vuelta, armadas con sus cámaras caseras.

Cuando Alemania se armaba hasta los dientes pocos años antes de la I Guerra Mundial, el ejército se interesó por el sistema de Neubronner como posible técnica de espionaje, pero por suerte, el rápido desarrollo de la aviación hizo que la idea no pasara de la fase experimental y las palomas pudieron seguir dedicándose al arte por el arte.

Helena Celdrán

Fotos aéreas tomadas por las palomas

Fotos aéreas tomadas por las palomas

John Lee Hooker, estafado por las discográficas a cambio de un puñado de dólares

John Lee Hooker

John Lee Hooker

Se sabe que una guitarra llegó a las manos de John Lee Hooker (1917-2001) por casualidad, que su padre, el reverendo William Hooker, no quería ver en casa el pernicioso instrumento que tan frecuentemente se utilizaba para contar historias lascivas, viciosas y oscuras como las de Robert Johnson.

Pero el pulso lo ganó Will Moore, el hombre con el que se fue la madre de Hooker, un aparcero de Louisiana que, según el hijastro, fue quien le enseñó todo lo que necesitaba para crear el boogie, un ritmo que crece en el interior del cuerpo como un bicho y te domina con suavidad y constancia. Por lo demás, nada se sabe de Moore como músico, aunque Hooker haya dado mil y una versiones sobre la notoriedad de su padrastro en Clarksdale.

Hooker sembró su vida de fechas falsas, datos que no cuadran, exageraciones, detalles sin contexto… La neblina se vuelve espesa en cuanto asoma algún dato biográfico del bluesero nacido en las afueras de Clarksdale, un pequeño pueblo-milagro que, como todo el Delta del Misisipi, reunía una serie de requisitos desconocidos para que el blues fluyera de la manera más pura posible. Robert Johnson, Son House, Muddy Waters…, todos cruzaron en algún momento las calles de este punto invisible en el mapa.

Cantaba hablando, se despojaba de cualquier elemento que no fuera imprescindible y no dejaba de seguir el ritmo con el pie. El Cotilleando a… de esta semana es para John Lee Hooker, el boogie man que cavaba un hoyo con cada fraseo, haciéndo brotar sensaciones primarias.

En Detroit

En Detroit

1. Dormido en la cadena de montaje. Se marchó del sur a Detroit en 1940, cuando encontrar trabajo en la Ciudad del Motor era instantáneo. De noche actuaba en fiestas privadas y clubes de clase trabajadora. Las mañanas las pasaba como conserje o en las cadenas de montaje de las fábricas de coches, donde se quedó dormido con frecuencia a causa de su doble vida. Con cada vez más bolos nocturnos, empezó a ser más músico que empleado y comenzó a hacerse un nombre.

2. Nada de adornos. Fue Elmer Barbee, el dueño de una tienda de discos de Detroit, quien descubrió el filón comercial que se escondía en el hombre flaco y menudo que cantaba en minúsculos bares donde la gente empezaba a apretarse más para verlo. Barbee propuso al músico grabar en el estudio casero que tenía en la trastienda del negocio. En los intentos del negociante por darle sofisticación a los temas, se dio cuenta de que la más mínima adenda a la voz y a la guitarra de Hooker resultaba en un fiasco. Su blues no se regía por la perfección técnica y la fórmula mágica era inseparable de la sobriedad. Barbee supo que él sólo no podía afrontar algo tan embaucador. Puso al fenómeno en contacto con Bernard Besman, dueño de una distribuidora de discos y de una pequeña discográfica llamada Sensation. Allí grabó su primer éxito a finales de 1948, Boogie Chillen, un tema insistente, dominado por el ritmo que marca la suela del zapato, pero alejado de la placidez rural, con un nervio urbano y acelerado.

Hooker en Riverside Records, uno de tantos sellos

Hooker en Riverside Records, uno de tantos sellos

3. Chuletitas de cerdo y otros disfraces. Hooker no vio que su éxito se correspondiera con las ganancias y decidió grabar —incumpliendo el contrato— con otras pequeñas discográficas. Lo consideró un acto de justicia y Barbee se encargó de ponerlo en contacto con sellos como Danceland, King o Savoy, cobrando 100 dólares por sesión —renunciando a los derechos— y firmando con pseudónimos crípticos como Little Pork Chops (Chuletitas de cerdo) o descarados a modo de imitación barata, como John Lee Cooker. El público, ante tanto boogie con nombre diferente, comenzó a tomarse aquello como una corriente musical más que como un talento individual escondido tras muchos apodos: en 1950 habían salido 22 discos del artista en decenas de discográficas diminutas y con nombres diferentes. Los royalties seguían siendo para los sellos: Hooker se vendía barato sin pensar en la sobrecarga de canciones con las que había saturado el mercado y que amenazaban con quemarlo para siempre.

Fotografiado por Paul Natkin en 1998

Fotografiado por Paul Natkin en 1998

4. «Hacían un buen dinero, pero nosotros no lo recibimos». I’m in the Mood fue su revancha. Una canción caliente, un quejido nocturno que vendió más de un millón de copias en 1951. Pero poco a poco Hooker se daba cuenta de que el esfuerzo no le compensaba, que las ventas no se traducían en dinero. «Entonces las discográficas eran degolladoras. Odio decirlo, pero es la verdad y se supone que hay que decir la verdad. La mayoría de los artistas de blues no sabían sobre editores, autores. No sabíamos lo que era un editor. Hacían un buen dinero, los editores, pero nosotros no lo recibimos porque no sabíamos», declaró más tarde con su lenguaje llano.

5. Besman y los libros de colorear. Los años cincuenta transcurrieron de gira, en la carretera con el guitarrista y chico para todo Eddie Kirkland. Las ganancias del escenario eran más claras que con Besman, un exprimidor ávido de dinero que cobraba royalties como editor y coautor de los temas de Hooker. Ante cualquier posible duda, se escudaba diciendo que cuando conoció al bluesman su educación musical era tan precaria que él mismo tuvo que poner remedio a las lagunas para que el artista pudiera comenzar a grabar. Besman se autoproclamaba organizador de las ideas de Hooker y aseguraba que sin él las canciones no hubieran llegado a nada. Dice mucho del personaje que se retirara a California y cambiara radicalmente de negocio para dedicarse a vender libros para colorear, en los que cada área iba numerada y correspondía a un color.

La mano de Hooker fotografiada por Anton Corbijn en 1994

La mano de Hooker fotografiada por Anton Corbijn en 1994

6. Una relación explosiva. Hooker se casó cuatro veces (aunque a veces declaraba que tres) y sólo tuvo hijos con Maude Mathis, con quien estuvo 25 años. Ella se refería a la guitarra del músico como «caja de inanición», la relación era tormentosa y las peleas, antológicas. Maude sabía de las numerosas aventuras del músico durante sus viajes y enloquecía ante la falta de ingresos para mantener a la familia. En una ocasión, la furiosa esposa fue expresamente a un concierto para subirse al escenario y romperle a Hooker la guitarra en la cabeza. Tuvo suerte de que fuera una acústica. Zakiya Hooker, una de las seis hijas del matrimonio recuerda que había un dedo de la mano que su padre no podía doblar porque en una de las reyertas caseras Maude le cortó el tendón.

7. «Boom, boom, llegas tarde otra vez». Tras fichar por una larga lista de sellos, sentó cabeza en 1955 con Vee-Jay, una casa discográfica de Indiana que puso a su disposición a una banda de músicos que se desquiciaban con la anarquía de los esquemas inexistentes de Hooker. Fue con una de esas formaciones de músicos todoterreno, acostumbrados a la imprevisibilidad y encabezados por el pianista Joe Hunter (bregado nada más y nada menos que en Motown) cuando Hooker grabó Boom Boom. El título —según su propio autor, al que no hay por qué creer— surgió en el club Apex de Detroit, donde tocó durante años: «Yo siempre llegaba tarde, ya sabes. Entonces bebía, tenía una botella de whiskey escocés en el coche (…) la chica tras la barra, que se llamaba Willow, decía todas las noches ‘Boom, boom, llegas tarde otra vez’, entonces me vino la idea: eso es una canción».

'Hooker 'N' Heat'

'Hooker 'N' Heat'

8. Europa. En los años sesenta viajó a Europa y encontró en Alemania, Francia, Italia, Dinamarca, Suecia, Suiza y el Reino Unido a una legión de fans que reclamaban su boogie,  entre ellos Mick Jagger y el guitarrista de Led Zeppelin Jimmy Page. Mientras, Vee-Jay se dejaba influir por los nuevos títulos de las demás discográficas y se obsesionaba por cambiar el sonido del músico, que volvió a su hábito de grabar a escondidas para pequeños sellos, esta vez porque fuera de Vee-Jay le dejaban tocar como él quería.

9. «Tendréis que pagarme el doble». Pasó los años sesenta y el comienzo de los setenta colaborando con otros artistas, perdido en el marasmo comercial de la industria del rock. Tal vez el proyecto más notable fue el de Canned Heat en 1971, el grupo de Al Wilson y Bob Hite. Acogieron con admiración a quien reconocían como una influencia decisiva, pero Hooker veía en el proyecto, por encima de todo, la oportunidad de sacar tajada, de resolver tantos años de explotación y engaños colaborando con blancos que lo adoraran. Al comentar la banda que de las sesiones podía salir un doble LP, dijo de manera espontánea: «Entonces tendréis que pagarme el doble».

10. Un anciano solicitado. Con sólo cincuenta y pocos años, el mundo lo veía como la leyenda viva del Delta del blues. Hasta 1988 con la publicación del disco The Healer —con Carlos Santana tocando la guitarra en el tema que da nombre al disco—permaneció en la brecha dando conciertos. El disco fue el regreso soñado que convirtió a Hooker en un anciano solicitado y, con más de setenta años, comenzó a encadenar éxitos y premios. Pasó esa dulce última etapa de su vida en California, en el área de la bahía de San Francisco. Murió plácidamente, mientras dormía, en la ciudad de Los Altos. Todavía, en el club Boom Boom Room de San Francisco, inaugurado en su honor en los años noventa, hay una cómoda mesa redonda frente al escenario, siempre vacía, reservada para John Lee Hooker.

Helena Celdrán

Del ‘pedómano’ al ‘cerdo calculista’, seis prodigios de vodevil

Barracas de feria, circos, grandes teatros y cabarets… ¿Quién no se ha visto tentado por la anomalía, la destreza inusual, la visión del raro que nos hace sentir la tranquilidad de ser supuestamente corrientes?

A lo largo de la historia se han subido a la tarima, expuestos a las miradas de los demás, los personajes más excéntricos: intérpretes, artistas de vodevil y personajes relacionados con el espectáculo que quisieron ser importantes o terminaron trabajando de por vida en un circo por una limitación física vista como espectáculo por la cruel sociedad del siglo XIX, época dorada de la curiosidad malsana por la deformación.

Le pétomane ('El pedómano')

Le Pétomane (El Pedómano)

Algunos se inventaron un personaje por falta de talento, otros desarrollaron una habilidad física aparentemente tonta o una destreza que los consumió, los hay que supieron aprovechar un impedimento para poder sobrevivir. Esta semana reunimos en la sección Cotilleando a… a media docena de personajes de vodevil, todos añejos. Algunos fueron desgraciados o se entregaron con intensidad a un solo fin que acabó con ellos. Todos demandaron la atención de los normales y el reconfortante aplauso final:

1. Le Pétomane (El Pedómano). Con 30 años se convirtió en una de las estrellas del legendario Moulin Rouge de París. Por cada espectáculo el cabaret le pagaba, en 1892, 20.000 francos (3.050 euros). Le Pétomane (El Pedómano) era el cómico francés Joseph Pujol (1857-1945), un hombre con un control absoluto del ano que podía interpretar La Marsellesa con flatulencias. En sus números incluía versiones de temas como la canción napolitana O Sole Mio, apagaba velas a una distancia de varios metros, se convertía en una ocarina humana con la ayuda de un tubo de goma, imitaba tormentas, terremotos, sonidos de animales, instrumentos musicales… En realidad, no eran gases lo que el prodigio de la comedia emitía: al tener un esfínter elástico, era capaz de inhalar aire con el ano y luego soltarlo. A verlo acudieron incluso personalidades de la nobleza como el rey Eduardo VII de Inglaterra cuando era todavía príncipe de Gales o Sigmund Freud, a quien el espectáculo seguramente dio mucho que pensar). No se conservan grabaciones de las proezas de Pujol, aunque hubo varios imitadores, como un tal Mr. Lefires, del que sí hay documentos sonoros. Tras años de éxito, El Pedómano volvió a su Marsella natal asustado por el estallido de la I Guerra Mundial. Trabajó en la panadería que regentaba antes de saltar a la fama y abrió una fábrica de galletas en la ciudad de Tolón, también en la Costa Azul.

'Oofty Goofty', 'El hombre salvaje de Borneo'

'Oofty Goofty'

2. Oofty Goofty. Poco se sabe de la efímera trayectoria de este pseudo-troglodita también llamado El hombre salvaje de Borneo, que actuó en las ferias de San Francisco (California) a finales del siglo XIX. Parece ser que llegó desde Alemania a Estados Unidos como polizón en un barco. Otras versiones apuntan que fue un soldado berlinés que huyó de Alemania tras desertar. El misterioso personaje aparecía en escena metido en una jaula y con el cuerpo cubierto de una mezcla de alquitrán y pelo de caballo que le daba un aspecto primitivo. El público pagaba por ver al supuesto ser exótico y le daban entre los barrotes carne cruda: él la devoraba con ansia mientras gritaba «¡Oofty Goofty!». Hay versiones que afirman que el alquitrán no permitía que su piel transpirara, se puso enfermo y tuvo que cambiar de estrategia para ganarse el pan. Descubrió tras un incidente que no sentía dolor físico cuando lo golpeaban y se dedicó a recorrer la ciudad de San Francisco con un bate de béisbol en la mano, animando a los transeúntes a que le pegaran con el bate a cambio de un cuarto de dólar. También aceptaba patadas por menos dinero. El escritor y periodista estadounidense Herbert Asbury (1889-1963), que investigó al desdichado personaje, le siguió la pista y descubrió que el boxeador John L. Sullivan le fracturó tres vértebras causándole una cojera. Parece que Oofty Goofty murió pocos años después.

Charles Tripp

Charles Tripp

3. La maravilla sin brazos se convirtió en una de las figuras del espectáculo más populares de Canadá a finales del siglo XIX. Charles Tripp (1855-1930) era un caballero bien vestido que había nacido sin extremidades superiores y aprendió a utilizar los pies con destreza. En la adolescencia se convirtió en el cabeza de familia, manteniendo a su madre y su hermana con labores de carpintería y caligrafía. Tripp fue contratado por una feria ambulante en Nueva York: sólo tuvo que mostrar al cazatalentos cómo era capaz de peinarse, doblar su ropa y ponerse los calcetines sólo con las piernas. En sus espectáculos, con los que ganaba 200 dólares (unos 152 euros), mostraba sus destrezas como carpintero y calígrafo, hacía fotos, se afeitaba, dibujaba retratos y cortaba papel. Por un extra, firmaba fotos promocionales. Solía posar con otra estrella del elenco: Eli Bowen, un hombre que carecía de piernas y cuyos pies salían de la pelvis.

Hadji Alí regurgitando agua

Hadji Alí regurgitando agua

4. Hadji Alí, El Regurgitador. Bebía cantidades ingentes de agua y luego la expulsaba en un chorro de varios metros. Además, era capaz de tragar avellanas para luego regurgitarlas intactas y en cadena. El momento estrella de su número llegaba cuando tragaba agua y a continuación queroseno: dirigía el líquido inflamable que le salía de la boca hacia una pequeña casa de muñecas de madera. Después, sin ingerir nada, el agua le manaba de la garganta para apagar el incendio. El espectáculo quedó registrado en Politiquerías (James W. Horne, 1931), una película sonora protagonizada por El gordo y El Flaco y rodada en español. Hadji Alí nació en Egipto, no se sabe con certeza en qué año de finales del siglo XIX. Ya en la niñez descubrió su destreza para almacenar y después expulsar agua y comenzó a los 15 años a dar shows. En El Cairo un hombre de negocios italiano lo contrató para dar una gira por Europa. Según cuenta el propio Alí, actuó en 1914 para el zar Nicolás II de Rusia, que lo obsequió con una condecoración. Pronto El Regurgitador llegó a Estados Unidos y obtuvo un éxito discreto pero constante con sus actuaciones, que despertaban el interés de doctores y científicos. Murió en Inglaterra a causa de una insuficiencia cardiaca derivada de una neumonía en el año 1937.

Mabel Stark con Rajah, su tigre preferido

Mabel Stark con Rajah, su tigre favorito

5. La domadora de tigres estadounidense Mabel Stark (1889-1968) era anunciada en los años veinte como la primera mujer amaestradora de fieras. Tras ser enfermera y bailarina, comenzó a trabajar en un circo de Culver City (California) como amazona. Pronto mostró un interés desmedido por los felinos y en 1916 ya tenía su propio número de tigres. Entre ellos estaba Rajah, un ejemplar enfermo que ella había cuidado hasta que el felino se recuperó. Era su favorito: con él preparó un acto en el que luchaban, el tigre vivía en el apartamento de Stark y salían con frecuencia a jugar a la playa. Se convirtió en una sensación en 1922 con su espectáculo de seis felinos, cinco tigres y una pantera. Unos años después sufrió el primer ataque de las fieras. La domadora perdió el equilibrio y los animales se abalanzaron sobre ella hiriéndola gravemente. Hubo que darle cientos de puntos. Sufrió por lo menos dos ataques más y en uno de ellos casi perdió el brazo. Pero Stark siguió con su carrera, llegando a tener 18 grandes felinos sobre la pista. En 1968, tras recorrer medio mundo en diferentes circos y a los 78 años, se unió al Jungleland de California, un parque temático en la ciudad de Thousand Oaks, que al poco tiempo cambió de dueño. El empresario decidió despedir a Stark, poco después uno de los tigres se escapó y los encargados lo mataron de un disparo. Tal vez el suceso fue el detonante para que la veterana domadora se suicidara con una sobredosis de barbitúricos.

Bisset y el cerdo Toby

Bisset y el prodigioso cerdo Toby

6. El cerdo calculista. He dejado para el final al único protagonista animal de esta selección. Cuando supe de la existencia de Toby pensé al principio que aquello era un bulo, pero incluso hay testimonios escritos de la época que atestiguan que todo, por increíble que suene, es verdad: ese cerdo era un portento. En 1782 un zapatero escocés llamado Samuel Bisset, aficionado a amaestrar animales, compró en Dublín un lechón con el objetivo de enseñarle trucos. Ya lo había conseguido con caballos, perros, pájaros, tortugas, gatos, pavos, liebres… No había animal que se le resistiera. Le habían dicho sin embargo que el cerdo era especialmente dificil. Toby fue un reto para él: tras más de seis meses apenas había conseguido nada, pero insistiendo casi durante año y medio logró que se volviera dócil y aprendiera. Sabía realizar operaciones matemáticas como resolver ecuaciones, deletrear señalando fichas de cartón con letras, decir la hora y distinguir entre las personas casadas y solteras que acudían al espectáculo. Incluso se agachaba rindiendo pleitesía a Bisset, que no parecía haber utilizado técnicas violentas para instruirlo. El amaestrador se llevó a la mascota de gira y causaron sensación en Inglaterra. Todo iba sobre ruedas hasta que el Bisset recibió una grave paliza. Hay varias versiones sobre el ataque y todas llevan a la muerte del dueño de Toby a consecuencia del ataque. El animal, huérfano, pasó a manos de un negociante que siguió sacándole partido. La fama del cerdo calculista fue comentada por los periódicos e intelectuales de la época y hasta el escritor y visionario William Blake  lo cita en un poema.

Helena Celdrán

Descorriendo la cortina

¿Delante o detrás de la cortina?

Helena Celdrán y Ánxel Grove

¿Por qué Trasdós? ¿Qué es Trasdós?

Quizá nuestro autorretrato ayude a explicarlo: ¿dónde está el punctum, delante o detrás de la imagen?, ¿mejor descorrer la cortina o dejarla cerrada?, ¿qué miramos cuando queremos ver?…

Es difícil responder: casi siempre deseamos acceder a lo que hay detrás, lo que se esconde en el trasfondo, esa cueva de Alí Babá.

Pero también, acaso porque los tiempos son dados a la cosecha de información, queremos los datos, la referencia, los antecedentes, la circunstancia.

Al mismo tiempo, curiosos y eficaces.  Asomarse tras la cortina y volver al mundo, sorprendidos y un poco más felices.

A veces, quedarse tras la cortina y no regresar en un buen rato.

Empezamos hoy con esta bitácora, complementaria del canal Aparte, que también estrenamos hoy en 20minutos.es.

En el canal hablaremos de literatura, pintura, fotografía, mixed media, vídeo y otros bellos brotes de la creación.

En Trasdós nos permiteremos ser caprichosos al cien por cien. Nos gustaría practicar la la ambivalencia: «periodistas y recolectores», como dice nuestro perfil. Entrar en los cajones secretos, revolverlos, juguetear y salir con un pequeño tesoro para compartir.

Trasdós tendrá una cadencia más o menos estricta -no es posible ser riguroso cuando bailas, a veces conviene improvisar el paso-.

La idea es que el blog cuente con cinco actualizaciones, una al día, de lunes a viernes. Cada entrada pertenecerá a una de nuestras cinco categorías.

Esta es la cadencia del vals:

Top secret (lunes):
Libros, discos, películas… de culto. Grandes obras olvidadas o abducidas por los tiempos y la mercadotecnia. Lo necesario aunque poco conocido.

Obsesiones (martes):
Fetichismo visual. La atracción por el arte, el diseño, la fotografía…, relacionada siempre con un fetiche, una fijación, una obsesión, ya sean pies, ojos, máquinas de escribir, felinos o trenes. También habrá lugar para galerías de inventos e innovaciones de creadores con afán de adornar o sorprender.

Cotilleando a… (miércoles):
Los pequeños secretos de los grandes artistas. Cada entrega será un ¿sabías que…? íntimo. Descubriremos manías, anécdotas, citas, peculiaridades, filias y fobias de una gran figura.

Xpo (jueves):
En el e-mundo todos llevamos en el bolsillo una potencial cámara de fotos, pero, de manera paradójica, hay cada vez menos buenas fotos, aquellas que conmueven, remueven, dicen algo… La sección va de eso: fotos no sólo espectaculares, sino punzantes.

Artefactos (viernes):
Arte no canónico. Llamativo por los motivos, la materia prima, el resultado…

Porque bailar en soledad no es bailar, toda intervención será bienvenida. En forma de comentario o correo electrónico, participen ustedes de la fiesta.

Top secret
Libros, discos, películas… de culto. Grandes obras olvidadas o abducidas por los tiempos y la mercadotecnia. Lo necesario aunque poco conocido.

Xpo