Entradas etiquetadas como ‘comida japonesa’

‘Ghibli food’: fans que cocinan los platos de las películas de Miyazaki

Hayao Miyazaki se inspiró en la comida tradicional japonesa para dibujar los platos que ofrecía a los protagonistas de sus obras de animación. También en la cocina occidental. Le gustan los sándwich. Los huevos fritos con beicon.

Ahora los cocineros se inspiran en Miyazaki para copiar sus manjares. Un efecto cobra, muelle, onda expansiva, deflagración estética.

Platos que degustaron unos personajes imaginarios son hoy apreciados por las personas que los imaginaron.

¿Cómo dices?, se preguntará la niña protagonista de Mi vecino Totoro, más sorprendida por este exceso que por compartir vecindad con un conejo gigante. El monstruo peludo sigue en la ficción, los platos, en cambio, ya no.

Gtresonline. MY NEIGHBOR TOTORO, (aka TONARI NO TOTORO), 1988. ©50th Street Films/courtesy Everett Collection

Mi Vecino Totoro, (aka TONARI NO TOTORO), 1988. ©50th Street Films/courtesy Everett Collection. Gtresonline.

Fotografían cada oferta culinaria reproducida al milímetro. Y lo cuelgan en la Red. Generan fiebres gastronómicas. Nos entra, claro está, el hambre…

Mira, por ejemplo, esta sopa de fideos de la película Ponyo en el acantilado.

 

Bajo el hashtag #Ghibli food (Ghibli es el nombre del estudio del artista japonés) aparece un despliegue de bodegones que copian con fidelidad documental los platos de estos largometrajes.

Es una vuelta de tuerca al homenaje. El fanmade (creaciones de fans) se puede aquí comer, puede quemar tu lengua, llevarte al éxtasis. Te entran unas ganas tremendas de pedir la carta en El Castillo en el Cielo, o de compartir unas pastas con La Princesa Mononoke

Lee el resto de la entrada »

‘Sampuru’, el arte de hacer reproducciones de comida japonesa

Fake Food Sushi - (www.fake-food.net)

Fake Food Sushi – (www.fake-food.net)

Niguiris y rollos de sushi con apetitosas rodajas de pescado, tempura perfectamente rebozada, deliciosas sopas de fideos con sobreabundancia de ingredientes… Los platos son perfectos como estatuas, lo único sospechoso en ellos es que brillan demasiado.

Denominadas sampuru (del inglés sample, muestra), las reproducciones de comida tienen un papel importante en los restaurantes japoneses, permiten al potencial cliente hacerse una idea de lo que hay en el menú y estimula las papilas gustativas de quien pase por delante. En las grandes ciudades cumplen además la función de facilitar la comunicación entre camareros y los clientes extranjeros en un país donde el inglés es una rara avis.

Hecha de cera —aunque cada vez más, de plástico— la comida falsa requiere de un proceso artesanal que comienza en la mayoría de los casos con alimentos reales de los que se sacan moldes. Después, se añaden detalles realistas a la pieza y se pinta.

Cada restaurante encarga los modelos según los platos que ofrece y con el tiempo el diseño y la confección de estos conjuntos se ha convertido en una especie de disciplina artística. Hay concursos de creación de comida de mentira y los manufacturadores más destacados guardan con celo los secretos para lograr que sus productos tengan un aspecto más realista que otros.

Yakisoba-takoyaki y una tempura de gamba - (www.fake-food.net)

Yakisoba-takoyaki y una tempura de gamba – (www.fake-food.net)

La consideración del sampuru como disciplina artística hizo que en 1985 incluso protagonizara una exposición en el Museo Victoria y Alberto de Londres. En el documental de Wim Wenders sobre Japón titulado Tokyo Ga (1985) el director alemán también se esmeró por enseñar los pormenores de la manufacturación de la comida falsa.

Aunque parece un invento desarrollado tal vez en los últimos 40 años y más relacionado con la extravagancia y el gusto por lo artificial que se cultivan en Japón, las reproducciones de alimentos son un invento de principios del siglo XX.

Para entender su origen es necesario remontarse a la era Meiji, marcada por el reinado del emperador Meiji, de 1868 a 1912. El país iniciaba su apertura al mundo efectuando cambios sociales, económicos, militares, de política interior y exterior, dejaba de ser un país aislado y anclado en un sistema feudal y evolucionaba con el objetivo de ser una potencia mundial.

A raíz de las recién instauradas relaciones comerciales, tuvo acceso a productos que hasta ese momento, como mucho, se conocían de oídas. La comida no fue una excepción: cuando en los años sesenta del siglo XIX se crearon los primeros asentamientos occidentales en el país. Al archipiélago comenzaban a llegar productos occidentales, entre ellos ingredientes y recetas que los japoneses nunca habían probado.

En el libro Modern Japanese Cuisine: Food, Power and National Identity (Cocina japonesa moderna: comida, poder e identidad nacional) la polaca Katarzyna Joanna Cwiertka —académica especializada en Estudios Modernos Japoneses en la universidad holandesa de Leiden— explica que sólo en aquellas últimas décadas llegaban al país zanahorias, guisantes, cebollas, tomates, espárragos, coliflores, perejil… El contacto tardío con otras potencias hizo que por ejemplo, hasta 1925, nadie hubiera probado la mayonesa.

Las réplicas comenzaron representando platos occidentales, entonces sofisticados. Los restaurantes veían difícil que los clientes pidieran lo que desconocían y empezaron por ofrecer muestras, hacer fotos y dibujos… Los métodos disponibles eran caros o no terminaban de ofrecer una visión clara del conjunto y en ese momento surgió el sampuru. Contradictoriamente, ahora son en su mayoría platos japoneses los que (también fuera del país) se exhiben para que el cliente occidental sepa lo que esperar o caiga rendido al aspecto limpio y colorido de las piezas de cera y plástico.

Helena Celdrán