Entradas etiquetadas como ‘cine’

Proponen un santuario público para Divine en el lugar donde la ‘drag queen’ comió mierda de perro

Propuesta del monumento-santuario dedicado a Divine © Sebastian Martorana

Propuesta del monumento-santuario dedicado a Divine © Sebastian Martorana

Un «santuario divino» para Divine, la «drag queen del siglo XX«, como la siguen llamando sus entusiastas, y la «actriz más guarra y peor del mundo», según dijo de ella sin malicia alguna el director que la encumbró, John Waters.

Eso proponen, un templo votivo, un «monumento divino» —tendrán ustedes que disculpar la repetión del adjetivo, pero es un must con carácter totémico en la subcultura gay, para hablar de la cual resulta casi imposible evitarlo—, Michal Makarovich y Alex Fox, dos residentes de Baltimore, ciudad natal de la actriz y el director y lugar de rodaje de la película Pink Flamingos (1972), objeto de veneración pese a lo cutre del producto.

Los promotores de la propuesta de santuario-monumento quieren marcar —el verbo está justificado por el fondo animalista del asunto—, el territorio donde transcurre la escena final del largometraje o, para decirlo de modo sumarial: el lugar donde Divine comió mierda de perro.

Lee el resto de la entrada »

‘Woody’, el muñeco sin dedos que suspira por ser pianista

El maniquí articulado había sido siempre una simple herramienta del artista, hasta que en el siglo XX las vanguardias lo elevaron a obra de arte en sí mismo. El surrealismo le otorgó el estátus de personaje, Giorgio de Chirico lo escogió como símbolo, Man Ray lo fotografió como a un ser humano. Aunque inexpresivo, la frialdad del modelo se adentraba en el subconsciente del espectador, que tenía vía libre para decidir cómo quería interpretar la presencia del muñeco.

«Sus sueños son grandes… Pero están casi fuera del alcance de sus manos», así se podría traducir la frase con que los autores de Woody resumen la historia del protagonista del mismo nombre: un muñeco articulado de dibujo que desde pequeño desea, más que nada en el mundo, ser pianista.

Lee el resto de la entrada »

Documental y ‘biopic’ sobre Robert Mapplethorpe, el ‘James Dean siniestro’

Izquierda, James Dean en una foto de promoción de 'Rebelde sin causa', 1955 - Derecha, Autorretrato de Robert Mappelthorpe, 1980 © Robert Mapplethorpe Foundation

Izquierda, James Dean en una foto de promoción de ‘Rebelde sin causa’, 1955 – Derecha, Autorretrato de Robert Mapplethorpe, 1980 © Robert Mapplethorpe Foundation

Más de una vez han sido citadas las similitudes entre este par de galanes y el twist que los emparenta pese a la brecha de los calendarios.

James Dean, cuyo segundo nombre era apropiado para la vida fosfórica que llevó: Byron, vivió tan rápido como el Porsche 550 Spyder al que llamaba Pequeño Bastardo y entre cuya dinámica carrocería plateada murió por un multitraumatismo el 30 de septiembre de 1955, a los 24 años, tras estrellarse por exceso de velocidad contra el coche mucho menos glamuroso que conducía un chico proletario llamado Donald Turnupseed. El conductor superviviente montó una empresa eléctrica y vivió hasta los 63. Nunca dijo una palabra a los periodistas que le abordaban en cada efeméride.

El organismo de Robert Mapplethorpe aguantó algunos años más, aunque no demasiados: colapsó a los 42, el 9 de marzo de 1989, por complicaciones derivadas del virus del sida. Al contrario que Dean, tuvo tiempo para encargar a una periodista de prestigio la redacción de una biografía oficial sin aristas, disfrutar de una fortuna ganada gracias a la especulación artística y montar una fundación para que sus herederos paguen menos impuestos.

Lee el resto de la entrada »

El desinterés del ‘transactivismo’ por una exestrella en la miseria

Holly Woodlawn (Fotos: Wikipedia)

Holly Woodlawn (Fotos: Wikipedia)

La canción, un catálogo preciso de una tribu dedicada sin remordimiento al cultivo del vicio entendido como revuelta —y ciertamente tal vez sea la depravación la mayor y más efectiva forma de rebelión—, empieza así:

Holly vino de Miami, Florida
Atravesó los EE UU haciendo autoestop
Se depiló las cejas de camino,
Se afeitó las piernas y entonces él era ella

La primera protagonista de la letanía de Lou Reed sobre el wild side es Holly Woodlawn. Nació en Puerto Rico en 1946 con una identidad que sólo es posible en la afiebrada tierra caribe-guajira: Haroldo Santiago Franceschi Rodriguez Danhakl.

La genética estaba tan mareada como la genealogía: Haroldo se sentía como una mujer nacida en un cuerpo de hombre. Aunque nunca se sometió a una reasignación quirúrgica de sexo, desde 1969 empezó a tomar esteroides, cambió su nombre por el de Holly, un homenaje al personaje de Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes, y vivió desde entonces como mujer.

Mientras el mundo moderno aplaude y apoya lo queer —convertido en guiño de consumo y en bazofia televisiva por productos de medio pelo como la serie producida por el holding Amazon Transparent—, Holly a estado a las puertas de la indigencia y a punto de ser expulsada de un hospital de Los Ángeles por carecer de dinero suficiente para pagar tratamientos médicos necesarios para su salud deteriorada.
Lee el resto de la entrada »

Audrey, el único autobús-cine que consiguió volver a la vida

El Vintage Mobile Cinema (http://www.vintagemobilecinema.co.uk)

El Vintage Mobile Cinema (http://www.vintagemobilecinema.co.uk)

El autobús es de la casa Bedford, una compañía inglesa fundada en 1930 en Bedforshire (Luton) y especializada en vehículos grandes, famosa por popularizar el motor de seis cilindros en línea. La empresa no supo enfrentarse al avance tecnológico de los otros fabricantes de autobuses y camiones y dejó de producir vehículos en 1986.

Lo más llamativo no es la redondez sesentera al estilo de las furgonetas Volkswagen T2, sino la corona de cristal, un mullido tupé en lo alto del vehículo. En aquella vidriera se escondía el proyeccionista cuando el interior, lleno de butacas de cine en lugar de asientos, cumplía su cometido como sala móvil de proyecciones a mediados de los años sesenta.

El Reino Unido acababa de dejar atrás las penurias de la posguerra, pero era consciente de que su economía se había quedado atrás después de la II Guerra Mundial mientras los EE UU afianzaban el liderazgo mundial. Blanco y esmaltado al estilo de una nevera antigua, el bus-cine no era una iniciativa romántica, se creó como herramienta para propagar mensajes gubernamentales.

La flota original de autobuses-cine

La flota original de autobuses-cine

Lee el resto de la entrada »

Pogo, el músico electrónico que fragmenta las películas de Disney

Una sílaba pronunciada por Cenicienta mientras la observa un pajarillo azul, Pepito Grillo cantando sobre una caja de cerillas, una visión fugaz de Mary Poppins girando en medio de una coreografía de deshollinadores… Nick Bertke (Cape Town – Sudáfrica, 1988) —más conocido como Pogo— hace música electrónica como sacando juguetes de un baúl sin fondo, dándole un nuevo significado a dibujos animados y películas que avivan la nostalgia de varias generaciones.

Residente en Perth (Australia) y con años de carrera a pesar de su juventud, en sus mezclas utiliza exclusivamente los sonidos y la música del film, no se permite añadir nada que no pueda encontrar en la banda sonora. Se jacta de no usar programas de manipulación de sonido, de valerse sólo de diminutos fragmentos de audio que luego mezcla.

El montaje visual también merece mención. Pogo ordena las imágenes para que el espectador sepa de dónde salen las piezas de su puzle sonoro, aprovecha momentos en que los personajes bailan y pone en conjunto planos similares de diferentes películas, para envolver su regalo musical en el celofán adecuado.

La nueva pieza de su repertorio se titula Forget (Olvida). La mezcla contiene sonidos, minúsculos trozos de canciones e imágenes de películas de todas las épocas de la factoría Disney, desde La cenicienta, Fantasía, Dumbo y El libro de la selva hasta Pocahontas, Fantasía 2000, algún film más ajeno a los clásicos de Disney como James y el melocotón gigante y clásicos de Hollywood como Desayuno con diamantes.

Lee el resto de la entrada »

Pintar al óleo la imagen congelada de una película

'Liz & Rock' - Judith Eisler

‘Liz & Rock’ – Judith Eisler

Una imagen desvaída de Elizabeth Taylor y Rock Hudson en Gigante (George Stevens, 1956), Robert Redford borroso y en penumbra, el rostro de la diva del cine mudo Gloria Swanson en blanco y negro pero con un extraño añadido de líneas de contorno verdosas y rojas… En los cuadros de Judith Eisler (Viena, 1962) hay ondas, zonas borrosas y otras interferencias.

No utiliza modelos al natural y no pretende imitar la perfección del ojo humano, prefiere darle al botón de pausa del mando a distancia y observar los errores digitales que se producen en la imagen congelada en una pantalla de televisión.

'Sadie Thompson' - Judith Eisler

‘Sadie Thompson’ – Judith Eisler

A la artista austriaca afincada en Nueva York  le fascina que aceptemos la ficción del cine como una «realidad alternativa», que el lenguaje falseado del cine cause sensaciones reales en el espectador. Una película nos transforma, «puede moldear nuestra visión e identidad y es parte de una cultura compartida». Con sus óleos de instantes aislados, selecciona imágenes jugando al experimento científico, analizándolas como si fueran muestras en probetas o placas de Petri.

Cuando selecciona el fotograma, hace una fotografía. No se conforma con cualquier instante de la película, busca el momento decisivo que contenga «una acción, una emoción y una tensión psicológica». Como concentrando una fragancia en frascos cada vez más pequeños, Eisler no se interesa por la historia que se narra, sólo presta atención a ese diminuto fragmento que traslada a la pintura.

Helena Celdrán

'Liz 2' - Judith Eisler

‘Liz 2’ – Judith Eisler

'Dorothy 1' - Judith Eisler

‘Dorothy 1’ – Judith Eisler

'Margit 2' - Judith Eisler

‘Margit 2’ – Judith Eisler

'Robert' - Judith Eisler

‘Robert’ – Judith Eisler

'Romy (car)'  - Judith Eisler

‘Romy (car)’ – Judith Eisler

Las fotos inéditas del ‘loco’ Dennis Hopper en Taos, Nuevo México

Untitled (women eating, laughing) © Dennis Hopper

Untitled (women eating, laughing) © Dennis Hopper

No es posible saber si la utopía hippie acabó con la primera cuchillada de las mansonitas contra la tripa embarazada de Sharon Tate o con el disparo del red neck que tumba y mata a Captain America Wyatt, el personaje principal de Easy Rider, interpretado por Peter Fonda. Entre la primera escena, tan real como la sangre y sucedida en las colinas de Los Ángeles, y el estreno publico de la película que contenía la segunda, metafórica y escenificada, pasaron pocas semanas.

Todo ocurrió en el verano de 1969, cuando el diablo fue de vacaciones a California.

En la foto que abre la entrada, tomada por el director-actor de la película, Dennis Hopper (1936-2010), mientras buscaba localizaciones para el largometraje que sería el canto póstumo de una generación, el flower power no parecía estar todavía condenado a la cuneta de una carretera sureña o al delirio de una secta de niños convencidos de que aquel delincuente de poca monta con ojos hipnóticos era, «en serio, hombre», el quinto beatle.

Las dos mujeres que aparecen en la imagen tienen toda la vida por delante. Eso creen ellas.

Acaban de editar las que quizá sean las últimas imágenes inéditas de Hopper, o sea, las únicas no explotadas por la codicia de los herederos. Drugstore Camera reúne las fotos del director, tomadas con cámaras desechables y reveladas en drugstores —esa mezcla de maxiquiosco y farmacia tan abundante en los EE UU, donde tiene un sentido metafísico comprar en el mismo lugar lo que te cura y lo que te lleva directo a la diabetes— durante sus primeros meses en la zona de Taos, en el desierto de Nuevo México, un lugar seco donde la topografía parece una canción de Lydia Mendoza: Cerro del Oso, Arroyo Seco, Mosca, Cerro del Oro, Jicarita, Hernández, La Española, Cerro Vista, Cuchillo de Fernando, Sangre de Cristo, Agua Fría…

Lee el resto de la entrada »

‘Ojos de Hitchcock’, montajes para saborear el cine

Fotograma de 'Eyes of Hitchcock', uno de los video-ensayos de Kogonada

Fotograma de ‘Eyes of Hitchcock’, uno de los video-ensayos de Kogonada

Firma :: kogonada, con los cuatro puntos delante del nombre, siempre escrito en minúscula. Sus breves montajes son vídeo-ensayos, reflexiones visuales, sobre géneros, películas y directores. El autor recopila con mimo la expresividad de las manos en Robert Bresson, la perspectiva frontal en Stanley Kubrick o la simetría enquistada en el universo de Wes Anderson. Se recrea en cada instante como degustando los pasteles de un carrito de postres, desplegando filmografías completas de modo apetitoso y poético.

Parece ser que de origen japonés —»nací en Asia», dijo en una ocasión— pero residente en los EE UU desde niño, en este último año Kogonada ha despertado cada vez más el interés de los cinéfilos a raíz de los vídeos que difunde en Internet, muchos de ellos encargos para la distribuidora estadounidense Criterion, famosa por reeditar clásicos. En cada uno se saborea el amor por la composición de planos, la duración de las escenas, los miles de detalles sutiles que dan el acabado final a una película.

Uno de esos microbanquetes cinematográficos es Eyes of Hitchcock (Ojos de Hitchcock), de menos de dos minutos de duración, una consecución de planos con miradas de miedo, duda, demencia, terror, asombro, maldad… No permite que las imágenes transcurran tan breves como en la película, congela cada segundo haciéndolo retroceder y avanzar mínimamente, construyendo algo parecido a un gif animado, un bucle para poder examinar con calma la mirada.

Congela los ojos encendidos de la secretaria Marion Crane (Janet Leigh) conduciendo hacia el Motel Bates en Psicosis (1960) y también captura la expresión terrorífica de Norman Bates (Anthony Perkins). También hay miradas de Rebeca (1940), Extraños en un tren (1951) Vértigo (1958), Con la muerte en los talones (1959), de la escena onírica (con abundancia de ojos) diseñada por Dalí para Recuerda… (1945).

La música, del director y productor Rob CawleyAnything can happen, and usually does… On the Orient Express (Puede pasar cualquier cosa… Y normalmente pasa… En el Orient Express)— evoca los afilados violines de Psicosis, pero con una cadencia ferroviaria que Kogonada aprovecha con imaginación para hipnotizar al espectador.

Helena Celdrán

‘Creación artística’, un corto en ‘time lapse’ de 1901

Fotograma de "Artistic Creation" (1901)

Fotograma de «Artistic Creation» (1901)

La frecuente sociedad de los adjetivos cineasta y mago adquiere una exactitud plena en los cortometrajes realizados hace más de un siglo por el inglés Walter R. Booth (1869-1938), capaz de p0ner vehículos a circular por los anillos de Saturno o predecir las jugarretas del time lapse cuando el término ni siquiera se había inventado…

No es casualidad que Booth, que permanece injustamente olvidado entre los pioneros del cine experimental de finales del siglo XIX y principios del XX, supiese cómo hacer asombrosos trucos con las posibilidades de los efectos especiales en el recién inventado medio, presentado en sociedad en 1895 en París por los hermanos Lumière —la fecha es discutida y existen muchos otros nombres y fechas ligados a la invención del cinematógrafo—.

Hijo de un ceramista de quien heredó la facultad de pintar con soltura para elaborar escenografías y construir objetos en tres dimensiones y practicante profesional de la magia y el ilusionismo, Booth dejó ambas vocaciones a partir de 1896, cuando conoció en 1895 a Robert W. Paul (1869-1943), científico, electricista, inventor y precursor del cine en el Reino Unido. Desde entonces, ambos visionarios se dedicaron a producir y realizar trick films (films con truco), cortos o mediometrajes basados en una demostración humorística de la ruptura de las leyes de lo posible.

Artistic Creation quizá sea el más poético de los trick films del mago-cineasta. Es un corto de 1901 que en apenas dos minutos resume la filosofía cinematográfica de Booth: simpatía, candidez y sentido de la maravilla.

Un artista, idealizado como un arlequín-payaso de la Commedia dell’Arte, pinta y a la vez da vida a una mujer. Lo hace por partes: primero la cabeza, luego el torso, después los brazos y finalmente las piernas. Hay un añadido final, un rizo inesperado en el guión, pero no lo mencionaré para obligarles a ver la obra, antecedente primario de la hoy tan socorrida animación por time lapse.

Booth fue muy prolífico durante una década, llevando al límite la imaginación y la inventiva en cortos de animación como The Haunted Curiosity Shop (1901), que desarrolla el tema de los juguetes que cobran vida, y otros de inocente ciencia ficción entre los que destaca The ‘?’ Motorist (1906), donde los dos viajeros de un automóvil sacan de quicio a un agente de policía y terminan volando hacia el espacio exterior.

Hay una precisa filmografía de este pionero en el British Film Institute, con enlaces a vídeos de los cortometrajes que firmó.

A partir de 1915, cuando el cine tomaba el camino de una industria en alza y los experimentos eran superados por los dramas o las comedias, Booth intentó ganarse la vida como publicista, pero su rastro se pierde y ni siquiera hay noticias de lo que hizo hasta su muerte en 1938 en Birmingham.

Jose Ángel González