Los dos tramos de escaleras confluyen en el centro, donde un falso ventanal refuerza la simetría de la construcción. Tres hombres jóvenes bajan los peldaños desanimados y cansados. Menos mal que, cuando lleguen abajo, otro hombre les dará desde ese ventanal central un saco blanco con una cara sonriente pintada. A partir de ahí, todo cambiará, subirán las escaleras contentos, con la cabeza tapada por el saco y acompañando la absurda risa con una postura a juego.
Tras la escena contada como una tira de cómic está el talento del francés Charles Leval —Levalet—, que se autorretrata en todos los participantes de esta escena. El artista define su trabajo como «de diseño e instalación» y dibuja a tinta carteles troquelados de hombres, mujeres y niños para los que buscará el espacio perfecto.