Archivo de mayo, 2018

Son abejas artistas y tienen un mensaje para ti

En el taller de Aganetha Dyck vuelan las artistas invitadas, cual arquitectas callejeras de una república dulce. Son creativas y eusociales. Antófilas (del griego, «que aman las flores»). Matemáticas intrépidas. Poetisas obreras que trabajan sobre una estructura vibrante: construyen miles de pisos que huelen a propóleo y saben a miel.

En el arte de esta escultora canadiense de 81 años las «artistas invitadas» son abejas.

 

 

Pequeños seres que baten sus alas 200 veces por segundo. Insectos capaces de dedicar su corta existencia -unos 85 días de vuelo rasante- a su comunidad, pasando por distintos oficios que jadean dignidad, siendo recolectoras del preciado polen, limpiadoras de celdas, cocineras del néctar, exploradoras campestres, cuidadoras de larvas o infatigables guerreras. Animales que son una metáfora viviente que zumba en nuestros oídos:

«Todas formamos parte de esta colmena. Dejémonos de estupideces».

Este es el mensaje de la abeja obrera para ti, un insecto que no dudará en decapitar a su reina si no cumple con la comunidad.

Aganetha hace la propuesta: una escultura de cerámica, por ejemplo. Abandona luego este elemento al genio de las abejas en apiarios especialmente diseñados para este propósito, su taller.

Así nace una colaboración creativa entre las distintas especies.

 

Las abejas construyen las colmenas guiadas por el instinto, la sabiduría genética, el arte sin nombre, la fuerza vital. Lo hacen en esa figura de cerámica, un zapato o un casco de rugby. Los elementos se conjugan para crear un espectáculo de singular belleza. Es un mensaje poético, geométrico e irracional, unido al símbolo de una humanidad doméstica.

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Convierte a los superhéroes en retratos flamencos del siglo XVI

Imagina que Superman hubiera nacido en el siglo XVI; que el increíble Hulk no fuera un científico sino un duque; que el pintor flamenco Van Eyck hubiera podido pintar a Batman, el Joker o la Mujer Maravilla, juntos.

No imagines, solo observa…

💥 🤡💥 #eduardplantinggallery #sachagoldberger

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💥Old Fashion pea💥 #superflemish #sachagoldberger

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💥Van D2R2💥 #superflemish #flemishinthestars #sachagoldberger #starwars

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El fotógrafo de moda francés Sacha Goldberger se ha apropiado de estos iconos de la cultura popular estadounidense para confrontarlos con los artistas de la pintura flamenca. Crea un cruce entre la ciencia ficción y la historia del arte. En sus imágenes, que juegan con las técnicas de la luz y contraste de aquella época, los superhéroes se muestran nobles a la vez que frágiles, meditativos, cansados de tener que salvar al mundo sin descanso bajo la máscara del anonimato.

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‘El padrino de los cultivadores de hierba’ dedicó 30 años a fotografiar sus plantas

Mel Frank tiene un trabajo considerado futurista en el 95% del globo terráqueo. Es consultor de cannabis, cultivador y cosechador en California. El Estado Dorado ha sido el último en declarar esta planta legal, regulación que abarca tanto el uso terapéutico como lúdico (ya son 7 estados donde el consumo recreativo está legalizado y 29 en los que se vende como una medicina más).

Toda una industria está despertando en California, huele a hierba en un lugar con mucho sustrato. Desde hace años existen cultivos más o menos proscritos estimulados por la exención terapéutica que se declaró en 1996. A pesar de la prohibición, la marihuana nunca abandonó la patria de los hippies, y ha sido cultivada en el llamado Triángulo Esmeralda (al norte) desde el Verano del Amor, en la década de los 60.

Mel lleva en el cogollo resinoso desde hace años, no esperó a la legalización, y pudo cultivar sus plantas en el anonimato de esas densas selvas y granjas que hay en California, páramos solitarios donde un disparo no es escuchado por nadie.

Hasta hace poco era un criminal por cultivar esta hierba, se jugaba la cárcel por su pasión botánica y ansias de conocimiento. En sus fotografías, sin embargo, lejos de las armas o el ceño fruncido de unos chavales con pañuelos y pistolas en el cinto, se observa a ancianas que ocultan con inocencia su rostro bajo las hojas de la maría.

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Un vídeo artístico que muestra el proceso neuronal de la depresión

La depresión es una epidemia silenciosa. Más de 300 millones de personas la sufren en el mundo. Abatimiento, pérdida general de la energía, la concentración y el apetito, se manifiesta por la emergencia de la ansiedad y sentimientos de culpa imprecisos.

Es una ruptura de la que emanan crípticos mensajes de tristeza, y, en ocasiones, quienes los sufren desconocen los orígenes de estas llamadas de auxilio.

La tristeza tiene hoy mala prensa a pesar de ser una emoción necesaria, portadora de una información valiosísima para nosotros mismos. No es un enemigo, de poco sirve ocultarla o exigirle el exilio, es una sensación que nos pertenece, nos quiere y enseña desde la fragilidad que mide nuestro equilibrio. La tristeza es como aquel odiado profe de mates al que si lo escuchas acabarás comprendiendo mejor el mundo y a ti mismo.

En ocasiones, sin embargo, esta tristeza supera los límites y se apodera de nosotros como una garrapata anímica; se produce un proceso de subyugación que llamamos depresión. Y el animal humano se sumerge entonces a una especie de crisálida, lugar oscuro y apartado de todos, un nido frío construido por telas del dolor y desesperación.

Millones de personas caen en ella y sienten que se perdió el sentido, les embarga un desánimo generalizado, la pérdida de la esperanza y se derrumban sobre la cama, cuyas sábanas tienen el magnetismo propio de un imán calamitoso.

Suelen ser personas sensibles, puede que los mejores de nuestra especie, gente que tuvo que endurecerse tanto en este camino de supervivencia que un día el espejo se quebró en los mil pedazos, y ahora están perdidas reordenando las piezas.

La crisálida, por definición, no es larva ni mariposa. Es solo un estadio en transición que anuncia una transformación: la reconstrucción del espejo del mundo.

La depresión es una especie de amor roto, una conexión fallida que busca la reconexión dentro de ese capullo oculto bajo la hojarasca de la vida.

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