Archivo de marzo, 2017

Esculturas de camisetas de los años noventa para recordar a un hermano muerto

'Retired Jerseys' - Chris Bakay - Foto: chrisbakayart.com

‘Retired Jerseys’ – Chris Bakay – Foto: chrisbakayart.com

No nos retratábamos a diario, nadie se arreglaba el pelo en el autobús o en el metro con la pantalla del móvil supliendo al espejo, las fotos se hacían para conservar un recuerdo, no para demostrar —con la cadencia esclava impuesta por las redes sociales— que lo estábamos pasando bien. En 1996, cuando nadie llevaba una cámara en el teléfono y la fotografía digital sólo empezaba a atisbarse, nuestras imágenes eran muchas menos y de otro cariz.

El artista estadounidense Chris Bakay (Atlanta – Georgia, 1977) perdió a su hermano David aquel año. Mayor que él solo por un año, murió en un accidente de coche a los 20. Bakay lamenta tener pocas fotos y vídeos de él, pero la falta de imágenes lo ha llevado a sentir un mayor apego por los objetos que David dejó atrás. El entonces tan habitual walkman, con los finos cascos amarillos de diadema a juego, las camisetas de Michael Jordan o del tercer disco de los Beastie Boys, una muestra de colonia Drakkar Noir, popular fragancia en los ochenta y noventa.

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Las últimas fotos de la familia del zar Nicolás II antes de ser asesinada por los bolcheviques

Pierre Gilliard (1879-1962) - Los cinco niños Romanov con la cabeza afeitada tras un ataque de sarampión. Tsarkoje Selo, febrero 1917. © Musée de l’Elysée, Lausanne

Pierre Gilliard (1879-1962) – Los cinco niños Romanov con la cabeza afeitada tras un ataque de sarampión. Tsarkoje Selo, febrero 1917 © Musée de l’Elysée, Lausanne

La foto de los cinco hijos de la dinastía de los Románov con el pelo rapado —una medida higiénica contra una epidemia de sarampión que afectó a la familia— rebosa buen humor pero también está cargada de malos augurios y de una grotesca ventura. Un mes después de tomada la imagen, datada en febrero de 1917, hace ahora un siglo, el padre de los niños y adolescentes, Nicolás II, el último zar del Imperio Ruso, abdicó de la corona y renunció también a los derechos dinásticos de su único hijo varón, el tsesarévich (heredero) Alekséi Nikoláyevich.

Los Románov se dejaron detener sin oponer resistencia —no les quedaba otra: casi todas las unidades militares se habían sublevado contra el zarismo— y las autoridades civiles, todavía no del todo controladas por los aún minoritarios bolcheviques de Lenin, confinaron en primera instancia a la familia real en el suntuoso palacio de Tsárskoye Seló [visita interactiva], al sur de la capital rusa, que entonces era San Petersburgo.

Menos de un año y medio después, a tiros y tajos de bayoneta, todos los miembros de la familia serían asesinados —es el verbo adecuado: no hubo juicio previo, ni cargos, ni derecho a defensa, solamente una declaración política, casi con seguridad escrita a toro pasado, que justificaba el «fusilamiento» del zar (no de su familia) por «imnumerables crímenes» y ante la posibilidad de que «el verdugo coronado (pueda) escapar al tribunal del pueblo» con la ayuda de «bandas checoslovacas»—.

La fotografía de las cabezas rapadas —que parece un salto adelante temporal y recuerda a las no muy lejanas víctimas de los campos de exterminio de los nazis— fue tomada por el profesor de Francés de los hijos de los zares, el suizo Pierre Gilliard. Forma parte de la exposición De laatste dagen van de Romanovs (Los últimos días de los Románov), que se celebra en el Fotomuseo de La Haya (Holanda) hasta el 11 de junio. Es otro de los muchos eventos en torno al centenario de la Revolución Rusa, uno de los movientos sociales más importantes de la historia. Lee el resto de la entrada »

El zen de pintar lo que no tiene importancia

'Untitled (staple and table cloth)' - Lillian Bayley Hoover - Foto: lillianhoover.com

‘Untitled (staple and table cloth)’ – Lillian Bayley Hoover – Foto: lillianhoover.com

Son rincones de una casa cualquiera, banales rastros de actividades que se automatizan. Durante siglos, la pintura ha sido el medio de expresar pasiones y sentimientos profundos y nobles, plasmar hechos históricos, retratar a los notables. La estadounidense Lillian Bayley Hoover apuesta por todo lo contrario, percibe que el tiempo que dedicamos prestando atención a algo guarda una relación directa con el valor que tiene para nosotros, cualquier menudencia puede ser poética, vital, valiosa en nuestra intimidad mundana.

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Reconstruyen el robot Eric, una estrella de fama mundial en 1928

Eric the robot © The Board of Trustees of the Science Museum

Eric the robot © The Board of Trustees of the Science Museum

El robot de la foto se llama Eric y nació en 1928, menos de una década después de que la palabra robot fuese acuñada por los hermanos checoslovacos Karel y Josef Čapek —la inventó el segundo, pero la usó por primera vez Karel, genial escritor de ciencia ficción distópica, en la obra de teatro R.U.R., siglas en checho para Robots Universales Rossum—.

Los robots, pese a que la palabra tiene menos de un siglo de edad, son bastante más antiguos, ya que se trata de una prolongación moderna de los autómatas milenarios, los pájaros mecánicos chinos y los alquímicos gólem. En este artículo almacenado en el Internet Archive se presenta un buen resumen de la historia de la robótica moderna.

Fabricado por el capitán William Richards y Albert Herbert Reffell, dos veteranos de la I Guerra Mundial metidos a emprendedores, el robot Eric, el primero construido en el Reino Unido y uno de los primeros de los que se tiene noticia en el mundo, alcanzó gran notoriedad en su tiempo. Controlado a distancia por una conexión inalámbrica, era capaz de ponerse en pie, mover los brazos y girar la cabeza. Fue presentado a bombo y platillo en un congreso de ingeniería industrial en Londres y sus padres lo pasearon luego por el mundo.

El único prototipo del robot se había perdido —no se conocen las circunstancias, aunque se ha manejado la idea de un cruél desmantelamiento para venderlo por piezas al chaterrero— y sólo se conservaba material de archivo, recortes de prensa que guardaban los herederos de Richards y Reffell.

Ahora Eric ha renacido.

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Esculturas-retrato que imitan a las tartas industriales

Detalle de '25 and still alive' - 'Omar' - Patrick Martinez

Detalle de ’25 and still alive (Omar)’ – Patrick Martinez

En su ascendencia hay mexicanos, filipinos e indios americanos. La adolescencia en Los Ángeles en los años noventa, garabateos constantes en cualquier superficie que tuviera a la vista… Patrick Martinez (1980) vincula sus motivaciones artísticas al hip hop, al grafiti y al comentario social.

Los trabajos son caramelos envenenados, apetecibles y perturbadores. Explora la belleza fuera de los cánones, hace composiciones de dibujos con escenas de detenciones y violencia policial, pinta helados infantiles baratos, bolsas de snacks y refrescos y luego encuadra el bodegón con un neón; escribe también con neones consignas incontestables: «Que le den al trozo. Yo quiero la tarta».

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Este retrato está hecho con una cámara construida con 32.000 pajitas

Michael Farrell y Cliff Haynes - strawcamera.com

© Michael Farrell y Cliff Haynes – strawcamera.com

A primera vista y sin darle demasiadas vueltas podría ser un cuadro puntillista al estilo de Seurat, Signac o cualquiera de los defensores de las rígidas leyes del punto de color frente a la anarquía de la pincelada. También pasaría con facilidad por una imagen tratada con un programa de postproducción o un experimento de puntos tipográficos hipertrofiados.

Tiene algo también de la parafotografía sarcástica e insolente del gran Robert Heinecken —véase, en especial, The S.S. Copyright Project: «On Photography, de 1978, donde dos collages  forman, al entrecruzarse uno con el otro, un retrato de la escritora Susan Sontag, o Are You Rea?, compuesta por 25 imágenes sobreimpuestas de fotografías publicitarias o informativas tomadas de 2.000 ejemplares de revistas de gran circulación—.

Pero, pese al efecto de desplazamiento y la blanda adaptabilidad de la imagen que abre la entrada, se trata de un retrato tomado con una cámara y mediante un solo disparo. Forma parte del proyecto de dos enloquecidos por la imagen estenopéica —en inglés pinhole, agujero de alfiler—, la más básica, antigua, barata y simple de todas las técnicas fotográficas: no necesita sistema óptico y sólo requiere una caja negra agujeada en su justa proporción para dar entrada a la luz y una película o papel fotosensible.

Los ingleses Michael Farrell y Cliff Haynes, nacidos en 1964 y 1949 respectívamente, son los autores de la sugestiva foto puntillista. La aportación de este par de artistas al universo pinhole es que su cámara es una caja rellena con 32.000 pajitas de plástico, esos tubos delgados que todos usamos para sorber bebidas y hacer ruiditos, entre divertidos y groseros, cuando el líquido se agota o está a punto.

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