Los museos empiezan a prohibir (ya era hora) los ‘palos’ de ‘selfies’

Cuadro:  "George Washington, 1796" (Gilbert Stuart) - Retoque: amandastosz

Cuadro: «George Washington, 1796» (Gilbert Stuart) – Retoque: amandastosz

La locura por los palos extensibles para hacerse selfies con smarthpones va a tener que quedarse fuera del museo. Una tras otra, las grandes pinacotecas del mundo están prohibiendo el uso dentro de sus instalaciones de los ubicuos sticks, el barato gadget que vuelve locos a quienes anteponen el dejar constancia de su presencia al disfrute de la experiencia de visitar un lugar dedicado al arte, es decir, a la trascendencia.

En una decisión que se extiende con frecuencia diaria, algunos de los más notables centros de arte de Nueva York banearon —disculpas por el sajonismo, pero los fanáticos se lo merecen— el selfie stick de sus instalaciones hace unas semanas. La cruzada contra los extensores protoortopédicos la iniciaron el MoMA y el Cooper Hewitt hace unas semanas. Luego se sumaron el Guggenheim y el Museo de Bellas Artes de Boston y ayer se apuntaron los 19 museos del complejo del Smithsonian en Washington, que ha prohibido los trípodes y los monopods.

El MET está a punto de secundar el veto, que acaban de ejecutar también el Museo de Derechos Humanos de Winnipeg (Canadá) y algunas galerías nacionales australianas. El primer museo europeo en subrayar una norma similar ha sido, también ayer, la prestigiosa Galería de los Ufizzi de Florencia (Italia), que se ha visto en la necesidad de recordar, dada la creciente fiebre por los selfies con palo, que las normas de comportamiento [PDF] limitan las fotos a aquellas que se puedan tomar a la distancia máxima de un brazo extendido.

Viñeta sobre los 'palos' de Cyanide and Happiness (explosm.net)

Viñeta sobre los ‘palos’ de Cyanide and Happiness (explosm.net)

¿Exageran los museos? Desde luego que no, en mi opinión. Es incómodo y molesto aguantar la creciente proliferación de personas menos interesadas en el arte que en cumplimentar una visita para añadir al currículo de turista, las masas de adolescentes con las hormonas revueltas y nulo interés por el romanticismo, niños que deberían haberse quedado en el parque con uno de sus dos sensibles pero insensatos progenitores, simpáticos y despistados ancianos preguntando dónde están las obras de «Boticello» —lo juro, he escuchado en persona el genial e insensato cruce de Botero y Boticelli—, guías que miden en decibelios su profesionalidad y adoctrinan a grito pelado a su rebaño con el mismo texto que podría leerse en silencioso respeto en el folleto gratuito de cada pinacoteca…

La llegada de las hordas armadas de palos para retratarse en gran angular con los colegas, todos compitiendo por el gesto más simiesco con cada obra maestra allá al fondo, a metros de distancia, es la gota que colma el vaso de la paciencia. No sólo deberían prohibir el palo: deberían someter a cada propietario a un examen de buenas maneras antes de permitirle la entrada.

Admito que los museos se pasan mucho con la exclusión tajante de cualquier tipo de fotografía —El Prado es un ejemplo de intolerancia en este sentido: las pegatinas con la cámara tachada tienen profusión de grosería y son de mayor tamaño que algunos cuadros de Hieronymus Bosch—. Esta política restrictiva sólo pretende que antes de irte pases por la tienda y pagues un póster a precio de droga dura o unos euros por una mala postal. Es como si te acusasen, sin juicio previo, de ser culpable de piratear los cuadros que te gustaría retratar, casi todos ellos, por cierto, con derechos de autor caducados aunque muy vigentes los de reproducción. Las ansias por hacer caja son más chocantes cuando El Prado y el Gobierno de España deberían preocuparse de los alarmantes números rojos de la institución que uno tiene la impresión de que no van a mejorar con la venta de unas cuantas postalillas.

Pero el MoMA, el Smithsonian, los Ufizzi… están en otra categoría. Son museos menos rancios que el madrileño y entienden que hacer fotos dentro de las instalaciones es beneficioso y redunda en la buena imagen pública de las entidades. Prohiben el palo de selfies, precisamente, para tranquilizar el ambiente interior y lograr en lo posible que la visita sea lo que debe ser: un encuentro cuanto más privado mejor entre el visitante y los artistas. Aducen también, como todo hijo de la paranoia social ascendente, que los sticks pueden ser potencialmente peligrosos para las obras expuestas. No me imagino a un coreano con acné atacando un Picasso con un monopod de aleación ligera, pero, vale, todo es posible.

Barack Obama y su 'palo' (Captura del vídeo de BuzzFeed)

Barack Obama y su ‘palo’ (Captura del vídeo de BuzzFeed)

La fiebre del selfie stick, que en Asia adquiere visos de pandemia, no puede entrar en los museos, como anota con su perspicacia habitual Jonathan Jones en The Guardian, porque estos espacios sagrados deben seguir siendo lugares de «calma y contemplación» que no deben ser contaminados por el ruido social-hedonista en el que nos hemos acostumbrado a vivir.

«Quizá [Jackson] Pollock escuchase jazz mientras pintaba, pero nunca se le hubiese ocurrido tocar jazz en el museo (…) Necesitamos paz y no distracciones para entrar en nosotros mismos», anota el crítico de arte, para quien los museos son escenarios para «pensar y soñar», para «aprender y mirar» y no para el carnaval.

Desde la incomodidad que me asalta cada vez que entro en un museo —y que me coloca en la peligrosa tesitura de la misantropía—, secundo la opinión. Para hacer el bobo ya están las gradas de los estadios y los mítines políticos.

Jose Ángel González

[Post scríptum: he insertado en la entrada una viñeta del preclaro colectivo Cyanide and Happiness que resume mi estado de ánimo con respecto al gadget de moda].

12 comentarios

  1. Dice ser Lola

    El otro día fuimos a ver una exposición de Los Caprichos de Goya, había gente interesada en las láminas pero también más de uno estaba más interesado en hacerse un selfie delante de una de ellas que en admirar la obra del gran artista maño, con el consiguiente «atasco» en la fila que hacíamos para desfilar delante de cada cuadro.
    Curiosamente los que hacían esto eran jóvenes muy a la moda.

    04 marzo 2015 | 12:14

  2. Dice ser Jorge Anuncios

    Si ya es molesto habitualmente por los molestos tonos de voz y el hecho de ponerse en medio y ser poco tolerante con los demás no me quiere ni imaginar con los palos esos…

    04 marzo 2015 | 12:16

  3. Dice ser alessia

    Me parece bien! Esta gente con los palos tiene el fin del selfie y no de ver la obra en si..

    04 marzo 2015 | 12:24

  4. Dice ser Patuchas

    Mucha gente sólo hace cosas para poder colgar las fotos en el feisbus y que el mundo vea que vida tan plena tienen.

    04 marzo 2015 | 12:29

  5. Dice ser francis

    Pues me parece genial que no se puedan hacer fotos en el Prado. Ojalá fueran TODOS los museos igual. La semana pasada fui al Louvre y es que dan ganas de hacer entrevistas de admisión para evitar que tanto turista imbécil entre.

    04 marzo 2015 | 16:38

  6. Dice ser Fernando

    De acuerdo con francis, cuanto menos imbécil en los museos mejor. Y el que vaya al museo solo para salir en la foto que se la haga en la puerta.

    04 marzo 2015 | 18:13

  7. Dice ser Rafel

    Bueno, la gente normalmente hace algo para poder contárselo a alguien. Fraces como ‘si tengo que visitarlo solo, pierde la gracia’ son comunes.
    Esto es sólo más de lo mismo.

    04 marzo 2015 | 20:01

  8. Dice ser mili kk

    Estuve hace una par de semanas, en el Louvre, y me fastidiaban mas los perroflautas que estudian arte, sentados en el suelo con sus tabletas y laptops, que los 200 japoneses con el dichoso palo de los webos… por no de decir los aspirantes a artistas, que intentaban replicar cuadros…

    si fuera por las cosas que molestan, igual habria que prohibir que mucha gente no saliera a la calle, no crees?

    04 marzo 2015 | 20:36

  9. Dice ser Mikelq

    Creo que es un acierto prohibirlos por razones de seguridad. Nada más. Me parece perfecto que adolescentes (en muchas ocasiones obligados a estar allí por sus colegios) disfruten como puedan de la visita. Algo les quedará. Y no molestan más por hacerse fotos.

    La política del Prado y de los demás museos que prohiben hacer fotos es ridícula. ¿A quién puede interesarle hacer fotos a los cuadros cuando en internet hay cientos de fotos profesionales de ellos con buena calidad? ¿Alguien con sentido común dejaría de comprar una lámina sustituyénadola por una foto suya?

    Pasa en más sitios, si vas a EEUU los museos te piden que hagas fotos y que las compartas. Aquí somos más de prohibir, por desgracia. A ver si el Sr Zugaza lee esto.

    05 marzo 2015 | 02:28

  10. Dice ser Antiparras

    Yo iría más lejos y haría como en El Prado, prohibir todas las fotografías. Eso si, sin fines comerciales.

    Los museos son lugares donde admirar, observar, sentir,…

    Todos estos museos deberían tener fotos profesionales disponibles en una web o similares donde, quien quiera, pueda descargárselas gratuitamente. Así mucha gente dejaría de hacer fotos a las distintas obras de arte.

    Y no, no es lo mismo ver la Gioconda en directo, que en la pantalla de tu ordenador,… o el día del juicio final en la Capilla Sixtina. En estos lugares, hay que pararse y observar, no sacar la cámara, pon el flash, quítalo, a ver los «settings»,…

    05 marzo 2015 | 07:48

  11. Dice ser nekane

    Prohibido prohibir!
    solo hay que educar y educarse!
    nada más fácil y racional

    05 marzo 2015 | 20:56

  12. Dice ser davidpm

    No es por nada, pero en la página web del Prado te puedes descargar la mayoría de los cuadros en alta resolución de forma gratuita.

    05 marzo 2015 | 22:53

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