Las ‘diskos’ rurales de Lituania y los escombros de la URSS

© Andrew Miksys

© Andrew Miksys

Mientras baila en la discoteca rural la muchacha proyecta la luz del minivestido blanco y la piel nívea de las hijas del Báltico… Al fondo, a la derecha de la foto, la silueta metálica de Vladímir Lenin mira en la dirección contraria, desaprobando la diversión incluso desde el cementerio de los símbolos vacíos.

No es la única imagen de Andrew Miksys (1969) en la serie Disko —que acaba de ser editada en libro— donde el pasado se introduce por las rendijas para manchar las fotos con rastros de una historia que, pese a no ser demasiado antigua, parece paleolítica. Durante diez años (2000-2010), el fotógrafo recorrió centros comunitarios rurales de Lituania que durante los fines de semana funcionan como discotecas. Las fotos componen una colección de absurdos, inocencia y fascinante cruce de cascotes de demolición como decorado para perfiles del presente.

«A veces hurgaba en las habitaciones traseras y encontraba fotos rotas de Lenin, carteles de cine soviético, máscaras de gas y otros restos de la Unión Soviética…», dice Miksys, que es de familia lituana pero nació y vive en los EE UU, al hablar de los «escombros de un imperio muerto» que acogen las sesiones de música disco y baile. «Era un telón de fondo perfecto para hacer una serie de fotografías sobre los jóvenes de Lituania: un pasado en ruinas y el futuro incierto de una nueva generación juntos en una misma habitación».

Chicos que se han quitado las camisas, gotas rojas que quizá sean sangre sobre el enlosado que han pisado varias generaciones, cortinajes de imposibles tonos escarlata, poses inimitables de sincero aislamiento… Las diskos lituanas que Myskys compendió para el proyecto tienen el poder de la sorpresa y lo singular. El fotógrafo recuerda como una odisea redentora su vagar por la noche sin fin de las carreteras secundarias lituanas en busca de locales: «Nunca supe lo que me iba a encontrar, pero la posibilidad de descubrir una discoteca en algún lugar de la oscuridad y con luces de colores y música vibrante saliendo por las ventanas me empujaron a seguir adelante».

A veces el fotógrafo tuvo problemas por asomarse a espacios que son celosamente cuidados como refugios territoriales por los jóvenes locales. «Estaban confundidos sobre mi presencia en sus discos. ¿Por qué alguien viaja desde los EE UU para fotografiar sus diskos?, me preguntaban (…) Son locales para emborracharse, bailar y a veces pelear, pero yo no hice caso de las repetidas advertencias de mis amigos para que fuera solo a esos lugares. Supongo que mi origen lituano ayudó».

El fotógrafo cuenta con cierta nostalgia que las discotecas rurales están en decadencia por la emigración masiva de los jóvenes lituanos a las ciudades o a otros países de Europa, pero conjetura que la situación «no significa el fin de las discotecas de los pueblos», porque las celebraciones paganas están muy hincadas en las raíces de Lituania, el último país del continente en aceptar el cristianismo. «Durante el solsticio de verano los jóvenes inundan los bosques, saltan desnudos sobre hogueras y hacen el amor entre los arbustos. Me parece que esta tradición pagana fue la primera forma de discoteca y nunca pasará de moda. Después de todo, la luna llena y las estrellas forman una bola de luces bastante impresionante«.

Ánxel Grove

 

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