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Siempre busco la manera de acabar una serie cuanto antes... para ponerme a ver otra.

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Amparo Baró: mucho más que las collejas de Sole

1Es imposible no saber quién era Amparo Baró. Cualquiera ha visto al menos un capítulo de Siete Vidas, ya fuese en su primera etapa o al final de la serie, y donde la ya por entonces veterana actriz destacaba por encima del resto de sus compañeros con interpretaciones convincentes. Su papel provocó un efecto sorprendente: a pesar de que le tocaba hacer de anciana arisca que debía llevar siempre la razón, su personaje (y ella misma) se convirtió en uno de los más queridos de la televisión española.

Gran parte del cariño que todos sentimos por Amparo Baró responde a un acto particular de su Sole: las collejas. Solo con ponerte a pensar en ellas, alguna se te vendrá a la cabeza. Ya fuese a sus hijos, a sus vecinos, al que fuese a arreglarle algo… 3Nadie podía escapar a los mosqueos de esa anciana comunista que metía miedo con solo aparecer, lo cual generaba un placer indescriptible en el espectador.

Pero, ¿Amparo Baró era solo collejas? ¿No había nada más? Su caso es muy singular: Sole es el personaje por el que se la recordará siempre, con sus golpes de mano abierta como acompañantes. Esto provocó un encasillamiento inverso: si en la mayoría de casos que un actor quede de por vida asociado a un personaje es perjudicial para su carrera, para Amparo Baró fue una bendición. Temas como la edad, el tipo de serie y el buen trabajo que realizó le beneficiaron y provocaron ese efecto en su ya larga carrera.

Es por esto que recordarla por las collejas está muy bien, dado que se hace con respeto y cariño hacia una actriz que nos dio muchas horas de risas y entretenimiento. Pero hay que reivindicar que, aunque a algunos no se les recuerda por nada, ella sí merece tener más reconocimiento que unas collejas a ciertos actores de renombre. Amparo Baró era una de las pocas actrices creíbles que se han visto en los últimos años en las series españolas. Tenía una presencia imponente a pesar de su corta estatura, y cada escena en la que participaba te animaba a seguir pegado a la historia.

2Desconozco la mayor parte de su trabajo previo a Siete Vidas (no lo he visto, como la mayoría de nosotros, aunque sé con qué grandes directores trabajó) por motivos de edad. Por eso aparecer en El Internado le vino muy bien para demostrar que tenía otros registros, a pesar del despropósito en el que se convirtió la serie. Fue en ésta donde pudo demostrar que se comía con patatas a todo el que aparecía en ese reparto y que podía adaptarse a todo tipo de personajes sin despeinarse. Y sin dar collejas.

Amparo Baró ha muerto a los 77 años de un cáncer. En los últimos años apenas la vimos porque había decidido descansar tras una vida de películas, teatro y televisión. Su muerte nos deja desolados a los que sentimos admiración por aquellos que han trabajado toda su vida para reconfortar las nuestras con sus personajes. Su adiós recuerda a los fallecimientos de Emma Penella y Álex Angulo, otros dos grandes de la televisión de los últimos años y por los que la admiración era unánime. Y sí: me da igual lo que votase.

Las collejas han contribuido a ese recuerdo amable que tenemos todos de Amparo Baró. Pero estoy convencido de que el tema llegó a cansarle un poco. Es inevitable que se la recuerde por eso. Pero también debe hacerse por lo buena actriz que era. Agredir de esa manera a alguien es fácil. Hacerlo de una manera tan creíble, no. Y por eso destacaba.4

Toni Cantó, Santi Millán, Willy Toledo, Javier Cámara, Florentino Fernández, Blanca Portillo, Anabel Alonso, Eva Santolaria o Gonzalo de Castro fueron algunas de las víctimas de la Sole collejera. Como he leído por Twitter, qué bien le vendría a alguno de estos otro sopapo hoy en día. Y si fuese de Amparo Baró, mejor. Descanse en paz.

 

Las fotografías son de esta galería de 20minutos

[Actualización: he metido un enlace a una entrevista a Amparo Baró donde digo que el tema llevó a cansarle un poco. Lo había leído, pero no recordaba dónde, y fue en la entrevista de El País que enlazo.

También he añadido una precisión: no conozco la mayor parte de su trabajo previo porque no me ha dado tiempo a verme todas sus películas en una mañana. Sí sé con qué directores trabajó en cine y demás. La intención, básicamente, era que no pareciese que soy un experto en ella. Porque no lo soy].

‘Chiringuito de Pepe’ o la casta en las series españolas

Desde la irrupción de Podemos en la escena política todo el mundo se ha familiarizado con el término «casta». Soy de los que crecí convencido de que la casta contaba con una única acepción ‘libre’: la que se refería al valor y a sacar fuerzas de donde no las hay. Todo porque desde pequeño escuchaba la palabrita en boca de los narradores del fútbol en la radio, sobre todo para referirse a jugadores como Míchel Salgado. «Qué casta tiene el ‘malulo'», decía Manolo Lama en cada partido del Real Madrid de los ‘galácticos’ por no expresarse de otra manera más gruesa. Qué tiempos aquellos.15

Tras este ejemplo de lo mal que hablan algunos narradores, hay que precisar que Pablo Iglesias y su gente optan por otro sentido para el término: el de referirse de una forma despectiva a la gente que lleva décadas pegada al poder. Los que «están en la poltrona desde ni se sabe», como dicen en Podemos. Que lo usen en cada dos frases que sueltan ha provocado que nos lo acabemos tomando a guasa cuando lo dicen, usándolo hasta para juegos de chupito: «Ha dicho casta: chupito», y así todo el rato. Pero en el fondo tienen toda la razón del mundo. Sobre todo en eso de que la casta está por todas partes. También en las series de televisión españolas.

56El último ejemplo de la casta televisiva de este país es Chiringuito de Pepe. ¿La razón? Porque es lo que nos llevan ofreciendo toda la vida, y es responsabilidad de los creadores de siempre. Mismo perro con distinto collar. La misma ficción de desayunos, comidas o cenas familiares, con chascarrillos de bar de carretera, con momentos de comedia que no casan con los de drama en esa amalgama llamada dramedia. Series en las que todo es exagerado y donde nada es plausible por lo absurdo que es todo lo que muestran.

La casta televisiva, como decía antes, también es la de los mismos creadores, productoras y cadenas que imponen el mismo argumento vestido de las maneras que sea necesario. Ya sea un cocinero famoso que descubre que su padre tiene un chiringuito arruinado y que tiene que ir a ayudarle, o una familia que trabaja en una revista de moda, o el de una pareja que se casa metiendo en la misma casa a los hijos de ambos. Todo vale, mientras la famosa ‘señora de Cuenca’ esté contenta. Para qué arriesgar.14

Chiringuito de Pepe tiene todos los defectos de las que la han precedido en la parrilla. Menuda casualidad que al final del primer episodio se junten todos los personajes para comer juntos, ¿eh? ¿Dónde hemos visto eso? O que uno de los personajes amenace con marcharse de la vida del resto ante las nuevas normas que impone el recién llegado. Muy novedoso. También es inaudito que quede claro que los dos protagonistas se van a liar desde el primer momento en qué se ven. No hay ni espacio para que se conozcan: están predestinados.

12Seguramente muchos dirán eso de «pues hace reír». Por supuesto. Yo me he reído viendo los dos episodios que se han emitido hasta ahora. Pero por lo ridículo de las bromas y los chistes de baratillo, no por el humor de calidad de Jesús Bonilla o Javivi. Es imposible que no se te escape una carcajada con las tonterías que hacen y dicen los personajes. Los despropósitos tienen ese poder.

Telecinco ha vuelto a hacer lo mismo, y ha conseguido el objetivo: Chiringuito de Pepe es lo más visto de los lunes en solo dos semanas. Aunque sea previsible (Dafne Fernández no tardó ni 20 minutos del primer episodio en aparecer en bikini), repetitiva y proyecte un dislate detrás de otro, es líder y se ha convertido en el «cumple su función» de este verano. 16

Dije el otro día que había que quemar la tierra en la ficción nacional. Las nuevas y viejas generaciones de guionistas, esos que quieren hacer algo distinto, tienen que echar a los que les impiden ofrecer otro tipo de ideas al público. A esa casta que no permite que se emita otra cosa que lo mismo de siempre para agradar a la «señora de Cuenca».

Son ellos, junto a la audiencia, los que tienen que darles un buen lavado de cabeza. Porque las series españolas y sus responsables actuales no son solo casta: también son caspa.