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Siempre busco la manera de acabar una serie cuanto antes... para ponerme a ver otra.

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Águila Roja: la inverosímil historia de un ninja en el Siglo de Oro español

1Las tonterías en forma de ficción por capítulos se mantienen fuertes en la televisión. El público se ha vuelto más exigente y cada vez exige historias más trabajadas, es cierto. Pero el ‘dramedia’ que perpetran los cuatro creadores/productores de siempre continúa triunfando. Las cancelaciones de Vive Cantando Ciega a Citas y el fracaso de payasadas como Hermanos indican que aún hay esperanza de que el modelo se reinvente. Lo peor son las bobadas consolidadas, que venden una idea «alternativa» y a pesar de no tener nivel triunfan. Es el caso de Águila Roja, que es líder de audiencia, pero que solo por su argumento debería ser quemada en una pira: cuenta la historia, atención, de un NINJA en el Siglo de Oro. Decir que es inverosímil es quedarse corto.3

Vi su estreno en febrero de 2009, y me tragué casi entera su primera temporada. Con los años la fui dejando por motivos obvios, y últimamente le he prestado más atención para ver si me sugería algo distinto tras siete entregas de capítulos. O si, por contra, seguía como siempre. Ganó la segunda opción. Sigue siendo la misma de la que me hablaban con indignación algunos amigos historiadores y filólogos, que no se podían explicar cómo un producto así había convencido al público.

Además del perfil del héroe, las interpretaciones en Águila Roja también contribuyen al despropósito. Salvo a Javier Gutiérrez (Satur) porque sabe meterse en cualquier papel y su capacidad para adaptarse a todo la tienen muy pocos actores.

4Tampoco se quedan atrás las tramas, que ya resultan forzadas y carecen de lógica al estar cerrada la idea principal con la que empezó la serie. Porque lo más interesante era que Gonzalo de Montalvo (David Janer) descubriese quién mató a su esposa para vengarse por ello. Todo lo que ha pasado después de dejar claro lo que ocurrió no lo he entendido. Ni sé cómo pueden estirarla tanto.

Pero más vergonzoso es que en algo basado en el siglo XVII te puedas encontrar de repente con gladiadores, por poner el ejemplo más evidente. Que a pesar de esa bofetada al rigor te vendan la serie como una clase de historia. Una vez más, no se trata de que esté confundiendo ficción con realidad. Es que lo que buscan aquí es hacer creer al espectador que en el Siglo de Oro se podrían haber dado ciertas situaciones que cualquiera que haya leído un libro sabe que son mentira.

Todavía me río cuando recuerdo a Francis Lorenzo decir que Águila Roja es «una de las mejores series del mundo». Aunque lo mejor de todo es cuando lanzaron un libro sobre la época de la serie y aseguraron que estaba dirigido a los aficionados a la historia. 2

Soy muy fan de la ficción de superhéroes. Me encantan las de justicieros que se dedican a poner firme a todo el que se le pone por delante, ya sea de manera desinteresada o persiguiendo un fin concreto. Lo único que suelo exigir es que tengan algo de sentido. Si van a permitirse todo tipo de licencias, que lo que ofrezcan sea ficción pura y dura. Que nunca esté revestida de hechos históricos. Y si se trata de un personaje que vive en un contexto de siglos atrás, que todo lo que ocurra sea plausible y encaje con la realidad. Vamos, que sean un poco coherentes. Todo lo contrario que hace Águila Roja. Porque lo único que tiene de histórica está en sus aspectos técnicos: a pesar de estar en 2014, parecen del siglo pasado. Otro ejemplo de chonismo técnico, entre el bullet-time y la iluminación de after.

El Rey: un biopic de aprobado que lava la imagen de Juan Carlos I

Cuando supe que Telecinco iba a estrenar una miniserie sobre la vida del rey Juan Carlos, me puse en guardia. Saltaron todas las alarmas del mal gusto que tengo, y me esperaba un par de capítulos de puro jabón al monarca. Donde las interpretaciones fuesen malas, el relato no pasase de ser plano (porque todos sabemos lo que ocurre) y los aspectos técnicos más que limitados.4

Es decir, estaba pensando en aquel despropósito llamado Felipe y Letizia. O en el lamentable biopic de Mario Conde, Los días de Gloria, que por temática no tiene nada que ver pero que en la esencia es lo mismo: contar cómo fue supuestamente la vida de un personaje relevante. Ahora puedo decir que me equivoqué. Y que El Rey, aunque también es peloteo a la casa real, se deja ver.

No sé si encuadrar esta miniserie en el apartado de guilty pleasures, o si directamente se puede decir que está bien hecha y por eso es entretenida. La cuestión es que no me he aburrido viéndola. Por eso merece como poco el aprobado.

2Pero a pesar de que sirve para entretenerse y que hay que elogiar todo lo que hay detrás, que nadie crea lo contrario: esto es un lavado de imagen para el monarca. Se nos muestra a un chaval al que se atrevía a toserle todo el mundo, cuando la realidad fue con toda seguridad otra. ¿Quién se va a creer que cualquiera que no fuese su padre o Franco se iba a atrever a reprocharle sus tropelías de adolescente o sus actos de indisciplina haciendo el servicio militar? Y esto no es confundir realidad con ficción, ya que hablamos de un personaje histórico.

También se nos quiere hacer creer que era un chaval ejemplar, que a pesar de haberle educado en mirar por encima del hombro jamás lo hizo. Parece que no han contado con que nos conocemos bien la historia del Borbón. El mismo que si hace algo inexcusable ya tiene lista la disculpa preparada: «Lo siento, m’equivocao, no volverá a ocurrir». Ya se la sabía desde pequeñito, según muestra la miniserie.1

El Rey y su entretenimiento no parece que respondan a una fórmula secreta de sus responsables y guionistas. Simplemente han ido a centrarse en lo que mejor podía funcionar: mostrar cómo creció un niño al que desde pequeño le llamaron alteza pero que en realidad no tenía ninguna libertad, pues su vida tenía un único fin.

Así pasó con su llegada a España,  al trasladarse desde el exilio de Don Juan en Estoril. Sus idas y venidas del país, con un Franco pendiente de seguir aislando a su padre y que a la vez se trabajaba al chaval para sumarle a su causa. Otros momentos clave son el «accidente» que acabó con la vida de su hermano, el infante Alfonso, y sus primeras relaciones, como la que mantuvo con Olghina de Robillant.

5El otro punto central es su relación con Don Juan, que en la miniserie se nos muestra que fue empeorando por sentirse este último traicionado por su hijo en favor del dictador. Algo en lo que influyó el ansia de poder de Don Juan y la muerte de su otro hijo en presencia del futuro rey.

Entre los actores destacan Patrick Criado, como el rey en la adolescencia, y José Luis García Pérez, que encarna a Don Juan. El resto son secundarios que hacen papeles muy correctos, y que resultan creíbles en sus roles. También destaca mucho Adriana Torrebejano (Olghina), que hace un papel corto pero que logra asombrar por la sensualidad que desprende. La interpretación que me da más miedo es la de Fernando Gil (el rey ya adulto). No hay que olvidar que ya interpretó al príncipe Felipe en la miniserie infame que mencioné al principio. Y que hizo el ridículo tanto o más que Amaia Salamanca y Juanjo Puigcorbé. Más allá de ser alto y tener algo de parecido con Juan Carlos I, no entiendo sus méritos como actor para acceder a estos trabajos. 3

El ritmo del biopic del rey es bueno, y resulta muy entretenida. Sí, entra en el grupo de las que permite engancharse rápidamente aunque dejes de prestarle atención durante unos minutos. Pero al menos la fotografía, los escenarios o el guión cumplen las exigencias mínimas. No hay nada vergonzoso como una iluminación de discoteca o unos cromas cutres que se descubren fácilmente.

Aun con la pleitesía a los Borbones y su patriarca, El Rey me ha sorprendido gratamente. Y eso que estaba preparado para lo peor. Supongo que no seré el único.