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Siempre busco la manera de acabar una serie cuanto antes... para ponerme a ver otra.

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Recuerdos (imprescindibles) de 2013: House of Cards y Kevin Spacey

Con el fin de The West Wing (El ala oeste) nos quedamos casi huérfanos de series políticas. De tener todo pasamos a un vacío inesperado. Y es que quién nos iba a decir que ibamos a echar en falta una serie sobre la aburrida vida de los gestores públicos que legislan para hacer la vida de los suyos mejor mientras a nosotros nos putean. Pero es que lo que hizo Aaron Sorkin provocaba de todo menos tedio. En 2008 llegó The Good Wife, la cuál no he visto aún. Sí, ya sé que es un pecado, pero habrá tiempo. De ésta solo sé que tiene a todo el mundo encandilado. Y por algo será. En Europa también podemos presumir de una, Borgen, otra de esas maravillas que llegan desde Dinamarca. House3

Pero en 2013 llegó la que muchos estábamos esperando. Todo era novedoso: un canal de televisión en streaming, actores y directores de Hollywood, y un argumento enigmático y que no te permitía predecir por dónde iba a tirar la historia. Así llegamos a House of Cards, una de las mejores series de este año (ya veremos si la mejor en unas semanas), y que merece ser rescatada. Más aún después de conocer que su segunda temporada se estrenará el 14 de febrero de 2014. Y esperemos que no sea la última.

House4Si no habéis visto el drama político de 2013 que ha emitido Netflix simplemente estáis tardando. La serie gira en torno a Frank Underwood (Kevin Spacey), un congresista que es el jefe de los demócratas en la cámara de representantes estadounidense, y que se vale de todo tipo de ardides y efugios para lograr sus objetivos. Estos pueden ser por el bien del partido, del país o del presidente de EEUU. Pero todos comparten una finalidad común: aquello que logre desde su papel de líder tiene que acabar beneficiándole sea como sea. Porque lo único que ansía es poder. Mucho más.

Para ello no dudará en emplear a los periodistas, que gustosos publicarán (casi) todas las filtraciones que provengan del poderoso Underwood. Así embauca a Zoe Barnes (Kate Mara), una joven reportera que está cansada de ser el último mono de su periódico y que acabará siendo la que saque a la luz todos los escándalos o cambios de estrategia que le cuente el político. También está con él su inseparable Doug (Michael Kelly), su jefe de personal y el encargado de hacer el trabajo sucio. Su otro apoyo en su asalto a escalafones más altos es su esposa Claire (Robin Wright), que dirige una organización sin aparente ánimo de lucro pero que a la vez presiona en un sentido u otro para facilitar las cosas a su marido.

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No le falta nada. Hay traición, cuernos, agresiones provocadas, sobornos, acoso e incluso homicidios. Y los secundarios son espectaculares, como Peter Russo (Corey Stoll). Ser tan buena no le valió de nada en los Emmy, donde no se llevó nada con la excepción del premio a mejor dirección para David Fincher. Pero ya sabemos que esto de los premios es muy discutible. Porque características positivas le sobran.

Kevin Spacey es el que tiene todo el poder. Y se siente cómodo con ello, porque su interpretación es indescriptible (de bueno). Gracias a su presencia y sus monólogos dirigidos al espectador se refuerzan otros aspectos. Ocurre con el papel de los lobbies, otro de los puntos fuertes de la serie. Las tramas nos muestran el tira y afloja constante entre estos grupos de presión y el poder político en EEUU. Y es tan real que da miedo.

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El mayor éxito de House of Cards es su realismo. Hay que partir de que nunca se puede confundir ficción con realidad; pero ésta es que te mete tanto en sus historias que llegas hasta a indignarte con lo que estás presenciando. Ya sea por una operación que deja sin trabajo a miles de personas a cambio de unos votos, o por leyes favorables a determinadas empresas para así lograr más donaciones para una campaña, te cercioras de que lo que cuenta la serie tiene toda la pinta de ser verdad. Nada queda al azar, y todos los detalles están extremadamente cuidados. Incluso el hijoputismo de los políticos o empresarios está marcado a la perfección.

La serie creada por Beau Willimon cuenta, además de con un reparto excepcional, con auténticos genios detrás de las cámaras. David Fincher, que además es productor junto a Kevin Spacey, dirigió los dos primeros episodios, por poner un ejemplo. Otros directores de renombre como Joel Schumacher o Allen Coulter (éste en las series) también han sido responsables de otros capítulos. Todos ellos han contribuido a hacer una ficción casi perfecta, en la que no sobra ni un minuto y donde, de una manera u otra, te enganchas a la política y a sus tejemanejes y maquiavelismos.

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Cuando regrese en febrero la recuperaremos, ya para hablar de las tramas en sí. Por ahora mejor recomendarla sin más y que los que tengan la mala suerte de no haberla visto aún (o buena, ya que aún la pueden descubrir) puedan disfrutarla sin destrozarles la trama.

House of Cards fue la reina del primer semestre de 2013 (la del segundo es Orange is the New Black). Y si logra mantener el nivel demostrado en su primera temporada, será eterna. Aunque lo que espero de verdad, insisto, es que no acabe en 2014, como ya deslizaron. Sería una gran pérdida para la televisión actual.