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Siempre busco la manera de acabar una serie cuanto antes... para ponerme a ver otra.

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«A ver a ver, que empieza Cuéntame»

Cuando regresé a Madrid por última vez fui a parar al piso de unos desconocidos que llevaban cuatro años viviendo juntos, y que resultaron ser unos compañeros amables y encantadores. Poco a poco y día a día me fueron contando las normas de convivencia y demás reglas de limpieza que tenían dispuestas en la casa, aunque éstas no evitaban que en muchas ocasiones aquello pareciese un albañal. Hasta que llegó el día en el que me comunicaron el acto cuasi ceremonial que tenían un día a la semana, y que me hizo entender por qué se llevaban tan bien: «Ah, y aquí los jueves se ve Cuéntame«. Sentarse ese día por las noches en el salón a ver La 1 era indefectible a esa casa.cuentame

Porque Cuéntame cómo pasó, que es a la ficción española lo que Pau Gasol al baloncesto, lleva ya 11 años provocando esto en todos los hogares: unión familiar o de amistad para seguir las andanzas de los Alcántara una noche cada siete días. En ese momento, he de reconocer que yo ya no seguía la serie. La vi durante muchos años, cuando aún vivía en casa e incluso después, cuando me mudé, pero hacía un par de años que le perdí la pista. A pesar de ello, una de las ventajas que ofrece es que te puedes reenganchar a ella muy fácilmente, ya que su argumento no busca ser trascendente, sino atraer a todo el mundo por medio de un hilo fácil de coger.

La dejé en un momento en el que Carlitos (Ricardo Gómez), que para todos siempre será ese niño con pelo a tazón, había crecido de forma sorprendente e incluso estaba cerca de conocer cómo era un momento de intimidad con una chica; también coincidió en ese momento la marcha de la auténtica Inés, Irene Visedo, a la que Pilar Punzano no ha hecho olvidar. O con Toni (Pablo Rivero), ya independizado por completo, siguiendo su camino de izquierdas particular (aunque de él siempre nos quedará un sketch de Cruz y Raya, en el que decía que no iba a tener frío porque ya se iba caliente). Pero sobre todo, con Antonio (Imanol Arias) y Merche (Ana Duato) prosperando tras muchos años recogiendo la mierda de los demás y dejando atrás las estafas que sufrieron por alguno que otro.

Todos la hemos visto en algún momento, y en la retina siempre quedará el gran José Sancho haciendo de ese fascista avaricioso al que había que llamar con el Don delante y con el santo detrás. O a Tony Leblanc con ese peluquín tan cutre, pero siempre correcto y enseñando al resto cómo ha de ser un actor, ya nazca en los 90 o los 20. Y sobre todo, recordaremos a la incombustible. La abuela y ya bisabuela de España: Herminia. Pero yo siempre seré fan de Valentina, esa mujer atolondrada a la que clavó Alicia Hermida.

Cuentame1Pero lo que más mola de Cuéntame es que se atreven con todo. No han evitado ni pasado por alto ninguno de los temas polémicos de los años que les ha tocado cubrir. Y hay momentos que son inolvidables, como cuanto Antonio se lamentaba de haber tenido que estar con el brazo en alto en la Plaza de Oriente, y le dijo a Merche: «Si mi padre me hubiera visto». Esta es la valentía que debería tener toda serie que pretenda ser divulgativa, y ésta es tan buena que parece extranjera. Pero la esperanza de ver algo similar en este país se va diluyendo cada vez más.

Lo que es inherente a este maravilla es todo lo que nos ha enseñado a los que tuvimos la fortuna de nacer después de la dictadura. Hemos conocido cómo eran los ‘grises’ y los métodos que empleaban, la educación en los colegios de esos años, la poca apertura social que se permitía por culpa del conservadurismo rancio impuesto desde arriba. Aunque lo mejor ha sido el tratamiento de todos estos asuntos, siempre desde una perspectiva justa y nada sectaria. Sin ambages aun con el tema más espinoso y conflictivo.

¿Hasta dónde llegará? No lo sabemos, a pesar de las bromas que apuntan a que por lo menos debe llegar a la etapa actual, para enterarnos de verdad de todo lo que está pasando con los casos de corrupción, esa auténtica marca (y mancha) España. En un escenario más probable, quizá le quedan dos o tres años a lo sumo, lo suficiente y necesario para una historia tan longeva y que ha abarcado casi tres décadas.

En este día, mis compañeros y yo dejamos el piso que hemos compartido, en su caso durante años y en el mío solo unos meses. Quizá volvamos a ver Cuéntame juntos algún día. Pero lo que está claro es que siempre nos acordaremos unos de otros cuando lleguen los jueves a las 22.30, especialmente de cuando yo me escaqueaba de verla porque tenía otras cosas que hacer (aunque luego la viese por Internet sin que nadie se enterase).

«A ver a ver, que no nos enteramos, que ya empieza«, era la consigna. Eso sí que no lo volveré a escuchar. Pero jamás la olvidaré, y a ellos tampoco. Igual que a Cuéntame.