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Siempre busco la manera de acabar una serie cuanto antes... para ponerme a ver otra.

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Blanca Suárez no sirve para hacer de Blancanieves

2Cuando vi Los Tres Cerditos la semana pasada, me convencí de que aún se podían hacer las cosas bien en la ficción de este país. A pesar de los innumerables fallos del primer episodio de la miniserie Cuéntame un Cuento, la intención y algunos aspectos fueron muy acertados. Por eso esperaba con mucho interés el segundo capítulo, el de Blancanieves. Y el balance no puede ser peor. Fue un chasco. Me pareció malísima. Aunque ya os aviso de que esta no es la opinión general.

El problema perentorio de esta revisión de Blancanieves es la protagonista. Blanca Suárez puede ser la mujer más guapa de España. Es otra liga en físico. Pero actuando está al nivel de los telefilmes de Antena 3. No da para más como actriz y no sirve para hacer estos papeles. Y es que tal y como me dijo un colega, es la versión femenina de Miguel Ángel Silvestre. Aunque no sé si es peor que Paula Echevarría (Velvet).

1Blanca Suárez es el paradigma de lo que se valora de un actor cuando busca una oportunidad. Los lloriqueos y la cara de borde le facilitaron conseguir un sitio en El Internado. Y desde entonces, ha trabajado hasta con Pedro Almodóvar. De hecho, le falta poco para dar el salto a Hollywood. Pero su talento es tan limitado y su manera de actuar tan pobre que es inexplicable que haya llegado tan alto.

Tampoco están para presumir el resto de actores. ¿A quién se le ocurrió la idea de fichar a Mar Saura como villana? Sus supuestos gestos de mala de cuento son patéticos. Ese darse la vuelta para mirar al vacío cuando alguien le dice algo que le gusta, la sonrisa malvada que debería helar los huesos pero que en realidad provoca que te rías de ella… Por suerte, tuvieron vista y contaron con alguien como Félix Gómez, que puede decir que es actor y de los buenos.

Las carencias, más allá del reparto, no terminan ahí. La trama me pareció bastante tonta, con los enanitos como una banda de ladrones y el príncipe como el hermano de una Blancanieves que se convierte en una delincuente y una choni, y que además es odiada por su madrastra. Además, el ritmo de la historia pretende ser rápido, cuando es descabezado. No existe un hilo entre las escenas y te acabas preguntando cómo se ha pasado de un momento a otro. La iluminación y la fotografía también permiten valorar lo que se hizo bien en Los Tres Cerditos. Porque aquí daña a la vista. Me recuerda al trabajo cani que se hizo en Hermanos.

No le encuentro ni un aspecto positivo al episodio. Me dio bastante pereza y lo acabé porque no tenía nada mejor que hacer. También porque tenía que escribir con conocimiento de causa. Espero que el de la semana que viene, Caperucita Roja, me haga olvidar esta decepción.

Los Tres Cerditos de Cuéntame un Cuento: la fábula que no termina de convencer

No tenía ni idea de la existencia de Cuéntame un cuento. Uno de mis jefes me contó una vez que las cadenas guardan sus productos en un cajón hasta encontrar la fecha adecuada para estrenarlos. El momento justo de la temporada y los ingresos publicitarios son los que al final determinan el día señalado. Desconozco qué ha ocurrido en los dos años que esta miniserie que ofrece una versión alternativa de los cuentos infantiles ha estado paralizada. Pero sí sé que podrían haber hecho algo más por mejorarla en todo este tiempo.2

El primer episodio emitido este lunes, Los Tres Cerditos, sabe cómo lograr que prestes atención a su historia. Te engancha por la novedad de ver cómo la reescriben hasta convertirla en una fábula, y te atrapa por el giro que da todo en el momento clave: tres tipos con caretas de cerdo atracan una joyería y acaban disparando a la mujer del que posteriormente se convertirá en el lobo (Víctor Clavijo). Así es como este último empieza su venganza contra los ladrones disfrazados. Aunque sin saber qué va a hacer, ya que el ansia de revancha no le deja aclararse. Y todo acaba con la moraleja de que la violencia genera más violencia.

3Los Tres Cerditos es una hora y 20 minutos de entretenimiento puro y duro, pero que va más allá del «cumple su función». Supongo que por eso he podido verla sin muchos problemas. Lo malo es que tiene algunos fallos intolerables. No es normal que veamos el cojín de una actriz que hace de embarazada. O que el tatuaje de un personaje cambie de sitio de una escena a otra. O que la muerte de alguien sea tan ridícula como la de cierto personaje en The Dark Knight Rises.1

En cuanto a los actores, la mayoría están correctos. Pero hay dos que destacan, uno para bien y otro para mal. El que está inmenso, además de Luis Zahera, es Víctor Clavijo. Considero que es capaz de lo mejor y de lo peor, ya que le he visto tanto hacer muy buenos papeles como interpretar de una manera disparatada. El que no debería volver jamás a una serie o película es Arturo Valls. Llevaba muchísimo tiempo sin ver a un actor más malo en la televisión. De verdad os lo digo. Qué esperpento. Ya solo con su primera frase dan ganas de que no aparezca más.

4Si tuviese que darle una nota a este primer episodio de Cuéntame un Cuento, tendría que conformarse con un cinco. Es correcta, pero tiene que esforzarse en otros aspectos además de la fotografía. Su guión no es ninguna maravilla, y podría escribirlo cualquiera. La intriga brilla por su ausencia cuando podría haberse explotado. Los fallos tontos como el del cojín y los actores que bajan el nivel como Arturo Valls hacen el resto.

Pero, al menos, ha sido capaz de llamar la atención. Y por eso muchos queremos ver el segundo capítulo: el de Blancanieves.

Velvet: el triunfo del sopor

En España nos gusta aburrirnos. No necesitamos que aquello que vayamos a ver, jugar o escuchar tenga alicientes que nos hagan emocionarnos de cualquier manera. No nos hace falta disfrutar; con pasar el rato tenemos suficiente, aunque eso a lo que dediquemos el poco tiempo que tenemos sea aburrido. Todo esto no lo he descubierto porque sea muy listo o haya hecho un análisis sociológico. Me ha bastado ver el regreso de Velvet y leer las reacciones que ha provocado el capítulo. Es una serie soporífera y que triunfa. Lo cual me parece tan difícil como admirable.5

Que nadie vaya a pensar que la serie de Antena 3 ha dado con la fórmula del éxito. O que tiene un secreto para enganchar al público. Tampoco destacan los actores por su manera de actuar, y me atrevería a decir que el resto de sus apartados son bastante mediocres. Es que en este país, como me decía un colega el otro día, somos muy «señores y señoras». El mayor divertimento es no hacer nada. Y si lo aplicamos a las series, es tener una ahí puesta en la tele de fondo. Que sea tan simple que no haga falta prestar mucha atención y que, cuando queramos atender, sea fácil reengancharnos porque no haya pasado nada.

2Velvet es eso: una ficción trivial, sin acicates, donde nunca pasa nada. Solo se nos muestra las relaciones comunes que tendrían los personajes de un taller de costura y una tienda de ropa de lujo. A la mayoría del público eso le vale. No se quieren comer la cabeza, y quizá no pongan nada mejor en la tele un martes por la noche (su competencia esta semana fue la penosa Hermanos).

También reconozco que Velvet quizá sea lo mejor que tenemos en ficción nacional ahora mismo. Es la tuerta del reino de ciegos televisivo que padecemos, lleno de dramedias patéticos y supuestas comedias zafias y burdas. Diría que es hasta elegante. Pero eso no es suficiente. Todo va a seguir igual: el amor imposible entre Ana y Alberto, las relaciones amorosas o no de sus compañeros de trabajo, la identidad de la madre del director de las galerías y su pugna por el control de las mismas con el nuevo dueño. Nada más. 1

Insisto: pedí que se fuera nada más llegar porque me pareció muy pobre, e insistí en que no merecía una segunda temporada por la misma razón. Además de por ser muy aburrida, claro. Y lo reitero: la oferta de series actual es exagerada, y se pueden ver muchas más y mejores que ésta. Que tampoco te hagan pensar, que solo sirvan para pasar un rato agradable. Y que cuentan con lo necesario: generan interés. Un hilo argumental con el que te atrapan y enganchan. O que simplemente consiguen que te rías en poco tiempo con un humor más o menos inteligente.

3Velvet es mala y aburrida. No sé que han hecho Paula «no me aprendo los guiones» Echevarría y Miguel Ángel Silvestre en su vida para ser protagonistas de una serie de éxito. Sus limitaciones me resultan ofensivas dada la situación límite que viven la mayoría de los actores en la actualidad. Son muy guapos, vale, ¿y? ¿Eso justifica que sean tan malos? Ojo, que el resto tampoco se salva, con la excepción de Manuela Vellés, Pepe Sacristán y Aitana Sánchez Gijón. Pero al final los que ponen la cara por la serie son Echevarría y Silvestre. A la primera solo la he visto hacer bien anuncios y al segundo modular la voz. Aunque con esos físicos, ¿quién necesita hacer un papel creíble? Ah, telita también con Manuela Velasco. No me la creo ni borracho. Veremos a ver si mejora algo Amaia Salamanca. Aunque lo dudo.4

Que en nuestro país guste el sopor no significa que tengamos que aguantarlo (como nos ocurre con la política). Y más si el argumento, las interpretaciones y la banda sonora, por mencionar los aspectos más graves, provocan más desencantado que interés. Tampoco lo justifica el «no hay otra cosa esta noche». Solemos encender la tele por costumbre. Por ésto nos perdemos otros productos a los que podemos acceder desde Internet u otros canales menos mediáticos, y que sin duda nos aportarían mucho más.

La campaña de Antena 3 contra las descargas: ¿acierto o equivocación?

El grupo audiovisual de Antena 3 está contra las descargas de Internet. Este axioma no sería noticioso de no ser por la nueva campaña publicitaria que ha lanzado Atresmedia en todos sus canales (entre ellos laSexta), con el mensaje de «nada es gratis, siempre hay alguien lo paga» y con el eslogan «Crea Cultura«. El spot no tiene desperdicio.

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Cada uno tendrá su opinión al respecto. La mía es más que evidente: el anuncio me parece tramposo y viejuno. Lo que se extrae del mismo, aunque no tengo la certeza de que sea la intención última, es que los que descargamos contenidos para nuestro uso personal, sin ningún objetivo de lucrarnos, estamos mandando al paro a miles de personas.Sherlock4

La defensa de la propiedad intelectual es un derecho que tiene cualquiera que haya creado algo. El problema es cuando se utilizan los mismos argumentos de hace casi 10 años, y que recuerdan a los de la etapa más oscura de la SGAE. Creo sinceramente que Antena 3 se equivoca, y que erra el tiro de una manera alarmante. El usuario de internet puede actuar de mejor o peor manera, pero culparle si no ha subido esos contenidos que pertenecen a otra persona es para reprochárselo a la cadena de Planeta y a todo su grupo.

Está claro a quiénes se les puede achacar esas acciones: primero al que se apropia de esos contenidos y los sube sin permiso, y segundo al que permite que en sus redes se alojen esas series, películas o canciones (todos sabemos de quiénes estoy hablando). Por ahí apostaría en una campaña para convencer sobre que hay productos a nuestro alcance en internet que cuestan mucho dinero y por lo que nosotros no pagamos.

Tiempo3Aunque eso sí: alternativas para ver todo lo que queremos no existen por ahora. Esto es tan cierto como que Antena 3 tiene una plataforma donde sube todos sus contenidos propios de forma gratuita: Atresplayer. Por eso no entiendo por qué se mete en este berenjenal.

Como no soy un experto en el tema y considero que es un tema muy amplio donde caben todos los matices posibles, he pedido ayuda a colegas y amigos que tienen una opinión mucho más formada y profesional que la mía. ¿Tiene razón Atresmedia? ¿O se ha equivocado?

Ellos son Marilín Gonzalo, jefa de producto de eldiario.es; Antonio Delgado, periodista experto en tecnología; Borja Adsuara, profesor y exdirector de red.es; y Daniel González Aparicio, periodista de 20minutos. En cuanto a la versión de Atresmedia, el grupo me ha remitido a su campaña para resolver mis dudas. Su postura es bastante clara. Os la vuelvo a enlazar.Walking3

Lo primero que les he preguntado es si la primera fase del anuncio de la campaña de Antena 3 es cierta. Es decir, si «cada vez que alguien descarga contenidos sin pagar o sin permiso de sus creadores colabora en la desaparición de muchos puestos de trabajo». Antonio Delgado es categórico al respecto:

No, sobra el o. De hecho, en la propia web de Atresmedia tienes accesos a contenidos sin pagar.

Para Marilín Gonzalo, la cadena miente al apostar por dicha frase:

Es falso y es echar culpas sobre quien no las tiene. La forma de consumir cultura ha cambiado desde que existe internet y la economía digital no hace más que crecer, en países que la promueven, claro. Las empresas buscan nuevas formas de ofrecer a sus usuarios lo que piden, crecen y las que no, culpan a la piratería. Tú no eres responsable de que su modelo de negocio sea obsoleto. Culpar a tus posibles clientes de que no compran tu producto, además de equivocado, es patético.

Downton1Borja Adsuara pone el acento en la importancia del permiso del autor del contenido en este caso:

No es correcto, porque se pueden descargar contenidos sin pagar, pero CON permiso de los creadores o de los titulares de los derechos. Pero, en el caso de que se haga SIN autorización, estoy de acuerdo en que «se colabora» a la desaparición de muchos puestos de trabajo, aunque no es la principal causa.

Por último, Daniel González es de la idea de que las descargas pueden influir, pero no de una forma determinante:

El éxito de Windows se debe en buena parte al software pirateado, Sony se hizo líder de la industria del videojuegos gracias a que PlayStation se podía piratear muy fácilmente… Hay ocasiones en las que las descargas ayudan incluso a la promoción (incluso el CEO de Time Warner llegó a tomarse como un halago que Juego de Tronos fuera la serie más pirateada). Con esto no quiero decir que las descargas sean positivas para la cultura, pero tampoco son el demonio.

Sobre si el eslogan («nada es gratis: siempre hay alguien que lo paga») se corresponde con la realidad, Gonzalo lo niega:

Sí, pero algunas cosas son difíciles de medir y por eso no se tienen en cuenta. ¿Cuánto costaría para un artista hacerse conocer sin internet? ¿Cómo pondrías un precio a una comunidad que comparte tu obra y hace que tu nombre dé la vuelta al mundo? Nada es gratis, pero hay algunos costes que se han reducido drásticamente, y no puedes seguir cobrando lo mismo por lo mismo.

Adsuara apoya la misma tesis:

No es verdad. Puede estar en dominio público, o lo puede regalar el autor (licencias creative commons), o pagar un tercero, con anuncios o patrocinios (como la TV en abierto, Antena3, en la que se emite este spot) y ser gratis para los usuarios.

Dani González apunta un dato interesante sobre la cuestión, en relación con lo que habría hecho el usuario de no descargarlo:

Nadie se ha tomado la molestia de hacer un estudio sobre el impacto de la piratería en la cultura. El 90% de los informes al respecto parten de la premisa errónea de que una persona que se ha descargado una película de Internet, de no haberlo hecho, habría ido al cine a verla o se la habría comprado. Lo más probable es que no hubiese pagado por ello en ninguna otra circunstancia.

Big3Delgado, por su parte, rechaza por completo lo de «nada es gratis»:

Curiosamente yo veo Antena 3 sin pagar. ¿Cuál es el problema de ese modelo? ¿Están en contra de la televisión en abierto?

El término «pirata» no aparece en la campaña de Atresmedia, que se ha cuidado mucho de utilizar un lenguaje respetuoso y nada polémico. Pero su spot trae a la mente inevitablemente a la cabeza la «piratería» y el ‘gentilicio’ que corresponde a la misma. Pero, ¿se puede llamar «pirata» alguien que descarga contenidos de internet? ¿Es ilegal hacerlo? Responde el abogado Borja Adsuara:

La «piratería» es un delito, incluida en el Código Penal y sólo es «pirata» la copia con ánimo de lucro. Lo cual no quiere decir que siempre sea legal descargar. Pero una cosa es el (usuario) que descarga contenidos de internet y otra, el pirata que se lucra de dichas descargas.Como6

Dani González también recuerda la legislación sobre el tema:

Los términos «pirata» y «piratería» sirven para definir a los que descargan contenidos por vías no oficiales. En España, descargar contenidos no es ilegal. Desde que comenzó a gestarse la ley Sinde y hasta la actual regulación de la protección de la propiedad intelectual, los torpes Gobiernos del PSOE y el PP han sido inteligentes en una cosa: no tiene sentido criminalizar a los usuarios. Son las páginas de descargas y streaming (como Series Yonkis) las que tienen que preocuparse por una ley que en realidad no parece que haya empezado a funcionar.

Antonio Delgado incide en quién es el culpable según la ley:

El acto de comunicación pública, la infracción, la comete el que sube el contenido, no el que se lo baja.

Una postura en la que incide Marilín Gonzalo:Conteith2

En España no es ilegal descargar contenidos culturales para disfrute personal y sin fines de lucro. Lo que es ilegal es obtener beneficios de contenidos de los que no tienes derechos de propiedad intelectual.

Las opiniones sobre este apuesta de Atresmedia han vuelto a recordarnos a la que se suele señalar como la culpable de todo: la industria audiovisual. ¿Realmente sufre tanto con las descargas? ¿O sigue siendo culpa suya? Dani González cree lo siguiente:

Quizá sí, las descargas pueden llegar a ser un problema si se convierten en la única forma de acceso a la cultura por parte de los usuarios. Por fortuna, creo que aún no hemos llegado a ese punto (en la música quizá sí es más claro el efecto negativo).

Antonio Delgado alerta de que lo peor que podría pasarle a las compañías es que no tuviesen demanda ni por la vía de la descarga:Effy

Ojalá el gran problema de la industria cultural española fueran las descargas, porque eso significaría que hay demanda. Lo peor que le pueden pasar a algunos creadores y empresas culturales es que sus productos los consumidores y usuarios no lo quieran ni gratis. Ya está pasando y pueden mirar de refilón el caso U2.

Marilín Gonzalo cree que aún hay mucho que avanzar en la oferta al público:

Deberían estar felices de que les descarguen. Lamentablemente lo más descargado en las listas de torrents nunca son productos españoles. El problema hay que resolverlo dando un mejor producto y con más facilidades para los usuarios. Si la audiencia se multiplica y los costes de producción bajan, quizás ya se pueda llegar a ofrecer un mejor precio, por ejemplo.

Borja Adsuara incide en esto último, al considerarlo el gran problema:

Indudablemente las descargas «descontroladas» son un gran problema para la industria cultural, pero no es el más grave. En todo caso, es un síntoma del verdadero problema: la ausencia de modelos (generalizados) de negocio, de gestión y de cobro de contenidos y derechos.

Para acabar el debate, he preguntado a los invitados sobre lo que considero es la mayor equivocación de Antena 3: no centrarse en los que suben el contenido, cargando contra los que descargan. ¿Por qué siempre es así? Delgado ve una intención subrepticia de la cadena y su grupo en el lanzamiento de la campaña:1

Con la legislación actual ya se castiga las infracciones de copyright. Por tanto, lo que se persigue con este tipo de campañas es adoctrinar a menores y cambiar la percepción social para convertir a las descargas en un problema, cuando lo que hay que fomentar es que alguien te lea o te escuche. Fomentar las descargas.

Gonzalo es de la misma opinión, y es mucho más directa:

Son los mismos que llaman piratas a los que descargan música. Debe ser complicado entender internet cuando vienes de otro siglo.

Adsuara insiste en quién es el ‘malo’:

El problema no es tanto el que se baja contenidos, sino el que los sube a internet sin tener los derechos para realizar ese acto de comunicación pública o puesta a disposición. La «subida» a internet de un contenido sin autorización del titular es más grave que la «bajada».Velvet

Por último, Dani González recuerda que, por mucho que se hable, la ley solo castiga a uno:

Es lo más polémico y lo que da más pie a señalar culpables, pero en realidad, a nivel legal, a los que se persigue es a los que suben contenidos de forma masiva y no a los que los bajan (al menos hasta ahora).

Y vosotros, ¿qué opináis?

 

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Broadchurch: lo mejor que puedes ver en la televisión española actual

Las dificultades para ver en España en abierto las series que se emiten en el resto del mundo continúan a pesar del ingente número de productos interesantes que se estrenan desde hace varios años. El modelo anquilosado de la dramedia familiar, que lamentablemente sigue contando con el privilegio de copar las parrillas en prime time de las 22.00h, ha impedido que mucha gente descubra ficciones magníficas y que han encontrado en Internet su mejor escaparate internacional. Podría poner decenas de ejemplos, pero el de Breaking Bad es lo suficientemente representativo.6

El género que aún se suele colar en las teles españolas en el horario de máxima audiencia es el del suspense. Las series que tengan como punto de partida un asesinato rodeado de circunstancias extrañas y cuyo fin principal sea descubrir quién es el autor son las que tienen todos los rasgos necesarios para triunfar. Broadchurch cumplía los requisitos anteriores, y su calidad la hacía aún más atractiva para cualquier cadena.

3Antena 3 estrenó el miércoles de la semana pasada la serie británica que emitió la ITV en abril de 2013, y que entonces ya tuvo unos resultados espectaculares en todos los ámbitos. Y es que lo tenía todo para triunfar: un gran reparto encabezado por David Tennant, donde también destacan Olivia Colman y David Bradley (ambos ganadores de premios Bafta por sus papeles); escenarios bellos, que cumplen la función de mostrarnos ese lugar en el que nunca ocurre nada, tan agradable no te puedes creer que allí se vaya a cometer un crimen; y un argumento conciso, sobre el que giran todas las historias paralelas de unos personajes enigmáticos y que ocultan más de lo que se puede prever.

Los episodios de Broadchurch logran emocionar y descubrir lo mejor y lo peor de las personas cuando se enfrentan a una situación así, tan inesperada como traumática. De cómo de repente se pierde la perspectiva (quizás de forma irremediable) y se empieza a ver a todo el que te rodea como sospechoso de haber asesinado a Danny Latimer, el niño hallado muerto que da origen a la investigación de Alec Hardy y Ellie Miller.1

Pero lo más interesante de Broadchurch es su crítica a la prensa sensacionalista británica, esa que con las portadas ya condena a los sospechosos de haber cometido un crimen antes de que éstos incluso acudan sean imputados o declaren ante un juez. ¿Busca la serie denostar a la prensa y los periodistas? Para nada. Una crítica así es tan evidente que sería absurdo no hacerla, ya que cuando hay un suceso la mayoría de medios van como moscas a la mierda, para así esparcirla por todas las partes a las que llegan sus páginas de papel y enlaces.

El problema es que, con esta apuesta crítica tan válida, parece que se busca hacer un lavado de imagen a la policía, responsable del gran número de filtraciones que acaban con gente que ni ha podido defenderse en las primeras páginas de la mañana. Tampoco es cuestión de ponerse trascendentes, ya que esto no deja de ser ficción. Pero sí es cierto que aquí quedan como los buenos que siempre hacen lo correcto. No está de más hacer una crítica a cómo funcionan realmente algunas comisarías.

2Sus escarceos con el mundo de los médium y la gente que dice «ver cosas» es lo que suele descolocar más. Cierto es que no hay que juzgar a nadie por las apariencias, pero tampoco hay que creerse las afirmaciones de alguien que dice haber contactado con alguien muerto. Es simplemente una locura. ¿Por qué lo hace Broadchurch? Porque los guionistas saben que en todos los lugares hay personas así. E incluirlas en la historia le otorga aún más realismo a su trama.

La serie es lo mejor que se puede ver en la actualidad en la televisión. Muchos ya la habíamos visto por internet, dado que Antena 3 no se ha decidido a estrenarla hasta un año y medio después de haberla comprado a la ITV. Lo que sí os recomendaría a los que la veáis los miércoles por la noches es que renunciéis a la versión doblada. Decid NO a ese doblaje que acaba con la idiosincrasia de los actores. De hecho, en el propio guión hay referencias al acento escocés de David Tennant que con el doblaje quedan inservibles. Pero aunque queden absurdas, dichos diálogos sobre su acento entran en la versión española, aunque sea con calzador. Parece mentira que algo tan evidente no se tenga en cuenta.5

Aún con todo esto, y si es posible en VO con subtítulos, no os perdáis Broadchurch. Solo las interpretaciones lo merecen. Especialmente la de Tennant, que es el mejor actor de la actualidad junto a Benedict Cumberbatch e Idris Elba.

Por cierto, Antena 3, ¿qué fomenta más las descargas de internet? ¿Emitir una serie un año y medio tarde después de tenerla en el cajón todo ese tiempo? ¿O emitirla poco después que en su país de origen?

 

[Actualización 20:00: Me cuentan en Twitter que Antena 3 ayer dejó ayer sin emitir 15 minutos del cuarto episodio de la serie. O fallo técnico, o torpeza. Y si es lo segundo, esto pasa por querer poner en parrilla dos capítulos seguidos de una serie y no prever que se te puede ir la hora entre publicidad y otras historias. Aunque no es la primera vez que pasa en la tele en España: Cuatro ya lo hizo con episodios de Homeland. Luego se quejan de las descargas].

Velvet por ahí

Escribir sobre series tiene una doble cara. Por un lado, es un regalo poder trabajar (cobrando) de esto, dedicando tu tiempo a temas que te gustan y sobre los que tienes algo de control. Disfrutar de maravillas para luego escribir sobre ellas sabiendo de antemano que, como poco, cientos de personas te van a leer es una sensación que le deseo a todo el mundo. La otra cara, la mala, es que por cada buena serie tienes que tragarte dos o tres truños. A veces te da por pensar que no compensa ver una historia con un argumento absurdo y en la que los actores no llegan a intérpretes de teatro escolar. 1

Muchos podrán pensar eso de «bueno, estás viendo una serie, no picando en una mina, es algo que puede entretener». No lo creo así. Por mucho que sea el género que adoro y al que dedico más tiempo, no quiere decir que pueda aguantarlo todo. El que dijo aquello de «sarna con gusto no pica» era un cretino. La sensación de perder el tiempo, de presenciar que algo tan malo está ocupando un espacio que podría ser de otro producto de calidad, es insoportable. Es el caso de Velvet.

2Podría dejar de escribir sobre series que no aguanto, y dedicar este post al imprescindible final de segunda temporada de Hannibal o a la genialidad de mid-season de Mad MenEl problema es que me apetece que no se engañe a nadie ofreciéndoles basura cuando la variedad es tan amplia. Quizá, cuando lleve años haciendo esto, no haga ni caso a lo que no lo merece. Pero por ahora prefiero desahogarme sobre lo que ha perpetrado Antena 3 en estos meses.

Y es que Velvet ha ido de mal en peor. Me la he tragado por prurito profesional, y me ha costado mucho. Cada semana suponía tal sacrificio que acababa por desconectar de la televisión y dejarla de fondo. Aun sigo sin entender esas escenas alocadas, esa música que no casa con la época de la serie, o que los fondos sonoros estuviesen en momentos que no pegaban con lo que estaba sucediendo.

Tampoco comprendo que en este país se considere «de primer nivel» y se le dé papeles protagonistas en series emitidas en prime time a gente como Paula Echevarría, Miguel Ángel Silvestre o Manuela Velasco. Peor aún es que los únicos buenos actores de Velvet, Manuela Vellés y José Sacristán, tengan un papel tan secundario. El resto del elenco es insalvable. Parece que se han empapado de la tontería que rodea a la serie, y por eso ni llegan a aparentar credibilidad. Es la única excusa que puedo encontrar al trabajo de un actorazo como Asier Etxeandía, que ha demostrado su valía pero que aquí no está acertado.3

La idea de una historia de amor entre un hijísimo heredero y una costurera (super original) hace aguas por todas partes. Su final de temporada, con una boda (aún más original), ha sido otro ejercicio de estupidez. Pero insisto: que el último episodio de su primera temporada sea un disparate era previsible si se prestaba un poco de atención a su devenir.

Este cuento de ricos y pobres en unas galerías de lujo en los 60 no es capaz ni de ofrecer un punto de realismo. Ni uno. Los clichés superan a una posible realidad. La relación de Ana y Alberto no cuela. No les pasa nada bueno a estos chicos, casualmente, porque el dinero les separa. ¿Dónde habíamos visto eso antes? No sé, ¿en TODO lo que se ha emitido y que era del estilo? Velvet por ahí, por favor.

4¿Ahora qué? Pues volverá con su segunda temporada. Arrasará de nuevo en audiencia. Antena 3 estará encantada porque le funciona. Será de esas que «cumplen su función«, aunque me cuesta creer que alguien no bostece mientras la ve. Al menos en vestuario aciertan.

Me pregunto qué pasará cuando una cadena española se atreva a poner un programa original o una buena serie (de aquí o de fuera) a competir con las españoladas habituales. Dentro de poco llegarán las ficciones patrias de chiringuitos y veranito, que nos volverán a sumir en esa parrilla televisiva de la caspa y lo chabacano. Y hasta echaremos de menos el mínimo, exiguo, buen gusto de Velvet. Podemos llegar a ese extremo. Al tiempo.

Sin Identidad: sin dirección, sin ritmo, sin recursos…

Me dispuse a ver el primer episodio de Sin Identidad con mis malditos prejuicios hacia las series españolas asaltándome. Por suerte, logré domarlos y nada ni nadie interfirió en que viese la serie sin influencias externas. Lo que viese sería lo único que formase mi opinión sobre el producto.2

La sorpresa llegó al instante: logró atraer mi atención. Me había interesado, y quería seguir viéndola. Vamos, que me había embaucado y había caído en su trampa. Un logro poco habitual, y más tratándose de una serie española.

La trama empieza bien: una chica que se escapa de una prisión china, y que logra hacerse con una gran cantidad de dinero para poder preparar sus planes. Éstos consisten en vengarse de todos los que, suponemos, la putearon tanto que arruinaron su vida de esa manera. Para ello debe volver a casa, donde empezará a idear las represalias correspondientes. Hasta ahí bien, con la llama del interés más que viva porque no me recordaba a otra. Representaba una novedad. En serio.

1Tras presentarnos a la protagonista, a la cual Megan Montaner clava, pasamos a conocer el porqué de su desgracia. Como es normal, esta chica pija y millonaria no decidió un día presentarse en una isla perdida en la que hay una cárcel. El desarrollo de la historia avanza bien, a un ritmo lento pero aceptable, y el misterio sigue vivo. Hasta que llegan los últimos 10 minutos de un capítulo larguísimo (76 minutos en total). La trama principal, lo que va a vehicular la serie, decepciona y tira a lo fácil. A tomar por saco todo el interés argumental. El problema es que no puedes dejar de mirar.

De ahí se pasa a una maraña de situaciones rocambolescas: los involucrados en el supuesto escándalo, casualidad, empiezan a caer en desgracia. El guapito ricachón que se dedica a acosar a su prima también tiene secretos oscuros. Los negocios turbios sobrevuelan a los patriarcas de las familias protagonistas, que tienen más que ocultar que el escándalo principal que va a centrar la trama. Y seguro, me la juego, que las madres que por ahora apenas tienen peso, tendrán algo bajo la manga.4

En el otro lado están los que no tienen ni idea de nada y se ven inmersos en la gran mentira que le ha tocado vivir a la pobre chica. Como suele ocurrir, ya solo piensan en sacar tajada del asunto. Y eso que la que más velas tiene en el entierro es la más naïf y por el momento solo puede pensar en que tiene su pasado ante sus narices.

El problema, además de no poder apartar la vista, es que nada encaja. El hilo es inexistente. No se acaba de entender qué pretende Sin Identidad, ni por qué tienen que suceder ciertas cosas para llegar a lo que realmente nos interesa: el porqué de la venganza. Es imposible creerse algo, porque no hay una dirección clara en las situaciones que nos muestran que vaya a ser capaz de sorprendernos. Si ya sabemos que todo se va a centrar en la venganza, ¿por qué marear la perdiz? No cuela.

3El responsable de toda la desgracia ha sido su segundo episodio. El ritmo del primer capítulo ha desaparecido, y los recursos para contarla se han quedado en nada por la elección de la ‘gran mentira’. Se han quedado sin la posibilidad de meter más tramas paralelas, y si añaden más, la destrozan del todo.

Tampoco es que se lo puedan permitir: los diálogos no tienen sentido, carecen de intensidad, y no muestran naturalidad. De esto tienen mucha culpa los actores, a pesar de las excepciones. Megan Montaner está muy bien (sí, actuando también), y Tito Valverde le va a la zaga. Victoria Abril y Verónica Sánchez al menos resultan creíbles, como Eloy Azorín y Elvira Mínguez. Pero el resto… A la presencia de Lydia Bosch y de Miguel Ángel Muñoz, alias MAM, me remito.5

Una serie tiene que saber a dónde va. Y ésta lo tenía más fácil que ninguna. Da rabia que porque le hayan metido paja se hayan cargado una ficción que podría haber sido buena e interesante. Sí, eso creía cuando veía el primer episodio. Ahora mismo, Sin Identidad solo aspira a ser un placer culpable. Me sentiré mal, pero la seguiré viendo. Al menos por reconocerle que supo cómo engañarme. Aunque sepa que sus recursos son justitos, que su relato es sucio, previsible y sin otro horizonte posible, y los capítulos se hagan largos.

Ah, que los de Jaén no hablan así. Un poco de respeto.

Patada en ese sitio para ‘Con el culo al aire’

Siempre que hablo de una serie española, que suele ser mal porque solo me gustan 1 de cada 10 (siendo generoso), me acusan de ensañarme y de exigirles algo más que entretener, que según los mismos comentarios no tienen porqué hacer. «Cumple su función» o «me sirve para desconectar» encabezan la retahíla de razones que se aducen para defender una ficción nacional. c3

No estoy de acuerdo. Yo necesito que las series me aporten algo. No que sean profundas o muy trascendentales; simplemente que ofrezcan una idea plausible, un argumento sólido que responda a una premisa inicial. Que posean, en definitiva, un hilo conductor que tenga sus razones y un planteamiento. No basta con que sean solo entretenidas si todo lo que las rodea no tiene ningún sentido. Menos aún si las tramas no tienen ninguna conexión entre sí o si el ambiente en el que se desarrolla es gratuito. Eso está bien para la animación, como la de Los Simpson. Y si lo haces en una serie que quiere ofrecer una apariencia de realidad, al menos ésta tiene que tener calidad, y hacer gracia si aspira a ser una comedia.

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Eso le pasa a Con el culo al aire, la serie de Antena 3 ambientada en un camping en el que viven un puñado de perdedores, y que regresó hace un par de semanas con su tercera temporada. Entre sus actores, Paco Tous (Los hombres de Paco), María Leon (SMS), Iñaki Miramón (La sopa boba) o Toni Acosta (Policías, Un paso adelante). Cómo no, líder de audiencia. Seguramente es entretenida y de las que cumplen su función; que incluso saca una sonrisa. Y ya está. Nada más. El resto es vacuo. No hay ni una sola idea, ni una percha que justifique todas sus tramas. Ni aporta un argumento que sirva para atraparnos, ni la amalgama de situaciones absurdas tienen sentido.

Las series españolas, más conocidas como dramedias, suelen estar formadas por episodios en los que las situaciones que viven los personajes son simples gags superpuestos, para así dar apariencia de ficción televisiva. De los tópicos, lugares comunes y tonterías habituales de nuestras producciones no puedo aportar nada más que lo que ya he dicho en otros postCon el culo al aire cumple con este conjunto de normas que permiten ser una ficción patria en condiciones.

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No faltan los desayunos familiares, las situaciones descabelladas como que un vecino pueda secuestrar a tus hijos o que te robe el coche sin que el afectado se lo tome en serio, o que una madre alcohólica que no cuida a su hijo se nos presente como una mujer graciosa a la que hay que permitirle todo. Por supuesto, también nos ofrecen como algo normal que haya niños que no van al colegio porque son conflictivos, o que los estafadores y ladrones sean considerados como uno más, y sus acciones como simples anécdotas. Todo muy creíble y muy modélico.

En cuanto a la interpretación de los actores, hay de todo: Paco Tous y María León, por ejemplo, resultan creíbles; no ocurre lo mismo con Ana Morgade, Raúl Fernández o Vicente Romero, al que se le da muy bien hacer de sicario, pero que aquí no encaja.

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Presentar a los españoles como chorizos, desastres andantes y chabacanos en nuestras series es algo habitual. El belenestebanismo y la Marca España rancia son indelebles a lo que se suele alumbrar aquí. Pero eso no significa que debiera ser aceptable, y mucho menos reír las gracias de este estilo. El humor de aquí no tiene ni por donde empezar para compararse con el inglés, donde también se resaltan las miserias de su población.

Yo no tengo amigos del perfil de los personajes de Con el culo al aire. Ni ganas. A esa gente suelo alejarla porque es nociva. Y estoy convencido de que los que viven en este país tampoco son así. Si acaso, habrá una minoría.c1

Ya basta de justificar todo con el «es entretenida» o «cumple su función». Si una serie es una mierda, lo es y punto. Y los que la consideramos así tenemos el mismo derecho a decirlo que aquellos que sí la soportan, e incluso la disfrutan.

Eso sí: siempre defenderé que se puedan emitir todo tipo de series. A pesar de que no comprenda que algunas puedan llegar a gustar a alguien. Aunque sean de las que merecen una patada en el culo, como Con el culo al aire.

 

Os recuerdo el debate de hace unas semanas: ¿Son malas las series españolas?

¿Son malas las series españolas?

La situación de la ficción nacional es más que preocupante. No es normal que en dos meses que llevamos de 2014 todas las que se hayan estrenado tengan una retahíla de carencias que les restan toda la calidad, con la consecuente dificultad para soportarlas. Además de su duración interminable, con episodios que en muchos casos superan la hora y media en temporadas de trece capítulos.

1 Han sido cuatro los grandes estrenos en este inicio de año: Bienvenidos al Lolita, El Príncipe, B&B Velvet (El Corazón del Océano no se merece ni estar en esta lista). Una ya ha sido retirada de la parrilla, otra va por el mismo camino, y el resto están contando con un gran respaldo por parte de la audiencia. Eso no significa nada, que ya sabemos que en este país nos gusta la telebasura al máximo y regalamos share a Sálvame y otros programas del estilo. Desde mi punto de vista, que entiendo la ficción como un entretenimiento que te debe sugerir algo, ya sea alegría, empatía o angustia, en España eso no se consigue. Y quizá ni se busque.
Cuando pongo a parir a una serie nacional me dicen siempre que es una cuestión personal, de gustos, y que debería defender más a nuestra ficción por el simple hecho de estar hecha aquí. Bueno, lo siento, pero soy poco chauvinista (eso para empezar). Segundo, sí, los gustos son subjetivos; pero la calidad no (esto lo aprendí gracias a un lector), y hay algunas series que no me han gustado pero que están muy bien hechas, y si no reconociese su calidad sería imbécil. Lo mismo con las de aquí: no me suelen gustar el 90%, pero si estuviesen bien hechas o las interpretaciones de los actores fueran buenas, lo diría.

Cor4No me vale la excusa de que en España todas las series tienen que ser «para toda la familia», porque si se hacen especializadas «no se verían» al no poder verlas «todos juntos a la hora de la cena». Menuda hipocresía. Eso lo debió decir algún día un directivo de Globomedia, y por eso se empeñan en hacer las mismas bobadas siempre. Sea quien sea el que lo dijese, su discurso caló y muchos se lo creyeron. Pero Internet lo refuta por completo; Breaking Bad Juego de Tronos no son para toda la familia. Ni The Walking DeadY miles de españoles las siguen. Incluso los que tienen familia.

Pero es que eso no pasa: ni los actores, ni el montaje, ni las tramas, ni los escenarios… Estas cuatro características, por mencionar unas pocas, suelen ser en las que más fallan los que hacen series en España. No puede ser que con la cantidad de intérpretes que tenemos, un gran porcentaje de ellos en el paro, se coja a los de siempre por su fama y no por su buen hacer ante la cámara. Tampoco debería admitirse que las escenas se atropellen entre sí y no tengan ningún nexo, o que la historia sea predecible y de poca enjundia. Ni que se noten los cromas.

Y por supuesto, habría que darle una vuelta a la duración de los episodios. No es normal sobrepasar los 90 minutos. Aquí nos han engañado y nos han mal acostumbrado, y con esa duración es fácil perderse. Aparte de que muchas escenas son superfluas. El año pasado tampoco fue excesivamente bueno. Tuvimos una que se salió de la norma habitual de mediocridad, que fue El Tiempo entre Costuras. No recuerdo ninguna más. Y sin embargo, seguiré escribiendo de ficción española, porque muchos de los que me leéis las seguís.5

Dado que mi postura está más que clara, he vuelto a pedir a amigos y profesionales que me contasen si a su parecer las series españolas son malas, o si en esa burra estamos solo unos pocos. El primero de ellos es Alberto Rey, del blog Asesino en serie de El Mundo, que me inspiró para este post tras uno muy interesante que escribió en el que anunciaba que hablaría cada vez menos de series españolas. ¿Son malas a su juicio? Esta es su respuesta:

Como Jessica Rabbit, las series españolas no son malas, las dibujaron así. Allá por los noventa, con la llegada de la televisión privada a nuestro país y de la obsesión por el share, se generó y popularizó un modelo de serie en España que perdura hasta hoy. Y lo que te rondaré morena. A mí las series españolas pueden parecerme largas, ñoñas, repetitivas y técnicamente mediocres, pero el mercado manda y se las lleva tragando desde hace veinte años. Y la televisión, antes que un arte, es un negocio. Un millón de espectadores valen más que un crítico de televisión. Es lo justo. El consumo de ficción televisiva española es altísimo. El sector quizá no esté pasando por su mejor momento, pero no será por falta de demanda. El espectador (y más el espectador medio, la famosa “señora de Cuenca”) quiere series españolas. De hecho, quiere ESAS series españolas. Y nuestras cadenas se las dan encantadas. Que lo hagan a costa de la calidad, la evolución o el compromiso con algo más allá del vil metal… ésa es otra historia. Que las televisiones públicas entren en ese mismo juego, también. A mí sí me parece que series españolas son malas. Por eso no las veo. Ojo con estas dos últimas frases, porque son más importantes de lo que parecen.

También he solicitado a mi compañero Isra Álvarez, en su condición de observador catódico de 20minutos, su opinión al respecto:

Ve3

Las series españolas no son malas, son como pueden ser. En España, con solo 47 millones de habitantes (de los que menos de la mitad ven la tele cada noche en prime time) y una cultura seriéfila bastante restringida, las cadenas no pueden permitirse el lujo de hacer series para minorías: no son rentables y por lo general no se hace tele para perder dinero. Así, la industria española se centra en crear ficciones con todos los ingredientes que saben que engancharán a la gente y a cuantos más tipos de gente mejor. Ingredientes que desvirtúan cualquier historia o intento de hacer algo que merezca la pena. En España se han hecho muy buenas series, pero casi nadie las recuerda, porque casi nadie las vio.

Una amiga de este blog, Mar Guerrero (Series a la parrilla), que además es estudiante de doctorado en la Universidad Pompeu Fabra con una tesis sobre narrativa transmedia y fan fictionpone el foco en otro aspecto del tema que nos ocupa. Esto es un fragmento de su texto, que podéis leer al completo aquí:

Contamos con una configuración demencial de los bloques publicitarios que afecta a la duración y ritmo de los capítulos, y por otro, existe una reticencia en los productores y cadenas a entender al espectador español como alguien capaz de apreciar otros tipo de series más allá del modelo Globomedia de «vamos a hacer que salga hasta el perro de la familia en pantalla». Tampoco debemos olvidar que todo esto no hace más que alimentar esquemas mentales en donde la ficción televisiva es percibida como algo por debajo de la ficción cinematográfica, o un mero trampolín, sobre todo, por parte de los actores y sus mentores. Es sintomático que nuestra televisión no alumbre más jóvenes talentos que sean solventes frente a las cámaras.

Miriam Lagoa, de En Terra de Series, abunda en la famosa «señora de Cuenca»:b33

A las series españolas actuales les obligan a ser regulares, en el mejor de los casos. Hay talento y hay buenas ideas en busca de una oportunidad pero mientras las cadenas de televisión se empeñen en hacer series que gusten a toda la familia, incluida la señora de Cuenca, con fórmulas saturadas de tópicos y que tengan que estirar por obligación los capítulos por encima de los 70 minutos, la ficción española seguirá llegando con 20 años de retraso. 

Y por último, el amigo periodista de 20minutos y escritor David Yagüe (que acaba de sacar novela, por cierto), lamenta la situación de la ficción patria:

Como en botica, en las series españolas hay de todo. Sin embargo, la ficción televisiva española es ‘mala’, en gran parte porque quiere: cualquier buena idea, cuente con medios y buenos actores, acaba convertida, por norma general, en un contenedor para todos los públicos que hace imposible mantener un tono, una coherencia y una cierta profundidad. Es una pena, porque potencial hay y no sé si el problema está en las cadenas, en el público o en las productoras.

¿Qué opináis vosotros? El debate queda abierto.

Velvet y no vuelvas

 Pido perdón a las víctimas por el titular

De los pocos estrenos previstos para este año en España solo uno me ilusionó lo suficiente como para esperarlo con ansia. No, no eran Bienvenidos al LolitaEl Príncipe o B&B. El tiempo y sus capítulos emitidos han demostrado por qué. Se trataba de Velvet. Realmente no hay una razón que explique esa preenamoramiento que sentí con esta serie ambiciosa y de época producida por Bambú, que además era la gran apuesta del año en Antena 3. Para que os hagáis una idea, la última con la que me ilusioné fue Crematorio. Ha llovido desde entonces, pero todo ha sido lluvia ácida por las infamias que han venido emitiendo las cadenas españolas.Velvet

Los que seguís el blog sabéis que no suelo hablar de series que no se han emitido; aunque tengan repartos espectaculares y pinten tan bien como lo hacía Velvet. Y menos si es una serie española, porque la copla de la ficción nacional ya me la conozco. Ésta era distinta, y no había desayunos familiares ni un intento de aunar drama y comedia. Nos la presentaron como un dramón ambientado en los 60, bajo la premisa de unos almacenes de lujo al estilo de los desaparecidos Galerías Preciados. Y eso me gustaba.

Bueno, me equivoqué (vaya sorpresa). Velvet es muy mala. No vale ni para culebrón, ni para telefilme de los sábados de Antena 3. Es soporífera, se hace cuesta arriba acabar un capítulo y el elenco ofrece actuaciones forzadísimas e increíbles, en el sentido peyorativo. Es todo falso. Si hay una palabra para definirla, es impostura. La idea era buena, pero la ejecución sobrepasa lo equivocado.

Velvet4Lo que más me cuesta comprender es que, en 2014, se sigan notando los cromas en los capítulos que se emiten. ¿Dónde está el trabajo de los que tienen que evitar que los percibamos? Aunque eso no es lo peor: el montaje se lleva la palma. Las escenas se atropellan entre sí, sin que haya un nexo entre ellas. Esto desemboca en un hilo alocado, con saltos imprevistos y sin ningún aliciente que los explique. Pero eso no es lo peor.

Si hay algo que me jode de las series españolas es que, además de malas en su mayoría, son largas. Los episodios de Velvet casi una hora y 40 minutos. 100 minutos. 6.000 segundos. ¿Estamos locos? ¿En qué otro país aguantan temporadas de 13 capítulos con esta duración? Aquí, que somos different. Solo de pensar en que he gastado más de tres horas de mi vida en dedicarle tiempo me hierve la sangre. Pero no hay mal que por peor no venga: esto provoca que podamos «disfrutar» de lo mal que lo hacen los actores durante más tiempo. Un auténtico regalo, sí señor.

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El dúo que lleva el peso, Paula Echevarría y Miguel Ángel Silvestre, parece que se han escapado de una clase de teatro del colegio. Bueno, quizá haya niños que actúen mejor que ellos tras presenciar lo que han perpetrado en Velvet. Ella directamente queda como una barbie pucheritos a la que nadie se cree; hacer anuncios se le da mejor. Él sigue siendo el Duque de Sin tetas no hay paraíso, pero ahora en plan pijo y sin droga de por medio. Ser un macarra le pega bastante más y por eso cuando era un narco violento nos gustaba, aunque su interpretación fuese limitada. El papel de niño bien no le va. Ni aunque fuese buen actor.

La culpa de que ellos dos no puedan sacar más partido a sus roles también la tienen los guiones. Las tramas resultantes son una amalgama entre una telenovela venezolana y Cenicienta. Dicha mezcla a veces sale bien, pero no aquí. Ni de coña. La tesis del flechazo entre ambos cuando eran críos no se sostiene por cómo se desarrolla la historia. Que no.

Velvet1

El resto de los actores también están mal. No logro entender por qué Manuela Velasco tiene un Goya. A mí en REC me pareció una gritona sin ningún mérito. Al menos aquí las caretas se han quedado fuera, y se puede observar con todo lujo de detalles que esto de actuar no es lo suyo. Bueno, en España sí, que ya sabemos que eso de buscar la excelencia en las series es una quimera.

Quizá lo peor de Velvet es que da la sensación de que actuar mal es una epidemia que se ha propagado por todo el elenco. Solo recuerdo una escena creíble, con Tito Valverde y Pepe Sacristán. Pero es que el veterano actor también pilla la enfermedad, y tampoco resulta muy creíble en el resto de su trabajo. Ni en sus charlas con la adusta Doña Blanca interpretada por Aitana Sánchez Gijón, que hace un papel de Rottenmeier que no le pega nada. Tampoco destaca Natalia Millán, una mujer que suele hacer todo bien. No es su culpa: creo que ha pillado el mismo virus que el resto.Velvet3

A la que merece la pena salvar es a Manuela Vellés. La actriz madrileña es la única buena noticia de la serie. En todos los sentidos.

No me creo nada de Velvet. La historia es predecible, y los actores, inverosímiles. Es el paroxismo de lo mal que se puede hacer algo. Todo parece orquestado por alguien cuyo trabajo es que la serie parezca mala. Y lo consigue. Otro ejemplo más de la preocupante situación de la ficción española. Ya no es que sean mediocres: son vergonzosas. Algo que debería inquietar a un sector cuya crisis no hace más que aumentar.

Velvet y no vuelvas, Velvet. Es necesario. Vamos, que hasta me ha gustado más B&B. O dicho de otra manera.