En el universo del comentario seriéfilo a veces caemos en debates un tanto bobos. Uno de los que dio que hablar a mediados del pasado diciembre, cuando Netflix estrenó The OA, fue el de a qué serie se parecía más lo nuevo de la plataforma, si a Stranger Things o a Sense8. Lo cierto es que la apuesta de ciencia ficción tenía muchos puntos en común con la de las hermanas Wachowski, su premisa scifi y su tono existencialista, pero algunos vieron también similitudes con la de los hermanos Duffer, por el regreso de una joven que parece tener poderes y reúne a varios chicos del pueblo para compartir con ellos su misión. Tanto es así que hay quien habla ya de «los niños de The OA» (estando varios creciditos y con una profesora entre ellos) como de los nuevos niños de Stranger Things, aunque en esto seguro que hay algo de clickbaiting.
Sea como sea, e independientemente del derecho que tengamos a decirle a alguien a qué serie debe recordarle cada cual, yo sí soy de los que ha visto un tema en común, y uno de los más bonitos de ambas: la unión infantil y adolescente como vía de escape a la realidad de las pequeñas ciudades del extrarradio, y la imaginación y la confianza como herramientas vitales. Expliqué en Gonzoo hace unos días que no me convence la propuesta de The OA, pero creo que tiene un desenlace muy emocionante, y para mí lo más interesante de la ficción es el recorrido de los personajes secundarios. Al igual que uno de los discursos más importantes de Stranger Things (y también de Sense8, sí, pero con diferentes matices), The OA es una fábula sobre la superación de las diferencias, sobre la aceptación personal para enfrentarse a la vida.
El punto de partida de The OA es bastante certero al respecto. Narra la historia de Prairie, que abandona la ciudad en la que ha crecido, la gris y solitaria Crestwood, para buscar a su padre biológico, pero cae en la trampa de un científico que la secuestra para experimentar, junto a otras personas. A su regreso, varios años después, la joven se convierte en la guía de un grupo de improbables amigos: Steve, un chaval conflictivo y con problemas para relacionarse; Jesse, un chico huérfano; Alfonso, estudiante ejemplar superado por las responsabilidades; Buck Vu, un joven transgénero; y Broderick-Allen, una profesora en duelo por su hermano. La intención de Prairie es exorcizarse de su experiencia, encontrar la empatía que halló en sus compañeros de cautiverio, pero además les ayuda a confiar en la fuerza del conjunto, que luego les salvará.
Desde este punto de vista, las coincidencias entre Eleven y Prairie son ilustrativas; en el caso de Stranger Things, es evidente también su inspiración en los imaginarios juveniles de Stephen King. En la novela It, por ejemplo, la fantasía y lo increíble es capital para que los protagonistas consigan vencer al monstruo que amenaza su ciudad, y que representa el fantasma del pasado y de una infancia no precisamente feliz. Ese monstruo es también el que persigue a Eleven: la pequeña con poderes es el motivo por el que los niños de este pueblo de Indiana se unen para buscar al desaparecido Will Byers, y es también quien les salva en un sacrificio final (¿ella es en realidad el monstruo, o al menos quien le ha creado?). Si hay algo que comparten Stranger Things y The OA es su cariño por la imaginación y por el relato como catarsis emocional, y en momentos complicados y desoladores como los que vivimos ahora, cualquier escapada es bienvenida.
¿Qué os parece la teoría? ¿Os gustan Stranger Things y The OA?
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