Como en una de sus películas, la intransigencia, la falta de libertad y de respeto a los derechos humanos juegan una mala pasada a su protagonista. Jafar Panahi, el director iraní de cine más conocido y premiado gracias a películas como ‘El círculo‘ o ‘El globo blanco’ ha sido condenado a seis años de prisión y se le ha prohibido hacer cine durante 20 años. ¿Su delito? Haber participado en un acto de homenaje a una joven iraní asesinada durante un acto de protesta por las fraudulentas elecciones de 2009.
Que iba a ser condena a prisión desgraciadamente se veía venir desde que fue encarcelado hace algo más de un año y luego liberado, pero con la prohibición de abandonar el país. Lo que me ha pillado de sorpresa ha sido la prohibición expresa de que haga cine durante 20 años.

El Gobierno iraní lo teme, sabe de la influencia que tiene Panahi con su cine, y no quiere que siga desarrollando su creatividad para poner en jaque al régimen de Ahmadineyad, ese al que todos los países periféricos temen, según cuentan en Wikileaks. Si pudieran prohibirle pensar, lo harían. Si pudieran cortarle la lengua, como hacía antiguamente la Inquisición, lo harían también.
En un ejemplo de que la barbarie medieval se ha adaptado fantásticamente al siglo XXI, a Panahi no le han quemado las tierras con que se alimenta ni la casa que lo cobija, pero le han prohibido seguir ejerciendo la profesión con que expresaba la rabia y el dolor que sentía al ver las condiciones políticas y sociales que sufre su país.
Qué colofón más terrible para el año que acaba. Qué mensaje más triste y preocupante lanza Irán al resto del mundo, y qué impotentes nos sentimos los que contemplamos esta injusticia desde la distancia.