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-No deberías llevar esa ropa. -¿Por qué? Sólo es una blusa y una falda. -Entonces no deberías llevar ese cuerpo. 'Fuego en el cuerpo', de Lawrence Kasdan

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Kidman confiesa que Kubrick tuvo que convencerla para rodar las escenas sexuales de ‘Eyes Wide Shut’

Con Nicole Kidman mantengo, desde la distancia, una ‘relación’ extraña.  Ha conseguido sacarme de quicio en algunas películas, como en ‘Australia‘, pero otras veces, las más, me ha conquistado con su indudable talento interpretativo. Ahí están ‘Mouline Rouge‘, ‘Dogville‘, ‘La mancha humana‘, ‘Las horas‘… (por cierto, películas todas ellas rodadas entre 2001 y 2003, menuda racha, ¿no?).

También a veces sus mohines en las ruedas de prensa, su calculada sofisticación y envaramiento me tiraban para atrás, me la presentaban como una diva fría y orgullosa. Sin embargo luego he ido conociendo detalles de ella que la han humanizado. Cuando trabajó con Amenábar supimos que lloró en más de una ocasión de rabia porque alguna escena no había salido a su gusto o porque había tenido algún malentendido con el todopoderoso Harvey Wenstein. También es conocida por que no le duelen prendas en coger un teléfono y pelear como una leona con quien sea por un papel que cree que debe ser suyo.

En su faceta más humilde y sincera Nicole ha escrito un artículo para ‘The Hollywood Reporter‘ en el que cuenta algunas cosas interesantes sobre el rodaje de ‘Eyes Wide Shut’ y su relación con Stanley Kubrick, a quien Kidman llega a comparar con Sócrates como «gran filósofo de la condición humana».

Cuenta también Kidman que, en contra de los que muchos creen, el largo rodaje de la película no supuso el comienzo del fin de su matrimonio con Cruise ( «entonces estábamos unidos», dice) y que Kubrick tuvo que convencerla para rodar las escenas sexuales, afortunadamente, cuenta, «las más extremas» se quedaron en la sala de montaje. En cualquier caso, la relación que se muestra en la película no era la que ella mantenía con su marido, «no nos era ajena, pero no éramos nosotros», aclara. Dice además que Kubrick trataba a las mujeres y a los hombres de forma muy diferente, y que con ella fue paternal, quizá influido por el hecho de que él tenía dos hijas.

La experiencia artística de trabajar con el genio la dejó marcada ( «fue un honor») y solo lamenta no haber seguido el impulso de llamar a Kubrick la noche antes de que muriera para preguntar por su salud. Cuando cogió el teléfono a la mañana siguiente fue para recibir la noticia de que Kubrick había muerto.