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-No deberías llevar esa ropa. -¿Por qué? Sólo es una blusa y una falda. -Entonces no deberías llevar ese cuerpo. 'Fuego en el cuerpo', de Lawrence Kasdan

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La polémica absurda por la doble que bailaba en lugar de Natalie Portman

Parecía que la polémica se iba a ir diluyendo conforme pasara el tiempo y se alejaran los aplausos que Natalie Portman logró con el Oscar, pero lejos de amainar, arrecia.

La bailarina Sarah Lane sigue insistiendo en que parte del mérito del premio logrado por Portman en ‘Cisne negro‘ es suyo y que en la mayoría de planos de baile es su cuerpo el que ven los espectadores.

Felicidades Lane, bailas de maravilla, tu trabajo es muy meritorio. Tienes un cuerpo precioso y seguramente en The American Ballet Theatre están muy satisfechos contigo, pero, déjalo ya, please. Intentar restar algo de mérito al trabajo de Portman es absurdo. Su interpretación va mucho más allá del baile (algo anecdótico, a pesar de tratarse de una película de ballet).

Portman brilla por haber sabido transformar su cara y sus gestos conforme avanza la película; por haber sabido trasmitir la mezcla de dulzura, angustia y desesperación que describía el guión. Nadie cree que le hayan concedido un premio por bailar como Maya Plisetskaya, a pesar de que seguramente habrán valorado el esfuerzo de que lo haya intentado. No obstante, viendo como funciona la maquinaria de Hollywood y sus premios, probablemente haya tenido más que ver en su triunfo el dinero invertido por sus productores en promocionar la película.

Sin embargo, sí hay parte del discurso de Lane que comparto. Entiendo sus críticas sobre cómo los productores ‘han vendido’ que Portman es una especie de talento del baile, que ha logrado en año y medio lo que ella le ha costado una vida conseguir. Lane dice que es injusto y ofensivo para los bailarines profesionales. Lo es, pero es pura propaganda, marketing que ayuda a crear la magia del cine y convierte a los actores en estrellas superdotadas. Forma parte del mismo ‘engaño’ en el que participan los especialistas que asumen los riesgos de las escenas de acción en lugar de los actores; es la misma ilusión que ayudan a crear los maquilladores y los expertos en efectos especiales. Estamos hablando del cine.

En la misma línea de marketing actoral/peliculero yo metería esa costumbre cada vez más descarada de glosar las hazañas sobrehumanas de los actores durante los rodaje. ¿Cuántas veces hemos oído que fulanito, que es más chulo que un ocho y pasa de extras, estuvo a punto de morir ahogado, electrocutado, envenenado o devorado por la marabunta, etc. …mientras rodaba la escena clave del megahit de turno? ¿Y qué me decís de menganito, que adelgazó tonelada y media para meterse en el papel? ¿Y aquella otra que se infiltró un mes y medio en el cartel de Medellín para absorber ideas y documentarse para un papel? Cine, cine, cine… Criticar lo evidente (mentira, exageración… otros lo llamarían magia) es cuestionar la esencia misma del cine.

‘Cisne negro’, un viaje tenebroso hacia la perfección

Este ha sido uno de esos fines de semanas redondos. El sábado me escapo a ver ‘Cisne negro‘ y el domingo disfruto de ‘Pagagnini‘ y Ara Malikian en el Teatro Calderón (con referencias cinematográficas-Umebayashi -incluidas) ¿Qué me gustó más? Imposible decidirse.
A ‘Cisne negro’ entré casi convencida de que todo lo que me habían dicho no podía ser para tanto, iba preparada para la decepción. Todas las frases que había oído eran tan superlativas (obra maestra, impactante, un peliculón…) que me temía el batacazo. No fue así. ‘Cisne negro’ es un viaje tenebroso en busca de la perfección artística, un asfixiante thriller bicolor al ritmo de Tchaikovsky, que te sacude sin contemplaciones hasta el último fotograma. Leí por ahí que el propio Aronofsky reconocía que su película muy bien podía ir firmada por Polanski, y aunque su afirmación pudiera ser tachada de pretenciosa, tiene razón: la angustia, la tensión psicológica, las relaciones enfermas de algunos personajes (la mamá Hershey se merecía un estudio completo de Freud) son puro Polanski.

Pero aunque la realización de Aronofksy es sobresaliente, no sé hasta qué punto este cuento de miedo se sostendría sin la presencia de una Natalie Portman absolutamente soberbia. Todo el mundo le asegura el domingo el Oscar y sería muy decepcionante que no lo lograra. Ella da credibilidad a cada giro de guión, a cada sorpresa del metraje, y lo hace con un desvalimiento y una delicadeza emocionantes.

Junto a ella, otros tres rostros sostienen un filme que, a pesar de la profusión de planos cortos, es todo un espectáculo: Mila Kunis, Vicent Cassel y Barbara Hershey. Todos ellos están estupendos en sus papeles, cual habilidosos bailarines de una coreografía perversa y perfecta.

¿Vosotros la habéis visto? ¿os gustó?

Bardem alaba públicamente el trabajo de Natalie Portman en ‘Cisne negro’

Ya queda menos para que se estrene en España ‘Blank Swan‘ (Cisne negro), la última película de Darren Aronofsky (el estreno en España está previsto para el 18 de febrero) y cada vez estoy más impaciente. No hago más que leer críticas positivas que ensalzan, sobre todo, la interpretación de Natalie Portman, que como dicen por ahí, huele a Oscar.

La última alabanza pública que le han hecho ha venido de su amigo Javier Bardem. Ambos fueron premiados el pasado sábado en el Palm Springs International Film Festival (sí, sí, ese festival donde Bardem declaró una vez más su amor por Penélope). Portman, a la que ya se le nota el embarazo, recibió el premio a la mejor actriz por la película de Aronofsky y Bardem, que dijo estar nervioso por tener que dar un discurso en inglés, recibió de manos de Portman el International Star Award por ‘Biutiful’.
«És el mejor actor de nuestro tiempo«, dijo abiertamente Portman, que confesó que durante el rodaje de ‘Los fantamas de Goya‘ en Madrid, Bardem la llevó a conocer «todos los garitos gays de la capital». Bardem agradeció el elogio y se lo devolvió aumentado: «Es asombroso lo que haces en el ‘Cisne negro’. Ojalá pudiera hacer todo lo que tú haces ahí».
«Pues si lo dice Bardem, que de grandes actuaciones sabe un rato… en fin, lo dicho, que ya queda menos y que esta no se me pasa.

Natalie Portman, convencida militante vegetariana

La solución para frenar el cambio climático pasa por hacerse vegetariano y dejar de criar vacas y cerdos en grandes cantidades, que se tiran unos cuescos nocivísimos para el medio ambiente. ¡cochinotes! Pero, os preguntaréis, ¿qué tiene eso que ver con el cine? Pues de momento nada, digo yo, a no ser que alguien encuentre alguna relación entre las aglomeraciones de las salas y la expulsión de efecto invernadero. Pero es que precisamente ayer, después de leer esta curiosa noticia, me encuentro con el post ‘vegetariano militante’ que Natalie Portman ha escrito en su recién inaugurado blog en The Huffingtonpost: ‘El libro Eating Animals de Jonathan Safran Foer me convirtió en vegetariana’.

En él Portman argumenta las razones de su militancia vegana, de la que habla sin rodeos, después de confesar que al principio sentía timidez en criticar las opciones que eligen los demás, porque «odia que los demás hagan eso con ella».

El texto es largo y está inglés; pero hay que reconocerle que está bien escrito y muy currado, cosa que la honra.

Portman es una de esas poco corrientes estrellas de Hollywood que combina el glamour de la alfombra roja con otros intereses artísticos y sociales que fomenta sin descanso y de los que habla sin tapujos, pero sin agresividad. Sin embargo, no es fácil encontrar a actores famosos que digan lo que piensan sin el filtro moderador de sus publicistas. Sé que incluso hay mucha gente a la que le molesta que las estrellas se manifiesten sobre cualquier asunto. Yo, personalmente, agradezco que la gente se exprese con libertad. Me gusta saber qué piensan los demás.

Podré compartir o no la opinión de Portman, pero me gusta su sinceridad y su valentía por defender sus ideas, aunque se trate de asuntos aparentemente tan ‘nimios’ para muchos como comerse o no comerse un chuletón.

‘My blueberry nights’, buenos actores, historias muy frías

Quien diga que no se siente atraído por los filmes románticos miente. Lo digo por experiencia propia, por lo que veo a mi alrededor con mis propios amigos. Hasta los más pasotas y duros acaban picando cuando oyen la frasecilla: ‘una bonita historia de amor’. Utilizando ese hipnótico canto de sirena convencí a un grupo de ellos para que me acompañaran a ver ‘My blueberry nights’, la última de Wong Kar Wai, un director al que tenía algo idealizado desde ‘Deseando amar’.

Además de la posibilidad de ver ‘una bonita historia de amor’ me atraía mucho el reparto, encabezado por una debutante Norah Jones, el guaperas de Jude Law, y las no menos atractivas Rachel Weisz y Natalie Portman. Ninguno de ellos me defraudó, ni siquiera Jones, que además de ser una gran cantante, demuestra que tiene aptitudes para llevar el peso de un papel protagonista. Lástima que ninguna de las historias que interpretan haya conseguido emocionarme de verdad.

El estilo visual es audaz, moderno, te atrapa, como siempre en las películas de Wong Kar Wai: ralentiza la acción, para la imagen, satura los colores, provoca una refrescante sensación de modernidad; pero, esta vez, sus historias parecen frías, distantes, faltas de emoción, a pesar del dramatismo de casi todas ellas. El resultado me pareció decepcionante, ¿culpa del filme o de mis grandes expectativas? Cuando vosotros veáis la película, decidiréis por vosotros mismos.

La banda sonora, a base de soul y jazz, es, eso sí, sobresaliente. La propio Jones compuso un tema después de una larga jornada de rodaje; pero también hay canciones de Otis Redding, Cat Power, Gustavo Santaolalla… Como también me parecen especialmente destacables el cartel del filme (colorista, llamativo, consigue llamar la atención del espectador) y lo especialmente guapa que aparece Rachel Weisz, una actriz cada vez más cercana a los cánones de belleza de las grandes estrellas del cine clásico.